El Drama de la Iluminación Cósmica
en el Sutra del Loto Blanco
Para
dar una breve idea de los temas del 'Sutra del loto blanco', escogí el título
'El Drama de la Iluminación cósmica'. Ahora bien, el título del Sutra, en sus
propios términos simbólicos, resulta claro, si prestamos bastante atención.
Incluso en el original sánscrito - 'Saddharma-Pundarika Sutra' - el título es
simbólico. Antes de empezar a investigar los símbolos, examinemos el
significado del título.
'Saddharma'
suele traducirse como 'buena ley' o 'buena doctrina' - la doctrina es la enseñanza
del Buda - pero la traducción no basta. 'Sat' o 'sad' viene de una raíz sánscrita
que quiere decir 'existir', así significa algo más parecido a 'verdadero'
'real' o 'genuino' o 'autónomo'. Del mismo modo, aunque solemos traducir Dharma
como 'la doctrina' o 'la enseñanza', más correctamente sería 'la verdad' o
'la naturaleza esencial de las cosas'. Juntos, pues, el significado esencial de
'saddharma' es 'la verdad real', y es mejor traducirlo así. De hecho, es lo
mismo para el equivalente en pali 'saddhamma' que aparece muchas veces en el 'Dhammapada'.
'Pundarika'
quiere decir 'loto', específicamente 'el loto blanco'. Aunque empleamos una
sola palabra en castellano (e inglés), que tiene que sugerir lotos de todos los
colores, en sánscrito los lotos de distintos colores tienen nombres distintos.
Así tenemos 'el loto blanco de la verdad real '.
¿Qué
sugiere este título? Los lotos suelen crecer en lagos barrosos, pero aunque
crezcan en el barro, las flores florecen fuera del agua, ya que sus pétalos
salen puros y sin mancha. Por eso el loto se ha hecho el símbolo de la pureza -
pureza en medio de la impureza. Por eso simboliza la presencia de lo
Incondicionado en medio de lo condicionado - la presencia de lo espiritual
dentro de lo mundano - no manchado por las condiciones dentro de las cuales
aparece. El título del Sutra sugiere que a pesar de aparecer en el mundo, no
está tachado por ninguna consideración mundana.
La
palabra 'Sutra' es el término más frecuente para una escritura budista, los
budistas se refieren a los Sutras como los cristianos hablan de la Biblia. Pero
a pesar de emplearse tan a menudo, 'Sutra' tiene un significado especial. Viene
de una palabra que quiere decir 'hilo', lo cual sugiere cierto número de tópicos
hilados en un hilo común del discurso. La forma del Sutra es casi siempre la
misma. Primero viene la descripción de donde se dio el discurso, luego lo que
pasaba y quienes estaban presentes. Sigue entonces el asunto principal del
texto, que suele consistir en la enseñanza del Dharma (la verdad real) por el
Buda mismo. Por último, el Sutra termina describiendo la impresión de la enseñanza
del Buda sobre los presentes.
En
algunos Sutras, aunque está presente el Buda, se queda en segundo plano y uno
de sus discípulos habla, en cuyo caso el texto termina con la aprobación del
Buda de lo que dijo el discípulo; haciendo el discurso suyo, se podría decir.
A veces, sobre todo en los sutras de Mahayana, el Buda ni siquiera da la
aprobación a lo que dice el discípulo, ya que éste habla bajo la inspiración
directa del Buda; en verdad, el Buda está hablando a través de él. Pero
cualquiera que sea la manera, importa comprender que lo que se dice en el sutra
no viene del nivel corriente de la consciencia. No es un asunto que se haya
analizado intelectualmente. No es una prueba ni explicación de algo, en el
sentido mundano. Es una verdad, un mensaje, una revelación, que sale de las
profundidades de la consciencia iluminada, las profundidades de la naturaleza
del Buda. He aquí el contenido esencial de cualquier escritura budista y su
propósito: comunicar la naturaleza de la Iluminación e indicar el camino que
lleva a su realización.
Se
puede traducir, pues, el título completo de esta comunicación particular de la
mente iluminada como 'la escritura del Loto blanco (o loto transcendental, si se
prefiere) de la verdad real'. No es realmente posible comunicar todas las
acepciones de las palabras sánscritas, por eso la traducción es aproximada y
tendrá que ser así.
Como
documento literario, el 'Sutra del Loto blanco' pertenece al primer siglo de la
era cristiana, es decir 500 años después de la muerte del Buda. Aunque sepamos
cuando se escribió por primera vez, eso no nos ayuda a saber cuando fue
compuesto. Es difícil para nosotros imaginarlo, pero la transmisión de la enseñanza
del Buda permaneció en forma oral durante aquel período de 500 años. No se
escribió una sola palabra. De hecho no existe evidencia que indique que el Buda
mismo supiera leer y escribir. En aquellos días no era un logro loable el saber
hacer eso. Quizá los hombres de negocios corruptos que quisieran hacer constar
sus transacciones internacionales las anotaban, pero la escritura no se
consideraba ocupación digna de gente religiosa. El Buda enseñaba en la forma
de discursos que eran escuchados y memorizados, para ser luego repetidos a discípulos
posteriores. De este modo las enseñanzas del budismo - y las del hinduismo -
fueron transmitidas de generación en generación, como la antorcha encendida
que se pasa de un corredor a otro al principio de los Juegos Olímpicos.
