Reynaldo
García |
LOS AMIGOS Los
amigos que terrible su adiós Su
olvido entre las horas Su
color transparente en los recuerdos Su
boca sin palabras, su risa sin eco. Que
triste es perderlos sin música Sin
aliento, sin sombra, sin sol Olvidarlos
entre las calles que anuncian Distancias
,corrientes de ríos viejos Gestos
de pereza de historia común Las
noches se apoderan de la calles Los
niños de las flores y la muerte de sus cartas Ese
dia en que mueren los amigos El
sol se desgana en las azoteas Como
para llorar.
ESTA CALLE II Esta
calle, Lee
sus anuncios de castillos viejos Lee
también las manos que se amaron en sus veranos altos Lee
el rostro de los que la han visto vestirse de viajera , Y
las cicatrices de domingos de parábolas viejas. Esta
calle inicia sus metáforas En
ella han muerto los patriotas, Los
generales del miedo Los
condes de la edad del hierro, Y
el amor sigue paseando su mirada de lluvia Reventándose
en la sangre Como
un apóstol de fuego sin apagarse nunca. Esta
calle es tan antigua que aquí Solo quedan los muros y tus besos.
POESÍA DE LA EDAD (A
la muerte de Federico García Lorca)
Con
sus manos escondidas Dibuja
un muerto la noche La
brisa que trae llanto Retumba
un patio en la boca. Los
lirios ya reventaron Las
rosas ya no te tocan La
calle que se retuerce Es
calle de amapolas Por
donde pasea la muerte Sofocada
, triste y sola buscando
niños perdidos diamantes
o caracolas. Es
la muerte la que viene Federico
García Lorca, La
muerte que ha remachado Sus
puertas en dura roca Donde
gimen desoladas Las
gitanas y las moras Donde
una fuente revienta Un
verano de sangres Viejas Que
Cuelgan con alas blancas De
las tabernas abiertas. !Ay
! Federico la muerte Es
un montón de silencios De
carbones y de olvidos De
girasoles sin cuerpo. De
puntillas en las sombras, !Ay
!Federico la muerte Nunca
regresa sola, Su
espalda siempre arrastra Sangre
y memorias muertas Con
que se duermen peleando mártires
y poetas Mientras
la luna los besa. Ay
la muerte es una cantina Donde
todos bebemos su aroma Un
pinchazo de dolor una
mueca de adiós Y
la sangre de la historia. Ay
! Federico allá afuera La
mañana se pregunta por su pestaña de oro Mientras
los niños lloran frente
a las únicas rosas Como
fantasmas de niebla. Donde
quedo la sangre del barrio? Tostada
por el viento sola, Untada
en la madre huerta frente
a los toros sin cerca Prendida
en la tierra negra O
es tinta de otros poemas, Ay!
Federico tus huellas, Son
guitarras en los huecos De
madrugadas eternas Donde
se ofician relojes Cantos
del tiempo muerto. A
caballo van los soldados A
pie va el poeta Contando
lunas de duelo En
los ojos lleva el cielo De
adioses en la puerta Blancas
están tus manos Sin
sangre son lirios huérfanos Federico,
se fue la tropa. Ya
vienen los sacramentos. Al
encuentro de los santos Salen
los viejos monjes Rezando
de los conventos. Ay
Federico la muerte Secuestro
tus ojos negros ahora
la noche Es
un vaso de veneno De
sueños y de silencios.
GRITOS
EN LA CALLE
Me
llamaron a la hora En
que el eclipse se adueño de la calle De
los rostros sobre el cristal tímido del agua, A
la hora Del
portal de edades ajenas en relojes huérfanos y tentaciones de cielo. Son
estos recuerdos los que describen la historia de tus besos A
la hora del olor de las velas de Santiago A
la hora en que las torres levantan sus oídos al cielo Y
llevan un lago a los labios de Dios para que de mi te acuerdes. Me
llamaron a la hora en
que la soledad es una niña que se queda dormida Mirando
las hogueras que arremeten contra el pudor del los naufragos Mientras
bebo un rio de amapolas heladas Y
crisantemos oscuros de piedras y edades. Me
llamaron , bien lo se, a
la hora del suicidio de las mariposas y los golpes de sangre A
la hora en que el verano cuenta sus vicios de poeta, A
la hora en que llorar es una travesía sin
memorias en los puertos. Me
llamaron Sobre
un cielo agrio de recuerdos deformes y
otoños de nieve. Me
llamo mi propio corazón confundido como un pájaro en la sombra Con
una estrofa de su dolor escrita en la noche Fue
entonces, cuando te perdí ,Ángela sin
el invierno y los bosques En
mi primera muerte Desamparada
y tenue como una flor desnudando sus huecos. A
esa hora en que me llamaron solo escuche El
ronco silbido de los siglos anunciando sus guerras de siempre.
CONFESIONES (
A Teresa) La
verdad es que aquí hay una silla Para
juzgar al culpable Del
otro lado un mar se lava las manos Los
mendigos se arrastran en una pesadilla de sed El
verano clavo sus nubes en los techos Dios
durmió hasta tarde Cuando
ella murió Sufrió
de tos de Viejo Y un par de aspirinas no detuvieron el dolor del planeta.
© Reynaldo García
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Reynaldo García. Escritor salvadoreño (Santa Clara, San Vicente, 1964). Ejerció la docencia y trabajó en la cátedra de literatura y comunicación de la Universidad Estatal y la Universidad Francisco Gavidia (UFG). Ha participado y ganado algunos certámenes literarios de su país, como los Juegos Florales de Santa Ana, Sonsonate, San Vicente y el premio de poesía Salvadoreños en el Mundo (2007). Textos suyos han sido publicados en algunos periódicos salvadoreños. En 1987 fundó junto a otro grupo de trabajo la revista literaria Semilla, como parte del desarrollo político de las comunidades de jóvenes escritores. La revista fue cancelada a causa de la guerra civil tras algunas ediciones. Ha escrito poesía y cuento bajo el seudónimo de Salvador Robles y actualmente prepara la edición de la novela La mujer del herrero y el poemario Poemas bajo la sombra, que responden a la temática de la poesía indocumentada que junto a otros poetas está impulsando en Dallas, Texas (EUA), donde actualmente reside. |
Revista Literaria Remolinos