Pío XII y Hitler
Cuando Hitler fue hecho Canciller de Reich eso fue el comienzo del fin para el catolicismo alemán. No habían pasado muchos días antes de que pidiera una "Promulgación de Poderes" que le daría poderes dictatoriales dentro de límites legales. Como para obtener esto era necesario para él tener una mayoría de dos tercios en el Reichstag, el éxito o el fracaso de su demanda dependía de si el Partido católico votaba o no por él. Para congraciarse con el Vaticano y los líderes católicos altamente posicionados, Hitler que ya había asegurado la supresión inconstitucional de los mandatos del Partido comunista, empezó negociaciones para el apoyo del Partido del Centro. Estas negociaciones empezaron en la mitad de marzo de 1933. El propio Bruening y el Prelado Kaas las condujeron personalmente, e informaron al Vaticano de sus progresos en cada detalle.
Entre otras condiciones exigidas a Hitler por Bruening estaba que debía dar una declaración escrita de que la Promulgación de poderes no debía anular el veto del Presidente. Él aconsejó al Canciller sobre qué cursos debería adoptar en su política exterior. El Prelado Kaas discutió y obtuvo la promesa por la cual el Vaticano había trabajado tan duro durante tantos años -de que, al fin, un Concordato debía ser concluido. Hitler prometió que la Iglesia católica tendría una especial posición de privilegio en el Nuevo Reich si el Vaticano usaba su influencia para asegurarle el voto del Partido del Centro. El Vaticano acordó, y Hitler hizo una promesa adicional de que en la declaración inaugural de su Gobierno haría una declaración pública que efectivizaría el privilegio prometido.
El 23 de marzo de 1933, el Reichstag se reunió en Teatro de Ópera Kroll, en Berlín. A pesar de una pequeña oposición católica, el Partido católico, liderado por Bruening y Kaas, votó por Hitler. Ellos habían votado la pena de muerte del Parlamento alemán y por el suicidio de su Partido católico.
El 17 de mayo de 1933, Hitler convocó el Reichstag una vez más y obtuvo una resolución subscrita, no sólo por los nazis, los nacionalistas alemanes, y los católicos, sino también por los socialdemócratas, al efecto de que "Estos representantes del pueblo alemán ...se posicionen unidamente detrás del Gobierno."
Entretanto, von Papen había comenzado negociaciones en Roma para la firma de un Concordato entre Hitler y la Santa Sede. El tiempo había sido bien elegido para las negociaciones -abril, mayo, y junio de 1933. Además de von Papen, otro líder del Partido católico que había aceptado la visión del Vaticano sobre el catolicismo político en Alemania fue a Roma, donde se discutieron las maneras y los medios con los cuales concretar la sentencia Vaticana con tan poco impacto como fuera posible para los católicos alemanes. Durante su estancia en Roma, el Prelado Kaas, en una declaración pública, describió a Hitler como "el portador de elevados ideales quien hará todo lo que es necesario para librar la nación de la catástrofe."
Hitler mismo, viendo el Vaticano de su lado, mantuvo su promesa sobre el Concordato, y dijo el 23 de marzo de 1933: "De la manera como vemos en el Cristianismo el firme fundamento de la vida moral, así es nuestro deber cultivar relaciones amistosas con la Santa Sede y desarrollarlas" (Universe, 31 de marzo de 1933).
Por este tiempo el Vaticano favoreció entusiastamente a los Nazis. El Papa envió órdenes a los obispos alemanes, que estaban reunidos en Fulda, para que ellos instruyeran a su clero para apoyar a Hitler. El imparcial Annual Register ya se ha citado, en donde se decía que "el gigantesco giro de la clase media católica en el oeste y sur de Alemania hacia el partido Nazi quebró el poder de los partidos católicos de la vieja clase media" (1933). Una mirada a las estadísticas electorales mostrará que el voto católico (más el judío) no disminuyó; pero había 4,000,000 de nuevos votantes. Muchos católicos habían dudado, odiando a los judíos y los socialistas, pero no atreviéndose a votar por los Nazis. Pero vino la orden desde Roma de que la hostilidad a los Nazis debía cesar. (Esto, de acuerdo al Catholic Revue de Deux Mondes del 15 de enero de 1935: Le Catholicisme et la politique mondiale.)
Entretanto, Hitler había empezado a prepararse para la elección. Paralizó los partidos comunistas y socialistas suprimiendo sus periódicos y encarcelando a sus líderes. A ningún líder de un partido no Nazi se le concedió medios para solicitar algo al país excepto Bruening, quien instó a los católicos alemanes a que votaran por Hitler.
El 27 de febrero los Nazis quemaron el Reichstag para despertar a los millones de alemanes apáticos en contra de los comunistas. En el mismo día el Partido comunista fue prohibido y miles de sus miembros asesinados o puestos en los campos de concentración. El 5 de marzo hubo nuevas elecciones. Toda Alemania se precipitó a la votación, y, con la ayuda de los muchos católicos que votaron por ellos, los Nazis consiguieron un número más grande de votos y diputados que cualquier otro partido.
