Héctor Carreto

¿VOLVER A ITACA?

(1975-1978)

A Carlos Illescas


Ten siempre a Itaca presente en el espíritu
C.P. Cavafis

I

Cuando regrese a Itaca,
la del cuerpo estoicamente insatisfecho,
todo habrá cambiado de lugar:
los muebles tendrán las piernas tambaleantes,
las telas tendrán el cutis arrugado
y habrá engordado Penélope,
porque cuando regrese a Itaca
--la infiel--
el aire habrá mordido sus caderas de playa praxitélica,
un instante.

II

Tal vez jamás podré volver a Itaca,
porque sus dimetrodones habrán crecido como hierba descuidada
y sus frutos antiguamente verdes podrían envenenarme
y su puerta estará muy bien cuidada por un guardián multifacético.
Tal vez jamás podré volver a Itaca
porque estoy solo,
porque he abandonado a mi mejor amigo,
El Caballo de Troya.

III
De qué manera llegar a las playas de Itaca,
de qué manera
besarle sus piernas desnudas,
si ella
--la de los negros cabellos--
espera al otro,
al que se fue.

IV
Cuando fui exulsado de Itaca,
de su vientre, a los nueve meses, se quedó inscrito,
en el arsenal de mi memoria,
el dibujo apenas esbozado de una costurera
tejiendo y destejiendo la respiración
de su hijo
--a la orilla del mar--
como una cariátide.

V
Mejor será no regresar jamás a Itaca y ser amado y recordado por mis barbas aún frescas y mi pueblo me levante monumentos y leyendas en las calles y mi vida (esa misma) la contemplen en los cines y en los libros de la escuela y mi rostro circule en las monedas de Itaca y entre los dedos seniles de Penélope.

VI
Anoche soñé en volver a Itaca:
escribir de nuevo en sus periódicos
y besar la mejilla de mi padre,
como en los viejos tiempos,
cuando los cíclopes
no anhelaban el sexo de Penélope,
cuando Videla o Somoza --¿Circe?--
no convertía en cerdos los regresos.

VII
Cuando partí de Itaca,
el otro yo de Penélope fue colocando obstáculos
a mis espaldas.
Así, mi regreso sería muy largo
y ella podría esperar
--sin prisa--
desde las costas de Italia
la llegada de Eneas.

VIII
Mientras Penélope teja imágenes erróneas,
completamente vacías,
mientras el impetuoso viento fluya de largo
ante las barcas estancadas
y las estrellas lentamente den vueltas
en el cielo,
no podré volver jamás a Itaca.

VIII b
Mientras Penélope siga subiendo
los impuestos, exageradamente,
mientras el precio del combustible se eleve hasta las nubes
y el aumento de salario se oculte
--astutamente en las palabras--
no podré volver jamás a Itaca.

IX
Mi amor por Penélope fue
el más sereno de todos,
acariciando sus muslos
cada atardecer en Itaca.
Pero en las noches huía de ella
hasta llegar a las murallas frescas
de una ciudad desconocida,
que, con su tersura, me regresaba
las fuerzas del guerrero
y entonces la incendiaba toda
y entonces a mis labios los mojaban
los labios cansados de Penélope.

X
Al volver a Itaca
Penélope me esperaba
con los brazos abiertos
completamente inmóvil,
joven aún,
en el otro lado del espejo.

XI
Cuando irremediablemente regrese a Itaca,
cada obstáculo será la huella de Penélope,
es decir:
cada papeleo,
cada firma y cada sello
y cada puerta de oficinas y oficinas
será el capricho de una loca, enamorada
del joder.

XII
Al acercarme a la calle Itaca, al anochecer, alguien me confundió con Prometeo, y entonces abrió la caja de Pandora y así tardé diez años en convencer a los dioses de que yo era Ulises, el verdadero esposo de Penélope, el honesto empleado de banco, el del volkswagen gris brillante. Por eso, en venganza, encadené a Prometeo --mi perro-- enviándole mis botas a desgarrarle a patadas el vientre --cada día, durante diez años-- mientras duró mi coraje.

XIII
Si regresas a Itaca, amigo Marcel,
vístete con tu traje Palabra,
colócate tus guantes Palabras
y cálzate tus botines Palabras.
Así podrás volver, sin contratiempos,
a la Palabra Itaca.

XIV
Cuando llegué por fin a las piernas de mi Itaca,
éstas, ubicadas en la calle Homero,
ya habían caminado hacia la calle Carlomagno.
Cuando llegué a Carlomagno,
Itaca se encontraba en Leibniz
y así sucesivamente hasta llegar a la calle Karl Marx,
durante diez años.
Allí creí llegar, pero
Itaca se ubicaba --de nuevo-- en Homero.
Entonces decidí no regresar jamás.
Entonces aparecí, de repente,
en las crecidas, desconocidas calles de Itaca.

