REGALO DE CUMPLEAÑOS
Miras hacia tu izquierda para cerciorarte de que
tampoco viene ningun vehiculo desde esa direccion. Bueno si, viene uno, pero
esta lo suficientemente lejos como para poder cruzar sin problemas.
Te apresuras en hacerlo, y mientras tanto vuelves a cuestionarte por qué de
repente has querido acercarte hasta la orilla. Es algo que podrias hacer en
cualquier otro instante, pero algo dentro de ti te impulsa a hacerlo ahora.
El coche pasa como una exhalacion a tus espaldas, pero su sonido no es capaz de
interrumpir tus pensamientos. Quieres mojarte los pies, y empiezas a
descalzarte. Si en casa se dieran cuenta de que has salido a estas horas, se
preocuparian por ti. Al fin y al cabo, nunca has sido como los demas.
La suave brisa nocturna ha comenzado su labor de ocultar las huellas que esa
avalancha de turistas ha ido dejando durante todo el día. Aún no son muchos, la
mayoría llegarán dentro de algo más de una semana. Quizás deberías haberte
quedado tranquila en tu cama, esperando el gran día. Bueno, en realidad ya lo
es, pero aun no has notado ninguna diferencia.
Vaya. Finalmente, has alcanzado la orilla. Te colocas sobre la arena embarrada y
esperas a que el proximo embite de las olas bese tus pies.
Ya está. El agua está fría, crees recordar que hoy la bandera era amarilla...
Ahora deberías volver a tu habitación e intentar conciliar el sueño. O quizás
permanecer junto a la ventana, esperando el día en que él se decida a
atravesarla.
Lentamente, giras sobre ti misma, dispuesta a emprender el regreso. En ese
momento, lo sientes. Hay algo de plástico bajo tus pies. No puedes distinguirlo
desde aquí con esta oscuridad, pero intuyes que probablemente será la pala
perdida de un niño. Seguro que ha soltado una llantina al darse cuenta de que ya
no la tenía, o quizá aún no se haya percatado de ello. Sin embargo, nada de eso
cambiará el desenlace: sus padres le compraran una nueva, que inevitablemente
volverá a perder. En otras circunstancias no lo habrías hecho, pero en este
momento sientes la necesidad de recogerla, tenerla en tus manos, aunque solo sea
para confirmarte a ti misma tristemente que cada año que pasa cuesta mas ser
feliz, así que te agachas a recogerla, pero te sorprendes al ver que no es una
pala, sino algo pequeño. Tu pisada lo ha enterrado en la arena, por lo que
hundes tus dedos en ella. Acabas de llenarte las uñas de arena, con lo molesto
que es. Al fin, lo sacas.
Quien lo iba a decir. Es un dado, un pequeño dado de diez caras gastado y viejo.
Lo examinas detenidamente, preguntandote quien pudo olvidarlo alli. En algun
momento, debio ser negro y los numeros blancos, pero el tiempo ha hecho que
ambos colores se confundan y los dígitos ya solo se distinguen al tacto. Que
curioso. Le falta el 1, y en su lugar hay una rosa. Su dueño debia ser
socialista. Guardas el dado, como un regalo del mar, el primero de todos.
De repente comienza a llover, deberías volver. De eso nada. Es otro regalo y vas
a aprovecharlo. Comienzas a andar a lo largo de la playa, bajo la lluvia, que
poco a poco va aumentando su intensidad. Una pareja que poco antes retozaba
sobre la arena se apresura en ponerse a cubierto. Tu, sin embargo, te sientes
bien mientras te calas.
Caminando por la arena, acabas de llegar a un sitio donde nunca antes habias
estado. Toda tu ropa esta mojada y se te pega a la piel, pero eso no importa
mientras siga lloviendo. Miras a tu alrededor y notas que estas lejos de la
ciudad. En esta zona, la arena es menos fina, e incluso aparecen dispersas rocas
sobre ella. Ya hace rato que tus pupilas se adaptaron a la oscuridad, pero, aun
asi, te resulta dificil ver la silueta que descansa sobre una de ellas. "Es solo
una sombra, una mala pasada de mi imaginación... ¿quién iba a estar aquí a estas
horas y con este tiempo?", piensas. Aun asi, te acercas.
