EL VATICANO EN LA POLÍTICA MUNDIAL

CAPÍTULO 13

CHECOSLOVAQUIA Y EL VATICANO

Monseñor Hlinka y Monseñor Tiso

A unas pocas semanas de la absorción de Austria en el mayor Reich, Hitler estaba empleando las mismas tácticas para con los católicos de la pequeña república de Checoslovaquia. Uno pensaría que los católicos en los varios países lindantes con la Alemania Nazi habrían aprendido su lección por el destino asignado a Austria y, sobre todo, a la Iglesia austríaca. Ese no fue el caso. Pronto ellos estaban cooperando entusiastamente con Hitler, como si nada hubiese sucedido. El Vaticano, por supuesto, estaba en el trasfondo, porque, como tendremos ocasión de ver, el movimiento católico que ayudó a Hitler a desgajar la República fue liderado por un muy devoto prelado católico, una miniatura de Monseñor Seipel.

Antes de seguir más adelante, repasemos concisamente el trasfondo de la ruptura de la República.

La Iglesia católica ha odiado a Bohemia desde los días de Juan Huss, el gran "hereje", quién fue quemado por la Iglesia debido a sus atrevidas ideas. Durante la Guerra de los Treinta Años los ejércitos católicos destruyeron y saquearon el país de tal manera que, al final de las hostilidades, éste quedó reducido a la máxima miseria y desesperación. No obstante que este país había sido en otros tiempos uno de los más florecientes en la Europa medieval. Su población, alguna vez estimada en más de, 3,000,000, se redujo a 780,000 personas. Sus ricas aldeas y ciudades que alguna vez fueron 30,000, se redujeron a sólo 6,000. Las restantes habían sido destruidas, quemadas, o dejadas desiertas por la matanza de sus habitantes. Después de este holocausto, la plaga hizo el resto. Cien mil personas fueron matadas por ella, y muchos miles de bohemios se dispersaron como refugiados por toda Europa. El una vez próspero Reino de Bohemia dejó de existir. Pasó a estar bajo la Austria católica y se volvió un apéndice de los Habsburgos.

Así el nacimiento de la Reforma católica y el control político católico coincidió con la desaparición de la vida políticamente independiente de los territorios de la Corona Checa. Durante los tres siglos precedentes a la Primera Guerra Mundial los Checos estuvieron sujetos al Imperio Austrohúngaro bajo la Dinastía de los Habsburgos.

Ya hemos visto que la Casa de los Habsburgos era devotamente católica, y el papel que desempeñó fomentando el Catolicismo en las tierras sometidas a su dominio. Bajo los Habsburgos la Iglesia católica recuperó completamente la posición que había perdido en los siglos quince, dieciséis, e incluso el diecisiete. En esta parte del Imperio, así como en Austria, la Iglesia y el despótico gobernante Habsburgo hicieron un pacto de ayuda e intereses mutuos, que ellos se esforzaron por mantener y fortalecer. En más de una ocasión la Iglesia se volvió el instrumento político de los Habsburgos -y viceversa. Como resultado los Nacionalistas, y elementos aliados anhelantes de libertad en la nación Checa, cercaron a la comunidad de intereses subsistente entre la Iglesia católica y el detestado régimen Habsburgo. Ellos objetaban la diferencia entre los intereses de la nación y los de la Iglesia. Estos elementos serían encontrados entre la gente común de aquéllos que se oponían a la Iglesia. Su oposición fue despertada porque en la Iglesia ellos percibían un baluarte del despotismo Habsburgo, constituyendo una señal infamante de la reaccionaria administración social, política, y nacional a la cual la Iglesia apoyó en todas las ocasiones con todo su vigor.

Además, bajo el régimen Austrohúngaro, todas las corrientes de pensamiento y todas las ideas o principios no en armonía con la religión católica fueron grandemente penalizados y boicoteados. Esta censura asumió, simultáneamente, el doble aspecto de una persecución religiosa y política. El Catolicismo era favorecido, no sólo porque la dinastía era profundamente católica, sino también porque el Catolicismo era, como los gobernantes veían, una apropiada arma para mantener al pueblo completamente sumiso.

El Catolicismo reinó supremo en la tierra de los Checos, y aunque a algunas otras Iglesias se les concedió reconocimiento Estatal, los no católicos fueron penalizados en gran medida. El pensamiento libre era tolerado, pero los servicios públicos, junto con la enseñanza y otras profesiones, sólo eran accesibles para los miembros de la Iglesia. En consecuencia sólo 13,000 personas se atrevieron a registrarse como Librepensadores. No es sorprendente, por lo tanto, que la liberación de los Checos y Eslovacos de la dominación Austrohúngara después de la Primera Guerra Mundial fuera seguida por un fuerte movimiento "lejos de Roma" y dirigido contra la Iglesia. La Iglesia se había identificado muy estrechamente con la dinastía de los Habsburgos y con el principal instrumento de dominación de los Habsburgos, el Catolicismo político.

Incluso antes de la Primera Guerra Mundial, pero principalmente en el año siguiente al establecimiento de la República Checoslovaca, se introdujeron reformas para dar a la Iglesia un carácter específicamente nacional. La lengua checoslovaca iba a ser el idioma litúrgico, y se crearía un patriarcado para el territorio de la República, disfrutando de la misma independencia que la Iglesia Católica Griega. Aquella porción del clero de Checoslovaquia que había avalado estos esfuerzos sólo con mucha vacilación, abandonó el pensamiento de cualquier desarrollo adicional del plan ni bien la desaprobación del Vaticano se volvió evidente. Sólo un muy pequeño grupo de clérigos, que también aspiraban a abolir la regla de celibato, insistió en estas reformas y finalmente fue tan lejos como para poner los fundamentos de "la Iglesia de Checoslovaquia." Esta Iglesia, en un tiempo muy corto, perdió toda conexión interna con la Iglesia católica. La desaprobación del Vaticano no sólo se suscitó por cuestiones religiosas, sino también por asuntos políticos.