El incendio del Reichstag
Hitler cerró otro trato con el Vaticano antes de firmar el Concordato. El Vaticano no iba a protestar contra su política interior de tratar rudamente a los "comunistas, Socialistas, y judíos, o incluso con algunas organizaciones católicas" (probablemente de la Izquierda). El Vaticano acordó. Hitler comenzó entonces a encargarse de sus enemigos, que, casualmente, eran los enemigos de la Iglesia católica. Empezó la más aterradora persecución de judíos, comunistas, y socialistas. En marzo de 1933 Hitler había suprimido prácticamente toda la prensa opositora; todos los periódicos comunistas fueron prohibidos, y se suspendieron 175 de los 200 periódicos socialistas. Este movimiento fue recibido con no disimulado regocijo por el Vaticano, sobre todo cuando había sido acordado de antemano que sólo al partido católico se permitiría existir, por lo menos de momento. Las matanzas que tuvieron lugar por toda Alemania conmocionaron al mundo civilizado y produjeron protestas de muchos países.
La "autoridad" que reclama ser la autoridad moral del mundo fue prácticamente la única que no profirió una sola palabra en defensa de los persiguidos, o de reproche a los Nazis. Sería bueno recordar que ésta fue la misma "autoridad" que le pidió al pueblo español a que desobedeciera a su gobierno, y que inició una revuelta armada en México llamando a una santa cruzada contra el comunismo.
Durante el reino de terror, Hitler empezó a coordinar las organizaciones católicas, mientras al mismo tiempo, a través de la presión del clero, la demanda de católicos para ingresar al partido Nazi y a las organizaciones aumentó a pasos agigantados. A pesar del hecho de que los Nazis en las localidades continuaban tratando ásperamente a los católicos por toda Alemania, el partido católico nada podía hacer, porque tenía la Jerarquía católica en contra y ellos sabían lo que estaba pasando entre Hitler y el Vaticano. En desesperación se pusieron completamente en las manos de Bruening, conociendo su oposición a la disolución de catolicismo político alemán. Contra toda la probabilidad, Bruening todavía esperaba que él podría dar un nuevo plazo de vida al partido mostrando al Vaticano que, a través de la influencia del partido del Centro, la Iglesia podría producir presión sobre Hitler, y en esa manera crear la oportunidad para el catolicismo político de gobernar con los Nazis.
Bruening pidió ver a Hitler por este tema. A fines de junio de 1933 se acordó una nueva reunión entre ellos. El anuncio fue hecho, pero finalmente Hitler lo canceló. Las noticias que recibió de Roma le motivaron a hacer esto. El Vaticano y von Papen habían llevado la negociación de un Concordato a una exitosa conclusión, y con esto el destino del Partido del Centro se había establecido definitivamente.
El partido católico, que Bismarck había derrotado, y en el cual Hitler veía a su más grande enemigo, recibió órdenes directas desde Roma para disolverse y así despejar el camino a la dictadura Nazi absoluta. En la tarde del 5 de julio de 1933, el Centrum emitió un decreto para su propia disolución -de hecho su propia pena de muerte. Éste fue redactado como sigue:
"La agitación política ha puesto la vida política alemana sobre un fundamento completamente nuevo que no deja espacio para las actividades partidarias. El Partido del Centro alemán, por consiguiente, se disuelve inmediatamente, en acuerdo con el Canciller Hitler."
Muchos católicos protestaron y criticaron la conducta del Vaticano que intentó apaciguar y explicar. En una declaración semi-oficial contestó:
"La determinación del Gobierno del Canciller Hitler de eliminar el partido católico coincide con el deseo del Vaticano por desinteresarse de los partidos políticos y limitar las actividades de los católicos a la organización Acción Católica fuera de cualquier partido político."
El Secretario de Estado, Pacelli, hizo esta significativa declaración:
"A causa de la exclusión de los católicos como un partido político de la vida pública de Alemania, cuánto más necesario es que los católicos, privados de representación política, encuentren en los pactos diplomáticos entre la Santa Sede y el Gobierno Nacional Socialista las garantías que puedan asegurar para ellos, por lo menos, el mantenimiento de su posición en la vida de la nación. Esta necesidad es sentida por la Santa Sede, no sólo como un deber hacia sí misma, sino también como una responsabilidad solemne ante los católicos alemanes, para que éstos no puedan desaprobar al Vaticano por haberlos abandonado en un momento de crisis."
