Suponga que uno tiene seis monos en una pieza. Del cielo raso, cuelga un
“cacho” de bananas. Justo debajo de él hay una escalera (como la de un pintor o
un carpintero). No hace falta que pase mucho tiempo para que uno de los monos
suba las escaleras hacia las bananas.
Y ahí comienza el experimento: en
el mismo momento en que toca la escalera, todos los monos son rociados con agua
helada. Naturalmente, eso detiene al mono.
Luego de un rato, o bien el
mismo mono o alguno de los otros hace otro intento con el mismo resultado: todos
los monos son rociados con el agua helada a poco que uno de ellos toque la
escalera. Cuando este proceso se repite un par de veces más, los monos ya están
advertidos. No bien alguno de ellos quiere intentarlo, los otros tratan de
evitarlo, y terminan a los golpes si es necesario.
Una vez que llegamos a
este estadío, retiramos uno de los monos de la pieza, y lo sustituimos por uno
nuevo (que obviamente no participó del experimento hasta aquí). El nuevo mono ve
las bananas e inmediatamente trata de subir por las escaleras. Para su horror,
todos los otros monos lo atacan. Y obviamente se lo impiden. Luego de un par de
intentos más, el nuevo mono ya aprendió: si intenta subir por las escaleras, lo
van a golpear sin piedad.
Luego, se repite el procedimiento: se retira un
segundo mono y se incluye uno nuevo otra vez. El recién llegado va hacia las
escaleras y el proceso se repite: no bien la toca (la escalera), es atacado
masivamente. No sólo eso: el mono que había entrado justo antes que él (¡que
nunca había experimentado el agua helada!) participaba del episodio de violencia
con gran entusiasmo.
Un tercer mono es reemplazado y no bien intenta
subir las escaleras, los otros cinco lo golpean, impidiéndoselo. Con todo, dos
de los monos que lo golpean no tienen ni idea del porqué uno no puede subir las
escaleras.
Se reemplaza un cuarto mono, luego el quinto y por último, el
sexto, que a esta altura es el único que quedaba del grupo original. Al sacar a
éste, ya no queda ninguno que haya experimentado el episodio del agua helada.
Sin embargo, una vez que el último lo intenta un par de veces, y es golpeado
furiosamente por los otros cinco, ahora queda establecida la regla: no se puede
subir por las escaleras. Quien lo hace se expone a una represión brutal. Sólo
que ahora ninguno de los seis tiene argumentos para sostener tal
barbarie.
Cualquier similitud con la realidad de los humanos, no es pura
coincidencia ni casualidad. Es que así somos: como monos.
Esta
historia me la contó mi sobrina Lorena, cuando todavía no se había graduado de
bióloga en la UBA ni se había casado con Ignacio Demarco, otro biólogo. Pero
siempre me impactó por todo lo que implica en cuanto se trata de explicar la
conducta de los humanos (la fuente es De banaan wordt bespreekbaar, de Tom Pauka
y Rein Zunderdorp, Nijgh en van Ditmar, 1988).