Entre 1918 y 1930 aproximadamente 1,900,000 personas (principalmente checas) cambiaron su religión, siendo la mayoría desertores de la Iglesia Católica Romana. Unas 800,000 de éstas, todas ellas checas, formaron una nueva Iglesia Checoslovaca. Su Iglesia representaba una especie de Catolicismo reformado, y, siendo independiente de Roma, no estaba contaminada por recuerdos del odiado contacto con los Habsburgos. Aproximadamente 150,000 se volvieron protestantes de una clase u otra, y el resto, alrededor de 854,000, se declararon abiertamente agnósticos. La abrumadora mayoría de los ciudadanos de la nueva República, sin embargo, equivalente a 73.54 por ciento, permanecieron católicos, aunque muchos de ellos sólo eran católicos de nombre. No obstante, fuertes movimientos anticatólicos continuaron sus actividades, dirigidas a la separación de Iglesia y Estado y a la ratificación civil obligatoria del matrimonio.

El Estado continuó neutral en cuestiones religiosas y su Constitución garantizaba completa libertad de conciencia y de profesión religiosa. Todas las profesiones religiosas fueron declaradas iguales ante los ojos de la ley, y ninguna fue reconocida como Iglesia Estatal. Toda Iglesia que cumplía con la Ley recibía el reconocimiento oficial. Así el Estado, dando una garantía de no interferir en cuestiones religiosas, estaba justificado al demandar una garantía recíproca de las Iglesias -ellas no debían interferir en los problemas políticos, que eran la esfera del Estado.

Debido a este entendimiento, en los años siguientes a la creación de la República, la Santa Sede aceptó el hecho consumado y en 1918 reconoció al Estado. El Estado por lo tanto no tenía ninguna causa de disputa con la Iglesia Católica Romana, excepto con respecto a las estipulaciones de la Ley de Reforma de la Tierra. Esta ley afectaba, entre otras, a las grandes propiedades poseídas por los dignatarios católico romanos y las Órdenes religiosas. La cuestión se había arreglado posteriormente en base a un intercambio.

El Vaticano, por otra parte, esperaba que el Catolicismo cosecharía fácilmente grandes ventajas sociales y políticas desde la libertad concedida a la Iglesia por el espíritu democrático de la República. Así una especie de acuerdo mutuo fue alcanzada por el Vaticano y la República. El Estado iba a otorgar ciertas prerrogativas en el campo religioso reclamado por la Iglesia como su derecho, y la Iglesia católica iba a ejercer su libertad religiosa. A cambio, el Vaticano ordenó cesar sus actividades a todos los elementos católicos que trabajan para la restauración del Imperio Austrohúngaro o que trabajaban en pro de reformas desestabilizantes.

En ese momento el Vaticano tenía buenas razones para esta acción. Primero, el éxodo masivo de la Iglesia por checos católicos, como se registró anteriormente, era alarmante; segundo, la sospecha y la antipatía sentidas hacia la Iglesia Católica en las mentes de muchos estaban en aumento. En tercer lugar, había la esperanza, de que con la libertad recientemente garantizada a la Iglesia, ella sería capaz de volver a fortalecer su posición. De esta manera la diplomacia del Vaticano hizo su mayor esfuerzo para consolidar los lazos de unión entre los eslavos orientales y los occidentales, a pesar de las disputas religiosas en la Rutenia subcarpática.

La ratificación de este Modus Vivendi [arreglo entre las partes] fue justificadamente considerada como un evento político de primera importancia. Los problemas no resueltos, prometiendo causar dificultades recurrentes, parecían haber sido resueltos de una vez por todas. Las relaciones entre la República y el Vaticano fueron aseguradas. En 1935 se llevó a cabo un Congreso Eucarístico en Praga. El Cardenal Verdier, el francés Arzobispo de París, fue a Praga como el Legado Papal. En noviembre de 1935 el Arzobispo Kaspar de Praga fue designado Cardenal.

Este estado de aparente cordialidad entre la Iglesia y el Estado comenzó en 1917 bajo los auspicios de Edward Benes. Él comprendió la importancia del Catolicismo en Checoslovaquia, en la nueva República, y como un factor internacional, y por lo tanto intentó establecer relaciones con el Vaticano. Se restablecieron relaciones diplomáticas normales con el Vaticano inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial. Una embajada checoslovaca en el Vaticano fue creada sin demora y un Nuncio Papal fue designado para Praga.

Tras poco tiempo después de esto, el Dr. Benes, en su carácter de Ministro de Relaciones Exteriores de la República, inició negociaciones tratando sobre diversas cuestiones político-eclesiásticas. Las negociaciones comenzaron en el año 1921 con el Cardenal-Secretario de Estado, Gaspari, y el Cardenal Ceretti, y continuaron en 1923 en ocasión de una visita posterior del Dr. Benes a Roma.

