IGLESIA DE CRISTO

¿DEBERIAN DEBATIR LOS PREDICADORES?

El Salmista dijo, "Por eso estimé rectos todos tus mandamientos sobre todas las cosas, y aborrecí todo camino de mentira." La Palabra de Dios lo equipó para vencer a todo enemigo de la verdad y la justicia (Sal. 119:98,128). Desde que el pecado y el error entraron al mundo, los amantes de Dios y la verdad han hecho frente al enemigo en el debate y la controversia pública. Elías hizo frente a los sacerdotes de Baal y los derrotó mientras contendía por su causa (1 Reyes 18). Ezequiel no se contentó con ignorar la teoría del pecado heredado sino que debatió contra esta y la destruyó (Ezeq. 18).

Dios dio a sus fieles profetas todas las palabras de la verdad necesarias para refutar todo falso camino en una honorable controversia. "...porque Jehová tiene una contienda con las naciones..." (Versión Moderna) Por tanto, le dio a Jeremías"...todas estas palabras..." para hacer la guerra — "...para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar..." (Jer. 25:30-31; 1:10). Oseas proclamó la "contienda" de Dios contra aquellos que confesaban enseñar su ley pero que realmente promovían el error y participaban en el pecado (4:1-7; 12:1-2). Miqueas anunció la "contienda de Jehová" contra su pueblo y los retó a contestar Sus argumentos si podían: "...Levántate, contiende contra los montes" (6:1-2). Juan debatió el significado de su bautismo con los líderes religiosos de su día (Mat. 3:1-12; Luc. 7:30).

Jesucristo debatió a menudo sobre temas tales como:

1. La apariencia del reino de Dios (Mat. 12:22-30).

2. La autoridad correcta en religión (21:23-27).

3. Los deberes hacia Dios y los gobiernos civiles (22:15-22).

4. El espíritu inmortal del hombre y la resurrección corporal (vv. 23-33).

5. La necesidad de obedecer toda la palabra de Dios (vv. 34-40).

6. La naturaleza humana y divina del Mesías (vv.35-46).

Pedro contendió sobre el significado de los milagros varias veces (Hch. 2:6-14; 11:1-4; 15:7-11). La predicación de Pablo envolvió un debate tras otro. "Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían" (Hch. 17:17). Pablo, Bernabé, Pedro, Santiago, y otros hombres fieles enfrentaron a los falsos maestros sobre el asunto de lo que debemos hacer para ser salvos. Hubo "...una discusión y contienda no pequeña con ellos" "Y después de mucha discusión..." (Hch. 15:2,7). Todos los Cristianos son urgidos por Dios a debatir y defender la verdad del evangelio, tanto pública como privadamente mientras tengamos la oportunidad y capacidad (1 Ped. 3:15; Judas 3).

¿Deberían debatir los predicadores? ¡Unicamente aquellos que tengan el verdadero poder del evangelio deberían! La causa de la verdad es grandemente avanzada por medio de esto. Los falsos maestros evitarán debatir tanto como sea posible y harán tantas excusas como sea posible para no debatir. La causa de ellos tiene todo el temor de abrir una controversia donde las personas escuchen ambos lados de la cuestión en controversia.

(Guardian of Truth, Vol. 32, Núm. 18, pág. 561, Ron Halbrook).

 

Debatiendo: Por Qué y Cómo

La Biblia recomienda debatir y enseña las actitudes correctas para guiarnos en esta buena obra. Muchas personas incluyendo algunos así llamados predicadores del "evangelio" han reducido la efectividad de los conceptos de la verdad y de las convicciones contra el error. Por tanto, frecuentemente escuchamos decir que no es correcto o conveniente por la Biblia el debatir. Escuchamos que los predicadores del evangelio debieran evitarlo a toda costa. Escuchamos que los Cristianos deberían permanecer alejados de todos los debates. Escuchamos que dos temas nunca deberían ser discutidos "de buena manera" en la compañía, en la religión y en la política. Es dicho que el debate no esta aprobado por el "manso y humilde" Cristo — que los apóstoles inspirados no lo autorizan — que la verdadera actitud Cristiana lo prohibe.

 

¿Debatir O No Debatir?

Pablo dijo que llegaría el momento, ¡y ha llegado! "Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas" (2 Tim. 4:3-4). Mientras que la Biblia al Día dice - "Porque llegará el momento en que la gente no querrá escuchar la verdad, sino que correrán en pos de maestros que les digan lo que desean oír. En vez de escuchar lo que la Biblia dice, correrán ciegamente tras sus errados conceptos." La Versión Dios Habla Hoy vierte este pasaje así- "Porque va a llegar el tiempo en que la gente no soportará la sana enseñanza; más bien, según sus propios caprichos, se buscarán un montón de maestros que sólo les enseñen lo que ellos quieran oír. Darán la espalda a la verdad y harán caso a toda clase de cuentos.."

