Los cultivos bajo
plástico de Almería usan insectos para combatir las plagas.
Los invernaderos de Almería, donde se desarrolla una de las
agriculturas más avanzadas y tecnificadas del mundo, han echado la vista al
pasado para sobrevivir. Los agricultores están abandonando el uso de pesticidas
químicos y la lucha contra las plagas es ahora cosa de insectos beneficiosos
como avispillas, mariquitas o chinches que se comen a los insectos dañinos.
Uno de los peores temores del agricultor es ver ejemplares de mosca blanca en
su invernadero. En realidad, se trata de dos especies de la misma familia, la
Bemisia tabaci y la Trialeurodes vaporariorum, que se alimentan chupando de las
plantas. El problema es que sólo le gustan las proteínas de la savia. Los
azúcares sobrantes se adhieren a la planta, provocando la aparición de hongos
que afean el aspecto del fruto hasta el punto de hacerlo invendible. Además, en
hortalizas como el tomate, esos insectos son transmisores de virus vegetales.
El uso de productos químicos hacía a los insectos cada vez más resistentes
La única manera de combatir a la mosca blanca era con pesticidas. Pero el uso
continuado de productos químicos ha provocado, a la manera del abuso de
antibióticos en humanos, que la mosca se haga resistente. Para Juan Martínez,
gerente de la empresa dedicada a la lucha biológica Planprotect, se trataba de
una dinámica infernal. “Cada vez había que usar plaguicidas más fuertes y en
mayores dosis”.
Esto provocó lo que en Almería llaman “la crisis del pimiento”.
En febrero de 2007, varias partidas de esta hortaliza fueron analizados
por sanitarios alemanes, que detectaron que los residuos químicos superaban el
límite permitido. La mayor parte de los mercados europeos cerraron sus puertas
a las más de 500.000 toneladas de pimientos de Almería. Pero lo que parecía un
desastre se convirtió en una gran oportunidad. El abandono de lo químico por lo
natural, que ya se estaba ensayando, se aceleró. Este año, unas
Parásitos contra la mosca
Un buen ejemplo es el de la Encarsia formosa, una avispa enemiga natural de la
mosca blanca. Las hembras usan las larvas de la mosca como nido. Sus huevos se
desarrollan dentro y convierten a la larva en su capullo del que, en unos días,
sale un nuevo ejemplar de avispa. Cada una puede parasitar unas 250 larvas de
mosca blanca y comerse varias decenas. Sin embargo, la Encarsia formosa es muy
sensible a las altas temperaturas de un invernadero. Por eso, está siendo
sustituida por varias especies de Eretmocerus, unos primos de la familia de los
himenópteros. Éstos, que actúan de la misma forma, aguantan mejor el calor. El
cerco contra la mosca blanca lo completan varias especies de ácaros Amblyseius,
en especial el swirskii. Estos diminutos insectos sorben las larvas de la
moscahasta dejarla seca.
La lucha biológica ha sido un éxito en el 90% de las
Pero el punto fuerte del swirskii es su polivalencia. En su dieta también está
la segunda de las plagas que castiga los invernaderos. Se trata de las larvas
del trips o Frankliniella occidentalis. Éstas se alimentan perforando las
hojas, pero el daño estético no es lo peor, sino su condición de vector del
virus del bronceado que acaba con la cosecha de pimientos y tomates.
Para Lola Gómez, propietaria de una finca de
Dos son los factores clave que explican el fracaso del 10% restante. Sammy
Shahrour, responsable del departamento técnico de Planprotect, afirma que la
existencia de un monocultivo con centenares de invernaderos muy próximos entre
sí hace que el riesgo de infección entre fincas sea muy alto. Además, están los
residuos químicos en la tierra. “Los restos de los tratamientos con pesticidas
seguidos hasta el año pasado perjudican la implantación de los insectos
auxiliares”, dice Shahrour.
Ejército de insectos beneficiosos
Es difícil cuantificar los efectivos del ejército de insectos beneficiosos.
Sólo la infantería de ácaros –se sueltan unos 75 swirskii por metro cuadrado–
estaría formada por unos 8.000 millones de efectivos. Pero hay muchos otros
amigos naturales del agricultor como la mariquita, varias especies de chinches,
en especial los Orius laevigatus y majusculus, o los Aphidius, una especie de
avispas.
Aún quedan plagas difíciles de tratar. Una es la de los hongos. “La sustitución
de los fungicidas químicos no es viable todavía”, recuerda Shahrour. Sin
embargo, los agricultores han observado que las plantas crecen más sanas y
combaten mejor los hongos por su cuenta. Melchor Cara, que tiene cinco
hectáreas sembradas de pimientos, se ha estrenado este año en la lucha
biológica. “Al principio, teníamos mucho miedo pero, si has tenido suerte, es
una maravilla ver cómo están las plantas. Como nunca”, añade.
Hay otros insectos dañinos como la araña roja, la mosca mirador o varios tipos
de pulgones, pero sólo queda uno para el que no hay antagonista. Se trata de
los gusanos, en particular la oruga Spodoptera exigua. La lucha contra esta
voraz comedora de hojas y frutos recuerda a las armas bacteriológicas. Un medio
de combate son los atrayentes sexuales, feromonas sintéticas que atraen al
macho hasta las trampas creyendo que persiguen a una hembra. Otra hormona que
se usa provoca confusión sexual entre los machos. Lo más reciente en esta
guerra es infectar una Spodoptera exigua con el virus de poliedrosis nuclear y
soltarla entre las sanas para contagiarlas. Ensayado por la Universidad de Navarra
con mucho éxito, es un virus propio de esta oruga, sin incidencia sobre el
resto de la fauna y la flora del invernadero.
Entonces si se realizará al 100% lo que quieren agricultores
como Lola Gómez o Melchor Cara: no usar insecticidas y olvidarse de las plagas.