Cualquier Iglesia o denominación religiosa aparte de la Iglesia católica habría estimado tal conducta en una República secular, como la República checoslovaca, como perfecta, y se habrían hecho esfuerzos por cooperar con el Estado en el desarrollo y fomento de tan cordial relación. Con la Iglesia católica era diferente. La Iglesia Católica demandaba un derecho tras otro, y en sus demandas exhibía esa intransigencia que es su peculiar característica. El ejemplo más típico ocurrió en 1925, cuando la República checa planeaba una gran ceremonia nacional para conmemorar al héroe del país, Juan Huss. Sucedió, sin embargo, que la Iglesia había condenado a Juan Huss, en su tiempo, como un hereje, un propagador de errores, y un enemigo del Catolicismo. El Vaticano pidió por consiguiente al Gobierno checo que no celebrara estas festividades, para que no se ofendiera a la Iglesia y a los católicos checos por la glorificación de un "hereje" que se había atrevido a desobedecer al Vaticano.

Naturalmente, la respuesta del Gobierno checo fue la que debía ser. Las festividades tendrían lugar con o sin la aprobación del Vaticano. El Vaticano pidió a los checos, y particularmente a los católicos eslovacos, que comenzaran una campaña de protesta contra semejante conmemoración. Esta orden fue debidamente obedecida. La Prensa católica y la Jerarquía escribieron y predicaron contra el Gobierno y contra Juan Huss hasta que el problema se volvió de gran importancia, no sólo en su aspecto religioso, sino también socialmente y políticamente. El Vaticano, percibiendo que todos sus esfuerzos por prevenir las celebraciones eran inútiles, ordenó al Nuncio Papal en Praga que protestara "contra la ofensa dada a la Iglesia católica honrando un hereje." El Vaticano instruyó al Nuncio Papal para que dejara Praga después de pronunciar su protesta, y el 6 de julio de 1925, dejó la capital. Las relaciones Diplomáticas entre la República y el Vaticano fueron suspendidas.

El lector debe notar que, durante estos eventos, la República checa todavía estaba concediendo al Vaticano una petición tras otra; se olvidó el papel desempeñado por la Iglesia Católica, en alianza con los odiados Habsburgos, durante tres siglos de suprimir las aspiraciones nacionales checas. Después de llevar a cabo la conmemoración, la República Checa continuó el esfuerzo por cultivar la amistad con el Vaticano y tuvo éxito en restablecer las relaciones con Roma. Así la joven República siguió el curso de amistad con la Iglesia Católica, permiténdole completa libertad.

Fiel a sus principios, la Iglesia produjo quejas de un carácter puramente social y político. Tres se destacaron: Primero, que Eslovaquia, aunque eminentemente católica, no disfrutaba de aquella libertad que una población católica tenía el derecho a disfrutar; Praga mantenía al pueblo bajo un yugo "Husita". Segundo, que los mismos principios de libertad religiosa y política enunciados por la República, estaban aumentando la propagación del "Bolchevismo". En tercer lugar, que la República estaba en términos demasiado estrechos y amistosos con "la atea Rusia bolchevique ".

Durante años el Vaticano, actuando a través de los canales diplomáticos, de los católicos locales, y de la Jerarquía, intentó influir directa e indirectamente en la República para que se rindiera "al deseo de la Iglesia" sobre estas cuestiones. Pero la República, aunque actuaba imparcialmente con respecto a la Iglesia, también era imparcial en sus principios y sus intereses políticos, y por lo tanto seguía la política más apropiada para su propio bien. Es decir, la República trataba al eslovaco ultracatólico igual que a cualquier otro ciudadano. Se permitía libertad política al católico tanto como al comunista, y se cultivaba cada vez más la amistad con la Rusia soviética como un resguardo contra los enemigos de la República, especialmente Alemania.

El pilar principal de la política exterior de la República checoslovaca había sido la edificación de una estrecha y segura amistad y alianza con la Rusia soviética, por razones obvias. Es suficiente dar un vistazo al mapa de Europa, donde se observa la posición de Checoslovaquia junto a Alemania, para entender por qué los checos deseaban la amistad de Rusia. Debido a esta alianza checa-rusa, la joven República permanecía como un Gibraltar medioeuropeo en el camino de la Alemania Nazi a Ucrania, la cual Hitler había declarado repetidamente que anexaría, sobre todo en su Mein Kampf. Los católicos en Checoslovaquia y en otras partes, así como el Vaticano, nunca dejaron de quejarse por esta alianza. En más de una ocasión el Gobierno checo fue de hecho acusado de ser un "agente bolchevique" en Europa. Es notorio que los más acérrimos y vociferantes críticos eran católicos.

Los principios democráticos y la amistad con Rusia eran responsable, según el Vaticano y los católicos, por el aumento desproporcionado de los Socialistas y comunistas dentro de la República; ellos eran un peligro. En la última elección en la República los Socialistas y los comunistas, de hecho, registraron más de 1,700,000 votos. Finalmente los eslovacos quisieron separarse del cuerpo de la República con el argumento de que todos ellos eran católicos. Ellos querían un Estado católico donde la religión católica sería la suprema, y, como se dijo antes, ellos detestaban el gobierno de “los Herejes Husitas” queriendo decir, por supuesto, los Liberales checos.

