CAPÍTULO 10:

ALEMANIA, EL VATICANO Y HITLER

El nuncio papal en Alemania, Eugenio Pacelli, (quien sería más tarde el Papa Pío XII), firmando el concordato con la Alemania de Hitler (1933).

La historia del Catolicismo político contemporáneo en Alemania empezó, hablando grosso modo, durante la formación y consolidación del Primer Imperio Alemán. Un vistazo a la conducta del Vaticano en ese período crítico demuestra la consistencia de la política fundamental de la Iglesia Católica en general e ilumina lo que parecen ser sus piruetas políticas. Ellas eran parte de su método para alcanzar su meta y para la formación del Partido católico, el Partido del Centro que desempeñó un rol tan importante en la vida alemana.

Otto von Bismarck

Que un Estado protestante como Prusia dominara la vida política de los numerosos Estados Católicos alemanes despertó la más grande hostilidad en la Iglesia Católica, y causó que Bismarck, mientras establecía el Imperio alemán, reconociera que el poder centrado en el Vaticano era un sumamente sutil enemigo para sus planes. Estadistas antes y después de Bismarck habían enfrentado este mismo problema, pero Bismarck lo formuló con verdadera brutalidad Bismarckiana... "¿Irá este gran cuerpo, a saber el Católico Romano alemán, un tercio del total de la población alemana, a obedecer, en cuestiones civiles, las leyes hechas por el Parlamento alemán o los mandatos decretados por un grupo de sacerdotes italianos?"

No había duda de la respuesta Vaticana. Ésta se extendió desde Roma a los obispos alemanes, y de los obispos a su clero inferior y al laicado. Toda la maquinaria que posee la Iglesia Católica fue puesta en movimiento. Desde el púlpito tronaban las denuncias que eran más apropiadas para tribunas políticas; y en el Parlamento apareció el Partido Católico, fiel a los intereses del Vaticano. Éste era encabezado por el formidable estadista Windthorst. Antes de la incorporación de Hannover dentro de Prusia, este estadista tenía un lugar dominante en el Gabinete de Hannover. Él era conocido por su ambición, su gran fuerza como un líder parlamentario, y por su odio al nuevo orden de cosas.

Los dos hombres se volvieron símbolos de las dos fuerzas contrarias. Puesto que el poder del Vaticano había sido reforzado por la fórmula de infalibilidad, la suposición era que intentaría llevar a su conclusión lógica la pretensión de la Iglesia Católica sobre la vida de un Estado y en la conformación de la sociedad. El resultado fue una larga lucha en la que fue arrastrada casi toda la Jerarquía alemana. Los más notorios eran los Obispos de Ermeland y Paderborn, y los Arzobispos de Colonia y Posen. Pronto siguió la aparición de los Jesuitas. Ellos habían sido muy activos contra Alemania durante sus guerras con Austria y Francia, y no sólo habían avivado las diferencias religiosas, sino también los odios políticos y raciales, especialmente en Polonia y Alsacia-Lorena. Con el paso del tiempo, sus actividades aumentaron y la lucha se volvió todavía más amarga; no sólo debido a la interferencia de los Jesuitas, sino también por los esfuerzos de la Jerarquía. Se emplearon todos los medios para expulsar de los púlpitos y de las sedes profesionales a todos los que no habían aceptado el dogma de la infalibilidad; y, como los hombres así condenados al ostracismo eran pagados por el Estado, las autoridades civiles se resistieron. Esto llevó a tal violencia en la predicación que causó la promulgación de las "Leyes del Púlpito".

Bismarck designó a un hombre fuerte como Ministro de Culto -de nombre, Falk; y al mismo tiempo fue propuesto por Bismarck que un Embajador alemán fuera enviado al Vaticano. Esta propuesta fue rechazada.

En 1872 todo el cuerpo de Jesuitas fue expulsado de Alemania. Esto fue muy significativo, puesto que los Jesuitas, aun cuando habían sido expulsado de todas las naciones de Europa, y aun de Roma por el mismo Papa, habían sido dejados tranquilos en los dominios prusianos. El Vaticano ordenó a los católicos de Alemania que denunciaran a Bismarck y al Estado: y esto hicieron los arzobispos y los obispos en el más violento lenguaje. El mismo Papa amenazó a Bismarck con la venganza de Dios que, dijo él, le alcanzaría.

Las represalias siguieron rápidamente. El representante diplomático alemán que en el entretanto había sido enviado al Vaticano, fue retirado, y se aprobó lo que llegó a ser conocido como las "Leyes de Falk" o las "Leyes de mayo".

La lucha en su peor fase duró más de cinco años.

El Vaticano respondió ordenando al clero alemán que lanzara anatemas contra las autoridades civiles y contra todos aquellos que se negaron a reconocer al Papa como el único portador infalible de la verdad. La autoridad religiosa, se declaró, debe estar por encima de todas las autoridades civiles. Desde las iglesias se predicó que la educación del clero era un asunto del Vaticano y no del Estado; y que ningún católico tenía el derecho a -o no podía - separarse de la Iglesia Católica: una vez católico, siempre católico.

