IGLESIA DE CRISTO

El Siervo Inmisericorde

La parabola del siervo inmisericorde es un estudio sobre el perdon. Es dicho por Jesús en respuesta a la pregunta de Pedro en Mateo 18:21 con respecto al perdón. "¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?" En respuesta el Señor dijo: "No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete" (v.22). En otras palabras, el Señor estaba enseñando que la buena voluntad de Sus seguidores debía ser infinita. Como ilustración, a Pedro se le dijo de un ser misericordioso y perdonador que le perdonó a su siervo una deuda impagable (10.000 talentos - $90.442.567 dólares en 1985). Después de ser perdonada tan grande deuda, el siervo llamó a un consiervo y le demandó que le pagará hasta lo último de la deuda (cien denarios — $150 dólares en 1985). Cuando su consiervo fue incapaz de pagar la deuda, el siervo inmisericorde lo arrojó a la cárcel. Cuando tal comportamiento fue traído al oído del rey, volvió a llamar al siervo inmisericorde, restableciendo su deuda, y lo entregó a los verdugos. Al final de esta parábola el Señor dijo: "Así también vuestro Padre celestial hará con vosotros sino perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas" (v.35).

No podemos leer está parábola sin saber que el rey misericordioso, perdonador y maravilloso no es otro que nuestro propio Señor y Salvador Jesucristo. Además, nosotros, como el siervo inmisericorde de esta parábola hemos tenido nuestras deudas impagables canceladas. Como resultado, nos regocijamos en el hecho de que nuestro Señor es ciertamente rico en misericordia (Efe. 2:4). "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Heb. 4:16). A esto nosotros sin duda decimos, "Amén." Pero hay más.

Habiendo sido perdonados por nuestro Señor Jesucristo, es por tanto completamente fácil identificar al rey de esta parábola, pero es mucho más difícil identificar al siervo insensible, injusto e implacable. Pero cuando miramos con fijeza constantemente sobre este individuo desagradecido y sin cuidado, vemos como sus rasgos y características se vuelven mas claros para nosotros, a uno no distinto a nosotros mismos. Porque nosotros habiendo recibido el perdón inmerecido, hemos tratado implacablemente a aquellos que nos han quebrantado. Como el siervo inmisericorde, nosotros también, a menudo hemos actuado de una forma increíble.

Inundados por el amor, misericordia y perdón del Señor, debemos ser movidos "en nuestros corazones" a perdonar a aquellos que han "pecado" contra nosotros. Debiéramos ser "benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo" (Efe. 4:32). Como recipientes de la gracia de Dios, no debiéramos necesitar ser amenazados para hacer lo que es correcto. Pero ay, nosotros que somos lavados en la sangre del Cordero, somos de tiempo en tiempo mucho mas carnales que espirituales. Por tanto, las amenazas son desafortunadas, pero absolutamente necesarias.

Ciertamente, es absoluto cuerdo cuando comprendemos que nuestro estado previo de no perdonados puede ser - y será— reinstalado sino estamos deseando perdonar a otros. Y aunque no estamos normalmente en el hábito de tal pensamiento, siendo lavados en la sangre del Cordero no está simplemente condicionado al oír, creer, arrepentirse, confesar, y ser bautizado - sino también a nuestro deseo de perdonar. "Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas" (Mat. 6:14-15). Por supuesto, debe ser entendido que el perdón, sea otorgado por Dios o el hombre, es predicado en base al arrepentimiento (Lucas 17:4).

Hace dos mil años Jesús estuvo ante Pilato y dijo: "Mi reino no es de este mundo" (Juan 18:36). La parábola refleja que "no es de este mundo" la naturaleza del reino del Señor. En esta y otras parábolas del reino, el Señor contrastó la enseñanza de Su reino con las de este mundo. Es ciertamente desafortunado que tales enseñanzas celestiales hayan sido y continúen siendo rechazadas por el mundo. Bien ha dicho la Escritura: "Porque el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente" (1 Cor. 2:14). Pero, por el otro lado, si entendemos y vive en nuestras vidas la verdadera realidad espiritual de estas parábolas, nosotros, en efecto, seremos "linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Ped. 2:9), eso es, un reino obviamente "no de este mundo."

Un aporte de Jaime Restrepo

volver


IGLESIA DE CRISTO

Madrid 950, SANTIAGO - CHILE

Hosted by www.Geocities.ws

1