Existen
numerosos casos de personas que son discriminadas por su inclinación hacia
determinada religión. Sin duda, el ejemplo más trágico de esto sería el
genocidio realizado por la Alemania nacionalsocialista durante las décadas
de 1930 y 1940 para aniquilar la población judía de Europa. Al final de la
II Guerra Mundial en 1945, en torno a seis millones de judíos habían sido
asesinados en campos de concentración y pogromos por los nazis.
El
artículo 1, inciso 3º, de la Declaración Sobre la Eliminación de Todas las
Formas de Intolerancia y Discriminación Fundadas en la Religión o las
Convicciones, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas,
establece que "La libertad de manifestar la propia religión o las propias
convicciones estará sujeta únicamente a las limitaciones que prescriba la ley y
que sean necesarias para proteger la seguridad, el orden, la salud o la moral
públicos o los derechos y libertades fundamentales de los demás."
Además, el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, dice: "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; ese derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia".
Es desalentador darse cuenta que inclusive en nuestros lugares de oración, la discriminación igual está presente. Las iglesias son lugares donde uno debería ver modelos de integración al mismo tiempo que orar. La iglesia debería estar abierta a todos y respetar a todos por igual. Es peor aún y desafortunado que la mayoría no focaliza en estas cosas.