CORAZON
PUTRIDO
A través de los ojos ceñidos, en
una oscuridad transparente, observé una luz, y anonadado por la tormenta que
golpeaba mis ideas y las transportaba en una nebulosa que merodeaba en mi
paraíso sentimental, atravesé la cerca que distanciaba toda presencia física
como pasional.
Entre esa luz se encontraba un
cuerpo voluminoso que captaba toda mirada elocuente de mi ser. Cada vez más
atraído a ella comencé a dormitar en el espacio, dejando volar las pasiones que
emitía aquella hermosa mujer, la cual, ojos púrpuras de mirada astuta
desenvolvían las paredes enchastradas de sangre, sufrimiento y esplendor.
Sus largos brazos envolvían mi
mirada atrapando mis sueños y despojándolo de las montañas, a las que aferrados
todas las noches de lujuria aullaban a un rostro desconocido. Sus escamas
flotaban en el filo de sus lágrimas coerciendo el frío metálico de sus pechos
desnudos por el taciturno vestido de seda azul.
Se erizaban los bellos de mis
brazos al sentir en mis párpados su aliento de cansancio y aburrimiento. Su
escena de sacrificio atormentaba mis
laberintos y coloreaba mis orejas deformándolas como el agua.
Sus ojos comenzaron a
quebrantarse, acompañando la música misteriosa y somnolente que deambulaba por
la sala. Su oscuro cabello comenzó a derramarse a borbotones arrastrando su
sonrisa tajante al extremo máximo de la informalidad y quebrantando su cuerpo
extraño en mil pedazos.
Su corazón tan pequeño como la
solvencia, soso en mi paladar, estalló sin prejuicios al escuchar, amor.
Andrés Ignacio Nieva
24/04/95