Un recuerdo para el callejón.

 

 

Las palomas comieron las migas que lentas caían a la árida tierra por las caminatas de la espera. El banco despintado de blanco se hacía incómodo con el tiempo, los árboles se cansaban de servir sombra hacia aquella espalda que inmóvil permanecía en el espacio. De pronto en la esquina céntrica se sintió llegar el transporte urbano. Después de dos personas bajó él. Luego de disculpas invitó a caminar unas cuadras. Para la demora la calles eran largas y los nervios se hacían notar.

-Entremos por acá un momento, ya te hice perder bastante tiempo para un día lunes a la mañana.- Pregonó por su demora.

Era un pasillo encurvado a la derecha, un edificio abandonado que había servido de hospital era la sombra húmeda para un día de calor. Los tachos redondos poseían años de historia sin vaciar. No era lugar ni para un triste borracho que busca inmortalidad.

- ¿Qué hacemos acá?. Comprendo que admiras la privacidad pero esto es demasiado.- Confirmó con los hombros erguidos y palmas de cara al cielo. - Nunca hablamos de la amistad a solas. Es lamentable que uno tenga que caer en ciertas situaciones que son finales y determinantes de algunas vidas. Pero  así es si el destino lo quiere. Siempre llega el momento en que los sentimientos se escuchan en momentos dolorosos, es cuando las lágrimas del sudor ajeno entran por mi pecho, se transforman en hilo y hacen nudos por el cuello, se llenan de sangre y se disuelven transparentes en gotas por los ojos arrepentidos o tristes. Nuestra amistad fue gloria para el tiempo compartido, recuerdos buenos y profundos para los vasos que no encontraron sus botellas. Es buena la certeza de saber que las espaldas se protegen de confianza, que mi querer protege tu espalda, que las manos estrechadas con fuerza rompen el odio y el mal humor.-

- Tus palabras me están confundiendo con el calor, no se hasta donde querés llegar.-

- Quiero llegar al punto donde culmina la idea de una amistad que siento y quiero llevar conmigo. Quiero llegar al punto donde los lazos rompen el fuego, donde la alianza se desvanece con la muerte, donde mi mejor amigo debe saber de los momentos tristes, donde son los momentos aquellos que llevan a estos momentos, en los cuales uno se despide de otro, pero que sabe que las memorias son invorrables en la eternidad de la historia. Donde debo despedirme de tu amor, donde todo acaba. Ahora en este mismo momento.-

Llevó su mano derecha detrás de su espalda y mostró el arma que portaba. Lentamente levantó el brazo hasta apuntar a la cabeza. - No puedo seguir así. No puedo soportar la mirada triste que nace en tu estómago, la mirada de incertidumbre y de preguntas. Y yo tengo la respuesta que como verás no hace falta que responda. La ví caer sobre la mesa, yo ví sus ojos clamar vida, pero su sangre se dió libertad fuera de su cuerpo. Me arrodillé sobre mis manos, no podía hablar, mi garganta estaba aturdida y mi razón de desmayó; me levanté y corrí hacia mi casa. Luego mi ego brotó como primavera en furia y demolió con lluvia mi conciencia. Mi destino se había cobrado un mal día con una vida. La hermosa vida que tu hermana demostraba.-

El dedo índice posaba firme en el gatillo, la seguridad hizo la fuerza y disparó. El tormento de la pólvora retumbó entre las paredes hasta volcar la imagen eludida de vida y esperanza.

Quedó mudo, sus ojos eran enormes y su vida pálida. El asesino de su hermana era su mejor amigo, y justo frente a él se había despedido para siempre.

Torpe por el día caminó por el callejón hasta ver el movimiento veloz de la ciudad, pensó en la amistad y regresó callado a la parada del transporte.

 

Andrés Ignacio Nieva.

Hosted by www.Geocities.ws

1