IGLESIA DE CRISTO

Justificación Por La Fe

Al esclavizado, abrumado hombre, cansado y frustrado ante la desesperación por las cargas del cautiverio por Satanás, no hay más dulce mensaje que la promesa del evangelio de la justificación del pecado. Esta es la buena nueva que da esperanza a los desesperados y hace hijos de los enemigos. ¿Qué hombre, informado de la gracia de Dios y claramente entendido de las consecuencias de su pecado, gustosamente no huirá del terror del infierno a la seguridad de Cristo?

Para contradecir esto, Satanás, con su insaciable apetito por la destrucción de las almas, ha inventado dos desviados planes. La víctima debe ser engañada ya sea para rechazar el plan de Dios de la justificación, o para hacerle pensar que ha recibido el perdón cuando en realidad él permanece en la esclavitud del pecado. Para llevar a cabo el primer engaño los ministros de Satanás enfatizan que la degradación del pecado es únicamente imaginación y que no hay castigo seguro para el hombre que se prive a sí mismo de los placeres del pecado (Efe. 5:6). El segundo engaño es llevado a cabo por los ministros de Satanás disfrazados como ministros de justicia y piadosos afirmando que únicamente una sola parte del plan Divino es esencial. La ceguera es inducida por la advertencia de que la lealtad a Cristo es manifestada por una resuelta confianza en este pervertido evangelio y por resistir como enemigos a todos los que expongan este nocivo error.

En este artículo estamos interesados con las condiciones Divinas de la verdadera justificación. Por medio de claramente enfocar la voluntad de Dios revelada en las Escrituras, es esperado que las víctimas potenciales del engaño Satánico sean iluminadas y se salven.

La Biblia claramente declara que uno no es justificado por la Ley de Moisés (Rom. 3:20; Hechos 13:39); por un sentimiento de inocencia (1 Cor. 4:4; Mat. 7:22-23); por imputación de la justicia (Gál. 2:17; 1 Juan 1:6); o por fe sola (Sant. 2:24; Mat. 7:21). En vista de que los Judíos de la era del Nuevo Testamento tuvieron gran dificultad en el entendimiento de lo primero, los hombres de hoy día son principalmente engañados por los tres últimos. Con una gran mayoría, su seguridad de la justificación reposa simplemente en el hecho de que ellos se sienten seguros, y en este sentimiento de inocencia, "mejor sentir que decir," ellos no tratarán por todas las Biblias en el mundo. Unido con esto está la persuasión de que ellos han aceptado a Cristo como salvador personal por mero asentimiento intelectual (fe sola), y que, habiendo sido salvo de esta manera, ningún pecado, desde el adulterio hasta el homicidio, puede comprometer sus almas (imputación de la justicia).

En términos Bíblicos la justificación no puede ser atribuida a cualquier cosa. A los hombres les es dicho que son justificados por gracia (Tito 3:7); por la sangre (Rom. 5:9); por la fe (Rom. 5:1); por la muerte del viejo hombre en el bautismo (Rom. 6:3-7); por las palabras (Mat. 12:37); por la humildad (Lucas 18:14); por ser llamado (Rom. 8:30); y por las obras de la fe (Sant. 2:17-21,24). Singularizar una de estas y enfatizarla ante la exclusión de las otras resultaría en una perversión del evangelio y una pérdida de la justificación (2 Juan 9; 1 Juan 2:3-5).

El verdadero papel de la fe en la justificación no puede ser sobre-enfatizado. Sin fe es imposible agradar a Dios (Heb. 11:6).

La fuente de la fe salvadora es la Palabra de Dios (Rom. 10:17). Experimentamos el poder del evangelio para salvar cuando hacemos caso a todo lo que Dios ha hablado (Rom. 1:16-17). La fe salvadora no es el mero asentimiento intelectual de los demonios (Sant. 2:19), o la cobarde aceptación de los gobernantes (Juan 12:42-43), o la temerosa concesión de Felix (Hechos 24:24-25). Esto envuelve mucho mas que los muchos ejemplos de creyentes pasivos de los que se habla en la Biblia. La verdadera fe salvadora envuelve tal dedicación que uno literalmente se crucifica a sí mismo en determinación a hacer y ser todo lo que Cristo ha mandado (Gál. 2:20; Mat. 28:20).

Cuando uno inicialmente recibe a Cristo por la fe, tiene el derecho (poder) para convertirse en hijo de Dios (Juan 1:12). Este derecho es ejercitado cuando uno obedece al evangelio por medio de ser bautizado en Cristo: "Pues todos sois hijos de Dios (estado actual) por la fe en Cristo Jesús. Porque (gar—"Aduce la causa o da la razón de una declaración anterior."—Thayer, p.109) todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos" (Gál. 3:26-27).

Algunos se oponen en considerar el bautismo como un acto de fe sobre las bases de que este es una obra en la cual el hombre puede gloriarse (Efe. 2:8-9). Jesús contestó a esta objeción por medio de decir: "Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos" (Lucas 17:10). Pablo además afirma que el gloriarse se aplica a la justificación por la Ley de Moisés y está excluida por la ley de la fe (Rom. 3:27-28). Si todas las obras deben ser excluidas de la justificación, a uno ni aun se le podría requerir creer en Cristo, porque la fe es identificada como una obra de Dios que debemos obrar (Juan 6:28-29).

La justificación por la fe requiere una expresión de la fe; la fe sin obras es muerta (Santiago 2:17-18). Esta obediencia de la fe no es momentánea, o completada en unos pocos actos de devoción, abarca un entero estilo de vida. "El justo por la fe vivirá" (Rom. 1:17)..."y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe..." (Gál. 2:20). Simplemente es declarado que uno debe manifestar su fe por la observancia de todas las cosas mandadas por Cristo así reveladas en la Escritura (Mat. 28:20). Al hacerlo así uno está guardando la fe (2 Tim. 4:7) o, en otras palabras, teniendo fe para la salvación del alma (Heb. 10:39). La fe es frágil y está protegida por la vigilancia contra el engaño del pecado el cual crea un corazón malo de incredulidad para apartarse de Dios (Heb. 3:12-13). Pablo bien resumió la vida de uno cuya fe le ofrece la justificación final en el cielo en Romanos 2:7—"Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad."

¡Justificación! Una incomparable bendición. Pueda Dios concedernos fortaleza para resistir el mal y que la fe se agarre de la vida que es vida verdaderamente.

Un aporte de Jaime Restrepo

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