Cuando Monseñor Kaas, el líder del Partido católico, fue a Roma fue instruido por el Papa para declarar su apoyo a Hitler, indicando así a sus seguidores lo que ellos deberían hacer. Si fue o no personalmente convencido de las ideas que expresó, es imposible decir; pero permanece el hecho de que, después de las entrevistas con el Papa y su Secretario de Estado, para la gran sorpresa de muchos él hizo la declaración siguiente:
"Hitler sabe bien cómo guiar la nave. Incluso antes de que él se hiciera Canciller yo frecuentemente me lo encontré y fui impresionado grandemente por su pensamiento claro, por su manera de enfrentar las realidades mientras mantiene sus ideales, los cuales son nobles. Es erróneo insistir hoy en lo que Hitler dijo como un demagogo, cuando la única cosa que nos interesa es saber lo que él hará hoy y mañana como un Canciller ...Importa poco quién gobierna con tal que el orden sea mantenido. La historia de los últimos años ha demostrado bien en Alemania que el sistema parlamentario democrático era incapaz."
La Jerarquía alemana fue instruida para apoyar la política del Vaticano y el nuevo régimen Nazi, y la mayoría de la Jerarquía obedeció. La siguiente es una declaración típica por una de las cabezas de la Iglesia católica alemana, el Cardenal Faulhaber:
"En la época Liberal se proclamó que el individuo tenía el derecho a vivir su propia vida como él escogiera; hoy los dueños del poder [Hitler] invitan a los individuos a subordinarse a los intereses generales. Nos declaramos partidarios de la doctrina y nos regocijamos en el cambio de mentalidad."
Y el Arzobispo de Bamberg que se dirigió a la Prensa católica de Alemania abogó para que todos "apoyen los esfuerzos del Gobierno Nacional enérgica y sinceramente para realizar la reconstrucción de Alemania y renovar su vida económica y espiritual."
El Concordato entre el Vaticano y Hitler consistía de treinta y cinco Artículos, y fusionó las varias cláusulas y términos en el Concordato firmado individualmente por Prusia, Bavaria, y Baden. Con el nuevo Concordato la Iglesia Católica estaba haciendo un pacto en el que toda Alemania estaba incluida; y que le permitía imponer sus decretos en numerosos estados alemanes que eran reacios y se habían negado a tener algún acuerdo con el Vaticano.
Pacelli, el nuncio papal firmando el Concordato con Alemania
Todos los principales objetivos de la Iglesia católica con respecto a un Estado moderno se encuentran en el Concordato. La Iglesia, de acuerdo con su nueva política, estuvo de acuerdo en mantener los sacerdotes y la religión fuera de "la política", mientras que el Estado consintió en permitir las asociaciones religiosas católicas, clericales y laicas, con tal de que se limitaran a las actividades religiosas. La educación, el matrimonio, la nominación de obispos, fueron todos considerados. Varios años antes, las escuelas denominacionales habían sido el objetivo que el Vaticano intentó alcanzar cuando ordenó al Partido del Centro formar un Gobierno con los partidos de derecha, mientras boicoteaba a los social demócratas. Los objetivos del Vaticano serían al fin cumplidos por Hitler.
En agradecimiento por haber sido hecha socia plena con el Estado, la Iglesia católica rogó la bendición de Dios sobre el Reich Nazi.
"En domingos y los días Santos, oraciones especiales, conforme a la Liturgia, serán ofrecidas durante la Misa principal por el bienestar del Reich alemán y su pueblo, en todos las iglesias y capillas episcopales, parroquiales y conventuales del Reich alemán (Art. 30)."
Y finalmente, se dio la orden a todos los generales espirituales de la Iglesia católica -a saber, los obispos- no sólo de ser fieles al régimen Nazi, sino de trabajar para que todos los miles del clero bajo cada obispo fueran tan fieles como el obispo mismo; y además, ellos debían ver que ningún sacerdote, o miembro de la Jerarquía católica, fuera hostil, u opuesto, al régimen Nazi. Aquí están las palabras literales:
"Antes de que los Obispos tomen posesión de sus diócesis ellos deben prestar un juramento de lealtad al Representante del Reich del Estado correspondiente; o al Presidente del Reich, según la fórmula siguiente: Ante Dios y sobre los Santos Evangelios, yo juro y prometo, para convertirme en un Obispo, lealtad al Reich alemán y al Estado de... . Yo juro y prometo honrar al Gobierno legalmente constituido, y usar el clero de mi diócesis para honrarlo. En desempeño de mi oficio espiritual, y en mi solicitud por el bienestar y los intereses del Reich alemán, yo me esforzaré para evitar todos los actos perjudiciales que podrían ponerlo en peligro (Art. 16)."
Tomado en su conjunto, el Concordato era, por decir lo mínimo de él, muy favorable al Vaticano. Alemania no es un país católico. Los católicos forman sólo un tercio de la población total. Aceptando la adición de aproximadamente 7,000,000 de Austria, la población total de Alemania en 1938 era 77,000,000, de los cuales los protestantes formaban el 52 por ciento y los católicos romanos sólo 36 por ciento.
El Vaticano había alcanzado ahora los principales objetivos de la Iglesia católica en Alemania -la desaparición de una República, la destrucción de una democracia, la creación del absolutismo, una asociación íntima de Iglesia y Estado, en un país donde más de la mitad de la población era protestante. Los principios expuestos por los Papas en las diversas encíclicas habían surtido efecto en provocar estos eventos políticos.