Los oídos de las personas tienen comezón de oír la enseñanza fácil, suave, tranquila. Hay cantidad de predicadores deseando suplir el compromiso necesario, la enseñanza indulgente e ineficaz la cual halaga a los oídos con comezón. Como en los días cuando Israel mezcló la enseñanza humana con la ley divina, los predicadores de hoy día dicen, "Paz, paz; y no hay paz," y "el pueblo así lo quiso" (Jer. 6:14; 5:31). Ya no es esperado de un "predicador del evangelio" que desafíe al error en sus fortificaciones y ciudadelas; en lugar de eso, es esperado que sonría en frente del error. Es de los "no-Cristianos" el debatir, debemos por tanto ya sea pretender que los asuntos entre la verdad y el error no existen o también que tales asuntos no son muy importantes. La ignorancia es considerada una bienaventuranza por el pueblo, y el silencio es considerado oro por los predicadores.

La idea moderna acerca de lo que es un "Cristiano" o de lo que el Señor aprueba es una gran diferencia de lo que enseña la Biblia. Judas 3 aun nos enseña a "contender ardientemente por la fe" o por el evangelio de Cristo. El diccionario dice que debatir es contender con palabras, discutir una cuestión por medio de considerar los argumentos o puntos de vista opuestos. En vista de que el evangelio contradice toda forma de pecado y todo sistema de error, debatir es necesario para salvar almas. Este podría incluir o no proposiciones formales o reglas de procedimiento. Podría ser público o privado, escrito o hablado. El debate es un estudio, respuesta, defensa, o discusión verbal. Pablo fue "puesto para la defensa del evangelio," Pedro dijo estar "siempre preparado para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo aquel que os demande razón de la esperanza..." (Filip. 1:17; 1 Ped. 3:15). Todos los Cristianos se implican en debates de tiempo en tiempo en sus esfuerzos por esparcir y defender el evangelio.

Algunas personas citan Romanos 1:29 en un esfuerzo por probar que todo debate público es pecaminoso. Pero la palabra "debate" o "contienda" (de la palabra Griega eris) aquí no significa una discusión pública en la que dos lados de un asunto son claramente presentados y defendidos con un sentido de urgencia. La palabra indica alboroto y contienda maliciosa que busca, no la salvación de las almas, sino el prejuicio y destrucción de los demás. La envidia, la pendenciería, y el engaño son inseparables con tal contienda rencorosa y repugnante. Un diccionario estándar de las palabras Griegas explica "contienda" en Romanos 1:29 como "la expresión de la enemistad" u odio. Podría ser traducida "pendencias - riñas" - una disputa hostil, poco amistosa, encolerizada, o violenta. Cualquier tipo de discusión (familiar, religiosa, de negocios, etc.) puede degenerar en tal altercado nocivo cuando los hombres pierden de vista el amor por la verdad, por los demás, y por el Señor. Pero un debate o discusión que esta centrado en un deseo por conocer, creer, y obedecer la verdad divina, y que por tanto es una expresión de amor, no está en ninguna forma relacionado con la expresión de enemistad condenada en Romanos 1:29.

 

Disputadores o Debatistas en el Nuevo Testamento

Nuestro Señor debatió, disputó, y discutió las cosas concernientes a su reino a través de todo su ministerio. Lo hizo con un espíritu de genuino amor, pero esa clase de amor es pobremente entendido hoy día. Los hombres siempre han estado asombrados, aun han desmayado, ante tal amor. "Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume" (Juan 2:17).

En Pentecostés después de la resurrección de Jesús, "las maravillosas obras de Dios" para la salvación del hombre fueron predicadas en muchos idiomas por la inspiración del Espíritu Santo (Hch. 2:1-15). Algunos de los que escucharon las Buenas Nuevas retaron a los oradores (vv.12-13). Ellos estaban debatiendo — ofreciendo argumentos verbales. Después de escuchar ambos lados de la discusión, los corazones y mentes estaban iluminados en cuanto a la verdad (vv. 40 y Sig.). Desde este momento en adelante, repetidamente la predicación del evangelio incluyó el debate — oponiéndose contra los argumentos presentados a la cuestión del evangelio, disputando por todo el consejo de Dios.

Algunas veces escuchamos "El evangelio no tiene que ser debatido, él puede cuidarse por si mismo." Es verdad que ninguno de nosotros es indispensable para Dios, pero Dios mismo le dio a los Cristianos la responsabilidad de divulgar la verdad en frente de toda oposición. Eso incluye la obligación de ser combatiente, agresivo, eso es, para debatir. Pablo no era indispensable, pero nótese como cumplió él esta obligación. Discutía o contendía lo concerniente al evangelio "en la sinagoga," y "por espacio de tres meses" en un solo lugar, aun "cada día en la escuela de uno llamado Tiranno" (Hechos 17:17; 19:8-9).

