GONZALEZ JIMÉNEZ, M; “Andalucia a debate y otros estudios” Universidad de Sevilla, 1998. I

Hace poco mas de diez años, en piena trasición a la democracia, el profesor don Antonio Dominguez Ortiz pronunciaba en la Universidad de Granada, con motivo de su investidura como doctor honoris causa, un importante discurso bajo el título sugerente de la identidad de Andalucía. En él apuntaba, con la serenidad y equilibrio que le caracterizan, una serie de ideas para el debate y la reflexión sobre un tema que por entonces, en plena gestación del Estado de ¡as Autonomías, preocupaba a la opinión pública andaluza. Desgraciadamente, debate hubo mucho, y todavía, de véz en cuando, se suscita la polémica, aunque ya no con la virulencia caracteristica de unos años en que los andaluces, como otros pueblos de España, andábamos empeñados en la búsqueda de las "señas de identidad” que nos permitieran definirnos como región, ámbito cultural o comunidad difenciada. Reflexión hubo poca o, si a hubo, apenas traspasó ambitos universitarios e intelectuales. Los políticos, que podrian haber auspiciado un gran debate regional, se desentendieron pronto del asunto. Y de esta forma, iniciativas como la creación de un Instituto de Cultura Andaluza fueron cercenadas desde el poder antes aun de haber tenido la oportunidad de demostrar su eficacia.

Pero el hecho de que el paso del tiempo haya desgastado la actualidad del problema no significa que el problema haya sido resuelto. Los andaluces

Seguimos sin tener las ideas claras sobre lo que en realidad somos, o sobre el sentido de nuestra historia. Y ello explica que de vez en cuando reaparezcan temas y tópicos que creíamos ya superados.

Veamos un caso reciente. En el ABC de 22-11-88, pág. 12, se comentaba la convocatoria del grupo Liberación Andaluza pidiendo el:

“ boicot total y activo de todo el pueblo sevillano ante los actos previstos por la Iglesia católica y el Ayuntanmiento hispalense en la conmemoración del 740 aniversario de la conquista de nuestra ciudad por Fernando III ”

En mismo número del citado diario, pág. 31, en su habitual columna, Ignacio Romero de Solís, comentando opiniones del profesor Juan Antonio Lacomba, se planteaba el problema de la «singularidad histórica de Andalucía", para concluir sin ambigüedades que:

“Andalucía, entendida no como una unidad intemporal sino como el resultado de una historia política, económica, cultural y social concretas, ha sido una creación del ímpetu, de la vitalidad del genio de Castilla: fue poblada ex novo por castellanos y leoneses, teniendo toda la población hispano-musulmana que abandonar sus ciudades, pueblos y alquerías. Y estos nuevos pobladores procedentes de la meseta trajeron su lengua, su religión, sus costumbres y sus Instituciones...”

Nada de esto es nuevo, aunque los textos citados sean nuy recientes. Quienes venimos siguiendo la evolución del fenómeno regionalista o hemos intentado desde hace tiempo contribuir, desde posiciones no partidistas, al esclarecimiento de la “cuestión andaluza" no nos sorprendernos ya de casi nada. Lo que sí resulta sorprendente es la tenacidad con que se defienden posiciones insostenibles desde el punto de vista científico; o el atrevimiento y osadía con que es calpaz de adornarse la lanorancia. Más de una vez he escrito sobre estos temas, incluso en las páginas de esta revista. Lo haré de nuevo hoy, en un tono distendido, apoyándome en una serie de textos espigados en la prensa nacional y regional de estos últimos años.

Y, de entrada, liabría que empezar por definir qué entendernos por Andalucia o por precisar a qué Andalucía nos referimos cuando se habla del pasado andaluz, de la ruina de nuestra cultura, del genocidio de nuestro pueblo o, incluso, de la opresión centralista. Porque, vistas así las cosas, unas veces parece que hablamos de una andalucia eterna e intemporal, y otras de una Andalucía que se identifica solo con el pasado islámico. Pero ¿eso es realmente Andalucía? ¿Cuándo comenzó a ser la Andalucía de hoy ? ¿De cual de los muchos pueblos que se asentaron en nuestra región somos herederos?