Según la Ley Canónica, el matrimonio era un Sacramento y sólo la Iglesia podía oficiar una boda. Esto, afirmaban ellos, no estaba dentro del derecho del Estado. Ellos no sólo avivaron el odio religioso y racial en Polonia y Alsacia-Lorena, sino que, usando celos provincianos en Estados católicos como Baviera y las Provincias del Rin, aumentaron estos celos, y, liderados por el clero, los católicos se rebelaron. A través de las cuestiones religiosas y los asuntos morales ellos crearon desorden y malestar social, civil, y político, todo lo cual fue dirigido desde Roma.

El Gobierno replicó con la expulsión de los sacerdotes de sus púlpitos, y de profesores y obispos, con multas y encarcelamientos ampliamente difundidos. Numerosas Órdenes religiosas fueron echadas del Reino. Como el conflicto se volvió más amargo, se aprisionaron obispos y arzobispos, el Arzobispo de Posen por más de dos años.

La lucha no se confinó a Alemania. Ésta se extendió a todos los diversos países europeos. Fervientes católicos empezaron a complotar y a planear a fin de perjudicar al Estado y a sus representantes. Un joven católico que había sido educado en una escuela clerical intentó asesinar a Bismarck disparándole en un paseo en Kissingen, y casi tuvo éxito. La bala rozó la mano de Bismarck cuando la alzó hasta su frente en el acto de devolver un saludo.

El Gobierno contestó con medidas aun más severas. Fueron arrestados numerosos miembros católicos del Parlamento y el matrimonio civil fue extendido sobre el Imperio.

El conflicto no acabó aquí. El mismo Papa entró de nuevo en la pelea. Otra encíclica fue emitida por Pío IX. Ésta declaraba nulas a las detestadas leyes e impíos a sus autores, renovando así la incitación a la desobediencia civil y a la guerra civil, y la lucha entró una fase aun más agria. La Jerarquía católica, el laicado católico, y los políticos católicos estaban decididos a fomentar esto. La Iglesia Católica no dejó nada suelto para poder asegurar sus fines. El instrumento político del Vaticano en Alemania, el Partido del Centro, recibió instrucciones, como si se necesitaran instrucciones, de no mostrar misericordia hacia el Gobierno. A lo largo de todo este período, liderado por Windthorst, el Partido del Centro contando con un cuarto del Parlamento, combatió indiscriminadamente todas las medidas de Bismarck, sin importar cuán alejadas ellas estuviesen de los intereses religiosos.

Windthorst

Pero en 1878 Pío IX murió. El nuevo Papa fue León XIII. Tanto él como Bismarck intentaron alcanzar algún tipo de arreglo. Bismarck empezó a dialogar con Windthorst y con el representante Papal Jacobini, y la base para un entendimiento fue establecida. Un nuevo Ministro, Schlozer, fue transferido al Vaticano, y el Gobierno usó gran discreción en la administración de las Leyes de Falk. Este acercamiento continuó con tal éxito que el Papa pidió el retrato de Bismarck; después de lo cual, Bismarck le pidió al Papa que actuara como mediador entre Alemania y España con respecto a las pretensiones de las dos naciones sobre las Islas Carolinas. Medidas adicionales suavizando las severas órdenes de ambos lados continuaron hasta que Bismarck se encontró confiando en el apoyo del Partido católico alemán para las principales medidas de su nueva política financiera y económica.

Lo peor de la lucha había terminado y se estableció una forma de convivencia. No fue de ninguna manera extraordinario que el Estado redujera sus demandas sobre la Iglesia y que decidiera respetar e incluso apoyar algunas de las demandas de la Iglesia; o que el Vaticano desarrollara una estrecha amistad con el autoritario Canciller, porque ambos odiaban y temían los principios democráticos y liberales. Una vez que las cuestiones religiosas fueron resueltas, ellos se volvieron compañeros íntimos y combatieron, indiscriminadamente, los principios e ideas que ellos creían peligrosos para el absolutismo religioso en la Iglesia y para el absolutismo político en el Estado.

Es muy significativo que el Vaticano, por medio del Partido del Centro, en más de un caso, primero fue hostil a alguna forma de gobierno, o a algún estadista, y luego se volvió su aliado. Estos cambios que pueden parecer incoherentes, son realmente lo contrario; porque no importa cuán incoherente el Vaticano puede ser en sus métodos, éste nunca pierde de vista su objetivo final de favorecer los intereses de la Iglesia Católica; y este mismo procedimiento se siguió varias veces en Alemania así como en toda Europa en años subsiguientes.

En el caso de la Alemania de Bismarck, cuando el Vaticano era al principio hostil a la idea de que una Prusia protestante gobernara Estados católicos y asuntos católicos, era hostil porque Bismarck, paradójicamente, quería provocar reformas Liberales. Aunque, para nuestra concepción moderna, estas reformas no eran sensacionales, ellas eran entonces -y, en su forma actual, todavía son- anatema para la Iglesia Católica.