No, es real. Existe. Esta ahi. Parece un chico. Va vestido completamente de
negro, un polo de manga corta y unos jeans negros, y su ropa tambien esta
empapada, como el. El agua le chorra del pelo y baja por su cara, pero no parece
inmutarse. Que extraño. ¿Para que llevará puestas unas gafas de sol en plena
noche? Sin embargo, no te da miedo. Sientes que le conoces, y que el te conoce a
ti. Te acercs a él y le preguntas:
-¿Eres él?
El chico levanta la cabeza y se te queda mirando. Su expresion parece triste. El
tiempo se detiene mientras os mirais mutuamente, hasta que te contesta.
-Te estaba esperando, sabía que hoy vendrías.
-¿Eres él? -repites.
Se acerca a ti y te besa en la mejilla, como un saludo, pero tan solo dura un
instante, sus labios se retiran de tu piel. Y tú, sin reparar realmente en ello,
se lo devuelves. Estas como absorta, hasta que él retrocede. Es más alto de lo
que parecía. "Sobre metro noventa", piensas.
Mientras poco a poco vas recobrando tus sentidos, sientes en tu boca un sabor
salado que conoces muy bien.
-¿Por qué llorabas?
El traga saliva antes de contestarte.
-Nunca había visto llover sobre el mar...
No sabes por qué, pero te le acercas y le abrazas. Tus ojos se cierran al apoyar
tu cabeza en su pecho y piensas si será él. El te rodea con sus brazos y te
aprieta contra sí. Y así, en esa posición, la lluvia va amainando poco a poco.
Os separais. La lluvia ha cesado. Se quita las gafas y te mira. Tu miras su
ojos, y sientes que podrías sumergirte en ellos. Una mirada muy peculiar, pero
desgraciadamente opaca, como un pozo de brea, enmarcada por el rojizo fulgor de
sus ojeras y una extraña sombra negra. Te ha parecido ver algo parecido antes,
pero no recuerdas donde. Te quedas pensativa, hasta que te apercibes de que sus
ojos no miran a los tuyos. Observas tu propio cuerpo y te das cuenta de lo que
está mirando. Tu fina camiseta se ha empapado y deja entrever lo que hay bajo
ella. Te enfadas. No es él. No sabes si darle una bofetada o echar a correr.
Pero entonces, sus ojos se encuentran con los tuyos y esboza una sonrisa. Es una
sonrisa sincera, carente de malicia, y eso te tranquiliza. Qué mas da. Le tomas
de la mano. ¿Será él?
No os hace falta hablar, una silenciosa conversación fluye entre vuestros ojos.
Eso se llama empatía, piensas, os entendeís sin palabras. Y asi pasa el tiempo,
que carece para vosotros de sentido, os contemplais en un extasis parecido al
nirvana, hasta que su reloj de pulsera, negro, pita.
-El viernes ha empezado bien, ¿verdad?
Es el momento de regresar, ya son las cuatro. Sin cruzar palabra, os poneis en
marcha al unisono. Sus botas apenas dejan huella sobre la arena.
De vuelta a la ciudad, están cerrando un bar. Hay un guiri tirado en medio de la
acera, borracho. Más allá se ve un contenedor de basura volcado, y un gato negro
busca su cena rajando las bolsas. El se acerca y te invita a pasar bajo el
toldo. Os sentais en unas sillas de plastico, y el camarero no os dice nada,
simplemente sigue recogiendo los ceniceros y servilleteros. En vuestra mesa aún
no se los han llevado. Coge una servilleta y te la ofrece, y tu la utilizas para
secarte. El coge otra, y sus manoscomienzan a doblarla sobre si misma. Después
te la ofrece, pero ya no es una servilleta, es una rosa blanca salpicada de
letras azules.
-Ana coleccionaba servilletas de hoteles.
No le contestas, solo observas la delicada flor de papel en tu mano. Un
ambulancia pasa cerca, pero ni se inmutan por el borracho. El camarero ha
recogido ya todas las mesas y sillas y os hace señas indicando que os vayais.
El se levanta primero, y va hacia el contenedor. Tu le sigues en silencio, con
la rosa en la mano. El gato recela, deja las bolsas y se os queda mirando.
-Es una gata -dice, acercandosele.
La gata eriza su pelo, pero no huye, no va a dejar escapar su oportunidad de
comer. Está realmente flaca, y él también. El se sigue acercando y la gata le
avisa con un rugido, enseñando sus dientes amenazadoramente.
-Es joven.
