Con el invierno me llegaste

abrigada a mi estupor,

las aves volaron desnudas al viento

y la libertad por las noches se aventajó.

 

Despistada las flores despiertan

con el amanecer de abril

que limpió los rocíos que crecieron en mí

durante aquella triste noche que no te soñé al dormir.

 

Ya es brillante tu mirada en puntas de estrellas,

es fresca e inmortal como las olas de un mar,

precisa será tu vida sin mal,

e invencibles las horas que te pueda dar.

 

como el fuego en las penumbras domina,

como la muerte los llantos implora,

como el blanco, limpio y puro,

empiezo a saber cuanto es lo que te quiero.

 

Andrés Ignacio Nieva

Rosario, 19 de Agosto de 1.997

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