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16° Mensaje de la Santísima Virgen

 

Este mensaje, del 14 de junio de 1994, contiene el texto que se va a transcribir más adelante; pero a la vez la hermana Mary Carmen explicó que la Santísima Virgen le había solicitado con suficiente antelación que se elaboraran doce anclas doradas, de tamaño pequeño (de unos 5 centímetros de largo) a fin de que fuesen entregadas a unas doce personas (sacerdotes, religiosos, religiosas y al único seglar, al Ing. Padrón, además de las tres hermanas videntes de este convento) La hermana San Luis se ocupó con premura de que se cumpliese este deseo de la Santísima Virgen sin saber que una de las anclas estaba destinada a ella misma.

 

Una de las anclas debería ser entregada al Santo Padre con una reseña de lo que estaba ocurriendo y con copia de los mensajes Otra, al Obispo de la diócesis de Los Teques, a la que pertenecía Carrizal Una tercera estaba destinada también a Su Eminencia el Cardenal José Alí Lebrún, Arzobispo metropolitano de Caracas, a cuyo arzobispado correspondía administrativamente la diócesis de Los Teques. La cuarta de entre las doce anclas debería ser entregada al primer obispo que visitara este bosquecito sagrado que resultó ser uno de Uruguay La Superiora General de las Siervas de Jesús estaba también en la lista, no sólo por el apoyo que brindaba a todo el proceso sino porque la Santísima Virgen se ha mostrado particularmente atenta a todas las jerarquías que siempre representan a su propio hijo.

 

El ancla dorada destinada al Santo Padre fue entregada a Su Santidad Juan Pablo II el día 7 de noviembre de este mismo año de 1994. Al autor de este libro, quien ha estado ligado fuertemente a todo este acontecer, siguiendo el proceso muy de cerca, desde el 23 de diciembre de 1993 (sin haber recibido, por supuesto, ninguna manifestación particular, visible, salvo el fenómeno del sol en una sola oportunidad) le cupo en suerte elaborar la carta que fue dirigida a Su Santidad, por petición de la hermana San Luis y de la hermana Clara, con el resumen de lo ocurrido y la razón del obsequio del ancla, siguiendo en detalle las indica­ciones, deseos y pensamientos de las tres videntes que firmaron la carta la superiora hermana María Clara, la hermana María Clelia y la hermana María del Carmen.

 

He aquí el texto de la carta que acompañaba al ancla dorada:

"A Su Santidad Juan Pablo II Santa Sede El Vaticano Roma

Beatísimo Padre

 

Con profunda humildad nos atrevemos a acer­carnos a Vuestra Santidad con la intención de hacerle entrega devota de una serie de datos, hechos y objetos, relacionados con la aparición de la Santísima Virgen María, bajo la advocación, escogida por Ella misma, de "Madre de Mis Almas Consagradas " (en referencia directa a sacerdotes, religiosos y religiosas)

 

Hacemos ofrenda especial a Vuestra Santidad, en cumplimiento del mandato explícito de la Santísima Virgen, de una de las doce anclas doradas para igual número de personas, escogidas expresamente y mencio­nadas por Ella misma, como símbolo de protección, salvación y de unión para todas las almas consagradas y en particular para Vuestra Santidad como Supremo Pastor de la Iglesia

 

Incluimos, Beatísimo Padre, un breve resumen de la historia de las sucesivas apariciones de la Santísima Virgen a partir del 6 de febrero de 1993 Ella se ha dignado dar pruebas y muestras físicas de su presencia entre nosotros, enferma específica a través de repetidas lluvias de escarchas metálicas, de las que anexamos fotografías ampliadas, afín de que Vuestra Santidad pueda apreciarlas Existe un informe elaborado por el Laboratorio de la Universidad Central de Venezuela, el cual también estamos entregando a Vuestra Santidad junto con todo este legajo que incluye fotografías del lugar en el que se ha aparecido la Santísima Virgen

 

No podemos. Beatísimo Padre, dejar de incluir la colección de mensajes que la Santísima Virgen envía a sus "Almas Consagradas" Tales mensajes coinciden con otros de diferentes manifestaciones de la Santísima Virgen en variados lugares y circunstancias No obstante, nosotras, Siervos de Jesús, obedientes y sumisas hijas de nuestra Santa Madre la Iglesia, nos ponemos a disposición de Dios y de la Santísima Virgen a través de Vuestra Santidad y de nuestro Obispo Ordinario, a fin de testimoniar en ulteriores investigaciones la veracidad de los hechos expuestos. A este fin nos sometemos con devoción y humildad y con la obediencia debida a cuanto discernimiento sea dispuesto por Vuestra Santidad y nuestro Obispo Diocesano.

