Lino
Sangalli |
EL
CORREDOR
Cuando
llegó el cura ya el barbero estaba terminando su trabajo. Lo había hecho
muy pulcramente, mi cara y cráneo estaban totalmente lisos sin un solo
pelo tal como lo había pedido. Al verlo me sobresalté un poco ya que hacía
tiempo que no veía uno de cerca pero recordé que era yo quien lo había
hecho llamar. Al principio conversamos de banalidades y me enteré de que
había servido en una parroquia de mi país hacía mucho tiempo. Era un
sacerdote viejo y al parecer ese sería su último encargo antes de su muy
probable cercano retiro. Luego de un rato de charla intrascendente
entramos a hablar de negocios. Se
puso serio, sacó de un bolsillo su estola, la besó y se la colocó al
cuello. Empezó a escuchar mi confesión. Habían pasado muchos años y
demasiados pecados desde mi última vez. Recibí la absolución por todos
mis errores. Esa
es la ventaja de ser católico, Dios es misericordioso y con solo
arrepentirte y confesarla, cualquier falta te será perdonada y serás
candidato fijo para entrar al Reino. Ni
bien terminaba de recibir la absolución irrumpió un grupo de uniformados
que se abalanzó sobre mí, me puso en pié, me maniató y después me
sacaron a empellones de mi cómoda celda. Al
caminar por el largo y oscuro
corredor al que daban muchas puertas similares a la mía, al ver los
rostros sombríos que me observaban en silencio no pude dejar de pensar
que en este país islámico ejecutan a los violadores.
© Lino Sangalli
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Lino Sangalli. Administrador de Empresas y Economista de profesión y Escritor aficionado. Tiene una veintena de relatos y una novela, todos inéditos. |
Revista Literaria Remolinos