El Vaticano, que afirma nunca interferir en política, empezó a ejercer presión política sobre la República en su siempre recurrente manera. En esta ocasión, habiendo percibido que todos sus acercamientos al Gobierno Central con respecto al abandono de la amistad checa con la Rusia Soviética y con respecto a las libertades civiles concedidas a los Socialistas y los Comunistas habían sido en vano, empezó a ejercer una especie de chantaje político contra el Gobierno Central. Esto fue hecho confrontando la República Checa con la amenaza de que si ella no cambiaba radicalmente su política doméstica y exterior, la Iglesia recurriría a la clase de presión a la cual el Gobierno era más sensible -a saber, el apoyo al movimiento separatista de los católicos eslovacos. El Vaticano hizo esto, y por un periodo de varios años dio su protección al movimiento separatista en Eslovaquia con un grado de éxito variable según su influencia en los sucesivos Gobiernos Centrales. Debe recordarse que, aunque muchas causas raciales, políticas, y económicas estaban involucradas en la agitación separatista, la cuestión religiosa no era insignificante; lejos de ello, el movimiento estaba en las manos de católicos celosos, y de hecho los mismos líderes eran sacerdotes católicos.

Esta presión sobre Praga, ejercida durante varios años, era más o menos indirecta; pero los problemas estaban llegando a un punto crítico. El climax fue alcanzado cuando el Nuncio Papal interfirió tan abiertamente en los asuntos checoslovacos que el muy tolerante Gobierno fue obligado a intervenir. El Nuncio Papal se atrevió a publicar una carta en la cual animaba y apoyaba las demandas eslovacas católicas, y su expulsión del territorio de la República se volvió algo indispensable. El Vaticano, por supuesto, protestó. Además de ejercer presión sobre el Gobierno Checo a través de sus adherentes católicos dentro de la República, apeló a la Jerarquía francesa, e incluso a ciertas autoridades políticas francesas. Esto ocurrió durante 1934 y 1935 -fechas que deberían ser recordadas en relación con el capítulo sobre Francia. Como veremos, al tratar sobre ese país, los fuertes elementos católicos en Francia ya estaban en acción apuntando a la creación de autoritarismos domésticos e internacionales por toda Europa. Sus dos objetivos principales eran el antibolchevismo y una Sociedad construida sobre principios católicos.

El Gobierno francés, apoyado por católicos celosos, cooperó con el Vaticano y los checos católicos al reprobar al Gobierno Central organizando, en 1935, una gigantesca manifestación en Praga. El Primado de Francia, el Cardenal Verdier, estuvo presente como Legado Papal, y los católicos polacos y austríacos tuvieron un rol prominente. La Manifestación de Praga, organizada por el Vaticano, fue un acto de abierto desafío así como una amenaza al Gobierno checo.

Desde ese momento los eventos marcharon rápidamente. El Vaticano, en cooperación con otros elementos europeos —principalmente los católicos polacos y austríacos, Hitler, y los reaccionarios franceses— comenzaron a obrar para la desintegración de "la República Hussita".

Antes de proseguir con los eventos que provocaron la desintegración de la República, demos una breve mirada a algunos elementos característicos dentro del cuerpo del Estado, que contribuyeron no poco a su destino final.

En la República checoslovaca había varios partidos políticos en ese momento. Uno de los partidos reaccionarios principales era el Agrario, que no sólo alentó la formación del Partido alemán de los Sudetes, sino que realmente lo ayudó de numerosas formas. Este Partido de losSudetes, conducido por el católico Henlein, promovía el abandono del pacto defensivo de la República Checa con la Unión Soviética y defendía ardientemente una política de entendimiento con el Tercer Reich.

Otro partido importante era el Partido del Pueblo Checoslovaco, un partido católico fundado bajo el régimen Austrohúngaro. Este partido permaneció fiel a la Austria católica hasta poco antes de la revolución. Después decidió ejercer su influencia en el lado del movimiento Nacional Checo, e hizo su apelación a los sentimientos católicos de los obreros con éxito variado.

En Eslovaquia estaba el Partido Populista eslovaco, esencialmente un partido católico. Originalmente éste tendió a trabajar lado a lado con su equivalente checo, pero, con el paso del tiempo, se transformó en un Partido Nacionalista Eslovaco. Este partido era liderado por un sacerdote católico, el Monseñor Hlinka, y representaba la fuerte oposición a la unificación que había existido en ciertos círculos desde la fundación de la República. Éste actuaba como portavoz del Catolicismo así como del Conservadurismo en toda Eslovaquia. Su queja principal era que Eslovaquia no había obtenido plena autonomía ni derechos similares. Entre otras cosas, el sacerdocio católico sentía que que los recursos educativos mejorados puestos por la República a disposición del pueblo eslovaco era "una muy seria amenaza" a la posición privilegiada de la Iglesia católica. Ya hemos indicado que la educación en Checoslovaquia era secular y no sectaria, aunque el Gobierno subsidiaba la enseñanza de las religiones en las escuelas. Esta subvención, sin embargo, era independiente de cualquier denominación religiosa en particular -un arreglo que la Iglesia católica condenó.

La República Checa había hecho pasos gigantescos en cuanto a la educación pública, y en este campo era uno de los países más progresistas de Europa. Sería de interés dar un vistazo a algunas cifras con respecto a los eslovacos, que se quejaban del tratamiento dado a ellos por "los tiránicos Husitas checos." En 1918, 2,000,000 de eslovacos tenían sólo 390 maestros eslovacos para sus niños, sólo 276 escuelas elementales eslovacas, y ningún otro establecimiento educativo eslovaco. La situación en la Rutenia subcarpática era todavía peor, porque no había absolutamente ninguna escuela. En 1930 la República Checa había proporcionado a Eslovaquia 2,652 escuelas elementales, 39 escuelas secundarias, 13 colegios técnicos superiores, y una universidad. Todo esto en doce años. Los gobiernos Estatales y municipales construyeron, en un promedio, 100 nuevas escuelas por año, y durante los primeros catorce años de la vida de la República construyeron 1,381 nuevas escuelas elementales, y 2,623 más fueron ampliadas y modernizadas. Durante el mismo período la República construyó dos nuevas universidades, nueve colegios técnicos superiores nuevos, y 45 escuelas secundarias nuevas.