La respuesta a estas cuestiones es imprescindible para salir del estado de indefinición o de confusión en que nos movíamos y movemos cuando hablamos, de Andalucía y de conciencia regional andaluza. Antes aludía a una Andalucía eterna e intemporal, identificada con el espacio geográfico que hoy ocupa la región - tierra y hombres, indisoluble y necesariamente unidos- y con los pueblos o casi todos los pueblos que han tenido con nosotros el rasgo común de haber vivido en esta tierra. La idea no es nueva, ya la desarrolló Blas infante en su Ideal Andaluz (Sevilla 1915), donde sentó las bases de lo que ha dado en llamarse teoría “esencialista. de Andalucía. Según dicha teoría tartesios, romanos y árabes serían no sólo andaluces, sino, más aún, fue en aquellas épocas, y especialmente, en la Arabe, cuando “Andalucía desarrolla toda su vitalidad expansiva”. (Isidro de las Cajigas). Pero, en realidid, tartesios, romanos, visigodos o arabes no fueron andaluces, sino, a lo mas, habitantes de un espacio geografíco que hoy llaniamos Andalucía. Ello no impide en modo alguno asumir el hecho, que esta en la base y substrato de nuestra cultura, de lo que estos pueblos representaron como hitos importantes; en la historia cultural de la region . Mas aún, es legítimo y justificado el orgullo que los andaluces de hoy sentimos porque en nuestra tierna se desarrollasen algunas de las más avanzadas civilizaciones del Occidente. Pero de allí a afirmar que “el pueblo andaluz es el mas antiguo del Mediterráneo, más aún que el romano y que el griego” hay un abismo. Porque no es científico ni admisible, sino puro anacronismo, llamar andaluces a pueblos que nada o muy poco tienen que ver con la ,Andalucia histórica sino más bien con una Andalucía inexistente, eterna, que siempre estuvo ahí, como un ente inmutable y necesario…[].

Existe, cuando se analiza el pasado, la permanente tentacion de enjuiciar los acontecimientos desde una perspectiva vindicativa, como si el historiador fuese una especie de juez que absuelve o condena, o que discierne entre buenos y malos. No es esta la misión del historiador. Ello no quiere decir, sin embargo, que su labor deba ser absolutamente aséptica. Pero, antes que enjuiciar, el historiador debe tratar de explicar, con la mayor objetividad posible, lo acontecido.

El tema de la conquista o reconquista de Andalucía es, sin duda, además de un tema polémico, crucial en cualquier análisis de la historia de la región. Como todo hecho militar, la conquista de la Andalucía que hoy llamamos del Guadalquivir no estuvo exenta de violencias. La región, que ya estaba envuelta en las luchas entre los propios musulmanes, soportó una larga serie de operaciones militares desarrolladas por Fernando III entre 1225 (ocupación de Martos y Andújar) y 1248 (conquista de Sevilla), de las que se derivaron destrozos, ruinas y, sobre todo, transfórmaciones demográficas irreversibles. Por lo que sabemos, las ciudades, villas y aldeas de la región se sometieron según dos sistemas principales: por capitulación, tras una resistencia más o menos prolongada y por pacto. La primera modalidad implicaba no sólo la entrega de las ciudades y fortalezas, sino también el exilio de los vencidos a otros territorios que estuviesen en manos de musulmanes. La segunda formula permitió que muchos permaneciesen en sus lugares de origen, como moros sometidos o mudejares. Los testinionios que refiejan una y otra situación son muy claros. Veamos algunos.

1) CORDOBA (1236): “dieronse por fueria al rey don Ferrando. Et los alaribes ... salieron los cuerpos salvos, et non más, a la vida.

2) SEVILLA (1248): “pues que los moros vieron que ninguna otra cosa non podian pasar de quanto ellos asmavan nin querien, salvo a lo que el rey don Ferrando querie, pesándoles mucho, ovieronse aco- ger a fazer voluntad del rey: que le vaziasen la villa et que la dexaran libre et quita ; et que los moros que sacasen sus averes et sus armas et todas su cosas; et desta guisa que dexasen Sevilla”.

Así pues, a tenor de estos textos, la conquista significó, ti rnertos en teoria, la expulsión de todos los musulmanes que se resistieron a la conquista. Ello no impediría que en muchas de las ciudades ocupadas se organcizasen minorías. Los musulmanes que preririeron anticiparse a los efectos de la guerra gozaron de mejor suerte. El sometimiento al rey de Castilla les permitió permanecer en sus hogares, conservando sus propiedades, forma de vida y organización, y sisteina triburario tridicional. Esta situación se mantendría prácticamente inalterada hasta la gran revuelta protagonizada por los mudéjares de Jerez y de Murcia, que salpicó con sus efectos, como veremos, al resto de la población musulmana sometida.

Por tanto, la conquista fue algo más que un puro y simple hecho militar. Fute el paso previo para sentar las bases de una compteta remodelación del territorio. Nada de lo que Andalucia ha sido y es desde entonces se entiende sin este hecho, que, por otra parte, no es privativo de nuestra región, sino que por el conirario afectó en el propio siglo XIII a otras zonas de la Península, como el Algarbe portugués, Murcia, Valencia e Islas Baleares. Ia conquista o reconquista. de Andalucía -a mí personalmente tanto me da usar un término como otro- hay que verla en su propio contexto. Ni fue la primera que realizaban los cristianos del norte, ni seria la última.Ycomo tal conquista produjo destrozos, provocó violencias y dejo detrás de si un reguero de ruinas que hubo que reparar. Otra cosa es elevarla a categoría melafísica y considerarla corno la fuente de todos los males que la región ha padecido y padece desde entonces.