Después de que el Concordato fue firmado, la Jerarquía alemana y los católicos en altas posiciones agradecieron a Hitler, y prometieron que cooperarían entusiastamente con el gobierno Nazi. La Cabeza Suprema de la Iglesia alemana, el cardenal Bertram, hablando en nombre de todos los arzobispos y obispos de Alemania, envió un mensaje asegurando a Hitler que ellos estaban "gustosos de expresar lo más pronto posible sus buenos deseos y su disponibilidad para cooperar con lo mejor de su habilidad con el nuevo Gobierno." Aquí están las palabras textuales:
"El Episcopado de todas las Diócesis alemanas, como es mostrado por sus declaraciones al público, tan gustoso para expresar en cuanto se hiciera posible después del reciente cambio en la situación política a través de las declaraciones de Vuestra Excelencia su sincera disposición para cooperar con su mayor habilidad con el nuevo Gobierno, el cual había proclamado como su meta promover la educación cristiana, emprender una guerra contra el ateísmo y la inmoralidad, fortalecer el espíritu de sacrificio para el bien común y proteger los derechos de la Iglesia. (De una carta de Su Eminencia el cardenal Bertram al Canciller Herr Hitler después de la conclusión del Concordato entre el Vaticano y el Gobierno alemán. Vea Universe, del 18 de agosto de 1933).
Pero el espíritu del Totalitarismo, que desea ser siempre supremo, debe estar sobre todo lo demás. ¿Cómo era posible, por lo tanto, que dos Totalitarismos -aquel del Vaticano y aquel de los Nazis- trabajaran en armonía? Más pronto o más tarde el conflicto habría empezado.
Éste estalló casi inmediatamente; y empezó, como de costumbre, por el control de la juventud, de la educación, etc., de las cuales tanto la Iglesia como el Fascismo querían la absoluta supervisión y dirección. Los Nazis empezaron a atacar las asociaciones y las escuelas católicas, y los siguientes dos años se caracterizaron por "el mal humor y quejosidad por parte de los Nazis" (The Vatican and Nazism).
Mientras tanto, en el verano de 1934, sucedió la famosa "Purga". Miles de personas -Nazis, Nazis católicos, y no Nazis, entre quienes estaban los líderes católicos von Schleicher y Strasser- fueron asesinadas. "Yo soy la ley," declaró Hitler en esa ocasión, mientras ellos fueron ejecutados a sangre fría sin siquiera un juicio.
Ni el Vaticano ni la Jerarquía alemana dijeron una sola palabra de condenación.
En 1935 Hitler anotó su primera victoria nacional-internacional. La provincia de Saar había estado bajo la administración de la Sociedad de Naciones durante varios años, y el tiempo había venido para resolver el problema de su restitución por un plebiscito. Era justo que el territorio alemán fuera devuelto al Reich alemán, y nadie lo cuestionaría.
El Vaticano que ejercía una gran influencia religiosa y social en el Saar, siendo la región entera sumamente católica, no intentó refrenar a los votantes católicos de votar para estar bajo el Reich de Hitler. Si el Vaticano hubiera estado contra Hitler, como lo afirma ahora, podría fácilmente haber evitado que los católicos de allí votaran por su retorno al Reich. Pero no hizo nada de eso. Al contrario, instruyó la Jerarquía católica para apoyar el plebiscito, y el Saar católico votó a favor de Hitler por 477,119 votos contra 48,637, principalmente de los judíos. Patriotismo y Catolicismo iban de la mano.
El 7 de marzo de 1936, Hitler, desafiando a Francia, como también Mussolini había desafiado la Sociedad de Naciones recientemente, con fuerzas armadas ocupó la zona desmilitarizada de Renania. Gran Bretaña instó a Francia a no oponerse a Hitler, quien resultó exitoso una vez más. Aquí también los católicos apoyaron entusiastamente su incorporación a la Alemania Nazi, y las iglesias católicas agradecieron a Dios. Allí desde los púlpitos fluyó una corriente de patriotismo, y las campanas de las iglesias repicaron por toda la Renania.
No fue hasta después de dos meses que Hitler, por un plebiscito, pidió al país su aprobación de lo que él ya había consumado. ¿Cuáles habían sido sus obras más destacadas? Él había violado su promesa de mantener una Constitución democrática; él había suprimido violenta y sangrientamente todos los otros partidos; llenó las cárceles y campos de concentración con sus oponentes políticos; ejecutó miles de personas sin el más remoto vestigio de un juicio; inició programas increíbles contra los judíos; aseguró un dominio sobre toda la juventud alemana, incluyendo a los católicos; destruyó todas las organizaciones católicas; quebró su palabra sobre el Concordato con el Vaticano; y estaba en ese mismo momento en abierto conflicto con la Iglesia católica debido a la imposibilidad de armonizar su Totalitarismo con el del Vaticano.
