BREVE ANÁLISIS DEL PENSAMIENTO DE TALCOTT PARSONS

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Este pensador convertido en leyenda fue encasillado en la corriente del “Funcionalismo Normativista”, además de una variedad de apelativos, tal el caso: imperativismo funcional, teoría general de la acción, teoría de la acción social, pero se puede afirmar con cierto grado de certeza que el funcionalismo normativista es el que mejor le “cae”.

Esta afirmación se ve reflejada por el predominino explicativo del normativismo-valorativo, lo que no se debe entender como un determinismo culturalista, sino que a pesar de que los límites posibles de acción son establecidos por las condiciones materiales, estas no le otorgan dirección sino que viene a través de los valores culturales. Esto es que un conjunto de condiciones materiales dejen entrever una variedad de cauces de acción; cuál de estas será elegida, vendrá orientada por el techo normativo valorativo.

Por otro lado, concibe como un sistema de acción el adoptar, con perspectiva funcionalista el análisis de la estructura social. Parsons parece entender el funcionalismo como la resultante de dos vertientes intelectuales, Malinowski y Pareto.

Podríamos caracterizar a la obra de Parsons como difícil, extensa, cuestionable en su interior, afianzada en una particular concepción del quehacer teórico en sociología, que le dan un perfil distintivo y peculiar a su visión.

Como resultado a la difícil conceptualidad y a lo denso de su trabajo, muchas veces se ha adjudicado cierto grado de inteligibilidad a la traducción del inglés, así se explican ciertas afirmaciones erróneas de su obra, podemos así decir que la obra parsoniana no es un dechado de claridad y sencillez, mucho menos podemos estereotipar al “funcionalismo normativista” con un enfoque conservador y así se ahorrarían muchas críticas.

Agrava aún más el volumen considerable de su obra, con más de un centenar de artículos, traducciones y quince libros, su interpretación global se ve afectada por una suerte de modismo en lo que refiere al ataque a sus obras, con lo que podemos afirmar que se puede estar o no de acuerdo con Talcott Parsons pero nunca ignorarlo completamente.

Tanto es así que se discute la existencia de más de un Parsons, a pesar de sus esfuerzos por demostrar que cada obra suya suma al desarrollo progresivo y sistemático de ideas larvadas en teorías anteriores, lo que hace que diste mucho en ser reconocidas con unanimidad la continuidad y unidad interna de sus obras. Incluso según algunos detractores el “Sistema Social” supone una ruptura en la línea de pensamiento, percibiéndose dos esquemas de acción diferentes, tanto en sus premisas fundamentales cuanto en las perspectivas motivacionales, además del tipo de datos abarcativos, hipótesis que subsumen, carácter y alcance de la teoría sustentiva de inspiración.

El cúmulo de argumentaciones alienta esta dualidad parsoniana, que tiene punto de inflexión en un antes y un después de “Sistema Social”, señalando el abandono del esquema voluntarista de la acción  y una poco fiable adopción del modelo freudiano, dando más importancia a la estructura que a la acción.

Desde otro ángulo se resalta la básica unidad a lo largo del tiempo, afirmando conceptualidad y argumentabilidad aportando desarrollo de ideas implícitas en los puntos fundamentales, dando entonces cierta coherencia interna a pesar de defectos que posee su obra.

A modo de diferenciación podemos profundizar la polémica y afirmar que no existe una única lectura tanto de Parsons como de ningún otro autor, máxime con una obra tan amplia, llegando incluso a aportar un intento de integración con un enfoque solo de una visión de la realidad desde un sitio de observación ubicado en la acción social y estructura social. O sea conciliar en un único esquema la micro y macrosociología. Esto nos provocará una catarata de discusiones dado que muchos analistas las consideran mutuamente excluyentes, con enfoques de negación una con la otra, pero si se pretende enlazar, tender un puente entre ambas orillas, poniendo de relieve su continuidad básica, observando el camino seguido.