Bismarck no era amante de la democracia, aun cuando promovió reformas Liberales; él no era amante de la democracia cuando combatió al Vaticano; ni lo era cuando se hizo su amigo -muy por el contrario. Y el Vaticano comprendió esto; lo cual explica por qué finalmente se hizo su estrecho amigo. Una vez que la Iglesia fue tranquilizada en que sus intereses se respetarían y se sostendría su causa de resistir los peligrosos ideales del Secularismo, del Liberalismo, y, sobre todo, del Socialismo, su curso estuvo claro. Ella supo que, además de ganar importantes ventajas a través de la fuerte y autoritaria voluntad de Bismarck, en él ella tenía un baluarte en el cual podría confiar.

El Vaticano siempre ha tenido, y todavía tiene, una predilección por los hombres fuertes. Cuando éste sintió que podía confiar en Bismarck, el Kaiser, y finalmente en Hitler, les dio su apoyo. En el Partido del Centro y la Jerarquía alemana, Roma tenía dos fuertes instrumentos para lograr sus fines políticos; y esto es esclarecedor al considerar las vicisitudes del Partido católico alemán. Desde el principio su membresía fue muy heterogénea. Se incluía a obreros y patrones, ricos hacendados y campesinos, aristócratas y estudiosos, funcionarios y artesanos. A diferencia del Partido católico austríaco, en las filas del Partido alemán estaban representados elementos progresistas y reaccionarios, y su característica fundamental era que su base no era política sino religiosa. Debido a su peculiar naturaleza, el Partido del Centro no se limitó a los problemas domésticos, y después de su creación dio un típico ejemplo de esto.

En 1870 las tropas de la Italia Unida ocuparon Roma y abolieron los Estados Papales. Inmediatamente el Centro Católico demandó que Bismarck interviniera a favor del Papa. Bismarck contestó que "los días de interferencia en las vidas de otros pueblos habían terminado." El Partido del Centro fue más lejos, y pidió la intervención del ejército alemán en Italia. Éste habló de una "Cruzada a través de los Alpes". Bismarck protestó ante el Vaticano sabiendo bien de donde obtenía su inspiración el Partido. La respuesta dada fue que el Vaticano era incapaz de lanzar cualquier reproche al Partido del Centro.

Durante los diez años de lucha contra Bismarck el Partido aumentó grandemente su membresía, y cuando, finalmente, se alcanzó un entendimiento entre el Vaticano y el Gobierno, al principio de los noventas, el Partido Católico del Centro capituló ante el Reich de los Hohenzollern y aceptó su dominación protectora. Ese fue el principio de un camino que, si no hubiese sido seguido por el Partido católico, quizás la historia de Alemania habría cambiado. En vista de la composición histórica y las condiciones predominantes entonces en Alemania, un Partido católico podría "haberse vuelto un reservorio de real e importante oposición... la oposición del Oeste y del Sur de Alemania al Estado militar bajo la hegemonía prusiana", como un famoso autor alemán acertadamente dice.

¿Cómo ocurrió la capitulación? ¿Fue un mero error, o fue una política calculada?

Aunque los principales seguidores del Partido católico eran las masas de campesinos y trabajadores católicos, hasta mediados de la Primera Guerra Mundial su dirección autocrática estaba en completo control de aristócratas conservadores y los grados superiores de la Jerarquía católica. Fue esta dirigencia quien, teniendo intereses comunes y temiendo a los mismos enemigos que eran temido por los conservadores y aristócratas no católicos de Alemania, la que llevó al Partido a una alianza con el Reich Imperial. Era la hostilidad conjunta del militarismo prusiano y del Catolicismo hacia ciertas fórmulas sociales, políticas, y económicas la que finalmente hizo estrechos aliados de estos dos enemigos mortales. Estas fórmulas se encarnaban en las doctrinas y principios del Liberalismo, en las esferas económicas, sociales, y políticas. El Partido católico empezó una muy violenta campaña contra lo que describía como "El Capitalismo anticristiano, judío, liberal", creciendo en diatribas continuas, como aquellas que se habían vuelto tan familiares durante el régimen Nazi ... ¡la "Impía Escuela de Manchester!" ¡la "Usura del Capital Judío!" ¡el "Moloch Dinero Liberal!" etc.

Si se recuerdan los anatemas lanzados por los diversos Papas contra los principios Liberales y el Estado Liberal, no es difícil entender la hostilidad del Catolicismo hacia el Liberalismo y su resultante alianza con el reaccionario militarismo prusiano. Esto era una consecuencia natural de la condenación del Vaticano contra el Liberalismo en cualquier forma -una consecuencia que, a partir de fundamentos religiosos y morales, se había traducido en cuestiones sociales y políticas. Menos clara, quizás, podría parecer la razón que indujo al Catolicismo a ser tan marcadamente antisemita. Este peculiar antisemitismo era casi la única característica común del Catolicismo político alemán y austríaco. Este espíritu y fraseología antisemitas fueron fomentados cuidadosamente por el Catolicismo alemán y austríaco a fin de contrarrestar al enemigo político principal -a saber, los movimientos Socialistas.