Con
el paso del tiempo, los budistas indios empezaron a escribir las enseñanzas del
Buda. No sabemos el porqué. Puede ser que las memorias se hubiesen debilitado
desde la época del Buda. O que la gente se sintiera menos segura, pensando que
las enseñanzas se perderían si no las escribían. Quizá leer y escribir se
hizo más respetables y fue natural que las enseñanzas tomaran la forma
escrita. Por la razón que fuera, en el primer siglo de nuestra era se empezaron
a pasar a escrito las enseñanzas, y la del 'sutra del loto blanco' fue una de
ellas. Así las enseñanzas budistas fueron escritas en varios idiomas: el sánscrito,
el pali, el prakrit, el apabharamsa, el paisaci, etc. El 'Sutra del loto blanco'
fue uno de los primeros escritos en sánscrito. Que el sánscrito era un
lenguaje de la India antigua, no significa necesariamente que el texto fuese
escrito allá. En aquel período, el budismo, especialmente el Mahayana, se había
extendido hasta el centro de Asia, y puede ser que ‘el sutra del loto blanco'
se pasase por primera vez a escritura allá. Pues sabemos que por aquella época
se originaron las escrituras en pali en Sri Lanka, y no en la India. Cualquiera
que fuese el lugar, 'el sutra del loto blanco' fue escrito en una mezcla de dos
tipos de sánscrito: el 'puro' y el 'híbrido budista'. El sánscrito puro sigue
las leyes que expuso el gramático Panini, y es llamado a veces el sánscrito
paniniano. Al sánscrito budista híbrido se le llama a veces el 'mezclado'
porque se mezcló con prakritismos produciendo un lenguaje menos 'correcto', si
bien más coloquial.
Este
sutra está escrito en estos dos tipos de sánscrito. También combina la prosa
y el verso; la prosa emplea el sánscrito puro, el paniniano, y el verso el híbrido.
Por eso el texto resulta muy particular. También resulta curiosa y rara su
estructura, desde un punto de vista literario. La prosa y el verso alternan,
primero viene un pasaje en prosa de algunas páginas, luego un pasaje en verso.
Lo curioso es que el pasaje en verso repite casi exactamente lo que se acaba de
decir en prosa (con algunas contracciones y expansiones). Algunos académicos
mantienen que las secciones en verso son más antiguas que la prosa, pero no
existe prueba real de ello. Se divide la obra entera en 27 capítulos, o 28 en
algunas versiones; una obra un tanto extensa.
Los
textos originales de muchas escrituras budistas se perdieron, pero en el caso
del 'sutra del loto blanco' somos afortunados. Se descubrieron ejemplares en el
siglo XIX, y tenemos descubrimientos más recientes también. En Nepal han sido
desenterrados varios ejemplares, y en las arenas del desierto de Asia central, y
en Kashimira, se encontraron algunas copias hace algunas décadas. Además
existen las traducciones antiguas al chino, al tibetano y a otros idiomas. La
traducción estándar china es la obra de Kumarajiva, el gran traductor y
pensador que vivió en los siglos cuarto y quinto de nuestra era, durante la
dinastía Tang, período en que floreció el budismo en la China. Durante
cientos de años la traducción de Kumarajiva ejerció una influencia sobre la
cultura china comparable a la Biblia aquí, y hoy en día se considera aún como
obra maestra de la literatura clásica china. Además de su impacto sobre el
mundo literario, el gran logro de Kumarajiva también inspiró a muchos artistas
chinos, lo que resultó en la tradición de producir ilustraciones de las
escenas bien conocidas del sutra.
Hasta
una época reciente, sólo había una traducción entera al inglés. Esta era la
obra del académico holandés Heinrich Kern que se publicó en la serie 'Libros
sagrados del oriente' en l884 y que todavía se puede encontrar. Ya que es la
primera traducción, y en esos días no se conocía el significado real de
muchos términos budistas técnicos importantes, no sorprende que la versión de
Kern sea imperfecta, si bien no es mala para su época. Además es bastante poco
imaginativa y contiene algunas notas rarísimas. Para empezar, el traductor está
obsesionado por la idea de que se puede explicar todo el budismo en términos de
la astronomía. También intenta mantener que el nirvana es literalmente
equivalente al estado de la extinción física: en otras palabras, que la
Iluminación equivale a la muerte. Muy raro. Una versión más legible, aunque
incompleta, nos la ofrece una traducción del texto chino de Kumarajiva hecha en
l930 por Bunno Kato y revisada por el Profesor William Soothill, un misionero
inglés que vivió algún tiempo en la China. Aun siendo cristiano, Soothill
logra comunicar el fervor devocional y el ambiente espiritual del texto
original.
La
primera frase del texto está traducida de la misma forma en todas las
versiones. Las primeras palabras son como el sello de cualquier sutra budista y
en la traducción inglesa, en su forma distintiva y algo anticuada, posee cierta
magia parecida a la de 'Erase una vez'. Al oír o leer las palabras 'Esto he
escuchado... ('evam maya srutam' en sánscrito) sabemos en seguida que
una enseñanza del Buda va a ser predicada. ¿Pero quién la ha oído? ¿Quién
es el que habla? Según la tradición es Ananda. Ananda era primo del Buda, su
discípulo y durante 20 años su asistente personal y acompañante en todos sus
recorridos. Se dice que Ananda es la fuente principal de la tradición oral. Nos
dicen que su memoria era tan buena que se acordaba, palabra por palabra, de
cualquier discurso, para así transmitirlo a los demás discípulos. Si acaso
estaba fuera cuando el Buda hablaba, le pedía repetir su discurso para
guardarlo en la mente; así tenía una colección de todo lo que el Buda había
dicho.
Debo
confesar que cuando empecé a interesarme en el budismo me preguntaba si tal
memoria es posible. Pero durante mis 20 años en la India, encontré a indios y
a tibetanos que sabían recitar de memoria centenares de páginas de las
escrituras. Luego, de regreso al Reino Unido, conocí a alguien con una memoria
como una grabadora. Decía 'El día 8 de julio hace tres años, dijiste...' y
repetía, palabra por palabra, exactamente lo que yo había dicho - el orden en
que había entrado en varios tópicos, las etapas lógicas del argumento, todos
los ejemplos que había empleado, junto con la hora del día y las
circunstancias. Pensé: 'Si es posible que alguien en Londres en el siglo veinte
posea una memoria tan fenomenal, no queda duda que fuese posible en la India
antigua'. Me convencí de que el Buda poseía en Ananda a alguien con esta
extraordinaria capacidad para acordarse de discursos y de conversaciones.
