El niño Bill Gates tiene ojos translúcidos
y dientes afilados.
En un retrato, donde la Madonna sostiene
sobre las piernas al niño, un globo, rojo y frío,
separa los rostros
de hijo y madre.
Bill cuenta números más rápido que sus maestros,
sus dedos ganarían una carrera de caballos;
Su cerebro arma un mundo de silicio
en menos de siete días
en la noche del sótano;
Inventa universos paralelos,
una red para el planeta
y una red para la red, por si acaso;
Aplasta al insecto que osa introducirse
en la computadora,
y además lo disfruta.
Juega con el otro Bill --¿al golf?--.
Bill Clinton le recuerda que la política
es aún más ruda que los negocios
pero, dentro de la red, el niño Bill compite
con la mente de cada padre de familia;
observa y azuza;
Arrebata los juguetes menos caros de otros niños;
hace que su hermana transforme
los chips en más monedas.
Odia la luz del sol.
De pronto practica la caridad:
muerde su galleta y la obsequia
(una vez tocado el dinero, no brilla).
La Madonna nunca pudo enamorarse de Billy;
ese Niño que no cree que exista un dios
capaz de resistir su puño de silicio.
En El Principio fue la escalera.
A Dios no le producía escozor subir;
arriba nadie lo esperaba.
Sin una escalera se habría tropezado,
Por esas mismas gradas descendió Dante De no imaginar El Señor estos peldaños, habría corrido el riesgo de caer del trono. no es fácil hacerlo con dignidad, el requisito es fijarse bien en el siguiente peldaño. De izquierda a derecha el visitante percibe --desde la pasarela de la historia-- los artículos más preciados del museo: como tejido al ganchillo sepultado en Puebla, cuyo destino seguro sería el óxido de Jerusalén; cuando el cuadrúpedo era el arma fabulosa de la Conquista; en tiendas de té londinenses; que el tocador de Madame Bovary; dignas del mejor surrealista. Sin embargo, en el manual de guerra de James F. Dunnigan se lee: "No es la muerte la que vence al soldado, sino el agotamiento, los sabañones y el desgaste en unas trincheras que forzosamente son inmundas."
Este librito puedes tomarlo y comerlo:
Puedes comenzar por El Principio y creer en el mundo como en una cadena inoxidable; proseguir con orden y advertir que la vida es una novela (final espectacular, capítulos emocionantes) desde un sillón cómodo;
o bien abreviar en los hechos de los maestros, o devorar el desenlace para apagar la impaciencia; puedes deletrear una sola parte, la vieja o la nueva, y así reavivar querellas de familia. para quien ya lo ha visto todo; alguien que llame a tu puerta la puede armar por ti como un rompecabezas; o la puedes leer al amanecer, cuando nada entiendes aún, cuando no has despertado todavía y acaso desearas que todo fuera un sueño.
Como en una Bagdad de escaparate voy por la pasarela de espejos. para las manos suaves para el cuello liso para los senos firmes para un derrière perfecto para el brillo del cabello para los ojos brillantes, se desdoblan en pregones:
Ciudad irreal, bajo la niebla parda de un amanecer de invierno, "La tierra baldía", T.S. Eliot
Perlas blancas, negras. Éste es un espejo para mirarlos; cúpulas hundidas donde beben grifos de color de la ceniza y de la niebla (su mitad de águila aferra la bruma, sus garras tensan las redes de Támesis, su heráldica felina los postra vigilantes; soles de bronce ennegrecidos por la sal de la historia, áncoras abisales del antiguo eje del mundo, peces que resucitan de un fondo de aguas nacaradas). Éste es un río donde las conservadoras estructuras, o el acremado estuco, caen a plomo en un curso inmortal. Sí, por unos cuantos peniques asciendes al deck de los turistas y te sientas junto a mujeres con la mirada vestida en las páginas del Majesty, en flamante aniversario. En los claros adviertes siluetas con una nada en la sonrisa, un estilo, un estilo solo en las aguas del Támesis, un solo hombre el inglés del Támesis. Un coloso negro recubierto por flameante laca púrpura de Brooklyn: "You wan'it, you get it. We're icy in London, you know",* mientras busco una bebida. Y escuchas suaves acentos del chofer que te conduce de una estación a la otra: "India is a beautiful country, Madam, English like only English, but the river, we all breath very close to that waters. Now we're familiar. But it is getting muddy. We will have to pull harder to keep a sort of place standing still, or we'll have to come back to an India my grandmother and son don't recognize.**
En su estampado traje de verano se exhiben unos cuantos ejemplos de frutas, tés con azúcar de preferencia morena. El altavoz dicta que es el tiempo de repasar la educación sentimental de la II Guerra; la Intelligenza nos invita, desde luminosas marquesinas, al lugar de los hechos: el budoir de Sir Winston, mientras en un guiño dicta, desde la BBC y el Young Vic, frente al centelleante espejo de una noche de verano: "Detest the New World, its noisy individuals. We'll stay on these green and marble parks, here in our island. We will stay."***
Repetidos eslabones tensan el río, la quietud lo arrastra en su redonda cadena, lo agita en redes que llegaron a contar una perla por alma. Y el juez, la vieja cólera que restablece el orden en el silencio portentoso tras un estallido, calca el antiguo mapa del vértice de las aguas sobre la piel del Támesis. Se corre un cortinaje. Pareciera que nada en el mundo se mueve.