Estos son los datos de la joven República en la católica Eslovaquia cuyo lema "Eslovaquia para los eslovacos" estaba basada, entre otras cosas, en el antisemitismo y en la desición de frenar e invertir la integración racial de la República Checa. El Partido rechazó en numerosas ocasiones las peticiones para unirse al Gobierno Central.

Además de los partidos anteriormente mencionados, estaba la "Unión Nacional" -un movimiento de tendencia claramente reaccionaria, fundado en 1935. Éste estaba dividido en dos grupos, basados en principios fascistas, el Frente Nacional y la Liga Nacional.

Éste, entonces, era el trasfondo de los eventos que vamos, muy sucintamente, a relatar.

En el capítulo que trata sobre Alemania ya hemos relatado los planes discutidos entre el Vaticano y Hitler antes y después del Anschluss, cuando se volvió obvio que la próxima víctima tenía que ser Checoslovaquia. Una vez más Hitler, con la cooperación del Vaticano, empleó las herramientas católicas para lograr sus objetivos. Por supuesto, él no trabajó con el Vaticano para fomentar la religión; ni el Vaticano trabajó con Hitler para fomentar la particular clase de Totalitarismo de la nueva Alemania. Cada uno cooperó con el otro para lograr su propio objetivo.

Ya hemos dicho que el Vaticano, habiendo ejercido durante años presión sobre la República, comenzó a trabajar por la ruina del Estado checo después de la expulsión del Nuncio Papal. Éste logró su fin por medio de la presión interna en la población católica y por la negociación con Hitler.

Monseñor Hlinka

Los eslovacos católicos, liderados por el Padre Hlinka, continuaron su agitación durante el tiempo en que la República enfrentaba la amenaza del avance de la Alemania Nazi. Hitler no tenía ninguna necesidad de Eslovaquia para sus primeros pasos hacia la apropiación de la República; pero necesitaba una excusa para justificar su invasión destinada a proteger a los alemanes de los Sudetes. Él no tenía mucho que investigar. Una herramienta lista y fácil estaba a mano, el muy conciente católico, Henlein, empezó una agitación para promover los objetivos de Hitler. ¿Cómo podía cualquier persona sensata, a menos que estuviese cegada por un odio político fanático, no haber aprendido la lección de los austríacos católicos cuya traición había ocurrido unos meses antes? Sin embargo muchos católicos se unieron para apoyar a Henlein y a los planes de Hitler. Es verdad que un gran número de católicos se opuso, pero su oposición estaba basada, no en fundamentos políticas, sino más bien en el temor de que Hitler trataría a la religión católica en su país como lo había hecho en Austria. En este punto Hitler le dio su solemne palabra de honor al católico Henlein, quien había transmitido al Fuehrer las objeciones de los católicos de los Sudetes. Hitler prometió que respetaría todos los derechos y privilegios de la Fe católica entre la población de los Sudetes.

Para convencer a los católicos de los Sudetes, y sobre todo a los Poderes Occidentales, Mussolini fue empleado en el complot. Él publicó una carta abierta que declaraba que las conversaciones privadas con Hitler lo habían convencido de que Alemania sólo quería separar la franja alemana de Checoslovaquia. Así Henlein y sus seguidores católicos continuaron su agitación con violencia mayor, apoyados directa e indirectamente por los eslovacos católicos, que consideraron falso que ellos estuvieran molestando seriamente al Gobierno Central y que estuvieran provocando el primer paso en la desintegración de la odiada República.

Llegó Munich [el pacto firmado entre Alemania, Italia, Francia y Gran Bretaña, aprobando la cesión de los Sudetes a Alemania], con todas las complicaciones internacionales involucradas y el mal augurio que esto presagiaba para el futuro. No es la tarea de este libro entrar en la controversia de si era o no aconsejable para las democracias occidentales rendirse ante la Alemania Nazi. Queremos, sin embargo, enfatizar un hecho importante relacionado al problema que estamos estudiando -a saber, la indirecta pero decisiva influencia del Vaticano en este desgraciado problema internacional. Primeramente, debe observarse que la Iglesia Católica en Eslovaquia era la causa primaria de la desintegración de la República, en un momento cuando su unidad era lo más esencial. En segundo lugar, cuando Hitler hizo su primer seccionamiento en el cuerpo de la República, separando las tierras de los Sudetes de Checoslovaquia, la herramienta empleada fue Henlein, un católico, como sus partidarios y seguidores, con la excepción de los Nazis y los fanáticos Nacionalistas alemanes. En tercer lugar, ese Gran Poder que había dado su garantía de respetar su tratado con la República Checa, no mantuvo esa promesa, Francia, que abandonó a Checoslovaquia a su destino.