Los movimientos Socialistas estaban predicando la democracia económica, social, y política. Ellos estaban invitando a la gente a entrar en sus filas, independientemente de su religión, raza, o color. Los Papas, y el espíritu entero que anima a la Iglesia Católica, eran esencialmente hostiles a las ideas democráticas, el Socialismo, y la igualdad, tanto en lo educativo, lo económico, o lo social; de hecho, ellos estaban contra cualquier reforma apoyada por nuevas ideas o métodos políticos. Ellos fomentaron en las mentes de los miembros de la Iglesia Católica desprecio y odio por el espíritu democrático, un deseo por el autoritarismo, y una unión con éste; sus miembros llevaron esta actitud dentro del Partido Católico. Con el transcurso de los años su enseñanza penetró profundamente, y así preparó ideológicamente de forna imperceptible a las masas, para aceptar la idea de la dictadura. Eso es lo que sucedió con el Partido del Centro alemán.

Había también otra causa para la conducta política del Partido del Centro, una que influyó en él grandemente y le ayudó a desarrollar su incrementada actividad. Ésta surgió de la rivalidad y sistemática hostilidad mostrada por la Iglesia Católica contra la Iglesia Ortodoxa, sobre todo la rusa (ver el Capítulo 17, Rusia y el Vaticano) -otro resultado automático. Como esta hostilidad religiosa fue inculcada a todos los católicos, incluyendo a los alemanes, cuando esto se trasladó a las cuestiones políticas, se desarrolló una activa hostilidad política contra la Ortodoxia, que, para los alemanes, estaba representada por Rusia; y la actitud así creada estaba en completa armonía con la política expansionista del Kaiser -un vínculo adicional entre el Catolicismo y el imperialismo alemán. Esto se llevó a tal grado que, durante la Guerra ruso-turca, el muy católico Windthorst declaró, entre otras cosas de naturaleza similar, que en último caso era una cuestión de "si el elemento eslavo o el elemento alemán debe dominar el mundo." La hostilidad contra la Rusia eslava y Ortodoxa mostrada por el Partido católico alcanzó tal nivel que causó una reprensión del Obispo von Ketteler "por su excesiva autoconfianza germánica". Ésta era la ideología que impulsó al Partido a llamar a su órgano oficial Germania -un periódico que, más tarde, fue comprado por un chambelán del Papa, von Papen.

Cuando el Comunismo, un aun mayor y más decidido enemigo de la Iglesia Católica, y de los sistemas económicos y sociales que ella apoyaba, llegó al poder en Rusia, la hostilidad de la Iglesia creció muchísimo tanto en la ideología como en el campo político activo. El Partido del Centro raramente dio cualquier paso importante sin primero consultar al Nuncio Papal, durante muchos años el Cardenal Pacelli, quien apoyó a cualquier política o a cualquier hombre que se opusiera y combatiera a la Rusia soviética. En vista de esto de ninguna manera fue sorpresivo que el Partido católico aceptara con tal presteza y satisfacción la "Cruzada contra el Bolchevismo" predicada en Roma por el Papa, y en Berlín por Hitler.

Durante el cuarto de siglo que condujo al estallido de la Primera Guerra Mundial el Partido Católico, con la excepción de un corto período de conflicto con el Príncipe Buelow, era el grupo más fuerte en el Reichstag, [el parlamento], alemán; y era el aliado individual más importante de todos los Cancilleres del Reich alemán desde Hohenlohe a Bethmann Hollweg, y también uno de los principales partidarios del imperialismo alemán. Ese apoyo fue bien expresado por el primer líder del Partido, Windthorst, al tratar con esa gran cuestión de la política alemana tocante a la actitud a ser adoptada hacia el Ejército alemán. Él declaró en el Reichstag: "Reconozco que el Ejército es la institución más importante en nuestro país, y que sin éste los pilares de la sociedad colapsarían."

Windthorst fue sucedido por Ernst Lieber que siguió los pasos de su predecesor. Él era un partidario entusiasta de las aspiraciones coloniales alemanas y un gran defensor de la Política de la Gran Armada del Kaiser; tanto así, que von Tirpitz [quien fue Ministro de Marina] le agradeció en sus Memorias. Lieber era un constante e influyente patrocinador de la política catastrófica seguida por el Kaiser, y abogó por un Ejército más grande, una Armada más grande, una política expansionista en el extranjero y del pan caro en casa [por causa de los impuestos para financiar el militarismo]. Esta política no habría sido posible sin la entusiasta cooperación del Partido del Centro que él lideraba. Durante la Primera Guerra Mundial ellos permanecieron firmes en un frente unido de todos los partidos políticos alemanes que estaban a favor de la guerra. Según B. Menne, el Partido del Centro fue uno de los más bulliciosos partidarios de una "Más Grande Alemania", y ellos defendieron incondicionalmente la más bien anticristiana demanda por una "implacable prosecución de la guerra". Ellos también fueron un importante puntal de la dictadura establecida por los generales.