A pesar de eso el Vaticano una vez más instruyó a la Jerarquía católica para apoyar a Hitler. Si el Papa, en este momento, hubiese estado contra Hitler y el Nazismo, él podría haber influido en los millones de católicos en toda Alemania, si no para que votaran abiertamente contra Hitler, por lo menos para que se abstuvieran de votar. En cambio, los obispos alemanes recomendaron que los católicos votaran por él. Una carta publicada por los obispos alemanes fue bosquejada en el propio Vaticano, y era característica su "sutileza", o, para usar una palabra más apropiada, su duplicidad. En esta carta los obispos, habiendo reconocido que Hitler había estado, y todavía estaba, persiguiendo a la Iglesia, hechos que ellos no podían negar, reconocían un "penoso conflicto de conciencia." Ellos no podían decir nada menos cuando era evidente para la nación entera que Hitler era hostil a la Iglesia católica. En este momento, si los obispos hubiesen pedido que los católicos alemanes votaran por Hitler, se habrían mostrado aprobando "las medidas hostiles a la Iglesia" qué Hitler había promulgado. En consecuencia, mientras la carta dejaba a los católicos libres para votar como quisieran, a aquéllos que deseaban dar su voto a Hitler se les ofrecía la siguiente fórmula para salvar su conciencia: "Nosotros damos nuestro voto a la Patria, pero eso no significa aprobación de cuestiones por las cuales no podríamos hacernos responsables según la conciencia." (Catholic Times, 27 de marzo de 1936.)
Debe notarse cuidadosamente que el Vaticano no aconsejó que
los católicos no votaran por Hitler; ni les aconsejó tener escrúpulos
por los asesinatos, los programas, e injusticias cometidos por él.
Solamente ofreció, a aquellos en duda sobre lo que debían
hacer, el paliativo de que ellos podían eventualmente,
abstenerse de votar por "medidas hostiles a la Iglesia."
Ésta siempre había sido la real y única causa del conflicto
entre el Vaticano y el Nazismo, desde el principio hasta su caída:
"Por medidas hostiles a la Iglesia." A lo largo del régimen
Nazi la Iglesia católica nunca habló contra el Nazismo como un
sistema político. Cuando fue obligado a protestar por ciertas
medidas tomadas por el Nazismo, habló en los términos más
ambiguos, y ni una vez usó la atronadora fulminación que ha
usado tan persistentemente contra el Comunismo y Rusia. Por último,
pero de no menor importancia, la Iglesia sólo protestó contra
el Nazismo cuando sus intereses estaban involucrados.
El año 1936 trajo una nueva e intensificada tensión entre el
Vaticano y el Nazismo, y fue porque estaban estorbándose las
actividades de la Iglesia católica. En la ocasión de la
apertura de la Exhibición de la Prensa católica Internacional,
el Papa, después de la denuncia usual a la Rusia soviética,
protestó ligeramente contra la Alemania Nazi. Estas fueron las
palabras que él se atrevió a decir contra el Nazismo:
"La segunda ausencia es la de Alemania (siendo la primera la
de la Rusia soviética), puesto que en ese país, contrariamente
a toda justicia y verdad, por medio de una confusión artificial
e intencional entre la religión y la política, es objetada la
existencia misma de la Prensa católica."
Cuando, por el mismo año (1936), el Papa hizo un discurso sobre
la Guerra Civil española -después de haber condenado el peligro
Rojo y la Rusia soviética en los términos más fuertes- él una
vez más protestó contra la Alemania Nazi porque el Nazismo no
permitía a la prensa católica ser una compañera igual con la
prensa Nazi. Él dijo:
"¿Cómo puede hacer la Iglesia católica otra cosa que
quejarse, cuando ella ve que a cada paso que da en el
acercamiento a la familia católica, a la juventud católica, es
decir a esos mismos sectores que tienen la mayor necesidad de
ella, y ella tropieza con dificultades? ¿Cómo puede actuar la
Iglesia católica de otra manera, cuando la prensa católica es
encadenada, y siempre más y más restringida; esa prensa cuya
función es ... defender aquellas convicciones que la Iglesia católica,
como la guardiana exclusiva de la Cristiandad genuina y entera,
sola posee y enseña?"
Ésa era la esencia del conflicto entre el Nazismo y el
Catolicismo; y esto fue puesto en palabras por el mismo Papa unos
pocos años antes, cuando dirigiéndose a los miembros del
Sturmschar (élite) de la Asociación de los Jóvenes Hombres católicos,
él expresó llanamente cuál era la tarea del Catolicismo en la
Alemania Nazi:
"La hora ha venido sobre nosotros y ya hace bastante cuándo,
en Alemania especialmente, no es suficiente decir, 'la vida
cristiana, la doctrina cristiana.' Nosotros debemos decir 'la
vida cristiana católica, la doctrina cristiana católica.'