Este tercer punto lleva directamente a un campo muy polémico donde nos envolveríamos en discusiones internacionales demasiado amplias para este libro y demasiado ajenas a su plan. Sólo se necesita recordar que ya había en Francia fuertes elementos fascistas, muy poderosos detrás de escena. Éstos estaban trabajando para crear un sistema de Totalitarismo en primer lugar francés, y más tarde uno europeo. Debe observarse además que estos elementos fascistas consistían de católicos celosos, no importa si sus componentes se originaban en el sector industrial, financiero, dueño de tierras, u oficial. Todos tenían el mismo terrible temor hacia la Rusia soviética y el Comunismo tal como lo poseía el Vaticano. De hecho, su alianza con el Vaticano fue diseñada para tomar medidas para destruir este peligro. (Ver el Capítulo 16, "Francia y el Vaticano")

Es destacable que Francia abandonó a su amiga en el mal momento, mientras que la Rusia soviética declaró clara y precisamente, y en numerosas ocasiones, una disposición a luchar si Francia honraba su palabra. Ya se ha descrito a Checoslovaquia como una especie de Gibraltar medioeuropeo y una fortaleza en el camino Comunista, y así se presentaba ante las mentes de la Iglesia Católica y de muchos elementos franceses reaccionarios; era principalmente, por esta razón que ellos deseaban su liquidación.

Veremos con mayor detalle que fuerzas estaban en acción en Francia, obrando en este caso en acuerdo con la política del Vaticano. Por el momento es suficiente decir que Hitler logró sus fines, a pesar de la opinión adversa de sus propios generales.

Hitler, sin embargo, no se atrevió a ocupar la totalidad de la República Checa, estimando más aconsejable lograr su tarea por grados, el primer y más importante paso -a saber, la separación de la tierra de los Sudetes del cuerpo de Checoslovaquia- había sido dado. Su objetivo era obtener la posesión de toda Checoslovaquia sin precipitar una guerra europea antes de que estuviera listo, tenía que trabajar por la ruptura de la República desde adentro, y, una vez más pensó en los católicos, él volvió sus ojos hacia Eslovaquia, donde encontró la inmediata y entusiasta cooperación de la Iglesia Católica.

Mientras el Padre Hlinka lideró al Partido católico en Eslovaquia, refrenó a sus seguidores, y en varias ocasiones incluso al Vaticano, de ir al extremo. Su política buscaba alcanzar la autonomía para Eslovaquia, pero no la separación. Cuando el Nuncio Papal le había dado a entender que un Estado eslovaco católico independiente sería provechoso para la Iglesia, y que por consiguiente los eslovacos debían esforzarse para separarse de la República, el Padre Hlinka fue los suficientemente honrado como para contestar que él no creía que esto, a la larga, sería beneficioso para Eslovaquia. Al mismo tiempo le recordó al Nuncio que él había jurado fidelidad a la República Checa.

El Padre Hlinka murió en 1938, todavía instando a los católicos a contentarse con la autonomía y a no poner en peligro la República presionando por una completa separación. Pero entonces otro sacerdote -a saber, Tiso- quién había sido uno de sus más fervorosos seguidores, alcanzó prominencia y poder. Mientras las negociaciones estaban prosiguiendo, y el Padre

Hlinka se sujetaba a la presión del Vaticano y a los más extremistas de los católicos eslovacos, Tiso se había distinguido por su docilidad al Nuncio Papal y a las sugerencias de Roma. El Vaticano reconoció rápidamente sus servicios y Tiso fue hecho Monseñor.

Monseñor Tiso

Inmediatamente se convirtió en el Primer Ministro de Eslovaquia. La primera acción de Tiso fue alzar el grito por la independencia. Esto se hizo con el completo acuerdo entre el Vaticano y Hitler, que sabían cómo se desarrollaría el plan en el futuro. El Presidente de la República checa -de quien, a propósito, el Sr. Tiso había tomado el juramento de lealtad- lo depuso.

¿Qué hiso Tiso? Huyó inmediatamente a la Alemania Nazi, el país de su defensor y amigo Hitler. Era un detalle de cierta importancia que el estrecho y continuo contacto de Hitler con Monseñor Tiso se hubiese mantenido a través de la mediación de otro católico, Seyss-Inquart de Austria. Como intermediario en el modelado de la conspiración entre Hitler y Monseñor Tiso, Seyss-Inquart había desempeñado su papel. Hiller pidió que Seyss-Inquart fuera con un avión para transportar a Monseñor Tiso hasta Berlín.

Hitler y Monseñor Tiso

Habiendo recibido una más que cordial recepción en Berlín, Monseñor Tiso inició una estrecha deliberación con Hitler y Ribbentrop, manteniéndose al mismo tiempo en aún más estrecho contacto con el representante del Vaticano. En este momento el Secretario de Estado del Vaticano, quien por tantos años había moldeado la política de la Iglesia católica, fue coronado como el nuevo Papa, tomando el nombre de Pío XII. Él había estado tan ocupado durante los días que precedieron a la caída de la República Checa que, como su biógrafo registra, sólo pudo tomar unos pocos días de descanso. De hecho, su pontificado había empezado con dos grandes problemas que requerían un muy cuidadoso tratamiento. Éstos eran la invasión de Albania por Mussolini y el apoderamiento de Checoslovaquia por Hitler.

Disponemos de pocos detalles acerca de las instrucciones dadas a Monseñor Tiso por el nuevo Papa, pero conocemos que Monseñor Tiso y Ribbentrop estaban consultando con el Vaticano, no sólo a través de los cauces normales, sino también a través del Gobierno fascista. En más de una ocasión durante esta crisis el Gobierno fascista actuó en nombre de Hitler y de Monseñor Tiso en negociaciones con el Papa.