El Partido del Centro apoyó las demandas más irrazonables del imperialismo alemán, tales como las anexiones en el Este así como en el Oeste. Su líder, en este período Peter Spahn, definió los puntos de vista del Partido sobre lo que sería el "Nuevo Orden en Europa" después de la victoria del Kaiser. Dirigiéndose al Reichstag en la primavera de 1916, él dijo: "Los objetivos de paz deben ser objetivos de poder. Debemos cambiar las fronteras de Alemania según nuestro propio juicio ... Bélgica debe permanecer políticamente, militarmente, y económicamente en manos alemanas." El Partido fue aun más lejos y estaba a la vanguardia de los imperialistas alemanes más fanáticos. El periódico católico, Hochland, exigió la anexión de Belfort... "con las viejas fronteras de Lorena y Borgoña", y finalmente las costas del Canal.

Esto no fue todo. Cuando, en 1915, von Tirpitz exigió que todas las embarcaciones mercantiles que entraran en las zonas de guerra fueran hundidas por submarinos alemanes sin advertencia, el Partido católico apoyó esto entusiastamente y se declaró en favor de la lucha submarina sin restricciones la cual fue apoyada por generales, industriales, pangermanistas, etc. Hertling, el primer ministro bávaro y uno de los líderes del Partido Católico, era un amigo íntimo de von Tirpitz. Todavía más notable, la campaña fue apoyada por la propia Jerarquía católica. La prueba de esto será encontrada en las acciones del Cardenal de Munich, Bettinger, quien movilizó el clero rural a favor de la guerra submarina irrestricta. Esto fue tan lejos que el mismo Cardenal iba a los pueblos agitando entre el campesinado bávaro católico. En contestación a muchas protestas el Cardenal hizo la declaración de que "sería un crimen irresponsable por parte de Alemania si ella no emprendiera la guerra submarina irrestricta." El episcopado católico alemán se hizo eco de estas palabras y siguió la campaña, hablando a los principales dignatarios católicos sobre la cuestión de la guerra submarina sin restricciones y de la violación de la neutralidad belga. Basta con citar a Michael Faulhaber, más tarde Cardenal Arzobispo de Munich, y luego prominente capellán castrense. Él hizo el peculiar comentario: "En mi opinión esta campaña será recordada en la historia de la ética militar como el ejemplo perfecto de una guerra justa."

Finalmente, el grupo del Reichstag del Partido del Centro dio un paso verdaderamente impresionante (16 de octubre de 1916). En un documento cuidadosamente redactado le decía al Canciller del Reich que, aunque él era formalmente responsable por la política de guerra de Alemania, él debía obedecer las órdenes del Comando Supremo; y que cualquiera fuese el decreto emitido por éste, el Reichstag estaba preparado para apoyarlo. La importancia de esta declaración "se extendía más allá de la inmediata disputa acerca de la guerra submarina irrestricta; era, de hecho, el primer reconocimiento formal de la dictadura de los líderes alemanes del Ejército, no sólo en lo militar, sino también en los asuntos políticos, y el reconocimiento de la subordinación del Gobierno del Reich y del Reichstag a esa dictadura." (B. Menne, El Caso del Dr. Bruening.)

La fecha de la declaración también es significativa. Ya no estaba más un hombre débil como el von Moltke más joven a la cabeza del Comando Supremo, sino, desde agosto de 1916 en adelante, el General Ludendorff.

El General Hindenburg, el Kaiser Guillermo II, y el General Ludendorff

"Él fue el primero de los dictadores modernos, y en el nombre del Gran Estado Mayor General él estaba decidido a gobernar como el supremo en Alemania, y no pasó mucho tiempo antes de que tuviera éxito.

La acusación de que el partido del Catolicismo Político fue el primero en Alemania en pronunciar la solemne capitulación de Alemania a la dictadura del General Ludendorff puede sonar improbable, y aun maliciosa, pero es no obstante, como recién hemos visto, un hecho histórico." (B. Menne, El Caso del Dr. Bruening.)

En el tercer año de la guerra el Partido católico estaba liderado por una tríada de grupos característica de todos los partidos católicos, y formada por aristócratas católicos, altos funcionarios Estatales, y los principales dignatarios de la Iglesia. Ellos eran principalmente nacionalistas y reaccionarios, y crearon descontento entre los campesinos y obreros católicos. Esto fue causado especialmente por el modo en que ellos administraron la llamada "tregua civil", y la negativa a introducir una general igualdad de derechos en Prusia.

Una oposición fue gradualmente formada por los sindicatos católicos de Renania cuyo vocero fue Erzberger. Antes y durante la Primera Guerra Mundial él había desempeñado un dudoso papel político como uno de los gerentes del industrial católico Thyseen; en el Reichstag; y cuando requirió la anexión del yacimiento de hierro francés en Briey. Él estaba en muy buenos términos con von Tirpitz, y, como líder de la propaganda alemana, apoyó al General Ludendorff en el poder.