A este respecto, Antonio Gala ha escrito que “la reconquista (?) supuso para ella –Andalucía- el más grave catatlismo: la pérdida de sus características diferenciales y la pérdida de la propiedad de sus fierras, distribuidas desde entonces tan injusta como enpobrecedoramente” (EL PAIS SEMANAL, n. 235, 11-XI-81, p. 53). Y también- “la Reconquista, que para los andaluces no fue ningún regalo, lo diga quien lo diga”. Obid., 18-X-81, p. 77). Y en un cómic titulado Pequeña historia de Andalucía, editado por la Delegación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Cádiz en 1979, se lee .

“ Pero todo lo bueno acaba alguna vez. En 1212 empieza la conquista castellana de Andalucía. Todo termina con la toma de Granada en 1492. Lo que antes fue cultura y riqueza, es, a partir de ahora, ignorancia y pobreza. El sisterna feudal castellano destruye en poco tiempo lo que tantos siglos había costado construir”

Este lenguaje, mezcla de lamento y nostalgia, se advierte también en libros "serios”. Asli, en una Historia de Andalucía para uso de las escuelas, se habla de las -trágicas consecuencias. que se derivaron de la «reconquista" de Andalucía: -sometimiento religioso y civil, tributación, esclavizaci6n, persecuciones e incluso muertes, subsiguientes a las ya numerosas producidas durante las campañas militares.. Y otro autor se ha referido al -arrasamiento de Andalucía., iniciado con, la batalla de Las Navas de Tolosa y continuado por «la invasión de millones de ovejas feudales que inundaron, cual plaga bíblica, la milenaria civilización del Betis.

Podría seguir aportando testimonios semejantes. Un texto periodístico, redactado en abril de 1982, en plena campañia al Parlamento Andaluz, resume sobrecogedoraramente esta opinión:

“Las tropas de la corona casteliano-leonesa arrasan una cultura, la más floreciente y avanzada del mundo en aquella época. Se impone la oveja sobre el caballo y la barbarie del secano sobre la civilización del regadío.

“Destruyeron también nuestra nacionalidad., dice Antonio Burgos. -Somos una nacionalidad tan oprimida que no hemos conservado nuestra propia lengua. Mientras que Galicia, Euskadi y Cataluña, si. Es decir que somos los más colonizados de toda la península. (EL PAIS,29-IV-82, p. 21).

No sé lo que pensaba de verdad y piensa mi admirado Antonio Burgos sobre estas cuestiones. Pero, en cualquier caso, el terna serio de la ruptura histórica ocurrida en nuestra región en el siglo XIII, que significo la entrada del territorio en el ambito cultural europeo, la renovación de su población y el cambio de sus estructuras políticas, sociales, econ6micas y religiosas, se aborda con deralasiada frecuencia, según creo, con muy poco rigor. En el mejor de los casos a todos, en mayor o en menor medida, nos obsesiona un cierto “presentismo” que se manifiesta en el estudio del pasado desde una óptica muy condicionada por los problemas y preocupaciones de hoy. Pero en las opiniones que he espigado subyacera demasiadas nostalgias de un al-Andalus/Andalucía, concebidos como una especie de paraíso perdido, y mucha confusión acerca de los procesos históricos y algún que otro error de perspectiva. Ya hemos aludido a algunos: Andalucía como algo eterno al margen de la evolución histórica; vinculación de las "esencias" de nuestra cultura con el pasado islamico de la región, como si todo pudiera reducirse a un momento y a una civilización, por muy sincretica que ésta fuese.

En la base de todo está ese gigantesco galimalías que es la identificación de Andalucía y “lo andaluz" con todos los pueblos y culturas que han pasado por la región hasta el siglo XIII, o por decirlo de la mano de un texto periodístico,

“Y es que cuando los tartesos (sic), lo que aquí hubo fue una cultura andaluza bajo el gobierno de los tartesos, y cuando los vísígodos, lo que hubo fue una cultura andaluza bajo el gobiemo de los visigodos, y cuando los romanos, hubo una cultura andaluza bajo el poder de los romanos, y cuando los árabes… cultura andaluza ... porque la Giralda y la mezquíta y el alcazar de Málaga y la Alhambra la hicieron los andaluces ..., y lo que los Reyes Católicos de Castílla y Fernando III el Santo echaron de aquí, fueron andaluces y no moros”.