Aunque
las palabras ‘esto he escuchado' tengan un significado literal e histórico,
sugieren algo más esotérico. En realidad, el Buda no está fuera de nosotros.
La naturaleza del Buda no está fuera de nosotros sino dentro (Mi propio cuerpo
es el Buda, como se dice en la tradición del Zen). Igualmente podríamos decir
que no sólo existe un Ananda exterior en el reino de lo histórico, sino que
también existe un Ananda dentro de nosotros. Tal como el Ananda histórico
escuchaba al Buda, el Ananda dentro de nosotros oye la voz de la verdad. Podríamos
decir que Ananda representa a nuestra mente corriente que escucha las palabras
de nuestra propia consciencia iluminada. Es como si dentro tuviéramos dos
consciencias, una inferior y otra superior. La inferior suele ignorar a la
superior hasta llegar a no darse cuenta de su existencia. Pero si la consciencia
inferior se para a escuchar un rato, si es receptiva, se da cuenta de la voz de
la consciencia superior. Nuestra mente corriente puede ser receptiva a la mente
superior, la mente iluminada en nuestro interior, como Ananda escuchando la voz
del Buda. Incluso se podría añadir que todo el drama de la Iluminación cósmica
no tiene lugar sólo fuera en el escenario del cosmos, sino también dentro de
los recintos de nuestro propio corazón.
A
pesar de que conozcamos muy bien las primeras palabras del sutra, pronto nos
encontraremos en un mundo extraño. El mundo de los sutras del Mahayana se
parece a la ciencia ficción, pero a un nivel espiritual y transcendental. Antes
de zambullirnos en las parábolas, los mitos y los símbolos del sutra,
necesitamos una introducción a este mundo extraño. Posiblemente no os resulte
demasiado claro, y me temo no poder ofreceros demasiada ayuda. Tan sólo voy a
narrar algunos de los hechos descritos en el sutra y dejar que surtan su efecto,
aun si resultan extraños, raros e ininteligibles. Leedlos como si fuesen
cuentos. Lo mejor es no analizar, no intentar examinarlo; no preguntarse lo que
quiere decir. Permitid que la mente deje de pensar y escucharlo todo. Si queréis
trabajar con el intelecto, podréis hacerlo más tarde. De momento, absorber el
contenido del sutra como si miraseis un filme en la oscuridad. Hay algo
surrealista y transcendental que no lograreis analizar, por eso dejad el cerebro
dormir mientras permitís a las imágenes tener su efecto. Y no temáis a los
sentimientos que os surjan.
El
sutra empieza sobre el Pico del Buitre. Geográficamente, el Pico del Buitre es
un enorme peñasco escabroso, en donde el Buda solía quedarse cuando quería
estar a solas. Desde allí se veía a muchos kilómetros, los miles de tejados
de Rajagriha, la capital de Magadha, uno de los grandes reinos del norte de la
India en aquel período. Hoy día no quedan techos allá. Se puede visitar el
Pico del Buitre, que domina una vista magnífica, pero ya no existe la ciudad.
No se ve más que una jungla habitada por leopardos y algunas ruinas antiguas
budista, Jainistas e incluso prehistóricas.
El
Pico del Buitre representa, simbólicamente, el cenit de la existencia terrenal.
Más allá de él estás en el mundo transcendental, el mundo de lo puramente
espiritual. Al describir al Buda sentado sobre el Pico del Buitre, el sutra lo
pone en medio entre el cielo y la tierra. Está rodeado de miles de discípulos
de varios tipos. Nos dicen que hay 12,000 Arahantes, que han logrado el nirvana
en el sentido del Hinayana, la destrucción de las pasiones sin conocimiento
positivo ni iluminación. Hay además 50.000 Bodhisattvas, y docenas de miles de
dioses y otros seres no-humanos con sus séquitos.
Se
nos dice que el Buda da a esta asamblea un gran discurso sobre la infinidad, un
tópico budista muy popular. Habla largo tiempo, con elocuencia y todo el mundo
se conmueve. El efecto de la enseñanza del Buda es tal que flores preciosas de
muchos colores llueven del cielo, y todo el universo se sacude y tiembla de seis
modos distintos.
Después
de terminar su discurso, el Buda entra en una meditación profunda, y durante su
meditación, sale de un punto entre sus cejas un brillante rayo de pura luz
blanca. Parece un gran faro cuyo rayo se extiende por todo el universo, hasta
poder ver centenares de millones de kilómetros en las profundidades del
espacio. En esa intensa luz se descubren innumerables sistemas de mundos en
todas las direcciones del espacio. Y en cada uno se ve lo mismo que está
ocurriendo en éste: un Buda predicando, rodeado de discípulos, y a los
Bodhisattvas practicando las seis grandes disciplinas.
He
aquí el espectáculo revelado por el rayo de luz que emana del Buda sentado en
meditación. Naturalmente la gran asamblea se asombra, y todos se preguntan lo
que quiere decir esto, y lo que va a pasar. El Bodhisattva Maitreya, Buda
futuro, como lo llaman a veces, pregunta a Manjusri, el más sabio de los
Bodhisattvas, considerado tradicionalmente la encarnación de la Sabiduría: '¿Qué
pasa? ¿Qué significa este gran acontecimiento? Manjusri contesta: 'Creo, e
incluso estoy seguro, que quiere decir que el Buda va a proclamar el 'sutra del
loto blanco'.