Unos días después de la llegada de Monseñor Tiso en Berlín, la prensa Nazi empezó a hacer circular los relatos de los horrores infligidos por el gobierno checo en la Eslovaquia católica. Tiso telefoneó a sus amigos católicos en Eslovaquia porque Hitler le había dado una promesa de apoyar la causa eslovaca católica si ellos hacían una declaración de independencia. Entretanto los húngaros también fueron incitados a tomar parte en el juego. El Primado católico húngaro, que se comunicaba directamente con el Vaticano y con quien Tiso había estado en contacto, ahora cosechaba su premio. El Gobierno húngaro, que compartía el odio de Hitler y de otros contra la bolchevique República Checa, exigió Rutenia al Gobierno checoslovaco. La Polonia católica también estaba pidiendo la liquidación de la República Husita por ser la amiga de la Rusia bolchevique. Así la Polonia católica estaba abiertamente al lado de Hitler demandando el desmembramiento de la nación Checa.

De tal manera fue decretada la tragedia. Hitler convocó al Presidente de la República a Berlín, donde él llegó el 15 de marzo, a la una de la mañana. Se le ordenó que cediera su país, con la alternativa de que, si no firmaba, setecientos bombarderos Nazis aplastarían Praga, la capital Checa, dentro de cuatro horas.

El Presidente Hácha firmó, y el destino de la República Checa fue sellado. El "crepúsculo de la libertad en Europa Central", como el New York Times dijo, había comenzado. Las tropas Nazis ocuparon Praga y el resto del país. Bohemia y Moravia se volvieron, en el lenguaje del Nazismo, "Protectorados", mientras que la Eslovaquia católica fue ascendida a la condición de un país independiente como un premio por la ayuda dada a Hitler. La República checoslovaca había dejado de existir.

Así se puso exitosamente otro escalón hacia el logro del gran plan del Vaticano. Una República cuya política interna permitió la propagación del Bolchevismo y que no permitió que se formara un Estado católico pleno, una República que era amigable con la Rusia soviética atea, había desaparecido. Sobre su tumba fue construido un nuevo Estado católico, conformado completamente a los principios expuestos en la Bula Papal Quadragesimo Anno, y pronto este Estado fue incorporado al tejido de la recientemente emergente Europa católica cristiana fascista.

Inmediatamente después del nacimiento del nuevo Estado Católico de Eslovaquia, Monseñor Tiso, quien se había convertido naturalmente en Primer Ministro, empezó a moldearlo según los nuevos principios totalitarios, antidemocráticos, antiseculares y antisocialistas predicados por Mussolini, Hitler, y la Iglesia católica.

La primer consideración de Monseñor Tiso fue encontrar un nuevo lema para el nuevo Estado católico. Él decidió -"Por Dios y la Patria." Después ordenó una nueva acuñación que llevaba los retratos de los grandes santos eslavos Cirilo y Metodio. Intercambió naturalmente representantes oficiales con el Vaticano. Aprobó leyes contra el Comunismo, el Socialismo, el Liberalismo, el Secularismo, etc., suprimiendo sus periódicos y organizaciones. Igualmente desaparecieron la libre opinión, la libertad de Prensa, y la libertad de expresión. El Estado fue reorganizado según el modelo fascista. La juventud fue regimentada a semejanza del sistema de las juventudes hitlerianas y las escuelas se conformaron a los principios de la Iglesia católica. Incluso las tropas de asalto fueron copiadas de los Nazis, y una legión de voluntarios católicos fue reclutada y enviada para luchar lado a lado con los ejércitos Nazis contra Rusia.

Mientras estaba ocupado con todas estas actividades, Monseñor Tiso y casi todos los miembros de su Gabinete, junto con muchos miembros del Parlamento, hicieron un retiro regular de tres días completos en cada Cuaresma. Ellos frecuentaban los servicios de la Iglesia con sumo fervor, y el mismo Monseñor Tiso nunca permitía que los cuidados de su nuevo cargo interfirieran con sus deberes sacerdotales. Todas las semanas, como Monseñor Seipel, él abandonaba durante un tiempo el cuidado del Estado para actuar como el simple cura párroco de la Parroquia de Banovce.

La nueva estructura social del Estado, como ya fue sugerido, estaba basada en el sistema corporativo, como fue enunciado por los Papas. Los sindicatos fueron por consiguiente abolidos porque, como Monseñor Tiso explicó, "ellos estaban bajo la influencia saturante del Liberalismo y del Individualismo; para impedir que estos elementos de descomposición causaran destrucción debíamos unificar las organizaciones profesionales y organizar nuestro país entero sobre una base corporativa, como fue enseñada por la Iglesia católica" (17 de abril de 1943). "Los obreros eslovacos pueden descansar seguros de que no necesitan soñar con un supuesto Paraíso bolchevique, o esperar un orden más justo de los extranjeros del este. Los principios de la religión les enseñarán lo que significa un orden social justo."

Siguientes en importancia al sistema corporativo vinieron las leyes para la protección de la familia, como era enseñado por las doctrinas de la Iglesia Católica y del Fascismo. Éstas eran una réplica de las leyes fascistas, y todo fue hecho para ver que la familia emprendiera la más temprana enseñanza de la religión, la obediencia, y el totalitarismo a la generación más joven.

