Yo me acuesto todas las noches llorando,
para despertar riendo.
Dejo mi llanto en la almohada,
y me visto de alegría en la mañana.
Queda mi tristeza en el cuarto,
y encuentro felicidad en mi sala.
Cuando paso la puerta miro al cielo
y le regalo a Dios mi sonrisa
con la promesa de que ese día
no llevaré tristeza a mi casa.