Mientras
lo dice, el Buda sale despacio de su meditación, abre los ojos y dice, como si
hablara a sí mismo: 'La Verdad en su plenitud es difícil de comprender'. Es
tan difícil que sólo los Budas, solo los plenamente iluminados, son capaces de
comprenderla. Sólo ellos, y nadie más, pueden entender la Verdad en toda su
plenitud (lo que nos ofrece una reflexión beneficiosa).Todos los demás, dice
el Buda a la asamblea, tienen que acercarse despacio, paso a paso, hacia la
verdad. El Buda toma esto en cuenta en su enseñanza. Toma a la gente de la mano
y la conduce paso a paso. Primero enseña el ideal del Arahant, según el cual
se obtiene el nirvana en el sentido de la extinción de las pasiones, y sólo
entonces, después de lograrlo y entender esto, expone el ideal superior, el del
Mahayana: la realización de la Budeidad perfecta por medio del camino de la
vida del Bodhisattva.
Si
revelara la verdad superior de una vez, explica el Buda, la gente se aterrorizaría
tanto que no podría ni recibirla ni asimilarla. Esto se parece a lo que pasa en
el momento de la muerte según el 'Libro tibetano de los muertos'. En ese
instante la Realidad en su plenitud aparece en la mente como un relámpago
cegador. Si la mente pudiera soportarlo, ese momento sería el amanecer de la
Iluminación misma, pero es demasiado para nuestra mente, que se aterroriza y se
hunde a niveles inferiores de la realidad hasta encontrar el nivel donde se
siente a gusto. Ya que tememos a la Realidad de esta manera, el Buda, conociendo
la plena Verdad, no se arriesga a revelarla entera de una vez. Nos lleva a una
parte del camino, luego nos enseña la etapa siguiente, hasta llegar por fin a
la meta final. En esa ocasión, el Buda mira a la asamblea y dice que no está
seguro si todos están listos para escuchar lo que va a decir. Aun los Arahantes
no conocen todavía la verdad superior.
Esta
revelación provoca un incidente dramático. Cinco mil discípulos se levantan y
salen. Murmuran entre sí: '¿Algo más que aprender? Imposible. Estamos
iluminados, poseemos el nirvana. ¿Qué más se podría aprender? ¿De qué
habla el Buda? Quizá esté empezando a perder el juicio con la edad. ¿Algo más
que aprender? - no es para nosotros!' Después de hacer una pequeña reverencia
de compromiso se marchan sacudiéndose el polvo de sus sandalias.
He
aquí una trampa donde nosotros podemos caer fácilmente. Al confundir el
entendimiento intelectual con el conocimiento verdadero, podemos engañarnos y
pensar que no se puede ir ya más lejos, que no hay nada más que aprender.
Claro, en cuanto empecemos a pensar de este modo, no es posible aprender más.
Este es el mayor peligro, y muchos, incluso los cinco mil discípulos, sucumben
a él. Me acuerdo de un episodio de la historia religiosa inglesa, en el que
Oliver Cromwell trataba con numerosos sectarios que reñían sobre unos puntos
en la escritura. Resultaron tan porfiados, tan inamovibles que Cromwell les
escribió, desesperado: 'Distinguidos señores, les ruego por las entrañas de
Cristo que piensen si es posible que se equivoquen'.
Sin
embargo, en el sutra, el Buda no dice nada, sino que permite que se marchen.
Después de su salida, simplemente dice 'ahora la asamblea es totalmente pura'.
En otras palabras, todos los presentes resultan receptivos, listos a considerar
que puede haber más que aprender. El Buda prosigue a revelar la Verdad superior
a esta asamblea pura. Les dice que su enseñanza previa,
La
de los tres 'yanas' era sólo provisional, un recurso necesario para los
diferentes temperamentos de sus discípulos. Estos tres 'yanas' no son el
Hinayana, el Mahayana y el Vajrayana. Lo siento, en el budismo, existen
bastantes términos con doble sentido. El Buda habla aquí de tres 'yanas' que
consisten en el 'Sravakayana' (el camino de los discípulos), el 'pratyekabuddhayana'
(el camino del iluminado por sí mismo) y el 'Bodhisattvayana' (el camino del
Bodhisattva).
No
quiero entrar en análisis detallados, lo que importa entender es el principio
general según el cual estos tres 'yanas' simbolizan tres enfoques posibles a la
Iluminación. Los primeros dos representan distintas formas del individualismo
espiritual - el primero siendo quizá algo más negativo que el segundo - y el
tercero es, claro está, el ideal del Bodhisattva. Cuando el Buda dice que su
enseñanza de estos tres 'yanas' es provisional, quiere decir, y lo explica, que
en realidad existe sólo un camino 'Ekayana'. Este es el Gran Camino, el
Mahayana, todos los 'yanas', todos los modos distintos - individualista y
altruista - resultan útiles hasta cierto punto, pero al final todos convergen
en El Camino.
En
otras palabras, existe sólo un proceso de la evolución superior, y todos
participan en él en la medida que se esfuercen para desarrollarse. El Buda dice
a la asamblea que si alguien ofrece tan sólo una flor con fe y devoción, está
ya - en principio - en el camino que conduce a la Budeidad. Una cosa conduce a
otra. Un pequeño acto de fe lleva a un acto mayor, una pequeña práctica del
Camino conduce a una práctica mayor, y de este modo, paso a paso, empiezas
paulatinamente a pisar el gran camino que lleva a la iluminación perfecta. No
existe buena acción ni acto humanitario que caiga fuera del alcance del Camino.
Al oír esta enseñanza, Sariputra, el más viejo y sabio de los discípulos del
Buda, se alegró. Aunque viejo, estaba preparado a aprender. Su único pesar,
dice, es el haber pasado tanto tiempo a un nivel más bajo de comprensión. Pero
el Buda lo alienta, diciéndole que en una época del distante porvenir él
también realizará la suprema iluminación como Buda perfecto. Le dice incluso
cual será su nombre. Pero no todos los discípulos se parecen a Sariputra.
Algunos se sienten perplejos y alborotados por la nueva enseñanza. ¿Han
perdido su tiempo? ¿Era completamente inútil la práctica pasada? ¿Qué deben
de hacer ahora?
