Perro

 

Las estrellas fijaron brillo sobre el verde montañoso al cual marchaba el perro de amor abandonado. Su nombre se había perdido por los árboles de bosques que transitaba en la busca de un amigo para contar sus historias de vida. Los andares traían cuentos a sus patas entumecidas de vida y aventuras. Posó en un ombú a la luna que trajo su nombre del recuerdo. - Ya sé dijo, Hugo me llamaban en casa.- Miró el destello blanco y empezó a contar los pasos de su vida.

- El primer paso lo di junto a mis hermanos, nos despertábamos durante las noches de invierno donde el frío acariciaba nuestras narices. El suelo estaba delineado en siluetas. Con ellos quedé cuando nuestra madre partió poco después de un mes. Nuestro padre nunca lo conocimos, se decía que éramos bien parecidos al él. Trompa flaca y larga, el pelo enredado en tierra, medianamente altos y color café con leche, los humanos nos identificaban como vagabundos y rabiosos. Éramos la clase baja de una sociedad llena de gente sin razón ni amor.

Con mi hermano jugábamos lucha en el parque, pero un día faltó y solo pude tener un recuerdo de él. Me recosté al sol de lado contrario al banco que la municipalidad había colocado, una niña se sentó y miraba como la tristeza partía mis ojos y acarició mi espalda para que no me sienta solo, miré sus ojos y traté de decir mi mal aunque no hablamos el mismo idioma. Ella entendió mi dolores y jugó conmigo a lo largo de la tarde. Cuando los momentos me traían alegría ella tuvo que partir, lloró a su madre para adoptarme pero las excusas eran más que las dichas. Prometió volver por mí, pero eso duró solo un instante en mi corazón al saber que la soledad me cubría bajo el sol. Marché con el atardecer en busca de nuevos territorios.-

Volvió a marchar por las calles que tristes brillaban con dorados que brotaban en las plantas. Con el desamor de su hermano y la pesada carga de la soledad llegó hasta donde los sueños pueden, ese lugar necesitado para estar en paz. Contar al amanecer la pálida nota del destino que jugaba con él.

Verdes pastos de igual tenor era el camino a dominar de en adelante y más. Cantar repertorios en cuento haciendo bulto a la sombra y noche a la luna. -No puede uno pensar que yo aquí en el campo he terminado abandonado mientras otros lloran sus quejas a lluvias y plata para llegar al mediodía y dormir una siesta con sueños, levantar y estar en familia. Yo duermo en la pesadilla de mi padre, me levanto y camino entre el trigo buscando algo que comer. Por las noches sueño con mis hermanos, los imagino jugando en calles del centro cívico de una ciudad lejana, entre gente lujosa, con los collares de sol y ellos mezclados ladrando a las ruedas de los autos, ignorados y pobres. Pienso en ello y lamento la vida de un perro, pienso y estoy despierto junto a un local de ropa durante este domingo nublado, sucio y sabiendo que en la noche anterior yo también ladré con los autos que feroces trazaban goma en el pavimento. Pero hoy estoy solo, mis días son grises soles en los recuerdos negros, con mis hermanos allá sabe donde. Es bello saber que aún siendo un perro vagabundo tengo los mismos sueños que un hombre de traje, la diferencia la marca la corbata de la pureza en la esperanza en un sueño de perro.

 

Andrés Ignacio Nieva

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