Traje
gris
Atardecí la cantidad de veces necesarias
para que las noches, vuelvan a ser noches
y la soledad mía.
El mundo rotó las suficientes veces
para que la lluvia, sea lluvia,
se avergüencen los recuerdos
y el olvido siente cabeza en la memoria.
Emigre de las pesadillas de amor perdido
de los sueños en primaveras festivas,
escape tanto del dolor, como de las caricias.
Somnoliento en mi cueva
volví a vestir el traje gris de dignidad dura e inmutable
empaque el rojizo de pasión.
Las vueltas sinfín del reloj han
distorsionado las cosas,
extravió mi capacidad de encontrar dulzura en lo cursi
y la facilidad con que solía aferrarme a su amor,
justifique su ida con mi orgullo.
Pero admito que el orgullo
a esta instancia es cobardía.
Supongo he resignado mucho,
abandone las enormes montañas
para construir mi hábitat en una meseta desolada y pantanosa.
La noche, otra vez,
tan solo es noche. Tu cara una roca
cuando dices no amarme,
las palabras
ausencia, y la lluvia
agua que moja, agua
agua que cae.
No es lo ideal, ni debería conformarme
no puedo mentir, ni decir que soy feliz
puedo jurar que lo fui.
Poesías encadenadas en sus camas de papel.
Madrugue esta noche encontrando
que resignado, desde el principio
conocía el fin de la historia.
Hormiga en la miel
Su frágil cuerpo, también siente
pero mas su boca se deleita,
en el sabor ultimo de su vida.
Se quiebra agónica su figura
el placer se hace río caudaloso sin salida.
Sin tocar la profundidad plástica del
mar
muere
con el sabor en la lengua,
y ya no tiene que servir a reina alguna,
ni buscar comida para los hijos esclavos
de un reino sin amor,
murió para llegar al paraíso,
pero su cuerpo es una mancha
para el hombre con matinal deseo de miel
La Mujer Residuo
Tuve un amor de cartapesta
que reciclaba mis silencios y los hacia operas,
tragedias barítonas y torpes
pero al fin garras,
azules nubarrones de conciencia.
Fui su esclavo, el residuo de sus vidas
pasadas
mi única libertad era el nulo uso de las palabras
que no hacían más que hundirme en mis cadenas
como ensanchando la tirana materialidad de mi cuerpo.
Me resigne a entregar lo que nunca tuve
a una mujer residuo, una mujer papel
que hacia de mis sueños, trampas tortuorias
y solo podía morir como las hormigas en la miel
pronunciando versos mortales.
Simulacro
Mas a martes que sábado olería el
destino,
refulgente, la estafa, el horizonte,
el futuro provocando mirar atrás.
Caminaba en la ilusión de moverse,
entre las frases que no encontraron poesía
ridícula a través del tiempo,
el puente fue su túnel y las respuestas dudas,
lo que sea que llegue lo esperaba mucho antes
criado, ya huérfano el amor…
A menudo se aparece revolcada en palabras
como si esas diesen de comer
y mostrando sus gracias
como si se amase por virtudes.
Esconde sobre sus dientes
una sonrisa más enorme que la reputación de Dios,
cada tanto la regala, cada tanto se regala
y promete mas de lo que da
y habla más de lo que quiere.
En la confusión de un teatro
concurrido por un público gravemente desinteresado
actúa el papel de otro.
Logra volver profundos los sueños de su almohada
un simulacro de lo que es,
aparentando
sin ser.
©
Lisandro Ignacio Romero
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