 

Nuestro deseo humilde y fervoroso, es suplicar a Vuestra Santidad, en cumplimiento de la Voluntad de la Santísima Virgen, que se digne acoger su mensaje, con la certeza absoluta de que Ella sabrá inspirarle la manera de que llegue a todos los confines de la tierra, tal como Ella lo ha solicitado y anunciado Ella sabrá inspirar la manera de que la voz y la voluntad de la Santísima Virgen llegue a los corazones de sus almas consagradas, los sacerdotes y religiosos

 

Con nuestra confianza filial puesta radicalmente en la Santísima Virgen, Madre de "Mis Almas Consa­gradas " y permaneciendo fieles a Jesús de Nazareth, de quien Vuestra Santidad es Vicario y Pastor, nos declaramos hijas obedientes y dispuestas al servicio que Vuestra Santidad se digne exigir de nosotras "

 

 

Para entregar esta carta, los mensajes, las fotos, la documentación acerca de las escarchas y el ancla dorada, viajó a Roma el P. Antonio Agrela, de la diócesis de Barinas, gran devoto de nuestra Madre. Y aunque viajó sin tener clara idea de cómo lograr una audiencia con el Santo Padre, la Santísima Virgen se ocupó de lograr que este sacerdote, sin pérdida de tiempo y apenas llegado a Roma, en forma por demás prodigiosa pudiese encontrarse con el Papa de tal manera que se hiciese entrega del obsequio en un breve diálogo explicativo sobre el legado de la Virgen, que el Santo Padre recibió con filial devoción y amor y especiales muestras de interés. Se anexa foto de este encuentro con el Papa Juan Pablo II al final del libro.

 

El Padre Antonio Agrela fue escogido por la Virgen para ser el portador del ancla que debería entregarse al Papa. El a su vez fue uno de los escogidos para recibir una de las 12 anclas.

Texto del 16° mensaje:

Hijitos, Hijitas:

 

Unidos en el amor a Cristo Jesús, mis pequeñitos, hoy cuando estáis todos reunidos en este mi bosquecito sagrado de oración y recogi­miento, os invito a dar gracias a Dios Padre, único y verdadero, por estar entre vosotros como vuestra Madre, Madre de mis almas consagradas.

 

Esta alegría que compartís, es también com­partida en el cielo . Y es que por vuestra humildad, sencillez, caridad y plenitud de ese amor cristiano que habéis mostrado en este lugar sagrado, me dirijo a vosotros, para daros a conocer las querencias de mi hijo Jesús y de vuestra Madre.

 

¡Venid, hijitos! Venid y llenaos de este amor grande y misericordioso que siempre ha de permanecer aquí. Sí, abundancia de gracias se está derramando sobre vosotros. Dios lo quiere así y así ha de cumplirse.

 

Todos y cada uno habéis sido llamados a ocupar un lugar en el corazón de vuestra Madre. Os invito a la oración, al sacrificio, a la penitencia y a la reconciliación con Dios. Os invito a que unáis vuestros corazones al divino Corazón de Jesús y a mi Inmaculado Corazón.

 

Unidos en hermandad, pues el tiempo que estáis viviendo es tiempo de prueba y de escogencia. Elevad vuestros corazones al cielo y pedid al Dios misericordioso os conceda la paz en el mundo y santas vocaciones sacerdotales y religiosas.

 

Un símbolo cristiano os ha sido entregado. Véalo a los pies de mi gruta. Véalo entre mis aguas de vida. Es el ancla de salvación. Dios ha querido dejarlo como símbolo de unión de todas sus almas consagradas con vuestra Madre en este mi bosquecito. Símbolo que unido a mi imagen llevaréis en vuestros corazones, medalla de amor y devoción a vuestra Madre. De ella manarán inmensos caudales de gracias; de ella, inmensos caudales de amor y de ella, mi perfección.

 

Mis Pequeñitos: compartid con mis almas sacer­dotales el sacrificio de la Santa Misa. Acrecentad la devoción del santo rosario y dad a conocer al mundo entero que vuestra Madre ha escogido este bosquecito sagrado para estar entre vosotros. Os dejo una promesa: ninguno de mis pequeños quedará sin el amor y la protección de esta Madre que os ama.

 

Os tengo en mi corazón

 

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