Toda epístola del Nuevo Testamento defiende la verdad y específicamente discute algunos errores concerniente al evangelio. Ninguna de ellas identifica la discusión seria y sincera como equivocada o inútil. Pablo y Bernabé tuvieron "una discusión y contienda no pequeña" con los equivocados hermanos en Antioquía. Viajaron a Jerusalén, donde el asunto fue vigorosamente debatido con "mucha discusión" (Hechos 15:2,7). El texto usa la palabra "discusión" y los diccionarios Griegos usan la palabra "debate" en la definición de esa acción. Véase otros ejemplos en Hechos 24:10-25:8 y 26:1-2,24.

 

El Debate Correcto

Los carros, las armas, las Biblias, y los debates pueden ser abusados - eso no hace a la cosa en sí misma incorrecta. La Biblia advierte contra el abuso de la predicación y la contienda. (1) Filipenses 1:15-17 muestra que los motivos y las actitudes incorrectas deben ser evitadas. El amor por la verdad, las almas, y Cristo debe prevalecer. (2) Las proposiciones incorrectas deben ser evitadas (1 Tim. 1:4). Las "fábulas y genealogías interminables" no son temas apropiados para la predicación o el debate. Los asuntos que no afectan la doctrina de la Biblia no deberían ser debatidos.

A aquellos que se implican en el debate público se les debe requerir de sí mismos los más altos estándares posibles de conducta. No deben desviarse del formato concordado, simplemente porque ven en esto una forma de escapar del trabajo de defender alguna creencia que ha estado bajo severa revisión. Los simples altercados pueden ser evitados por la devoción en aprender y conocer la verdad, antes que una devoción por crear excitación o una reputación. Las disputas personales pueden ser evitadas por pegarlas al asunto en cuestión, aunque esta podría envolver una referencia a la persona que enseña el error, antes que intentar enturbiar el asunto por medio de referencias personales destinadas a crear prejuicio, odio, o sospecha con respecto a los asuntos no relacionados con el tema en cuestión.

Las proposiciones deben ser notificadas cuidadosamente y examinadas imparcialmente por ambas partes. Para tener la mas clara presentación posible de ambos lados en un asunto, cada hombre debe estar deseando afirmar su propia posición- eso es, firmar una proposición afirmativa en el evento de un debate formal. Podría ser difícil a veces concordar la conversación breve de los dos, las opuestas proposiciones afirmativas, o una sola proposición podría ser suficiente por otras razones. Cuando en la negativa, cada orador deberá intentar tratar con el material presentado por la parte opositora, antes que simplemente hacer su propio discurso afirmativo o pasar los argumentos de la oposición con ridiculeces y burlas. Cada persona deberá tratar de presentar sus puntos claramente y con fuerza, y la ofensa personal no deberá ser tomada cuando la parte opositora presione su punto con todo su poder. En todos los asuntos relaciones a tales discusiones, ambas partes deben conducirse a sí mismos como caballeros. Teniendo en mente la "regla de oro" de Jesús, cada uno debe tratar al otro como desea que sea tratado (Luc. 6:31).

Exactamente como toda "conducta" debe ser regulada por la "regla de oro," el formato de la discusión pública debe ser regulado por los honorables estándares sugeridos en Hedge’s Rules of Debate o formulaciones similares. La séptima regla de Hedge es especialmente apropiada: "Como la verdad, y no la victoria, es el profesado objetivo de la controversia, cualquier prueba que pudiera ser adelantada, de cualquier lado, deberá ser examinada con imparcialidad y sinceridad; y cualquier intento por enredar al adversario por medio del arte de la sofistería, o de degradar la fuerza de sus razonamientos, por medio de difamar, sutilizar, o ridiculizar, es una violación de las reglas de la honorable controversia." La segunda regla urge a cada persona a sinceramente buscar la verdad y considerar a su oponente como teniendo un sincero "deseo por la verdad." Si la conducta de nuestro oponente prueba ser "inmoderada y perversa," no debemos salirnos de nuestras casillas, sobre reaccionar, o retornar mal por mal (2 Tesal. 3:2). Podemos reprender y repudiar tal conducta y aun ser "prudentes como serpientes, y sencillos como palomas" (Mat. 10:16; Hechos 13:10).

La percepción y propagación de la verdad divina debe ser nuestra meta inalterable en la controversia; ya sea pública o privada, formal o informal. Cuando tal es el caso, y la meta de la victoria personal es colocada a un lado, únicamente el bien puede resultar. Los predicadores del evangelio y los Cristianos deberían animar a la honorable defensa de la sana doctrina, antes que tratar de ajustarse a los caprichos de aquellos que tiene comezón de oír.

Un aporte de Jaime Restrepo

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