Hoy he vivido entre algunas paredes

que opacaron por tiempo mi destino.

En ese triste momento brilló el sol en la ventana

con la sonrisa en sus caras.

El rígido aliento arrastró aquellas nubes de tormenta

y mostró que el cielo es azul y las estrellas cambian de blanco en plateado,

y vuelven a blanco. Me sentí lleno,

con el cuerpo hundido y mi alma abrumada.

Hoy puedo cruzar la calle y seguir marchando,

pero solo lo haré cuando pueda devolver de mi

el entusiasmo y la alegría que dedicaron durante este tiempo

a un alma desarmada, y tallar mi devoción junto a sus caras

en estas cuatro paredes grises,

usando de herramienta un montañoso GRACIAS.!!!

 

Andrés Ignacio Nieva

Octubre de 1.997

 

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