Vuelo corto
..........., por fin encend� el piloto autom�tico. Busqu� un rinc�n tranquilo y me sent� en la baranda del muelle a esperar la llegada de Strachler (el chofer de la camioneta), mientras fileteaban albacora en el muelle. Los pel�canos pasaban en vuelo rasante sobre mi cabeza. Mi admiraci�n por su belleza se transform� en envidia y luego en angustia. Sent� que lo que hab�a hecho todo el fin de semana no ten�a sentido, ni valor, ni nada. Eso era: nada.

Cuando lleg� Strachler en la camioneta todo cambi� con su humor. Un Lucky sin filtro ayud� a olvidar la trasnochada jornada, donde me sent� tontamente disminuido.

Llegamos al taller en la planta y �por fin me deshice de la maleta de herramientas del demonio!, y de la �pesada radio!. Solt� las lauchitas de mis trampas (que alg�n d�a patentar�) y son�mbulo esper� de nuevo la camioneta.
Strachler me llev� a casa en el m�vil N�1.

Esta vez estaba demasiado cansado as� que no me ba�e al llegar, aunque mis ropas ol�an fuertemente a una extra�a mezcla de grasa, petr�leo, sudor y humedad de mar. Ser�an como las dos de la tarde y el sol parec�a estar furioso ese d�a. No hab�a nadie en la casa. El piloto autom�tico me llev� a la habitaci�n, me hizo abrir el ventanal y me tir� en la cama. Mir� la l�mpara que colgaba del cielo por segundos y al cerrar los ojos mi cuerpo se paraliz� y suavemente la gravedad se apoder� de mi y me comenz� a hundir m�s y m�s en el colch�n. La cama me succionaba como si tuviera un estrecho ducto conectado directamente a un mundo subterr�neo y quise entregarme, y no ten�a fuerzas ni ganas de resistirme y fue bueno. El proceso comenz� a acelerarse m�s y m�s y el v�rtigo acarici� mi est�mago. Con un gran esfuerzo logr� abrir los ojos y, sorprendido, no vi la l�mpara, que colgaba del cielo sobre la cama, si no que el techo de la casa, desde arriba, y la sensaci�n de ir cayendo se transform� en un suave y prolongado ascenso.

Sub�a suavemente por sobre la casa mirando primero los detalles de las tejas, los detalles del techo, los detalles de la casa. No sent�a cuerpo, solo observaba de arriba hacia abajo el camino, la playa junto a la casa, la carretera. Cada vez desde m�s alto. La vista ya  alcanzaba el barrio, mientras la temperatura bajaba progresivamente a medida que aumentaba el viento. Me elevaba, incontrolablemente, me elevaba. La casa ya era solo un punto de color terracota y las nubes comenzaban a ser una delgada capa blanca semitransparente. Ese fue el gatillante. �Estaba demasiado alto!. El v�rtigo otra vez, la incertidumbre, la mente, �la maldita mente!, �la que teme!. Todo se volvi� blanco y sent� de nuevo mi cuerpo, cayendo al vac�o y repentinamente el peso de mi cuerpo eran toneladas sobre el colch�n. Sobresalto, m�sculos contra�dos, abr� los ojos y ah� estaba la l�mpara que colgaba del cielo de la habitaci�n. La piel era un f�cil camino para una extra�a corriente el�ctrica. Los latidos de mi coraz�n sacud�an la cama mientras el sudor traspasaba mis ropas como de afuera hacia adentro. Luego de unos eternos segundos volv� a respirar.
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