* Tómalo si quieres./ Así somos en Londres, de hielo.
** La India es un país muy bello, señora, a los ingleses sólo les gustan los ingleses, pero todos empañamos en espejo del río. Somos viejos conocidos; sin embargo, a nuestros pies crece el fango. Tendremos que trabajar más todavía para conservar el suelo a nuestros pies o bien habremos de volver a una India que mi abuela y mi hijo ya no reconocen.
*** Detesta al nuevo mundo/ a sus groseros individuos./ Nos quedaremos en estos parques/ de verde y mármol,/ justo aquí, en nuestra isla./ Nos quedaremos aquí.
--No hay guerra. Estamos abiertos al diálogo. --Se oye un llanto de niños tras la maleza. --Es la selva. Está llena de animales.
Hoy habito el día de la Virgen a cuya misericordia se acogen los más y los menos humildes y amanece un aroma a pólvora y a nardos; los choferes de microbuses engalanan sus máquinas como altares móviles o como patrias ambulantes. El viento de los milagros iza la bandera una vez más, treinta lienzos cosidos de seda, bajo un cielo que los enjuaga como un niño que repasa las fechas de los héroes o las preguntas del catecismo. (¿Dónde está Dios? En el cielo y la tierra y en todo lugar, allí donde un águila devorara una serpiente) y repasa el rojo con las flechas de los héroes y el blanco donde se asientan los orígenes de América y el verde de un continente cuyos triunfos visten uniforme verde. Por qué los vientos de hoy no desprenden el lienzo del mástil como frágiles páginas de libro, y lo sumerjan en un cielo recién llenado de agua; nunca vi a una virgen morena con un manto de plumas sobre un altar de piedras, de espinas, nunca una serpiente volando. El símbolo magnificado ocupa el firmamento a causa de los vientos recientes y la sombra que proyecta ese símbolo tira latigazos a la urbe entera, al campo sin cultivos, a los poblados desiertos, y su chasquido logra que los soldados se levanten a reanudar el discurso de las armas.
A semejanza de la muerte, que cambia los rostros, y la última mirada del que muere se transforma en el recuerdo en algo más serio, el uniforme del soldado parece contener otro cuerpo, una postura distinta, una quijada más firme; incluso las manos parecen guardar diferentes atributos; la mirada allí dentro se coloca en un punto del horizonte, como un blanco al que se teme llegar, al que no se sabe llegar, a pesar del uniforme
La bautizamos temprano glorificamos su oxígeno admiramos su sedosa mantilla reconocemos su silueta como el perfil de un hijo, medimos su altivez palpamos su frente pesamos su masa, otro le toma el pulso y obtiene cardiogramas para
su historia clínica. Habrá quien planee su futuro
y encamine su libido. una madre ha cantado para
dormirla. Pero, ¿quién descenderá hasta su corazón
a sosegarlo? Cuando despierte y sepamos si era de fango o de ceniza si su materia era de divino fuego, ¿nos volveremos de piedra para soportar el rostro de sus sueños?
Habrá quien diga: es carne de mi carne; su rebelión es la mía.
Esta noche las casas de papel apenas se estremecen bajo el peso del alumbrado. Una noche, como otras, para el sueño. El mismo silencio de hace veinte años antes y después del paso de un camión de carga por la carretera 57, de México a Piedras Negras. para que el nuevo presidente lo capitalice en exultación. no cabe ya en su vieja cama. Necesita una más vasta, con espejos de su estatura para ensayar firme como una roca, para que nadie escuche la menor inquietud; para que nadie más quepa en ella; que sea alta, para que los insectos no acechen, con el respaldo en el rincón más oscuro. "Señor presidente: arderá el monte, y ya trabaja el carpintero.