XV
Cuando llegué a las costas de Itaca
Penélope abrió los ojos/
cuando desperté
Ulises todavía estaba allí
inmóvil, sin poder llegar hasta mis brazos/
entonces corrió Aquiles tras la tortuga
pero al llegar hasta sus bordes
Ulises abrió los ojos/
cuando desperté
la tortuga estaba ahí,
muy quieta, esperándome con los brazos abiertos/
entonces Penélope corrió hacia Penélope
pero al tocarse los dedos
Ulises todavía estaba allí
sin poder pasar/ al otro lado del espejo.

XVI
Después de veinte años, una llamada telefónica. Ahora Penélope saldrá de Itaca a identificar el posible cadáver de su esposo, el capitán Odiseo.

XVII
Si desembarco en Itaca,
recobraré cada instante, cada gesto,
cada brillo de cada mueble.
Teñiré de negro el cabello de Penélope,
le devolveré a mi hijo su infancia
y ya hacia el amanecer
partiré, satisfecho,
hacia Troya.

XVIII
Llegaré de nuevo a Itaca
después de veinte años de aventuras
arrollaré a mis enemigos
besaré a Penélope
se apagarán las luces
nos quitaremos la ropa:
todo volverá a la normalidad.

XIX
Mi amor por Penélope es el más extraordinario de todos
Mi amor por Penélope es el más extraordinario de todos
Mi amor por Penélope es el más extraordinario de todos
Mi amor por Penélope es el más ordinario de todos

XX
Cuando asesine a Penélope
volveré al lugar del crimen
así transcurran veinte años:
ese será mi destino.

XXI
Después de veinte años
como agente viajero,
me jubilé
por la gracia de los dioses.
Ahora, sea por justicia,
sea por la liberación femenina,
Penélope saldrá
a vender su cuerpo a los troyanos
o a cortarle un Pantalón a Polifemo
o a limpiar las ventanas
en el templo de Afrodita.

XXII
Exiliado,
¿imaginas a Penélope rascándome la axila?

XXIII
Tendré que regresar a pie a Itaca
porque al Caballo de Troya le quité la gasolina,
la cual utilicé para quemar Ilión.

XXIV
¿Quién será aquella mujer
que cada año teje su vientre
y lo desteje cada nueve meses?

XXV
Cada vez estoy más
y más cerca de la tranquila Itaca;
cada día lo compruebo en el espejo:
el nacimiento de una arruga
o una cana joven lo demuestran.

XXVI
Para cruzar las puertas de Troya
utilicé un caballo de madera.
Para entrar por las de Itaca --mas difícil--
me casaré con el caballo:
dos fuerzas juntas:
un centauro.

XXVII
Penélope me será fiel
aunque tarde veinte años,
la conozco.
Muchos intentarán violarla,
pero ella es fuerte, inmóvil:
es una estatua.

XXVIII
¿El campo de juego?
El Mediterráneo
¿Los jugadores?
Penélope y Circe
¿La pelota?
Ulises
¿El trofeo?
un viaje a Troya
en el caballo de madera.

XXIX
Cuando volví, por fin, a Itaca,
todo era de bronce:
las estatuas, los retratos.
Al acercarme a Penélope,
acaricié sus piernas. Éstas,
entonces, se volvieron bronce:
eran, aún, las piernas de Circe.

XXX
ITACA, 20 de septiembre. Fue condenado a veinte años de prisión por haber violado a una niña de diez años. Al parecer, la sedujo regalándole un caballito de palo.

XXXI
Durante veinte años calcé
sandalias de otro,
equivocadamente.
Ahora me pongo las mías
y ya la brisa de Itaca
peina mis canas.

XXXII
Penélope se acostaba
con un hombre distinto
cada noche:
aquel que la preñara
se casaría con ella,
sería rey de toda Itaca.
Después de veinte años
un viejo marino, llamado Ulises,
le daría ese gusto.

XXXIII
Al bajar al fin a Itaca,
la puerta no reconoció
mi cutis, quizá por arrugado.
Mostré mi pasaporte, firmé documentos,
saqué algunas monedas.
Adentro el piso
era más frío, mas sucio.
Al llegar al comedor
saludé a la mesa: me miró confusa.
Le recordé banquetes, nombres, fechas memorables.
Fue inútil.
La silla, con pelo ya cansado,
me recordaba menos:
en ella se posaron tantos cuerpos,
tantas huellas.
Las paredes, más pálidas que nunca,
no sonrieron.
En fin,
la casa había cambiado,
¿acaso era más grande? ¿acaso había encogido?
Al llegar hasta Penélope
--mi fiel Penélope--
llevé una gran sorpresa:
ella, aún de espaldas,
me reconoció inmediatamente.
Mi fiel Penélope.

Volvió la cara:
era otra.

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