Porque ¿qué permanece de la Cristiandad, de la Cristiandad
real, sin el Catolicismo, sin además la Iglesia católica, sin
la doctrina católica, sin la vida católica? Nada, o casi nada.
O mejor, en conclusión uno puede y debe decir, no meramente una
falsa Cristiandad sino un verdadero paganismo" (Pascua, 1934).
Aquí está la razón fundamental por la cual el Vaticano protestó
contra el Nazismo. Sólo porque Hitler no permitiría a la
Iglesia católica promover la vida católica como una parte íntegra
del Reich. En el mismo año, en Navidad, el Papa una vez reprendió
al Nazismo porque, aunque afirmaba estar combatiendo el peligro
Rojo, no estaba cooperando sin reservas con la Iglesia en
Alemania.
El Papa levantó su voz primero advirtiendo con referencia a la
propagación del Comunismo en España, y dijo que las atrocidades
comunistas en ese país debían abrir los ojos de Europa y el
mundo entero al destino que sería suyo a menos que ellos
adoptaran medidas eficaces contra esto. Él continuó luego:
"Pero entre aquellos que se proclaman los defensores del
orden ante la extensión del comunismo ateo [la Alemania Nazi], y
quienes incluso pretenden el liderazgo en esta materia, nos da
dolor ver ...cómo, al mismo tiempo, buscan destruir y extinguir
la fe en Dios y la Revelación Divina en los corazones de
hombres, y sobre todo en el corazón de la juventud ...Más bien
ciertamente ellos destruyen lo que son los más eficaces y
decisivos medios de protección contra el mismo mal que es
temido, y, conscientemente o de otra manera, trabajan de la mano
con el enemigo que ellos creen, o por lo menos afirman, combatir."
Después del discurso, el Secretario de Estado del Vaticano
declaró:
"Sería imposible expresar más claramente la incapacidad de
nacional socialismo para formar una verdadera muralla contra el
Bolchevismo."
El cardenal Pacelli, más tarde el Papa Pío XII, en más de una
ocasión protestó en el mismo sentido. En el otoño de 1936 él,
como Secretario de Estado, en un discurso de bienvenida al
Congreso Internacional de la prensa católica, se quejó de la
supresión de los periódicos católicos en Alemania, y dijo:
"Damos miradas preocupadas hacia Alemania. Sentimos profundo
pesar de que ningún representante oficial de la prensa católica
alemana haya aparecido en este Congreso. Después de la última
Pastoral de los obispos alemanes es incomprensible que la prensa
católica en Alemania fuera intimidada, estrangulada, y obstruida
en su lucha apostólica contra el Bolchevismo."
La queja del cardenal Pacelli fue porque a la prensa católica no
se le permitía plantar la semilla del odio en los pueblos
alemanes contra su gran vecino la Rusia soviética, y de esta
manera proseguir en su lucha contra el comunismo y el socialismo.
No sólo era el Papa y su Secretario de Estado quienes no osaron
atacar al Nazismo como un sistema económico social político, y
que sólo osaron atacarlo cuando afectó adversamente a la
Iglesia. Varios cardenales del extranjero, así como los
cardenales y obispos de Alemania, adoptaron la misma actitud.
El siguiente, entre otros pronunciamientos, es digno de atención:
En 1935, cuando el cardenal Faulhaber, de Munich, dio un sermón
allí, protestó suavemente contra los incumplimientos del
Concordato, pero no pronunció ninguna protesta contra los
centenares de miles de prisioneros políticos en campos de
concentración. Su protesta entera consistió en el análisis de
los errores fundamentales que están a la raíz de la oposición
nacional socialista a la Iglesia; e insistió en el
reconocimiento de la posición de la Iglesia y el Papado y el
papel que ellos debían desempeñar enseñando a la juventud, el
clero, y el laicado. "El Gobierno debe proteger y cooperar
con la Iglesia católica", dijo el Cardenal, "porque sólo
la Iglesia católica es la portadora de la redención y la
guardiana de la herencia gloriosa de la verdad."
En mayo de 1933 los obispos bávaros dirigieron a su grey un
llamamiento a la cooperación con el gobierno Nazi; pero ellos
pronunciaron las siguientes palabras de amonestación al Nazismo
para que cooperara con la Iglesia, "a fin de evitar lo malo":
"La historia nos enseña que, así como la cooperación
armoniosa entre la Iglesia y el Estado es necesaria y
beneficiosa, son desastrosos los efectos que siguen cuando el
Estado abusa de su poder para interferir con la vida de la
Iglesia. En el primer caso la Iglesia y el Estado están
fusionados; en el otro la Iglesia se degrada al estado de un
sirviente del Estado ... De manera alguna podemos jamás
concordar con escuelas elementales universales (no
denominacionales) en cualquier forma."