Salta a la vista el grado de confusión, conceptual e histórica, en que se mueve el articulista que es reflejo de un estado de opinion muy generalizado, de cuya gestación han sido responsables activos -otros lo hernos podido ser por omisión- ideologos de partídos, intelectuales de diverso signo y mucha gente bien intencionada Y desinformada. Se trataba -¡qué reciente aún la polémica y qué vieja ya!- de oponernos al “centralismo castellano”. Todo lo castellano era símbolo de opresión , incultura y pobreza, las grandes lacras de la historia andaluza mas reciente. Vincularnos a los vencidos del siglo XIII, o a lo que suponemos que eran , representaba algo así como recuperar las características diferenciales o las señas de ídentidad de lo andaluz. Pero el voluntarismo, por mucha fuerza que en ello se ponga, no es capaz de alterar el pasado, y tratar de -recuperar un arabismio medio perdido con la reconquista -en la que, por cierto, participaron los antepasados de algunos de estos-, en busca de una identidad y de una cultura diferentes de la castellana- (ES PAIS, 12-1-82, p. 10), es una pretensión llamada a fracasar, sencillamente porque se sustenta sobre presupuestos falsos. Ello no significa negar la importancia que para la historia de este país ha tenido el Islam. La cuestión, pues, que conviene dilucidar es la de qué somos los andaluces, de dónde venimos, si los mudéjares de la Andalucía Bétíca fueron expulsados o se marcharon de ella durante el siglo XIII, y si los moriscos del Reino de Granada corrieron la misma o parecida suerte en los siglos XV Y XVI. Y, si esto fue así, ¿sobre qué bases humanas se constituyó nuestro pueblo? .

II

Andalucia nació de la conquista y, especialmente de la repoblación llevada a cabo por castellanos y leoneses a lo largo del siglo XIII. Sobre las grandes ciudades, primero, y sobre los campos y tierras circundantes, después, se ejerció la acción repobladora de los hombres que acudieron a la llamada de la repoblación. Unos venían atraídos por la mítica riqueza del sur y de sus ciudades, de las que se hacían lenguas cuantos habían participado en las campañas de conquista. Un texto historiográfico, muy conocido y citado, el de la Historia del, arzobispo de Toledo don Rodrigo Jiménez de Rada, conterriporáneo de los acontecimientos, incorporado a la Priniera Crónica General, nos dice a propósito de la repoblación de Cordoba, que

“ luego las gentes, oido el preg6n de esta ciudad, vinieron de todas partes de España pobladores a inorar el a poblar, el corrieron allí corno a boclas de rey, el tantos eran los que allí ventan, que faltaron casas a los pobladores el non pobladores a las Casas.”

Otros acudirían a repoblar Andalucía buscando en ella tierras que poseer y una mayor libertad personal otros, finalmente, vendrían atraídos por el ansia de aventura y por la curiosidad. Diferentes actitudes, sin duda, y diferentes conportamientos, que explican que no todos los que acudieron al territorio permaneciesen en él. Efectivamente, muchos, a las primeras dificultades, regresaron a sus lugares de origen o se establecieron en territorios más seguros y alejados de la frontera, como Extremadura y La Mancha cuya repoblación se acomete al mismo tiempo que la de Andalucía. Algunos acabarían integrándose en los salteadores de caminos o golfines que pululaban por Sierra Morena, o enrolándose como inercenarios en los ejércitos de los sultanes benimerines de Marruecos.

La repoblaci6n tuvo, como todos los conflictos migratorios, su propio ritmo, impuesto en gran medida por las mismas circunstancias. Podemos hablar de un primer momento, el más espectacular, que se prolongada hasta los repartimientos de Sevilla y Carmona (1253), y que atrajo un gran número de pobladores a las ciudades y villas recién conquistadas. Los textos cronísticos son especialmente elocuentes al respecto. Así, la primera Crónica General, ya citada, describe en estos términos la repoblación de Jaén por Fernando III en 1246:

“envió por pobladores a todas partes, enviando prometer grandes libertades a cuantos viniesen a poblar. Et vinieron muchas gentes de toda la tierra. Et mandoles partir la villa et los heredarnientos ... et aforolos (les dio fueros) et cumplioles cuanto les prometiera”

Mucho nias expresivo es el relato de la repoblación de Sevilla y su tierra:

“Poblola de muy buenas gentes, e diola a partir; mando establecer calles et ruas departidas, cada una de cada mester et de cada oficio ... Partio el Axaraf et fisolo poblar et labrar a muchas gentes de la tierra que venian a poblar por la nombradia de las grandes noblezas de Sevilla ”.

Todos estos textos y otros que podrían aducirse dejan sin resolver el problema de cuántos pobladores se asentaron inicialmente en las diversas ciudades… INICIO

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