Faustina Bermejo Hernández
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ÁNGELUS

A la hora del ángelus
levantamos los ojos.
Rayos encendidos
de luz atraviesan
ramajes espesos.
El agua queda quieta.
El silencio estalla en el huerto.
Sonríe la zagala
cuando el ángelus reza,
derritiendo sus huesos
por el mozo del alma
que tiene tan cerca.
La azada descansa.
El trabajo se para.
La plegaria se eleva
con olor a albahaca.
A la hora del ángelus
hasta la alondra calla.
El silencio
en los huertos estalla.

Del poemario: "Con el viento de Leveche"

 

 

 

 

 

LA LUZ

 

No son los seres,

 tampoco las cosas.

Es la luz.

Nada me atrapa,

sólo la luz que rompe

en mil destellos,

la luz que juguetona

se enreda a los bucles

 de tu pelo.

La luz, con su manto,

te cubre perfilando

 tus labios que me besan.

La luz que ahuyenta

las sombras

 rodando como cascada,

 apenas rozando

con su tierna caricia

nuestras caras.

¡La luz!

La luz inexplicable

 Como     

  Una

         cascada

               ro…

                               dan…

                                               do.

 Del poemario: "Espejismos"

 

 

 

 

 

8.-Te daré pan en mi beso


Tú sal a mi encuentro
con barro y con rocío.
El río retoza entre los riscos
ribeteando el cañón de tierra caliza
y de mármoles rojos.
Dame tu ternura,
el manantial de tu sonrisa,
la mirada más profunda,
la miel de tus labios,
tu caricia...
Toma la estrella fugaz
detenida en mis cabellos.
Acompáñame al corazón del bosque.
Yo abriré los postigos
de los más ocultos senderos.
Te daré pan en mi beso.
Tú sal a mi encuentro.

Del poemario: "¿Realidad desvanecida?"

 

 

 

 

 

12.- EMPEZANDO EL OTOÑO


He dormido en el regazo
del hombre que amo
mientras la noche avanza.
En las ardientes llamas
se consumen narcisos blancos.
Con el ritmo repetitivo de campanas
me despierta el almuédano
aún antes que clareen
las crestas de las sierras.
Las primeras hojas otoñales
arrancadas de los chopos plateados
caen sobre el rocío de los nenúfares.
El bullicio del día se inicia
con los incipientes destellos de la luz.
El aire huele a manzana.
Los hombres cruzan
hacia los zocos y las mezquitas
donde el Imán convoca
a la oración de la mañana.

Del poemario: "Reloj de Candela"

 

 

 

 

LA UNIÓN


Los mineros apagan el carburico
al salir del fondo de las minas.
Llenan las tabernas
con tonás y bulerías,
seguiriyas y tarantos,
soleás y cartageneras...
dichas y quebrantos.
Con los pulmones deshechos
por el plomo toman aliento
pa cantar mientras olvidan
la muerte y las penas,
saboreando el carajillo
en la partida de brisca.
Desgarra el corazón
con su quebranto,
la voz de su garganta,
la voz del alma
y de las entrañas de la tierra.
En la Catedral del Cante,
el pueblo rememora
la sangre de los muertos,
el quejío de las maeres,
el coraje de los hombres...
Sobre las pálidas montañas,
encarnao está el corazón
del cristo de los mineros,
y, como el carbón, negro
de luto y dolor.
Van a encontrarse
el barrenero, el picaor,
el tornero, el enganchaor...
con el embrujo
de la madrugá flamenca.
Atrás los túneles y galerías.
Se reemplazó el martillo
el pico y la barrena
por el cante Jondo,
el baile y la guitarra,
alumbraos con la lámpara minera.

Del poemario: "Ruta poética de Murcia"

 

 

 

JUGANDO CON BIRLOCHAS


A mi hijo José Alfonso.


En lo alto de aquel cerro
jugábamos con birlochas
a alzar el frágil vuelo
en la frontera del cielo.
En las ramas del enebro
arrullos de palomas.
¡Cómo hojicas de romero,
quedábamos tan pequeños
alzando más las birlochas
hasta los luceros!
En la balsa de riego
las estrellas se bañaban,
descendían desde el cielo
al olor de la retama.
Entre el trigo y amapolas
cabeceaba el viento.
Tú apretabas mi mano,
yo tu frente besaba
ante tu desconcertante
mirada.
En el oro de la tarde
el hilo se enredaba.

Del poemario "Telas de araña"

 

 

 

7


El dolor nos rompe
y nos reconstruye,
el dolor nos hunde
y nos eleva,
nos conduce a la locura
o a nuestro corazón nos lleva.
El dolor nos encierra
construyendo corazas
y torres de defensa,
nos hace vulnerables
y compasivos,
desata nuestra ira y nuestro odio
y sin embargo… nos enseña a amar.
El dolor me ha fortalecido.

Del poemario: "realidad recobrada"

 

© Faustina Bermejo Hernández

 

Faustina Bermejo Hernández o Irel, (Murcia.-España) dos nombres, dos caras, dos sombras… una mujer o  un poema convertido en una vida llena de pasión. Actriz y poeta.  Libros   publicados:    “El Hombre era un Monte”,   “Reloj de Candela”  y   “¿Realidad Desvanecida?”, además de colaboraciones en publicaciones colectivas con asociaciones de las que forma parte: Asociación de escritores y poetas del casino de Murcia, L´Ajuntaera, La Molineta, Tertuliemos y Molínea, así como en revistas de Madrid, Almería, Asturias, Tenerife…

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