Para
tranquilizarlos, el Buda les cuenta la primera de las grandes parábolas del
sutra, la parábola de la casa incendiada. Vemos aquí por primera vez el efecto
del simbolismo, ya que quedan convencidos cuatro discípulos ancianos
importantes que dudaban todavía la declaración abstracta del Buda sobre la
enseñanza superior. Ahora se dan cuenta de que pueden progresar más allá de
la etapa de la erradicación de las emociones negativas, hasta lograr la
iluminación positiva, el conocimiento supremo, la sabiduría, la Iluminación...
y se alegraron muchísimo. Uno de ellos, Mahakasyapa, expresa la alegría de
todos ellos narrando la parábola del viaje de regreso.
Una
vez narrada la parábola, el Buda alaba a los cuatro ancianos, y procede a
elucidar su modo de guiar a los seres conscientes hacia la iluminación. Ya
sabemos que el Buda enseña poco a poco, guardando la verdad superior hasta que
los discípulos estén listos para escucharla. Ahora aprendemos también que
adapta su enseñanza a las capacidades de distintas personalidades. Para
ilustrar esto da como ejemplo dos parábolas: la de la nube de lluvia y la parábola
del sol. Entonces, siguiendo con más parábolas, el Buda predice que
Mahakasyapa y los demás ancianos se harán Budas perfectos, incluso anuncia
cuales serán sus nombres.
Entonces,
el Buda se dirige otra vez a la asamblea y dejando el futuro pasa a hablar del
pasado, pues les habla de otro Buda el cual vivió millones y millones de años
antes que El. Cuenta la historia de ese Buda porque su vida es en cierta medida
paralela a la suya. La mayoría de los seguidores de ese Buda también habían
seguido el camino Hinayana del Arahant. Sólo 16 - los cuales eran hijos que él
había tenido antes de hacerse monje - tenían la aspiración del Bodhisattva,
la Budeidad perfecta. Pero tarde o temprano, dice el Buda, todos sus seguidores
habrían de entrar en el Gran Camino, el Mahayana. Para aclarar esto, el Buda
cuenta la parábola de la ciudad mágica; como no la analizaré con profundidad
después, voy a describirla ahora.
Un
grupo de viajeros se dirige a un lugar llamado Ratnadvipa ('el Lugar de las
Joyas'), y han empleado a un guía para enseñarles el camino a través de la
densa selva. Es un camino difícil y peligroso. Mucho antes de llegar a su
destino los viajeros están rendidos y dicen al guía: 'No podemos dar un paso más.
Volvámonos.' El guía piensa 'Sería una lástima. Han adelantado tanto ya. ¿Qué
podría hacer para persuadirles a que sigan?'. El guía poseía cierto tipo de
poder mágico y hace aparecer una ciudad mágica. Entonces les dice a los
viajeros: '¡Mirad! Allá delante hay una ciudad. Descansémonos, comamos allí,
y luego decidiremos qué hacer.' Los viajeros están contentísimos de parar y
descansar. Comen y pasan la noche en la ciudad mágica, y a la mañana siguiente
se sienten mucho mejor y deciden, después de todo, seguir su viaje. El guía
hace desaparecer la ciudad mágica, y conduce a los viajeros a su destino, el
lugar de las joyas.
El
significado de la parábola no resulta difícil de desentrañar, en el contexto
del sutra. El guía es el Buda, los viajeros son sus discípulos. El lugar de
las joyas es la suprema Iluminación, y la ciudad mágica es el nirvana Hinayana
- nirvana como el estado comparativamente negativo, libre de pasiones y sin
iluminación espiritual positiva.
En
la parábola, el Buda habla primero del nirvana en el sentido psicológico
corriente. Sólo después de asimilar esta enseñanza, sólo después de
descansar en la ciudad mágica, les conduce a la meta superior espiritual de la
Budeidad perfecta, el lugar de las joyas.
Se
podría emplear esta misma parábola para describir el proceso de enseñar la
meditación. Cuando la gente comienza a aprender a meditar suele preguntar: 'Cuál
es la meta de la meditación?'. No contestarías enseguida, 'La meta de la
meditación es ser como un Buda,' porque es lo último que la mayoría desea. No
se interesa en nada espiritual ni religioso; sólo desea sosiego mental en su
vida y trabajo cotidianos. Es realmente verdad que la meditación da sosiego
mental. Pero después de meditar algún tiempo algunos empiezan a sentir sosiego
y se preguntan '¿Eso es todo, o hay algo más en la meditación?'. Entonces sería
el momento apropiado de decir 'Sí, hay algo más. El sosiego mental, en el
sentido psicológico corriente, no es la meta final de la meditación, sino una
etapa intermedia. Más allá existe una meta espiritual - la Iluminación, el
conocimiento de la verdad, el conocimiento de la Realidad - que en términos
budistas se llama la Budeidad perfecta. En este caso, el sosiego mental es la
ciudad mágica donde el viajero se nutre y descansa antes del largo viaje hasta
la Iluminación.
Después
de narrada la parábola de la ciudad mágica, empezamos a ver el efecto de todas
estas parábolas sobre los oyentes. Cada vez más discípulos se adelantan para
confesar que su comprensión previa era limitada y para anunciar que aceptan la
nueva enseñanza. El Buda predice que el monje Purna, junto con los otros 500
distinguidos Arahantes lograrán la suprema iluminación; en su alegría estos
Arahantes también cuentan una parábola, la parábola del borracho y de la
joya. Luego se predice que todavía más discípulos lograrán la perfecta
Budeidad. Al final todos los discípulos del Hinayana se convierten, y deciden
ser Bodhisattvas y aspirar a la suprema iluminación.
Claro
está que miles de Bodhisattvas están ya presentes, son los Bodhisattvas que
han seguido el Gran Camino desde el principio. El Buda se vuelve ahora hacia
ellos para enfatizar que el 'sutra del loto blanco, es tremendamente importante
y debe ser preservado, cueste lo que cueste. Es preciso leer, recitar, copiar,
comentar y adorar el texto, dice el Buda. Todos los Bodhisattvas prometen
proteger el sutra.