Después de hablar sobre la importancia de la Asociación de
Juventud católica, y de pedirle a los Nazis que permitieran a la
Iglesia que cooperaran con Hitler, los obispos bávaros dijeron:
"No somos partidarios de una forma de crítica que combate y
rebaja toda autoridad Estatal." Pero la frase más
significativa de todo el "llamamiento" de los obispos
fue la última: "Nadie puede abandonar la gran obra de
reconstrucción, y nadie debe ser impedido de participar en ella."
En un decreto de julio de 1933 el obispo Matthias Ehrenfried, de
Wurzburg, urgió a todo el clero de la Baja Franconia a observar
la subordinación debida hacia el gobierno Nazi. Aquí están las
palabras textuales:
"Bajo las condiciones presentes es posible que oficiales
subordinados puedan iniciar medidas injustas y de interferencia
que podrían repercutir negativamente en nuestra cooperación con
el movimiento nacional y podrían perturbar nuestra actitud de
simpatía hacia él. No es, sin embargo, el deber del sacerdote
individual juzgar tales asuntos o correjirlos ... En la medida
que surja la necesidad, tales cuestiones serán tratadas por la
autoridad eclesiástica más alta."
En octubre de 1933 el cardenal Bertram expresó ansiedad porque
Hitler no concedía a la Iglesia Católica la libertad que él
había prometido, y también porque Hitler había tratado a los
políticos católicos como si ellos hubiesen sido socialistas o
comunistas. Entre otras, aquí están algunas palabras
significativas:
"Yo me refiero a la ansiedad que se siente a favor de
aquellos líderes cuyo objetivo era, como una cuestión de
obligación religiosa, combatir el Marxismo y el Bolchevismo de
una manera apropiada a la forma de gobierno entonces existente."
Continuando, el cardenal pidió a Hitler que no considerara a los
políticos católicos sus enemigos, cuando ellos eran en realidad
lo contrario; y aquellos que habían sido privados de su libertad
debían ser puestos en libertad y no ser tratados como
socialistas y comunistas:
"Nosotros pedimos urgentemente porciones de autoridad en el
Reich y el Estado para hacer una revisión seria, benévola, y
pronta de las rigurosas medidas que se han puesto en práctica"
[con respecto a los políticos católicos].
El obispo Wilhelm Berning de Osnabruck, en un sermón en la Víspera
de año nuevo (1935), dijo que la Iglesia quería cooperar con el
Nazismo, pero que no podía porque el Nazismo "buscaba
desarraigar el Catolicismo de los corazones de los jóvenes."
En 1935 el obispo Matthias Ehrenfried, de Wurzburg, después de
haber dicho que a la Iglesia le gustaría cooperar con el
Nazismo, tuvo que protestar, porque el Nazismo está "centralizando"
las asociaciones católicas y las escuelas, "incluso suprimiéndolas
como si hubiesen sido comunistas." Él concluyó la pastoral
con estas palabras: "Movilícense y defiendan los plenos
derechos de su Madre Iglesia."
El cardenal Schutle, de Colonia, protestó contra el Gobierno por
no permitir a la Iglesia católica cooperar con él, y se quejó
porque la libertad del católicismo estaba siendo estorbada y los
católicos tratados como si fuesen enemigos del gobierno (1935).
El Arzobispo de Freiburg presentó su queja porque los Nazis no
estaban permitiendo libertad plena a la Iglesia católica con
respecto a las escuelas.
La carta pastoral conjunta de los obispos congregados en Fulda (agosto
de 1935) protestaba ante el gobierno porque "las Santas
Escrituras e incluso los Evangelios yo nos son tenidos en cuenta",
y "en lugar de la Iglesia católica, se busca establecer una
llamada 'Iglesia Nacional romana libre'." Ellos también
protestaron porque "los Nazis acusan la Iglesia de
'Catolicismo político'" Católicos de Alemania, en años
recientes ustedes han preguntado a menudo, '¿Debemos entonces
los católicos aprobar todo en nuestra Patria?'". Y los
obispos contestan después: "Los católicos no están
instigando ninguna revuelta, ni están ofreciendo resistencia
violenta. Esto es tan bien conocido que, siempre, aquellos que
desean ganar una victoria fácil, atacan especialmente a los católicos."
Obispos y cardenales protestaron porque el Nazismo permitió que
"la atmósfera correcta sea puesta en peligro por una Kultur-kampf
[una política de supeditar el clero a la autoridad del Estado]."
Después, como los Nazis no honraron el Artículo 5 del
Concordato, que daba protección a la reputación y a las
personas del clero, el Cardenal Bertram protestó porque "ciento
de miles de libros y folletos contra la Iglesia católica han
sido distribuídos en todos los distritos, sin exceptuar al
pueblo más aislado."
El obispo Galen, de Munster, en un sermón a Buer (Marzo de 1936),
le preguntó al Fuhrer cómo los católicos podían cooperar con
él cuando la religión no era respetada: "¿Cómo pueden
los padres cristianos permitirles a sus niños tomar parte de
reuniones en campos de trabajo de la Juventud Hitlerista, cuando
ellos saben que está faltando la guía religiosa?"