En 1917 Erzberger se apartó de todo esto. Él recibió cierta información que le convenció de que Alemania no tenía ninguna oportunidad de ganar la guerra. El General Hoffman, el Comandante de los ejércitos alemanes en el Este, y el Conde Czernin, Ministro de Relaciones Exteriores austríaco, le dijeron que Alemania estaba en una situación desesperada.

Pero el principal impulso vino del propio Vaticano. El Papa Benedicto XV vio, con inquietud, que la posición de los Poderes Centrales se estaba deteriorando rápidamente. No hay ninguna razón para creer que él ansiaba su victoria; pero por lo menos está claro que estaba ansioso por evitar su derrota. Austria era el gran Poder católico que quedaba en el mundo, y la posición de los católicos en Alemania era una por la cual estaban justificadas grandes esperanzas. En las circunstancias es entendible que el Papa no buscara una solución desfavorable a los dos países, y con este fin se puso a hilar la primera hebra de mediación entre Londres y Berlín. El requisito preliminar era una declaración de Alemania acerca de sus objetivos en el Oeste. Aquí fue donde empezó la tarea de Erzberger.

El Papa envió uno de sus jóvenes sacerdotes diplomáticos, un joven muy capaz, llamado Eugenio Pacelli (luego Nuncio Papal y Papa Pío XII), a Munich para establecer relaciones con el entrante hombre en los círculos políticos católicos alemanes, Erzberger. Sobresaltado ante la revelación hecha a él de la desfavorable posición de Alemania, Erzberger apoyó gustosamente la acción del Papa. Un discurso dado por él el 6 de julio de 1917, causó una profunda impresión en el Reichstag y en general tuvo un efecto muy moderador. Ése fue sólo el principio, y Erzberger trabajó incansablemente para proporcionar al Papa la declaración que él necesitaba como una preparación para su intervención. Fue, de hecho, en gran parte gracias a Erzberger que el 19 de julio de 1917, una mayoría del Reichstag compuesta por católicos, Socialistas, y Liberales, adoptó una resolución a favor de "la paz sin anexiones ni indemnizaciones". Aun el Kaiser estaba satisfecho con la adopción de tan conveniente fórmula, aunque hizo una pequeña reserva: la renuncia a una decisión por la fuerza de las armas no debía aplicarse a Alemania.

La situación fue rápidamente invertida cuando Rusia se derrumbó, en septiembre de 1917. Alemania se olvidó de la Resolución de Paz, la fórmula de la garantía socialista y católica contra una completa derrota, y los generales alemanes estipularon los tratados de paz de Brest-Litovsk y Bucarest.

Pero cuando, en noviembre de 1918, Alemania colapsó, Erzberger, el iniciador de la famosa Resolución de Paz, fue elegido como el hombre para negociar el Armisticio, el Mariscal de Campo von Hindenburg le pidió a Erzberger que aceptara la pesada tarea. "Con lágrimas en sus ojos, y tomando las manos de Erzberger entre las suyas, Hindenburg le imploró que emprendiera la terrible tarea por la sagrada causa de su país."

Esta escena se repitió exactamente diez años más tarde, cuando el Mariscal de Campo, una vez más "profundamente conmovido y con lágrimas", sostuvo las manos de otro líder del Partido católico alemán.

Erzberger, como Presidente de la Comisión Alemana del Armisticio, firmó el Armisticio.

Aparte de haberse vuelto un demócrata convencido, después de la guerra Erzberger se convenció de que los militaristas eran los enemigos principales de una Alemania pacífica y progresista. Sin embargo, eso no significaba que el Partido Católico hubiese cambiado. Con la excepción de Erzberger y sus seguidores, el Partido, como un todo, estaba todavía entusiastamente del lado del antiguo Imperio. Sólo dos días después del derrumbamiento de Alemania, el Partido Católico en Colonia aprobó una resolución en favor de la preservación de la Monarquía. Después, el líder del Partido protestó públicamente contra el derrocamiento del Kaiser, y en esto fue apoyado sobre todo por la generación joven de oficiales católicos en el Ejército.

La Iglesia Católica, además de su nacionalismo, fue la instigadora principal de este sentir y promovió las demandas para el retorno del Kaiser. Dentro del Partido Católico, y entre los católicos en toda Alemania, toda la cuestión fue presentada muy claramente por uno de sus principales pilares jerárquicos alemanes, el Cardenal Faulhaber. Dirigiéndose al Congreso Católico en Munich, declaró: "La revolución fue perjurio y alta traición, y pasará a la historia marcada para siempre con la marca de Caín."

"La marca de Caín" era sólo una expresión Bíblica para lo que en palabras más directas los Nacionalistas llamaron "la puñalada en la espalda". ¡Al mismo tiempo, y en el mismo lugar, Munich, Hitler estaba predicando la misma cosa!