Replicante del sol --sombrero de paja--, la choza siempre ahuyentó colmillos y garras de la selva. Anillo de cobre, su sombra la sostenía y aseguraba cobijo a sus moradores. Sin parábolas, sin premoniciones, y el viento que siembra el pájaro de granito bajó en picada, con un rugido como la risa del ángel caído desde el círculo más alto. traspasó con la espada el escudo. en donde toda la creación se comprime en un par de coordenadas? allí donde vivieron Adán, Eva y su descendencia? debe morir de miedo.
Junto a las catorce buenas razones para hacer de febrero el mes del amor, que anuncian los mejores colchones tamaño matrimonial, queen y king size, leo una crónica, como de los tiempos de La Colonia; los transporten a caballo; si no lo hay, los obligan a que los lleven cargando."
No es el circo de Pekín ni el clásico ruso ni las límpidas tiendas de barras y estrellas sobre hielo. Éste es un circo de mil pistas, precedido por una lluvia de papeles tricolores y el Héroe de Bronce se acomoda en el centro, disfruta, con el rictus de siempre, los latigazos a las fieras hambrientas, los trucos de los magos cuando esconden cartas y aparecen flores de plástico y suelta una carcajada después de la retórica de los payasos viejos. enseñan a los niños el aplauso sonoro a ondear banderines de tres colores. a repartir su pan de farsa: el maestro de ceremonias, el chasquido del látigo las torres humanas, y el juego de palabras de los viejos payasos. con una brizna de luz sobre la frente, un ejército de ojos encendidos refulge; un horizonte circular de hombres encapuchados espera el asalto desde las ramas, y nadie se ríe, nadie se mueve, nadie aplaude.
Crecimos aferrándonos al rostro del héroe acuñado; al diminuto perfil que nuestros ciegos dedos truecan por objetos. el altavoz de los satélites sólo hablaba de Chiapas. La memoria de cuñas reproducía estilos y voces. Los turistas huyen de Chiapas. Los caciques cuentan cabezas. Dicen que Dios abandonó la montaña. sin las grandes certezas de la infancia.
Este dolor no tiene fisuras. Es liso como una esfera de cristal; es sordo. Pesa todo lo que puede pesar, no deja ver nada en él, enmudece. No comenzó nunca, no veo su rostro, género y número. que lo transportan en camilla toman su pulso, lo reciben con cuidado, lo limpian, lo duermen. crece, rebota en cada uno de los enceguecedores regresa triplicado, centuplicado, magnífico, se detiene un instante para aclarar el espacio, y levanta, contra sí mismo, su propio telón de fondo para resurgir desde el alma divina.
los vidrios asoman las sirenas, alas de helicópteros, el quejido alarmante de las patrullas, la prisa, el llanto nasal, unicorde, del último informe de gobierno, y absolutamente nada ni nadie logrará empañar la vida portentosa del llanto recién nacido.
De seguro creó la escalera para acceder
Bajar por una escalera
Subir es más fácil;
(Tour por el museo del ejército)
un magnífico ejemplar de cota de malla,
testeras de caballo labradas con primor,
estandartes con mayor encanto que el exhibido
estuches para duelo más sofisticados
dagas con pistola de plata
No hay descanso para los ojos.
en tu boca será dulce como la miel,
pero te amargará las entrañas.
Este manual se deja releer al azar
--Para que no pesen los párpados
Las hechiceras del Departamento de Belleza
buscan envolverme
Maldicen a mis espaldas.
una multitud fluía por el puente de Londres, tantos,
no creía que la muerte hubiera deshecho a tantos.
Se exhalaban suspiros, breves y poco frecuentes,
y cada cual llevaba los ojos fijos ante los pies.
no su mirada:
Todo ese silencio se multiplica
Pero el presidente entrante
una cama hecha a la medida
Mañana tendrá su cama, señor."
Sin aviso se hizo el eclipse.
A la velocidad del relámpago
¿Quién vuela tras un tablero
¿Fue un dios el que apuntó con el índice
Un ser que se oculta así
"Los soldados piden que los indígenas
Se instala en la plaza principal
Las familias de los palcos
El circo tuvo que ir a la montaña,
Desde las sombras,
Pero una mañana de invierno
Ahora los investigadores estudian Chiapas.
Ahora será difícil vivir en paz,
Un hombre y mujeres de blanco
Nadie detendrá el llanto de mi recién nacida;Rasando el techo y rasgando
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