Luego Tiso organizó la juventud eslovaca católica según el modelo de las juventudes Nazis. Él creó la Guardia de Hlinka y la Juventud de Hlinka. Además de esto organizó el Servicio Obrero Eslovaco copiado del modelo Nazi, y el Partido del Pueblo Eslovaco de Hlinka. Todas estas organizaciones eran, por supuesto, 100 por ciento totalitarias, excepto que en ciertas materias había una mezcla con el fascismo italiano. En todo los otros aspectos, el modelo adoptado en Eslovaquia era el del fascismo Nazi, y ambos fueron amalgamados por el espíritu y los eslóganes de la Iglesia Católica.

En el programa de su Gobierno, Monseñor Tiso predicaba desde los textos de Hitler; exigía la disciplina y la obediencia ciega. Él introdujo la instrucción religiosa en las escuelas y concedió privilegios a la Iglesia. Sólo aquéllos que ostentaban ser católicos celosos podían esperar ser empleados en el Estado, las escuelas, y el la administración pública. Todos aquellos que eran sospechados de Socialistas o de simpatías Comunistas eran boicoteados. Gradualmente las cárceles se llenaron de delincuentes políticos.

De nuevo en imitación de Hitler, Tiso creó escuelas políticas especiales en las que los estudiantes eran enseñados en los principios fundamentales del Totalitarismo Católico. Él inició a los Nazis incluso en su persecución de los judíos. A ciertos católicos que cuestionaban la justicia de esto, Monseñor Tiso replicó: -En cuanto a la cuestión judía, las personas se preguntan si lo que hacemos es cristiano y humano. Pregunto yo también; ¿es cristiano que los eslovacos quieran librarse de sus eternos enemigos los judíos? El amor por uno mismo es un mandato de Dios, y su amor hace indispensable para mí que quite cualquier cosa que me dañe (discurso de Tiso, el 28 de agosto de 1942). Tiso se hizo la cabeza del Ejército eslovaco. Dirigiéndose a oficiales jóvenes, él frecuentemente les repetía: "¡La nación eslovaca quiere vivir su propia vida como un Estado nacional y católico!" (25 de mayo de 1944).

Aparte de las democracias, el principal odio de Monseñor Tiso y su Estado católico estaba dirigido, por supuesto, contra el Liberalismo, el Socialismo, y el Bolchevismo, y por lo tanto contra la Rusia soviética. Él no ahorró esfuerzos para hacer que los católicos eslovacos fuesen muy aborrecedores del bolchevique. El clero católico estaba completamente de su lado y cooperó con él para suscitar las legiones católicas eslovacas que fueron enviadas al Frente Oriental.

Los planes de dominación de los bolcheviques hacían claro que los eslovacos debían luchar contra las fuerzas de la barbarie y la brutalidad bolchevique, no sólo por su propia supervivencia, sino también por la salvación y protección de la cultura europea y la civilización cristiana (25 de mayo de 1944). El apocalíptico Bolchevismo provocado por los capitalistas está vengándose con muerte y destrucción. Nosotros los eslovacos somos católicos y siempre nos hemos esforzado por promover los intereses del hombre (mensaje de Navidad de Tiso, 1944).

No satisfecho con palabras, Tiso envió una legión a combatir al Bolchevismo y más de una vez visitó personalmente a los legionarios en el Frente Oriental (6 de noviembre de 1941). Él habló contra los Poderes Occidentales como el enemigo principal que el eslovaco debía combatir: "No podemos dudar que la victoria Aliada significaría para nuestro pueblo una sumamente horrible derrota de nuestros ideales nacionales y entregaría a nuestro pueblo a la tiranía de los bolcheviques. Eslovaquia se mantendrá del lado del Pacto Tripartito de Poder [Alemania, Italia y Japón] hasta la victoria final" (27 de septiembre de 1944).

El desarrollo de la guerra, sin embargo, no fue de acuerdo con los deseos de Hitler y Monseñor Tiso. Los ejércitos soviéticos invadieron Alemania así como el territorio de la ex República checoslovaca.

Cuando en 1944, el Presidente Benes fue a Moscú y firmó un pacto con la Rusia soviética, Monseñor Tiso y los eslovacos católicos gritaron hasta el Cielo por el monstruoso crimen del "Husita Benes" al vender a los eslovacos a los "impíos bolcheviques." Tiso no estuvo solo: los obispos y el clero católicos de los "Protectorados de Bohemia y Moravia" se hicieron eco de sus palabras. Ellos predicaron contra Benes y su Gobierno, luego en Londres. Ellos de hecho fueron tan lejos como para emitir una carta pastoral dirigida contra el Gobierno Checo en Londres. La carta nunca fue publicada, puesto que por este tiempo el Vaticano estaba trabajando de la mano con los Aliados, comprendiendo que la derrota de Alemania era segura. El avance de la Rusia soviética también movió al Vaticano a una prudente supervisión de los pronunciamientos de los católicos que habitaban en la frontera rusa. Los obispos recibieron órdenes de "no comprometerse oficialmente." Inmediatamente después los obispos emitieron severas advertencias "diciendo al pueblo del peligro del Este." Esto fue después de que Benes había firmado el pacto con Moscú.

Tal fue el nuevo Estado Corporativo Católico de Eslovaquia como fue deseado por la Iglesia Católica. La estructura no duró mucho tiempo, porque se desmoronó con la derrota del poder militar Nazi. Pero el fracaso del plan no exonera a aquellas instituciones religiosas y políticas, o a los hombres individuales que habían sido responsables de la desaparición de la gallarda República Checa. Por su ambición para establecer un Estado Fascista totalitario ellos aceleraron el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el Estado eslovaco se volvió el apoyo y el socio íntimo de aquel Nazismo que inundaría a la humanidad en un mar de sangre.

Capítulo 14

 

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