Harol Gastelú Palomino
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Poemas a una madre

A María Palomino Ceras de Gastelú

28 febrero 1936 – 22 julio 2005

 

 

 

HE VUELTO
Madre:
He vuelto a Huanta, a las calles de mis primeros años.
He vuelto a Cangari, al lugar donde me trajiste al mundo,
me he bañado en el río como cuando niño.
He vuelto a ver el límpido sol ayacuchano,
sol de tu infancia, sol de tus sueños.
He cruzado el puente Viru Viru camino a Chincho.
Ya no está mama Bibi para decirle "maymi queso, maymi agua".
He pasado por Jello Jello, me he detenido en Cascabel,
de la tumba de tu hermana Antonia, que estaba bajo un huarango,
el tiempo no ha dejado nada.
He subido por Pauca, por Ccasi,
desde ahí he contemplado Huanta.
He llegado a Chincho cansado, agotado, aún con el temor de los abismos,
he ido a ver el lugar donde estuvo tu casa,
he ido a la tumba del abuelo Julián,
he llorado como ese setiembre del 2000.
He vuelto por todos nuestros lugares
y te he recordado.
Me he sentado en la Plaza de Armas de Huanta,
en el mismo banco que un día compartimos
cuando Nacho apenas era una criatura,
¿te acuerdas?
He ido por Cinco Esquinas,
he tomado la chicha de siete semillas,
he ido al Morro Tupín,
he visto jugar a los niños
y me he sentido un niño abandonado.
Madre: he vuelto
a los lugares que has amado.
He vuelto a recoger nuestros pasos.

 

 

 

VUELVES
Vuelves a la tierra, a esa dulce tierra de tu infancia.
Vuelves al río cuando este era cauce.
Vuelves a la luz cuando era estrella y tus negros y ondeados cabellos se vuelven constelaciones.
Tu luz perdura, la luz de tus ojos, esa luz que veré mientras exista, mientras los caracoles dejen sus huellas en mi piel.
Vuelves al origen de la vida cuando el horizonte no sabía de miradas, cuando el silencio solo era poblado por las voces de otros silencios mayores, cuando el cielo no sabía del vuelo del hombre ni de las aves.
Vuelves al principio, cuando el agua no sabía de recipientes, cuando la música no sabía de instrumentos, cuando la sangre no sabía de cuerpos que las contengan.
Vuelves a la tierra, a la semilla, cuando el maíz brotaba alegre ante el llamado de la lluvia.
Vuelves a la tierra, madre. Y la alegría escucha cantar a los pájaros, el río serpentea hacia las montañas, los huesos se cubren de carne, las rosas se llenan de espinas, las cuencas de tus ojos se llenan de luz, el sol se vuelve en busca del girasol.
Renaces.

 

 


PUEDES
Puedes cerrar sin temor tus ojos
que yo velaré tus sueños
para que la oscuridad no los lastime.
Te traeré la luz del día,
los paisajes que mis ojos vean,
los rostros de los que amaste
y de los que te amaron
para que no te sientas sola
para que tus ojos se vuelvan estrellas.
Tapia tus oídos a los aullidos de la parca
que yo te traeré
las melodías alegres de mi guitarra,
la sonrisa tierna de Fabiola,
los cantos de los pájaros en primavera,
el rumor de aquel río que cruzamos
un 26 de setiembre de hace muchos años.
Madre,
te traeré las flores más fragantes
del jardín que cuidaron tus manos
para que se los des a los ángeles
y estos se embriaguen
con el licor de las rosas
e ignoren el hedor de la muerte.


 

 

 

VIVES EN MÍ
Vives en mí,
en cada tarde
que pasaste aquí.
Aún mis oídos
escuchan tu dulce voz
en el canto de los pajarillos
que habitan en mi corazón.
Tus manos
siguen peinando mis cabellos
en el recuerdo de esos años
que me trae el viento.
Vives en mí,
en la sangre
que llevo de ti.
El vaivén de las olas
trae a mi playa
todas esas tardes
en que me amabas.
Madre:
aquí esta tu hijo,
que no para de llorarte
por haberte perdido.
En esta fría tarde de julio
te busco entre los recuerdos
del aquel tiempo vivido juntos,
tiempo que arde como el fuego.
El calor de tus manos,
la ternura de tu mirada,
todo eso extraño,
todo eso lo tengo en mi alma.
Aunque sé que nunca volverás,
vives en mí,
serás compañera de esta soledad
hasta el día en que tenga que volver a ti.