De
repente algo inusitado ocurre, inusitado aun dentro de los criterios de este
extraordinario sutra. En medio de la asamblea, desde las profundidades de la
tierra, surge una estupa, colosal e increíblemente magnífica, que se eleva
hasta los cielos. Una estupa es un monumento hecho para contener las reliquias -
fragmentos de hueso, etc - de un Buda o de uno de sus discípulos. Siguiendo una
práctica prebudista, las primeras stupas eran muy sencillas, sólo un túmulo,
un montículo de tierra.
Pero
la estupa que sale de la tierra en el 'sutra del loto blanco' no es de ladrillo,
ni de piedra, ni aun de mármol, sino de las siete materias preciosas - el oro,
la plata, el lapislázuli, la adularia, la ágata, la perla y el carneleana (?).
Además, está bellamente decorada de banderas y de flores, y emana luz, perfume
y música, en todas las direcciones.
Podemos
imaginar la escena: todos los discípulos atónitos - sólo el Buda no queda
asombrado - y esta enorme estupa que se eleva al cielo. Mientras que todos la
contemplan con asombro, sale del interior una voz atronadora que grita '¡Excelente,
excelente, Shakyamuni! Bien capaz eres de predicar el 'sutra del loto blanco'.
Todo lo que dices es verdad'. (Sakyamuni es el Buda que llamamos el 'nuestro',
ya que apareció en nuestro mundo). Al oír eso los discípulos quedan emocionadísimos.
¿Qué significa todo esto? ¿De quién es la voz? ¿De quién es la estupa?
Luego el Buda explica que la estupa contiene el cuerpo preservado de un Buda muy
antiguo llamado Tesoros Abundantes ('Prabhutaratna' en sánscrito), que vivió
hace millones y millones de años.
Durante
su vida, Abundantes Tesoros había hecho el voto que después de su muerte, la
estupa con sus restos surgiría cuandoquiera que fuese explicado el 'sutra del
loto blanco'. Además, había jurado atestar él mismo la verdad de la enseñanza.
La asamblea entera queda asombrada al oír esta explicación, y pide que se abra
el estupa para ver el cuerpo del antiguo Buda, milagrosamente preservado después
de millones de años. Pero Sakyamuni les dice que no resulta tan fácil. Según
otro voto de Abundantes Tesoros, Sakyamuni tiene que satisfacer una cierta
condición antes de que se pueda ver el cuerpo del antiguo Buda. Esta condición
es que Sakyamuni tiene que convocar allí a todos los Budas que han emanado de
él, y que enseñan la doctrina por todo el universo. Enseguida el Buda
Sakyamuni satisface esta condición para otorgar el deseo a la asamblea. De
nuevo envía un gran rayo de luz que revela a los Budas de todos los universos,
en las diez direcciones del espacio. Enseguida esos Budas comprenden la señal,
y dicen a sus propios Bodhisattvas 'Ahora tengo que viajar hasta el mundo Saha,
a millones de kilómetros a través del universo, porque el Buda Sakyamuni
requiere mi presencia'.
En
el budismo, cada reino de un Buda, cada universo, tiene su nombre. El nuestro se
llama el mundo Saha, 'el mundo del aguante' porque hay en él mucho que
aguantar. Según las escrituras budistas, nuestro mundo no es especialmente
bueno, existen muchos otros mundos con Budas y Bodhisattvas donde las
condiciones son mejores. Por eso Sakyamuni no quiere que esos Budas vean las
imperfecciones de su propio universo, y se pone a prepararlo para su llegada.
Transforma la tierra entera en brillante luz azul, como lapislázuli con cuerdas
doradas que se extienden y cruzan marcando así cuadrados. Dentro de estos
cuadrados, se nos dice, surgen hermosos árboles hechos enteramente de joyas -
los troncos, los ramos, las hojas, las flores, las frutas - y de miles de metros
de altura. La tierra, cubierta de todo tipo de flores celestiales, humea con
dulce incienso. Para completar el proceso de purificación, todos los dioses y
humanos que no forman parte de la asamblea son transportados - no se nos dice
exactamente a donde, pero a algún lugar apartado de allí - y todos los
pueblos, aldeas y ciudades; montañas, ríos y selvas, desaparecen.
Apenas
terminada esta transformación, llegan 500 Budas de las distintas direcciones
del espacio, cada uno acompañado por un gran Bodhisattva, y se sientan sobre
500 magníficos tronos de leones debajo de 500 árboles de joyas. Tal es la
escala de todo esto que ocupa todo el espacio disponible, y los Budas apenas han
empezado a llegar. Sakyamuni purifica de inmediato millones de mundos en todas
las direcciones del espacio, los cuales son ocupados enseguida por las oleadas
de Budas que entran y toman sus asientos debajo de los árboles de joyas. Todos
reverencian al Buda Sakyamuni, con las manos rebosantes de flores de joyas en
ofrenda.
Ahora
que todos esos millones de Budas, con sus Bodhisattvas asistentes, están
reunidos en un lugar, la condición de Abundantes Tesoros queda satisfecha.
Sakyamuni flota en el cielo hasta llegar al nivel de la gran puerta de la
estupa, abre el cerrojo y luego la puerta, con un ruido atronador, para revelar
el cuerpo de Abundantes Tesoros que yace en el interior.
Aunque
el cuerpo del anciano Buda tiene millones y millones de años, está
perfectamente preservado y aparece sentado con las piernas cruzadas dentro de la
estupa. La asamblea, pasmada ante tal espectáculo, toma puñados de flores que
arroja sobre ambos Budas, creando una lluvia floral sobre ellos.