A todo esto, al estudiar su peculiar concepción de la naturaleza del análisis teórico, teniendo en cuenta la coherencia lógica, aludiendo a la organización, ínter relación, mutuo contexto de los conceptos y las relaciones epistémicas referidas a las conexiones entre el nivel de los conceptos, proporciones abstractas y fenómenos empíricos encontramos un contraste neto con una concepción lógica experimental, poniendo énfasis en el aspecto sistémico de coherencia interna, enviando a segundo plano los aspectos epistémicos.

Es decir que sugiere, como estrategia para captar la realidad, concentrarse en aspectos sistémicos de las categorías analíticas, dejando en plano secundario la operativización y contrastación empírica.

Este “realismo analítico”, que lo seguirá de por vida, se ve fuertemente influenciado por su formación científica como biólogo aunque nutrida por cursos de economía, literatura, filosofía, en síntesis una educación heterodoxa, pero con un marcado sesgo a las ciencias naturales que lo llevó a realizar esquemas clasificatorios reflejando sistemática y ordenadamente la realidad mediante hipótesis causales experimentales verificables; a lo que podemos decir que el significado de teoría está más cerca de la clasificación que de la explicación causal.

Esta tendencia se ve sustancialmente reforzada por Whitehead en “Sience and the Modern World” (1926), donde afirma que “la armonía razonable de lo que es” se ve sostenida por el orden de la razón encontrando la contrapartida en el orden de la naturaleza. Por lo que cuanto más coherente sea la teoría tanto mayor es su posibilidad de ser verdadera, o de reflejar acertadamente la estructura del universo.

Consecuentemente con esto afirma, que la mayor preocupación de un científico es “la ordenación metodológica del conocimiento de forma que se consiga una coherencia sistemática” (Schwanemberg, 1970-71:573), teniendo el debido cuidado de no caer en la tentación de someter prematura contrastación empírica sobre esquemas analíticos.

Dicha resistencia  a ceder provoca la distinción básica entre lo concreto y lo analítico, teniendo en cuenta que este último resulta ser la realidad tal y como la analiza el científico, lo que le otorga un grado superior de realidad.

Así se atribuye a un orden superior a las categorías analíticas utilizadas para la aprehensión del mundo, es decir de una entidad propia a la teoría y la hace independiente de funciones heurísticas. Luego de constituir la realidad analítica en la realidad de trabajo del científico, armónicamente se aplicará a la realidad empírica.

Parsons entiende a la actividad teórica como reproducción, en el ámbito analítico, de la realidad social; con la meta de elaborar un aprendizaje completo en lo conceptual que sea capaz de reflejar la realidad en forma sistemática, antes que elaborar teorías explicativas directas sobre esta. Para ello ha ido formando un programa para la construcción de teorías, o, aportando una serie temporal e histórica de contribuciones para desarrollar determinados sistemas.

En “The Structure of Social Action” (1937) deja ver su voluntarismo sociológico, donde analiza a Durkheim, Webe, Pareto y Marshall; utilizándolos para desmenuzar las relaciones entre el individuo y la sociedad; intentando conceptualizar como existe la sociedad y que la hace posible y como conciliar a los distintos individuos miembros, partiendo del positivismo y del idealismo.

Logra demostrar el error intelectual del positivismo al negar la independencia de valores y del idealismo al negar la importancia de las condiciones ambientales.

Resulta sorprendente que, a pesar de las grandes diferencias de estos cuatro pensadores, presenten premisas básicas en común, tal el caso de superación de las aporías del individualismo y el idealismo por medio de esquemas explicativos que llevan a Parsons a definir estas similitudes de “convergencias” lo que le trajo más de una crítica, burla y dolor de cabeza.

Fiel a su visión particular, lo lleva a concluir, que teorías correctamente elaboradas en forma coherente y sistemática poseen forzosamente puntos de coincidencia y todas han de reflejar la realidad, acercándose a una concepción unificada; que hace fácilmente pensable elaborar un método explicativo mínimo, que sirva como referencia o común denominador para superar la barrera casi infranqueable del problema hobesiano del orden. 

Desde su estrategia analítica, Parsons, concibe al actor social como un individuo atrapado por su herencia y entorno y en medida mínima racional, libre y calculador. Así podemos decir que está condicionado por su entorno físico y cultural además del componente biológico con cierto margen de autonomía decisoria. Es aquí donde afirma, que la mínima expresión del tejido no es el actor sino sus acciones, denominado por Parsons acto-unidad.

