Veo brillar tus ojos

como un par de estrellas

que componen la indefinida

constelación del amor.

Tus rasgos faciales

me dicen tu verdad,

tu dolor, tus miedos.

Oh!, tan bella como felicidad,

he venido ha ofrecerte el corazón,

que cansado de penas te añora.

En esta tarde gris,

sin ese fuego del amor divino,

te recuerdo,

como aquel pájaro incapaz,

que robó mi corazón.

 

Andrés Ignacio Nieva

 

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