Se
descubre, entonces, que no sólo el cuerpo de Abundantes Tesoros ha sido
preservado sino que el anciano Buda está todavía vivo después de todos esos años,
y le pide a Sakyamuni que comparta con él su trono. Sakyamuni se sienta al lado
de Abundantes Tesoros en la estupa (esta escena profundamente simbólica y
significativa pronto se hizo predilecta entre los artistas budistas chinos).
Toda la asamblea está mirando hacia arriba para ver a los dos Budas y desea
elevarse al nivel que ellos están. Sakyamuni ejerce su poder sobrenatural para
elevar en el aire a toda la asamblea, a todos los millones de Budas y
Bodhisattvas, para que así estén al mismo nivel que él y Abundantes Tesoros.
En
ese momento Sakyamuni clama con voz poderosa: '¿Quién de entre vosotros es
capaz de predicar el 'sutra del loto blanco' en el mundo Saha? La hora de
mi muerte se acerca. ¿A quien puedo confiar el 'Loto de la verdadera Ley?’.
Luego
sigue una serie de episodios que voy a omitir para abreviar, ya que posiblemente
fueron añadidos a la parte principal del sutra y que, además, cortan la
continuidad de la acción. Después de estas desviaciones, dos Bodhisattvas se
adelantan para responder a la petición del Buda, y prometen preservar y
diseminar el 'sutra del loto blanco' después de la muerte del Buda. Todos los
Arahantes para quienes él ha predicho la perfecta Budeidad se comprometen
igualmente.
La
acción en el sutra se vuelve ahora hacia dos monjas que están allí de pie y
algo apartadas. Son Mahaprajapati, la tía y madre adoptiva del Buda, y
Yashodhara, su esposa antes de que él dejara el hogar; ambas se habían hecho
monjas tras la Iluminación del Buda y bajo su tutela. Ellas se sienten algo
entristecidas porque no se ha dicho nada con respecto a su Iluminación. Pero el
Buda les asegura que ellas también llegarán un día a la Iluminación perfecta
y en respuesta a ello prometen también proteger el sutra.
Hay
en la asamblea muchos Bodhisattvas irreversibles. Lo son por haber adelantado
tanto en el camino que ya no pueden recaer a estados inferiores y están
irrevocablemente destinados a la Budeidad perfecta. Estos anuncian que están
determinados a hacer conocer el 'sutra del loto blanco' por todo el universo, y
se juntan al resto de la asamblea para rogar al Buda que no se preocupe del
porvenir del sutra, aun en los terribles días venideros. Una edad oscura se
aproxima, según dicen ellos, un período de guerras y de confusión, de
derramamiento de sangre y de maldad. Pero ellos le dicen al Buda que no se
inquiete, que incluso en la terrible edad que viene, se acordarán de la enseñanza
la preservarán, la protegerán y la diseminarán.
Enseguida
nos damos cuenta de que la preservación del sutra no será tarea fácil. El
Bodhisattva Manjushri comenta que es una responsabilidad tremenda, y el Buda está
de acuerdo y a continuación analiza las cuatro cualidades que deben poseer los
Bodhisattvas que deseen satisfacer esta misión. Primero, su conducta debe ser
perfecta. Segundo, deben limitarse a 'esferas apropiadas de actividad', lo que
quiere decir evitar las compañías impropias y morar interiormente en la
verdadera naturaleza de la Realidad. Tercero, deben mantener estados de ánimo
felices y tranquilos, no afectados por los celos ni la envidia. Cuatro, deben
cultivar sentimientos de amor hacia todos los seres conscientes. El Buda explica
estas cualidades detalladamente, y les cuenta otra parábola, la parábola del
rey que hace rodar la rueda, o el monarca universal. (Un rey que hace rodar la
rueda es el que hace rodar la rueda del Dharma, es decir, uno que gobierna según
la enseñanza del Buda.)He aquí la historia: Erase una vez un rey que hizo la
guerra porque quería extender sus dominios. Sus soldados lucharon con tanto
heroísmo que el rey quedó contentísimo, y les dio todas las recompensas que
merecían. Les dio casas, tierra, vestidos, esclavos, carros, oro, plata, gemas
- de hecho, todo lo que tenía en su palacio. La única cosa que no regaló fue
la magnífica joya que llevaba en su propio turbante. Sin embargo, a la larga,
estuvo tan contento con la valentía de sus soldados que tomó la joya y se la
entregó también. Explica entonces el Buda que él mismo se parece a este rey.
Viendo los esfuerzos hechos por sus discípulos en practicar sus enseñanzas,
viendo su valentía en la lucha contra Mara, les recompensa con más enseñanzas
y bendiciones. Al final, no retiene nada para si, les da la suprema enseñanza,
el 'sutra del loto blanco'.
Después
de oír esta parábola, los grandes Bodhisattvas que vinieron de otros sistemas
de mundos con sus propios Budas ofrecen sus servicios también. Pero Sakyamuni
les dice: 'Vuestra ayuda no es necesaria. Tengo innumerables Bodhisattvas aquí
en este mundo mío, y protegerán el 'sutra del loto blanco' después de mi
muerte'. Al decir esto, el universo se sacude y tiembla, y desde el espacio
debajo de la tierra sale una muchedumbre incalculable de Bodhisattvas
irreversibles. Uno a uno saludan a todos los Budas presentes y cantan sus
alabanzas. Aunque esto dura un período de tiempo extraordinario - 50 eones,
durante los cuales toda la asamblea queda en total silencio -, gracias al poder
del Buda parece como si pasara sólo en una tarde.
Después
de todas las salutaciones y cantos, el Buda Sakyamuni y los 4 jefes de la gran
muchedumbre de Bodhisattvas irreversibles se saludan. Esto parece implicar que
Sakyamuni reconoce a los Bodhisattvas recién llegados como a propios discípulos.
