|
¡Guapa! © 2003 Lisania Meléndez-Rhoton
Vivimos en un mundo obsesionado con la belleza. Doquiera miramos, encontramos un bombardeo casi constante de publicidad con titulares como "Pierde X kilos ( o libras) en 3 semanas", o "Cómo ser más atractiva con la dieta del limón ( o del tomate, o del pepino...)". Por alguna razón que no entiendo, a través de los años se ha equiparado el ser bella con ser delgada, o ser alta, o tener curvas, y mil cosas físicas más. Tanta es la obsesión que en muchos lugares están comenzando a dar talleres sobre la prevención de enfermedades relacionadas con la alimentación (bulimia y anorexia)... ¡a los niños de primaria! O sea, que cada vez son más jóvenes los que comienzan a preocuparse por dar la talla frente a los cánones de belleza que impone la sociedad.
¿Qué está pasando? ¿Cuándo hemos decidido abandonar el "lo que importa es lo de adentro"? ¿Porqué tanto énfasis a "si no me veo bien, no me siento bien"? ¿Qué es lo realmente importante? ¿Dónde está la verdadera belleza?
En 1ª Pedro 3:3-4 vemos de forma muy clara cuál es la verdadera belleza, lo que debe importarnos de verdad, dónde debe estar puesto nuestro énfasis. Estos versículos dicen: "Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios."
Según estos versículos podemos ver que lo más importante es lo que hay dentro de nuestro corazón, nuestros sentimientos y la actitud con la cual tratamos a los demás. Podemos, y es bueno, andar arregladitas y presentables, pero debemos esforzarnos de estar aún mejor arregladas por dentro. ¿De qué cualidades debemos "vestirnos"? ¿Cuál debe ser el ajuar que deseemos?
* Debemos buscar esos adornos que salen de dentro nuestro, del corazón. Así que lo primero es el tener un corazón que agrada a Dios, un corazón lleno de Su presencia. Para esto debemos tomar tiempo cada día para meditar, orar y leer la Palabra de Dios. De nosotras emanará lo que pongamos dentro de nuestro corazón.
* Un espíritu afable: Quiere decir que de nuestro interior fluya amabilidad, afecto, benevolencia, comprensión, compasión. Que las demás personas se sientan atraídas a nosotras y cómodas por la forma en que les tratamos y respetamos como seres humanos, por la manera en que tomamos tiempo para escucharles, animarles y serles de bendición.
* Un espíritu apacible: Esto es, un espíritu delicado, reposado, plácido, ameno. A veces vamos por nuestros días corriendo y da la impresión de que nos llevaremos por delante al primero que quiera detenernos. Sin embargo, debemos procurar tranquilizarnos, tomar un poco el aire y organizarnos. Podemos hacer listas de las cosas más importantes para el día, pero si no se pueden realizar todas las tareas, no pasa nada. Mañana será otro día y nos brindará nuevas oportunidades. Un espíritu apacible no anda afanado. Yo todavía debo aprender mucho en esta área, ya que me gusta programar mis días y tener cierto control en todo lo que hago. Pero debo aprender a tener la sensibilidad de que si Dios quiere que pase tiempo con otra persona y le anime, esa debe ser mi prioridad (aunque no estuviera en mi lista para ese día) y debo poner mi corazón y esfuerzo en bendecir a esa persona.
¿Qué quieres que recuerden de ti? ¿Prefieres que recuerden tu vestido y peinado, o que recuerden la paz que fluía de tu ser? Cultivemos nuestra belleza... por dentro y por fuera. ¡Adelante, guapa!
|
|