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15° Mensaje de la Santísima Virgen.

 

Llegamos así al 31 de mayo de 1994. En todas partes se suele celebrar ese día una ceremonia de coronación a la Santísima Virgen, como final feliz de este mes que se dedica a la Madre de Dios en una manera particular.

 

 En Carrizal no iba a ser menos: así que también se llevó a cabo una ceremonia de coronación de la Santísima Virgen.

 

Los niñitos del kinder fueron los encargados de hacer la coronación de la Santísima Virgen en un acto religioso muy emotivo y sencillo.

 

Justamente a las 11:00 a.m., la Santísima Virgen dejó una vez más escuchar su voz a través de la hermana Mary Carmen a fin de transmitir su mensaje periódico.

 

Este mensaje va a hacer alusión a lo que está ocurriendo en las diferentes casas, colegios, instituciones y conventos de religiosas, de religiosos y en muchísimos sacerdotes en relación con estas apariciones y mensajes. No se les ha prestado atención.

 

Existían al respecto muchas dudas e incluso negaciones en las almas consagradas. No faltaron quienes se lo tomaban un poco en broma, como si se tratase de exageraciones, ilusiones, o casos de histeria propia de religiosas arrastradas por quien sabe qué espíritu de pietismo o de devoción ilusa. En conse­cuencia la indiferencia era generalizada y no se había producido un movimiento intenso de almas consagradas para visitar este lugar escogido por el Mismo Jesús y de acuerdo a la importancia que Jesús y la Santísima Virgen han querido otorgarle a este privilegiado lugar.

 

La Santísima Virgen que conocía perfectamente la realidad de lo que estaba ocurriendo, no lo oculta en su mensaje y sutilmente lo deja saber en el mismo.

 

Hijitos, hijitas:

 

¡Os amo! ¡Os amo tanto...! Y os doy mi bendición.

 

Acercaos a mi Hijo Jesús y a vuestra Madre. No os alejéis de Dios. Su amor es infinito y miseri­cordioso.

 

Hijitos míos: venid a este mi bosquecito y recibiréis las gracias que estoy derramando en cada uno de vosotros. Sed obedientes, acudid a mi llamado, como los niños a los brazos de su madre.

 

No dudéis de mi presencia en este lugar sagrado de oración y de recogimiento.

Estoy entre vosotros y os llamo de las tinieblas a la luz de mi amado Hijo Jesús.

 

Hijitos míos: queréis verme y este es vuestro deseo principal, para así poder decir con seguridad: sí, ahora creo. ¡Pobres hijitos míos. cuan pobres sois espiritualmente!

 

Hijitos, hijitas: adorad y reparad de corazón los ultrajes que se cometen durante la santa misa con los actos de irreverencia y ultrajes a la Ley de Dios. Son muchos y grandes a los ojos de mi Hijo Jesús. Vestidos indecentes, composturas inapropiadas hacen de mi amado Hijo un doloroso calvario renovado en cada Eucaristía. ¡Cuántas injurias debidas a la falta de cuidado con este divino Sacra­mento!

 

Mis hijitos predilectos: vosotros sois los elegidos. Cuidad el rebaño que os ha sido confiado. Gritad y enseñad la verdad.

 

Orad, orad hijitos míos, para que vuestro espíritu sea fuerte en Cristo Jesús. Quiero salvaros uniéndoos en el cuerpo místico de mi amado Hijo Jesús.

 

Os tengo en mi corazón.

 

 

 

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