La asamblea apenas lo cree. Pero el Buda asegurándoselo les dice: 'Sí, estos
son realmente mis propios discípulos que siguen el Gran Camino desde hace mucho
tiempo. No los habéis visto antes porque viven debajo de la tierra. Esto no
satisface a los discípulos perplejos y dicen: 'Pero tú lograste la Iluminación
debajo del árbol bodhi en Bodhgaya hace sólo 40 años. ¿Cómo es posible que
hayas entrenado a esta fantástica cantidad de Bodhisattvas en ese tiempo? Podríamos
creer en unos centenares, incluso en unos miles ¿Pero tantísimos? Además
parecen pertenecer a edades pasadas y a otros sistemas de mundos. ¿Cómo es
posible pretender que todos sean sus discípulos? Sería igualmente ridículo
que un joven de 25 años señalara a una muchedumbre de viejecitos arrugaditos y
dijera que son sus hijos.'
El
Buda, claro está, tiene una respuesta a todo este escepticismo. Esta respuesta
es, según el Mahayana, una revelación central, lo cual hace de esta escena el
punto culminante de todo el drama de la Iluminación cósmica. El Buda dice que
en realidad no obtuvo la Iluminación hace sólo 40 años. De hecho, la logró
hace innumerables millones de años. En otras palabras, el Buda hace la afirmación
algo asombrosa de haber estado iluminado desde siempre. Ahora es obvio que ya no
está hablando el Sakyamuni histórico, sino el principio universal y cósmico
de la Iluminación misma. Durante todos estos millones de años, dice el Buda,
él ha estado enseñando y predicando en muchas formas distintas, y en muchos
mundos distintos. Apareció como el Buda Dipankara, el Buda Sakyamuni etc. En
realidad no nace, no logra realmente la Iluminación, no muere de verdad, sólo
parece que esto ocurre para alentarnos a todos. Si se quedara con la gente todo
el tiempo, según dice, no lo apreciarían ni seguirían su enseñanza. Para
ilustrar este punto él cuenta la parábola del buen médico.
La
gran declaración de que el Buda ha estado eternamente iluminado produce un gran
efecto sobre la asamblea. Multitudes de discípulos obtienen logros
transcendentales, poderes, comprensión y bendiciones, mientras que flores,
incienso y joyas caen del cielo, toldos celestiales se elevan, e innumerables
Bodhisattvas cantan las alabanzas de todos los Budas. Una escena que provee un
marco muy a propósito para la enseñanza que sigue.
Ahora
el Buda explica que el desarrollo de la fe en su vida eterna, fe en el sentido
de una respuesta emocional, equivale al desarrollo de la sabiduría. Tal fe es
la sabiduría expresada emocionalmente. Si posees este tipo de fe, verás y oirás
al Buda universal sobre “el Pico del buitre espiritual” eternamente
predicando el 'sutra del loto blanco'. Además, dice el Buda, los méritos de
escuchar el sutra son enormes, y los méritos de enseñarlo aún mayores; y,
claro está, que se pierde mérito al menospreciar el sutra de cualquier manera.
Esta
advertencia introduce el episodio del Bodhisattva llamado Nunca Dirigir. Nunca
Dirigir, dice el Buda, era un Bodhisattva que vivió hace millones de años y
que solía decir a todo el mundo: 'No es mi tarea dirigirles. Uds. son libres de
hacer lo que les de la gana. Pero yo les aconsejo seguir la vida del Bodhisattva
para que al final lleguen a ser Budas perfectos’. Ahora bien, algunos de los
que le escuchaban terminaron por hartarse de Nunca Dirigir. ¿Por que demonios
iban a querer hacerse Budas? Muchos de ellos se enfadaron tanto que llegaron a
injuriar al Bodhisattva, a golpearlo con palos, a apedrearlo y hacer que lo
pasara bastante mal. Sin embargo, él no se daba por vencido y sin sentir mala
voluntad hacia sus ofensores, retrocedía a un lugar salvo y seguro, a cierta
distancia, desde donde gritaba de nuevo: 'No debo dirigirles. Todos serán
Budas'. Es así que obtuvo su apodo, Nunca Dirigir. Sakyamuni termina la
historia diciendo que él era Nunca Dirigir en una vida previa, y que algunos de
los que le acosaban aquellos días eran sus discípulos actuales.
Entonces
hablan los Bodhisattvas irreversibles del fondo de la tierra. Ellos prometen
proteger el 'sutra del loto blanco' y dicen que lo predicarán por todo el
universo. Su promesa trae consigo todo tipo de maravillas y de prodigios. Los
reinos de los Budas en todas las direcciones del espacio empiezan a agitarse y a
temblar. Todos los habitantes de esos mundos distantes miran el mundo Saha y lo
ven, tal y como si mirasen a las profundidades de las aguas y vieran el fondo.
Ven a los Budas Sakyamuni y Abundantes Tesoros sentados compartiendo el trono de
loto en medio de la estupa, y ven también a los innumerables millones de
Bodhisattvas.
Sakyamuni
es gozosamente saludado por los dioses que dejan caer desde los cielos flores,
incienso y joyas que se mezclan en una gran masa, como nubes que se juntan, para
formar un toldo que cubre el cielo entero. Se produce prodigio tras prodigio
hasta que todos los mundos en el universo se reflejan, como millones de espejos
que se reflejan mútuamente, y se interpenetran como innumerables rayos de luz
de colores. Al final, todos estos universos, con todos sus seres, con todos sus
Budas y Bodhisattvas se funden en un reino de Buda armonioso, un cosmos donde el
principio de la Iluminación reina sobre todo.
Una última vez, el Buda alaba los méritos de su sutra, y recuerda a la asamblea que importa preservarlo y diseminarlo. Luego se levanta de su trono de leones en medio del cielo y pone la mano derecha en las cabezas de los innumerables Bodhisattvas irreversibles para bendecirles. Al final pide a los Budas que vuelvan a sus propios dominios, diciendo: 'Budas, iros en paz. Que el estupa del Buda Abundantes Tesoros vuelva a su sitio'. Todo el mundo se regocija - y así concluye el gran drama.