El POTA

JOSÉ MORENO-DÁVILA

La verdad es que esta semana me hubiera gustado hablar de Julián Marías. Es un hombre que merece un homenaje sobre todo de los ciudadanos, ya que una persona tan independiente y fiel a sus principios difícilmente pudo obtener el reconocimiento de unos poderes públicos siempre mediatizados por intereses e ideologías. Fue un filósofo profundo y divulgador al mismo tiempo y, cosa que a estas alturas tiene su importancia en la gente significada, una gran persona.

Pero la cosa es que tampoco quiero que pasen estos días sin hablar del POTA. Por supuesto que ya se ha dicho mucho sobre él y se ha puesto, con toda la razón, el dedo en la llaga de lo que supone como injusticia para Granada, que quedaría, si el POTA se aprobara definitivamente, anclada en una planificación entorpecedora de proyectos para el futuro. Menos se ha dicho sobre que no solo sale perjudicada Granada, sino que también son perdedores netos Jaén y Almería, la primera, como Granada, con un retraso comparativo que se abriría en el futuro más y más. Pero también habré de referirme a algo que solo se ha dicho de paso, y es al gran defecto de fondo del POTA que lo hace una planificación injusta para todos y que nacería viciada desde el principio si no se le da una vuelta completa y se le construye sobre otras bases.

Para cualquiera de esas dos cuestiones me he de referir en primer lugar al artículo 40 de nuestra Constitución, que obliga textualmente a los poderes públicos a promover las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa. Por supuesto que el mencionado artículo de la Constitución Española no solo incluye el progreso social y económico de Andalucía con respecto a Cataluña, ante el que nuestros políticos autonómicos se rasgan las vestiduras, sino también, por supuesto, el de unas provincias y comarcas de Andalucía con otras de su misma autonomía.

Así que es una política insolidaria y anticonstitucional realizar una planificación en la que se reconoce que se potencia el polígono Sevilla-Campo de Gibraltar-Málaga-Antequera, lo que implícitamente resulta un penoso reconocimiento de que el resto de Andalucía queda como segunda o tercera división para un segundo plato en inversiones públicas. Almería, Jaén y Granada, y especialmente estas dos últimas, no se merecen este trato desigual a tenor del artículo 40 de la CE, ni por otras muchas razones conocidas que no es preciso enumerar. No parece razonable que no se planifique un tren de Granada a Motril o se condene a la parte oriental de Andalucía a vivir de espaldas a toda la zona del Levante español, por citar solo dos ejemplos.

Por supuesto que me parece una sinrazón pedir un Ave a Motril como han hecho algunos políticos conservadores. No se puede pretender ir de Granada a Motril en un tren que corre a una velocidad de trescientos kilómetros hora. Pero lo que sí hace falta es dotar al puerto de Motril -único puerto de Europa que carece de él- de un tren desde Granada que pueda llevar allí y a Motril viajeros a ciento ochenta kilómetros por hora y que pueda dar salida tanto a mercancías del puerto como a todos los productos agrícolas que se producen en la costa granadina. En cuanto a la conexión con Levante por tren no parece razonable aislarnos de la zona de más alto crecimiento en España y del arco mediterráneo, una de las zonas mimadas y en progresión en Europa.

Pero es que, como antes he adelantado, los propios fundamentos del POTA están construidos sobre una concepción injusta y gravemente insolidaria. Es verdad que las zonas más desarrolladas de Andalucía precisan resolver los importantes problemas ya creados y también facilitar su futuro desarrollo, que al fin y al cabo debe ser una locomotora para el crecimiento del resto de la región. Pero la atención que hay que dedicarles debe ser justamente hasta ahí, ni un punto más, mientras existan vastas regiones con graves déficit y carencias en sus infraestructuras. Si hay que clasificar de forma distinta las zonas urbanas más pobladas de las de población media y de otras de menos población, es precisamente para prestar más atención a las que más lo necesitan y acabar de una puñetera vez con ese grave desequilibrio que existe en Andalucía entre habitantes de la misma categoría ciudadana y que pagan iguales impuestos, pero que viven en la práctica en universos diferentes y con una calidad de vida muy desequilibrada.

Hay que crear una infraestructura digna en el medio rural, hay que mejorar los equipamientos en las poblaciones medias y resolver de una vez algunas situaciones que entorpecen seriamente la organización y desarrollo equilibrado de grandes áreas urbanas, como ocurre en el área metropolitana de Granada, en donde el otro día nos enteramos de que ya hay tantos habitantes en el término municipal de Granada como en el resto de ayuntamientos que con la capital configuran una auténtica y desastrosa ciudad, regida por planes de urbanismo que viven de espaldas unos de otros, hablando todo el día de una Vega que "no se toca", pero a la que vemos desaparecer progresivamente.

Ahora se habla de renovar el plan de urbanismo de Granada y se dice que no hay suelo para más viviendas, ferial, etc. Y ni tiene que haberlo. Un término municipal pequeño no tiene por qué recargarse de suelo para viviendas hasta la saciedad, sin contemplar una planificación de todo el área metropolitana, donde se hacen las urbanizaciones y después se plantean los problemas de accesos y servicios en un caos de competencias municipales distintas, donde todos quieren mojar en el urbanismo por que es de donde salen los sabrosos euros. Pero en Granada se inició un plan con visión de futuro por el anterior Consejo Social que ha quedado apolillado en los cajones. Y por si fuera poco vienen ahora los de la Junta con su POTA, que sí tiene planificación, pero es francamente injusta, anticonstitucional y terriblemente dañosa para los intereses de Andalucía Oriental. O sea, que o no tenemos planificación, o que cuando se hace es mejor que no la tuviéramos.

Y la verdad, o todo esto se arregla, o es para pedirles serias cuentas a nuestros políticos. A veces piensa uno que para que nos traten así es mejor que se dediquen a tomar café y nos dejen tranquilos. Con el POTA nos están dando pota por calamar y, si no hemos perdido el gusto, es momento de devolver el plato.

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