Aunque el Partido católico condenó la Revolución y odiaba a los Rojos, no obstante, asumió su parte en el Gobierno Republicano. Como un católico, expresó, "tomando su lugar en base a los hechos dados." Eso no significaba que hubiera un cambio de corazón en el Partido. Simplemente significaba que tenía que adaptarse a una nueva situación a fin de lograr los mismos fines. Al tratar con partidos católicos, uno debe recordar que ellos son sólo los instrumentos con los cuales la Iglesia Católica aspira a alcanzar ciertos objetivos morales religiosos; así el Catolicismo político, aun cuando no cambiando un ápice de su programa, puede adaptarse a las nuevas situaciones muy fácilmente haciendo movimientos tácticos que serían muy difíciles para otros partidos cuyos principios son sólo políticos o sociales, y que, para ellos, implicarían una cuestión de principios más profunda.

Bajo el Kaiser, el Partido del Centro fue un acérrimo partido monárquico e imperialista. Bajo la República de Weimar parecía como si se hubiese vuelto republicano y democrático. Lo que realmente había sucedido fue que se había adaptado a las nuevas circunstancias para proseguir mejor su curso hacia sus metas; y siguió siendo lo que siempre había sido -a saber, un Partido católico.

Ésta no es una cuestión de mera opinión; los hechos hablan por sí mismos. El Partido del Centro cambió sus tácticas, incluso hizo alianzas, aunque siempre provisionales, con los odiados Rojos y los partidos izquierdistas, pero nunca cambió su decidido curso. Si comparamos los diversos movimientos del Partido del Centro durante los primeros diez años de la República, desde 1919 hasta 1929, se verá que un movida hacia la izquierda, a su vez fue seguida de nuevo por un cambio hacia la derecha. Un paso adelante, dos pasos atrás, fue de hecho su política a lo largo de la existencia de la República. En un tiempo el desarrollo de una ala izquierda había parecido posible, principalmente debido a los efectos de la derrota en la última guerra; pero el ensayo de las ideas democráticas entre los obreros católicos, aun entre los ciudadanos de clase media, incluyendo a periodistas, profesores, etc., se demostró ser sólo un estallido temporal. Esto fue confirmado cuando el líder del ala democrática católica del Partido del Centro, Erzberger, fue asesinado en el otoño de 1921 por dos miembros de la organización militar secreta que era albergada por la católica Baviera. Después del asesinato de Erzberger, la tendencia a seguir su política se volvió más débil, hasta que finalmente desapareció.

Cuando Erzberger fue asesinado, el Dr. Marx, un Juez Prusiano Conservador y Presidente del Senado Legal, fue el líder oficial del Partido del Centro. Su política fue mantener el equilibrio entre la Derecha y la Izquierda. Es bueno notar que desde 1924, el Partido del Centro rechazó repentinamente la "Coalición de Weimar", que era una unión entre católicos, liberales izquierdistas, y socialdemócratas. El Partido Católico hizo esto a fin de unirse con el Partido Nacional Alemán. Se formó un Gobierno bajo tal combinación, asignándose la Cancillería al católico Dr. Marx. Esto significó que el Partido católico, a pesar del gran apoyo de la clase obrera católica, quedó completamente bajo los grandes industriales, los Junkers [aristócratas terratenientes], los ultranacionalistas, y los elementos militantes que dirigieron a Alemania en la Segunda Guerra Mundial.

Una vez más este cambio súbito debe atribuirse al espíritu y a las doctrinas morales de la Iglesia Católica como una autoridad religiosa.

La causa principal del cambio de política y la modificación de tácticas del Dr. Marx se debió a lo que se llamó las Leyes Escolares. La Constitución de Weimar no había hecho claro que tipo de escuela debía predominar en la República. La disputa se centraba sobre la cuestión de si la Iglesia, fuera la protestante o la católica, debía tener la palabra principal en cuestiones educativas, o si el Estado sin considerar la Iglesia, debería dar una educación secular-liberal.

En prosecución de sus objetivos los católicos alemanes, comenzando con la Jerarquía alemana, abogaron por que las escuelas fuesen supervisadas por el clero, y que la "escuela confesional" fuese adoptada; esto, en detrimento de las escuelas seculares. El episcopado alemán en particular fue muy militante en sus demandas -una combatividad que aumentó por el estímulo dado por el Cardenal Pacelli, el Nuncio Papal que había estado en Berlín desde 1920.