Está a su lado, y la gata va a atacar de un momento a otro. Despreocupadamente
se acuclilla a su lado, y tu sientes la necesidad de decirle "Te va a arañar y a
morder, y quien sabe que enfermedades tenga". Pero no lo haces. De repente no se
escucha nada, solo el aullido del viento, y las estrellas brillan sobre
vosotros. ¿Es el viento, o son las estrellas quienes aullan?
Te quedas pensandolo, hasta que otro ruido se alza sobre ese. Es como un motor,
pero se escucha muy apagado. Vuelves a bajar la vista y ves como la gata
ronronea tranquila en sus manos, mientras sus nudillos acarician su cabeza. Te
preguntas si será él de nuevo, y si querrias que también a ti te acariciase de
esa forma. Se levanta y desliza su brazo sobre tus hombros, y después te atrae
hacia él.
-¿En que piensas?
-No lo se.
Sientes que la gata se restriega cariñosamente en tus piernas, te agachas y
acaricias su cabeza.
-Alguien la ha abandonado. Es una crueldad.
¿Que quiere? ¿Que te lleves contigo el felino? No puedes hacerlo, no aunque
quisieras.
Rasga una bolsa, y la acerca al animal, que agradecido mete el hocico en ella
buscando algo de comida. Y asi continuais vuestro camino. Unos metros mas
adelante, se gira para observar a la gata, y tu tambien lo haces. Hay otro gato,
de color pardo, que también ha aprovechado la oportunidad para llevarse algo a
la boca.
Son casi las cinco cuando llegais al momento de la separación. Tu has de volver
a casa, y él debe seguir su propio camino. Vas a darle un beso mas en la
mejilla, como despedida, pero es mas rapido que tu y gira la cabeza, haciendo
que vuestros labios se encuentren por unos instantes. Entonces se despide.
-Adios.
-No digas eso, ¿volveremos a vernos?
-Siempre que me necesites.
-Aun no me has contestado, ¿eres él?
-Eso es algo que debes preguntarle a tu corazón -te dice.
Comienza a andar, y te deja confusa. Está ya lejos cuando se gira para observar
que haces. En su cara hay una sonrisa, y vuelve a ponerse las gafas. Te saluda
con la mano, y reemprende su camino.
Te sientes mal, no has sabido retenerle a tu lado, y en el fondo es lo que
querias, pero siempre queda la esperanza. En lugar de volver a casa, te adentras
en la arena embarrada y te quedas alli, ensimismada.
Escuchas tras ti el ruido de un coche, y el agua alcanza tus pies. La vida
vuelve a comenzar ese dia. Te giras para volver a casa, esperando que no hayan
notado que te has ido. Entonces lo sientes. A tus pies hay algo de plastico, te
agachas a recogerlo. El dado gris se habia caido, y cuando lo tienes en tu manos
lo giras hasta que la rosa te mira. Comienza a llover de nuevo, y piensas si
realmente ha pasado todo o ha sido tan solo una jugarreta de tu mente. Una
pareja se recoge para evitar calarse, y te quedas mirando el lugar por donde
fuiste en tu vision. Pero la playa no sigue, lo unico que hay mas allá es el
puerto. "¿Es que ha sido una ilusion?" te preguntas, y no tienes mas remedio que
confirmar, muy a tu pesar, que eso es lo que parece. Y tu que habias creido que
al fin le habias encontrado...
Llegas hasta tu portal, y al ver que no hay luz en ninguna de la ventanas dejas
escapar un suspiro. Gracias a tu dios, no se han dado cuenta. Miras atras y ves
como las primeras luces del amanecer compiten con la de la luna llena. Sacas las
llaves del bolsillo y abres la puerta en silencio. Vas hasta el baño y coges una
toalla, tienes que secarte y poner a secar la ropa. Te gustaria seguir mojada,
para recordar la lluvia afuera, pero entonces sospecharian. Te quitas la ropa, y
resignada, vacias los bolsillos. Unas monedas, las llaves, el dado y un extraño
papel mojado.
¡Es la rosa de papel! ¡No ha sido una ilusion! Esta mojada, y es lo unico que te
ha dejado. Dominada por un impulso, la desdoblas, aunque sabes que eso es
destruir tu regalo. Hay algo escrito en ella, además de la direccion del bar,
pero la lluvia ha diluido las letras. No estas segura, pero parece que pone:
"¡Felicidades Selp!"... No puedes evitar una sonrisa al leerlo, y en el fondo
sabes que le volveras a ver... pronto...
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(c) _Alexiel_ 2002