 

 

 

TE LLEVO CONMIGO
Te has ido,
con tu partida llegó el silencio,
me has dejado un corazón herido,
me has dejado poblado de recuerdos.
Este lugar se me hace grande,
tu ausencia me pone triste,
se me hacen eternas las tardes,
todo me deprime.
Te vi aquí,
nos sentamos en ese rincón,
por allí caminaste junto a mí.
Te llevo conmigo,
y muy a mi pesar,
recorro los mismos caminos
que un día nos vieron pasar.
Reprimo una lágrima
para que no me vean llorar.
Recuerdo tu mirada
y me pregunto dónde estarás.
Te llevo conmigo
a pesar de esta soledad
en la que vivo
desde que no estás.

 

 

HASTA EL TIEMPO ESTÁ TRISTE
Hasta el tiempo está triste
porque ya no estás aquí.
El día se ha vestido de colores grises
y es por ti.
El sol en el horizonte apenas asoma,
las aves ya no cantan;
las flores han perdido sus aromas,
de mis ojos caen lágrimas.
Las horas transcurren lentas,
cada segundo es una eternidad,
mi corazón desfallece llena de penas,
¿dónde estarás?
Contemplo los lugares que nos vieron pasar,
busco tu mirada inútilmente,
tú ya no estás,
y reconocerlo, duele.
Hasta el tiempo está triste,
mi guitarra se ha quedado muda,
te esperé y no viniste,
y no vendrás nunca.
Qué inmenso se me hace este lugar,
ya nunca volverán
aquellos días tan felices.
Mis ojos miran el camino
sabiendo que nunca más te veré llegar
porque se han hecho distintos nuestros destinos
muy a nuestro pesar.

 

 

AUSENCIA
La tarde muere en una quietud pétrea,
en las aceras las hojas secas de las buganvillas
esperan al viento para que las haga jugar
El sol se ahoga en un charco rojo. Tiritan las flores de tristeza.
Me pregunto dónde estás, qué ha sido de ti,
por qué no has vuelto a pasar por nuestra calle.
Una pesada lágrima se desliza como un ancla
por esta lastimada mejilla que tú besaste.
No solo tu corazón se detuvo aquel viernes de julio.
En este pecho hay un corazón que también ha muerto.
En esta mente los recuerdos van y vienen
como las incesantes olas de ese mar que tú amaste.
Recuerdo tu voz de dejos andinos.
Recuerdo tus manos de uñas quebradas
por los quehaceres del hogar.
Berenice dice que estás en el cielo descansando.
¿Desde allí me mirarás?
¿Verás ese pozo de lágrimas que ha cavado mi dolor?
Un día más de vida, me digo cada amanecer.
Un día menos de vida, me digo cada anochecer.
Cuento los días desde que no estás en casa.
Te busco en cada anciana de cabellos plateados.
Te busco en los rincones donde estuviste.
Te busco entre las flores de tu jardín.
Te busco en mis sueños. En mi silencio
busco tu voz llamándome.
Te busco en esa infancia que compartimos.
Tú también tuviste veinte años.
Tuviste mi edad. Recorriste los caminos
que ahora recorro yo. Derramaste las mismas lágrimas
que ahora se deslizan por mis mejillas
mientras la tarde va muriendo
con la soledad de los desiertos
con los silencios de los pájaros.

La Realidad, octubre 2007

 

© Harol Gastelú Palomino

 

 

Harol Gastelú Palomino, Huancavelica (Perú), 1968. Profesor de arte y literatura por La Cantuta. Ha publicado el libro de cuentos “Historias urbanas” (Derrama Magisterial, 2005). Sus textos han recibido los siguientes galardones: 1995: segundo lugar en los Juegos Florales de La Cantuta. 1997: primer lugar en los Juegos Florales de La Cantuta. 2004: Premio Nacional de Educación Horacio en cuento. 2005: finalista en novela en el Premio Nacional de Educación Horacio. 2007: Premio Cuentos Ciudad de Trujillo, mención especial en novela en el Premio Nacional PUCP para nuevos talentos, mención de honor en el área de Mitos y Leyendas Populares en el Premio Nacional de Educación Horacio. Textos suyos han sido publicados en las revistas digitales Azularte, Yoescribo.com, Remolinos, Destiempos, Palabras diversas, La puerta azul, Letralia, Ciberayllu, Exquioc, Misioletras, Las filigranas de perder y Literarte.

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