VENGANZA

Este relato era originalmente de unos 7 capitulos, pero tuve un problemilla con el word (maldito trasto ¬_¬) y solo pude salvar el primero espero que os guste.

"Llueve, el viento helado me hace estremecerme. Igual que aquella noche, la misma calle, vacía ahora por el paso del tiempo. Las mismas casas mucho más viejas, el mismo olor a tierra mojada en el cementerio, el mismo reflejo de la pálida luna, casi oculta por las nubes, reflejándose en aquella lápida. Tu lápida. Tu tumba, tu descanso eterno junto a Dios. ¿ Dios? El mismo Dios que te dio la vida para arrebatártela tan pronto. ¿Por qué? ¿Para qué nos dio esa esperanza? ¿Por qué tú?"


El graznido de un cuervo, que picoteaba distraídamente una lápida cercana fue su única respuesta. Y el pájaro dejó de picotear, para observarla un segundo con sus oscuros ojos, ella, le devolvió la mirada, intentando parecer firme, pero a punto de perder la calma. Alzó el vuelo el pájaro, dejándola sola con sus remordimientos. Y ella se fijó, por primera vez desde que entró, en las demás tumbas, igual de sucias que la suya, sólo había una que llamaba la atención, igual que lo había hecho siete años antes. La tumba de la niña, pobre criatura, su madre jamás se perdonó que aquel camión la atropellada.


Aquella pobre mujer perdió su locura, lamentándose por su descuido, perdió su juventud y su belleza, y ahora aaba veinte años más de los que tenía. La habían encerrado en el psiquiátrico, de hecho habían compartido la vieja sala de castigo en más de una ocasión, ella, la había comprendido, habían compartido sus culpas, sus remordimientos.


Se acercó con paso tembloroso a la tumba de la pequeña, y se arrodilló ante ella. Un ramo de rosas blancas y lirios, junto a un montón de velas rojas recordaban que la mujer seguía viniendo a visitar la tumba de su hija. Cambiaba las flores cada día, y seguramente arrancaba la cera de la fría piedra con sus manos desnudas. ¡Pobre mujer!


Se llevó la mano a la cabeza, dejando caer aquella estúpida cinta de su cabello, dejando que este cayera empapado sobre sus hombros y espalda.

"¡Con el pelo suelto pareces más loca aún de lo que estás!"


¡Qué estupidez! ¿Qué más da lo que pareciese si nadie se fijaba en ella? Y tampoco quería que nadie se fijara...


Se levantó despacio, pensando detenidamente, observando cada pequeño detalle, colocado amorosamente sobre la tumba, y en un impulso de rabia y odio ciego. Arremetió contra ellos pisándolos y esparciéndolos por el suelo mojado, golpeando la piedra con sus ardientes manos, destrozándolas, desgarrando la suave piel con el contacto de la piedra helada. Una sonrisa perversa nació en su rostro, sin una lágrima, levanto la roja mano y lamió un poco de su propia sangre, esparciéndola después por su rostro y torso, dejándolo completamente rojo, el olor de aquella pintura, de aquel odio. La hizo volver a la realidad. No, no se recogería el pelo, ni tampoco mantendría carrada su puta boca, no aquí ni ahora, ya no.


Dispuesta a hacer, lo que sabía que debía hacer, se levantó cogiendo una rosa blanca, que enseguida se tiñó del color de la vida, para tirarla ante la tumba de él. El sol amenazaba con salir pronto, murmuró unas palabras para él, y tras besar la lápida, tiró su abrigo ante ella y se fue de aquel lugar, demasiado nostálgico para volver, demasiado doloroso para no hacerlo, pues, para que negarlo, el dolor la seguía atrayendo, y esta vez, no iba a huir de el.

 

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(c) _Alexiel_ 2002

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