Este acto-unidad consta de un actor social, perseguidor de los fines que posee los medios para alcanzarlos en medio de diferentes condiciones, tal el caso de la herencia biológica, limitaciones ecológicas, etc., siendo el mismo regido por normas, ideas y valores.

Se puede señalar cierto grado de componente de “interaccionismo simbólico” en la concepción que la estructura teórica es inseparable de su origen; ese lazo de acto-unidad entre los enfoques macro y micro sociológicos es definido por un significado colectivo y observable como conducta, esto cobra sentido al apreciar que este acto actúa como bisagra articulada para compatibilizar los enfoques institucionales y sub-institucionales; dejando en claro que el voluntarismo parsoniano no se mimetiza con el libre albedrío, sino que es el hombre el encargado de dar el impulso.

Vemos que para la óptica parsoniana, el actor social es una equilibrada sumatoria del hombre racional, libre y calculador, con el hombre producto de su carga hereditaria y su entorno; esto hace una delicada relación entre la individualidad y el condicionamiento; la racionalidad con la irracionalidad. 

Es en la incidencia la decisión del actor, de sus características psicológicas, factores culturales y de las “cauciones situacionales” es explicado el esquema del acto-unidad; considerando que el actor no se encuentra en el vacío, sino que en realidad está rodeado por una pluralidad de individuos con diferentes criterios motivacionales con diferente entorno cultural y sustrato biológico. Esto obliga a reconocer además de la incidencia de psicología-cultura-organismo a la interacción de otros actores entrando a tallar las diferentes posiciones y esto conduce a una modelación de la conducta. En otras palabras, la acción debe ser concebida desde una posición social, lo que conduce a concluir que la conducta social está estrechamente ligada y modelada por la estructura social.

El agregado que algunos componentes del sistema puede serlo del sistema social, así podemos afirmar que un sistema social no es algo concreto sino un método para establecer relaciones entre componentes con rasgos descriptivos de la realidad. O sea, es una concepción meramente analítica.

Consecuentemente con lo antedicho, podemos afirmar que la psicología se aboca al estudio del sistema de la personalidad, la biología a lo orgánico, la antropología al sistema cultural y la sociología al sistema social, con exclusividad la sociología será “la estructura de las pautas institucionales que definen los roles desempeñados por los actores” (Parsons, 1945:231).

La carga de acciones complejas del total de factores dirige al sociólogo a concentrarse en algunos de ellos sin perder de vista a los otros; así en el esquema del pacto-unidad el sociólogo hará el intento la acción sumando todos los factores intervinientes, por lo que su carril de pensamiento analizará en forma dicotómica al sistema global de la acción y a su sub-sistema social. Dichos sistema social es a su visión un conjunto de roles institucionalizados que aparecen como resultado de la acción de los individuos que controlan y analizan dicha acción concibiendo las instituciones como procesos cristalizados.

Esta suerte de paradoja llevó a Turner (1974:35) a definir los pasos de este proceso:

1) Sectores que entraron en situaciones en las que deben interactuar.

2)  La orientación de los actores se refleja en su estructura de necesidades biológicas, psicológicas y culturales.

3) A través de la interacción toman roles de negociación e intercambio.

4) Emergen normas que adecuan recíprocamente las orientaciones de los actores regidos por las pautas culturales.

5) De esta manera, regulando la acción subsiguiente y estabilizándolas, las pautas institucionalizadas son creadas, mantenidas y alteradas.

Según la opinión  de Toby (1972:395) el mantenimiento de un sistema social debe contar con “ una suficiente proporción de sus actores componentes adecuados, motivados a actuar de acuerdo con los requerimientos de su sistema de roles”; concordando con lo dicho por Parsons (1951:27) y evitando adherirse con factores culturales que fracasan al definir un orden o hacen peticiones imposibles a los individuos provocando desviaciones y conflictos. Por lo que para subsistir un sistema social necesita de coherencia de su estructura con los sistemas de personalidad y cultura; lográndose esta integración mediante la socialización y el control social. Entendiéndose por socialización a la internalizaciòn de los actores en su sistema de personalidad y pautas culturales encarnadas en el sistema social.