El obispo Rackl, de Eichstat, protestó porque la Iglesia no era
tan libre como Hitler prometió: "Verdaderamente está
establecido en el Concordato que la Iglesia católica debería
disfrutar de plena libertad, pero usted sabe que éste,
desafortunadamente, no es el caso."
En 1936 los obispos alemanes, congregados en Fulda, protestaron
porque, entre otras cosas, la prensa católica no era libre, y
por una "relación interdenominacional":
"No podemos entender por qué la prensa católica está
restringida por decretos a temas puramente eclesiásticos y
religiosos. No podemos entender por qué nuestra Juventud alemana
en crecimiento es tan frecuentemente apartada de la influencia
cristiana para ser inoculada con ideas que son destructivas de su
fe en Cristo o, por una relación interdenominational mezclada,
es privada de la fuerza vital de sus convicciones católicas."
En 1936 los obispos bávaros protestaron una vez más porque el
Nazismo parecía considerar al Catolicismo el siguiente enemigo
después del Bolchevismo.
En la víspera del Año Nuevo, de 1936, el cardenal Faulhaber, en
Munich, predicó un violento sermón contra el Bolchevismo y la
Rusia soviética, pidiendo a todos los hombres de buena voluntad
que lucharan para el derrocamiento del Bolchevismo. Después les
pidió que protegieran el Catolicismo en Alemania. Dijo que la
propaganda en Alemania debía incitar contra los enemigos y no
ser usada "para impulsar tantos como fuera posible a dejar
la Iglesia." Más tarde, el mismo cardenal protestó porque
"la correspondencia de los obispos es confiscada, la
propiedad de la Iglesia es expropiada y las procesiones son
prohibidas."
En 1938, el cardenal Faulhaber protestó de nuevo porque, "el
siguiente año el subsidio Estatal para los sacerdotes se reducirá
o incluso será completamente quitado."
El obispo Galen, de Munster, en 1938, protestó porque: "En
los últimos meses los voceros del partido nacional socialista
frecuentemente han pedido a la Iglesia que se restringiera a la
vida próxima..."
En la Pastoral Cuaresmal del Obispo de Berlín, el Conde von
Preysing, los obispos protestaron porque la Iglesia fue acusada
de actividades políticas. "Incluso la condenación de
Cristo por Poncio Pilato fue hecha" por razones políticas.
El arzobispo Grober, de Freiburg, protestó porque Hitler, a
pesar de todas sus promesas, los había defraudado: "Cuando
fue declarado hace unos años que el Marxismo estaba muerto, esto
dio lugar a la esperanza de que la descristianización del pueblo
alemán también cesaría. Hemos sido defraudados."
Las protestas continuaron haciéndose porque los Nazis interferían
con las escuelas y con la Juventud católica; porque los Nazis no
mostraban respeto por el clero; porque se publicaron caricaturas
contra el Papa; porque los Nazis restringían la libertad del
clero para recolectar dinero en los entierros; porque confiscaron
propiedades; porque se atrevieron a traer ante los tribunales a
sacerdotes y monjes acusados de sodomía; porque los Nazis
establecieron, en el párrafo 15 de la Ley de Colectas del Reich
que las colectas eclesiásticas debían limitarse a aquellas
tomadas durante el Servicio Divino, etc.
Sobrevivientes de un campo de concentración
Hubo miles de protestas de la Iglesia católica, del Papa, del
Vaticano, y de la Jerarquía alemana dirigidas contra los Nazis,
¡pero no eran protestas contra el Nazismo como tal! Ellas no
eran protestas contra la monstruosa concepción del Nazismo por
su sistema político-social; por sus campos de concentración;
por su persecución a liberales, demócratas, socialistas,
comunistas, o judíos. No fueron por la pérdida de independencia
de Austria y Checoslovaquia; ni por el ataque a Polonia, la
invasión a Dinamarca, Bélgica, Holanda, Francia, el ataque a
Rusia, ni por todo lo que el Nazismo ha hecho al mundo. La
Iglesia protestó cuando sus intereses espirituales o materiales
estuvieron en riesgo. Y casi todas sus protestas se formularon en
una forma suave y fueron acompañadas por promesas y peticiones
de cooperación con Hitler. Ciertamente no fue porque la Iglesia
no quiso ayudar que existió tal hostilidad entre ella y el
Nazismo. Lejos de ello. Estas protestas y estos ofrecimientos de
cooperación continuaron desde el surgimiento hasta la caída del
régimen, la Iglesia imploró que le fuera permitido luchar junto
a Hitler contra la Rusia soviética y el Bolchevismo, y ayudar a
producir el ataque contra ese país.
Así, siguiendo el progreso del Nazismo en su camino de
conquista, debe recordarse que la Iglesia católica en Alemania
nunca habló contra él excepto cuando sus intereses estuvieron
en riesgo.
Capítulo 11 continúa....
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