El deseo de la Iglesia Católica por tener escuelas católicas, a fin de instruir a los católicos alemanes, era natural, y no se habría vuelto un gran asunto político nacional si se hubiese limitado a la esfera religiosa. Pero no sucedió esto. Las cuestiones religiosas se transformaron en cuestiones políticas, y viceversa. El Vaticano, viendo que no podía obtener sus objetivos movilizando su maquinaria jerárquica, presionó por medio de su instrumento político, el Partido Católico. El Partido tomó la causa de la Iglesia Católica y se acercó al partido Nacional Alemán que era muy complaciente sobre el problema escolar. Entretanto, la pesada mano del Vaticano presionó sobre la política social interior del Partido del Centro. El resultado de esto fue que la dirigencia del Partido empezó a ahogar la oposición social política del ala Izquierda del propio Partido. Ellos intentaron debilitarla y reunir los elementos del ala Izquierda para apoyar la política reaccionaria del Centro apelando a sus principios religiosos y a los principios fundamentales de la Iglesia sobre este problema educativo.

De esta manera fue consumada la alianza entre el Partido Católico y el potencialmente totalitario Partido Nacional Alemán. Esta coalición entre católicos y nacionalistas fue un pacto de mutuas garantías. Los Nacionalistas prometieron leyes escolares que introducirían escuelas confesionales bajo la supervisión de las iglesias; y los católicos prometieron apoyar subsidios industriales, aranceles de importación de post-guerra, y votar, bastante significativamente, a favor de reducir el gasto social. Dos veces se concluyó un acuerdo en estos términos, pero en ambos casos el acuerdo se frustró. El primer proyecto de Ley Escolar de 1925 no llegó en absoluto ante el Reichstag, y el de 1927 causó una muy violenta disputa dentro de la propia coalición. El Partido de Stresemann, a la larga, causó que fuera rechazado. Ambos oponentes querían tener completo control de la educación y la formación de la juventud. Era la misma disputa que, más tarde, estalló entre Hitler y la Iglesia Católica.

El proyecto de Ley Escolar fue la causa del fracaso de la coalición, que finalmente ocurrió en la primavera de 1928. En mayo, hubo elecciones que produjeron un impresionante giro a la Izquierda -de hecho el más grande desde 1918. El resultado fue que en el Reichstag el Partido Socialdemócrata tuvo el grupo parlamentario más fuerte en la Cámara.

Además de este giro de las masas alemanas hacia los socialdemócratas, otro golpe a la Iglesia Católica fue que el Partido Católico estaba entre aquellos que perdieron adherentes. Pero un golpe mayor iba a venir. Otros partidos, especialmente el Socialdemócrata, habían irrumpido en el electorado católico y habían llevado numerosos votos. Esto fue algo que la Iglesia Católica y el Partido del Centro habían pensado que nunca pasaría; previamente, nunca había sucedido. El descubrimiento alarmó grandemente a las autoridades vaticanas así como al líder del Partido Católico Alemán. En el Vaticano la decisión sobre el Partido del Centro que había sido pospuesta vacilantemente, empezó a tomar forma; y el Partido del Centro esperando recobrar el terreno perdido, dejó a los Nacionalistas y volvió penitentemente a la coalición con los socialdemócratas. El socialdemócrata, Hermann Mueller, se volvió el Canciller de Reich.

Eso fue en 1928. Cualquiera habría profetizado que Alemania iba a tener al fin un gobierno Socialista, y así se embarcaría en cooperar con las otras naciones europeas. Pero la promesa de esto no se confirmó. En 1929, a pesar de todas las apariencias, tres hombres estaban en los comandos claves de la posición estratégica de la República alemana. La combinación, Hindenburg-Groener-Schleicher, estaba trabajando detrás de escena con la intención de liquidar la República. Es interesante recordar que ellos constituyeron el último Comando del Ejército del Kaiser en el momento del Armisticio negociado en 1918. Ellos empezaron a intrigar en el campo militar y, sobre todo, en el político, queriendo eliminar el "tedioso Reich intermedio", como ellos consideraban a la República alemana, y esto era sólo preparatorio de otros importantes movimientos.

En 1929 Hindenburg, presionado por sus amigos, empezó una más activa política reaccionaria en el Reich. En cuanto se concluyeron las negociaciones que estaban llevándose a cabo entonces, su primer movimiento fue despedir al Canciller Socialdemócrata, Mueller, y a su Ministro de Relaciones Exteriores Stresemann. El General ya estaba planeando abolir el principio de que el Canciller del Reich debía tener el apoyo de Parlamento. Debía ponerse en su lugar un hombre que tendría "la confianza del Ejército". Fue acordado que tal hombre gobernaría por medio del Artículo 48 de la Constitución de Weimar que daba poderes dictatoriales; y si el Parlamento protestaba, sería disuelto.

Los conspiradores discutieron cuál partido ofrecía posibilidades por su apoyo a la liquidación final de la República; y cuál hombre sería conveniente para los pasos preliminares a la creación de una dictadura que eventualmente prepararía el camino para la verdadera dictadura. El Partido del Centro fue el escogido; y uno de sus líderes, el devoto católico Dr. Bruening, era el candidato que gobernaría, no con el consentimiento del Parlamento, sino por gracia del Reichswehr [el ejército]. La Cancillería fue ofrecida al Dr. Bruening bajo la condición de que, si aceptaba con esos objetivos en vista, él gobernaría por medio de Artículo 48, y según las instrucciones del Reichswehr.

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