Un sistema social que quiera subsistir en los términos estructurados debe contar con medios para controlar tensiones y desviaciones, o sea, mecanismos integradores de control social. Estos pueden ser de distintos tipos, como ser: sanciones interpersonales, actividades rituales, instituciones que obren como válvula de escape, de reintegración y agencias de control social capaces de recurrir a la fuerza y coerción.

No debe entenderse esto, como que Parsons esta diciendo, que los términos para la estabilidad e integración entre sistemas sociales están establecido; sino que en términos analíticos reuniendo una serie de condiciones es más sencillo lograr el equilibrio y la estabilidad tan deseada.

Sobre la base de lo definido por Turner (1974:36), en la que diseña para el análisis de sistemas sociales de acción, aplicables a sistemas culturales y de personalidad; fijando para el caso variables-pautas (Persons 1951:48,76,98,183,189) :

a)    Afectividad / Neutralidad afectiva: aludiendo, en una determinada situación, al grado emoción adecuada.

b)   Difusividad / Especificidad : en este caso interesa el alcance de las obligaciones en una situación de interacción.

c)    Universalismo / Particularismo: en caso de evaluar y juzgar, cuales son los criterios a adoptar.

d)   Logro / Adscripción:  describe  la manera del trato a los demás.

e)    Auto Orientación / Orientación a la colectividad: alude a la orientación hacia los propios intereses o hacia los de la colectividad.

No debemos considerar a estas variables como dicotómicas puras, sino como procesos continuos en la toma de decisiones de los actores, constituyéndose así en eslabones que acoplan las propiedades sistémicas de la estructura social con cierto margen de decisión impulsado por la teoría parsoniana en la concepción voluntarista.

En un análisis continuo podemos interpretar que la articulación del sistema social constituye una re elaboración del esquema de interposición, explicitando puntos que se encuentran latentes; precisándose que todo  sistema social para mantenerse debe cumplir con requisitos pre establecidos que son denominados: adaptación, consecución de fines, integración y latencia.

Para no encontrarse en situación de extinción, se debe lograr una adaptación al entorno, esto es, si la estructura de una sociedad no se adapta a las condiciones situacionales debe considerar dos alternativas: re estructuración o extinción.

Un paso más adelante, el sistema social  debe establecer un conjunto de objetivos o metas colectivas, tanto como un orden; de no ser así conseguiría una yuxtaposición, es decir, anteponer las metas individuales a las colectivas, dejando entonces la ausencia de lazos en un grupo estructurado (Parsons, 1953).

A esto debemos sumar que dicho sistema social debe socializar normas que actúen sobre los miembros que se incorporen;  contando con instituciones socializadoras para evitar que los miembros originales marquen la duración.

Para finalizar, todo sistema social para poder subsistir inalterado, debe contar con instituciones que digieran conflictos que pudieran surgir, evitando el desmembramiento causado por estas tensiones (Parsons, 1961).

Considerando en términos analíticos y la sumatoria de datos adquiridos, siempre aplicando un esquema parsoniano, podemos definir dos situaciones extremas:

 

Sistema social estable y ordenado

Sistema social en anomia  

Adaptado a su entorno ecológico.

Adaptación mínima o nula.  

Coordinado y estructurado en lo que a fines y objetivos se refiere.

Escasa coordinación, con pluralismo extremo y profunda fragmentación.  

Pautas valorativas transmitidas con exactitud a los demás actores.  

Falta de funcionalidad de los mecanismos de socialización.  

Consecuentemente a todo esto, al encontrarse los mecanismos perfectamente coordinados, las instituciones destinadas a resolver conflictos apenas intervienen, maximizando así su actividad.

Mecanismos de solución de problemas incoordinados o desbordados, sin posibilidad de ser efectivos.  

                                             

Podremos observar con detenimiento que entre ambos polos extremos, vale destacar que son ficticios e irreales, una variación de menor a mayor conflictividad y que en su extensión se ubican las sociedades históricas concretas. Parafraseando a nuestros abuelos,  encontraremos entre lo blanco y lo negro la zona de los grises que son indicativos en todos los ámbitos de la vida.

   
 

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