Para la
mujer cristiana

Contentos con lo que tenéis
© 2005 Lisania Meléndez-Rhoton

A veces hay escenas en las películas o programas que nos hacen reír... hasta que nos damos cuenta de que envuelven una gran verdad. Por ejemplo, hay escenas que van más o menos así:

**Luisita, una adolescente de 13 años, (protagonista de alguna novela imaginaria), está muy feliz porque se ha comprado una camiseta de última moda. Está tan emocionada que piensa que no podrá esperar para enseñársela a sus amigas. Llama a su mejor amiga y le dice: "Me he comprado una camiseta bellísima.¡Tienes que venir a verla!¡Estoy que doy saltos de alegría!" La amiga le contesta, "¡Qué casualidad! Yo también fui de tiendas y me he comprado dos camisetas y un pantalón. Ahora paso por tu casa y te los enseño." ¡Puff! ¡Le han desinflado el balón de alegría a Luisa! Hace unos minutos se sentía muy contenta, y ahora se siente pobre y desdichada porque solamente tiene una camiseta nueva para enseñar mientras que su amiga tiene dos, y hasta un nuevo par de pantalones.**

¡Qué fácil es que nos roben el contentamiento! Y no hablo sólo de las chicas adolescentes. Creo que muchas "con más edad" tenemos también luchas en el área del contentamiento - la satisfacción completa ante las cosas que tenemos.

Creo que esto nos sucede cuando, inconscientemente, basamos nuestra felicidad o valía en las cosas materiales. Por eso es tan importante recordar una y otra vez que no importa lo mucho, o lo poco que tengamos,
nuestro gozo no debe estar basado en nuestras posesiones, sino en quiénes somos con relación a nuestro Dios y Padre.

Leemos en la Biblia versículos preciosos que nos hablan del amor de Dios para con nosotras, que nos conoce aún desde cuando estábamos en el vientre de nuestra madre (Salmo 139). Leemos en 1 Pedro que somos "linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para anunciar las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable." Hay muchísimos versículos que nos afirman que cada una de nosotras es especial para Dios, que Él nos ha hecho con un propósito, que no estamos en este mundo por casualidad. Pero, aún sabiendo estas verdades, dejamos que nuestras luchas y complejos nos dominen en algunas ocasiones, y hasta podemos dejar que estos sentimientos opaquen el gozo que Dios nos ha dado como hijas suyas que somos.

Por lo tanto, en vez de comparar nuestras posesiones con las de los que nos rodean, concentrémonos en agradecer a Dios cada día los regalos que nos da. Hay actividades diarias que pueden impulsar en nosotras el deseo de compararnos. No son malas, pero si ves que disminuyen tu contentamiento, debes evaluar si es necesario un cambio de actitud. Algunas actividades pueden ser tan simples como el anhelar tener lo que vemos en anuncios de televisión o en revistas. Otras pueden ser más complicadas, como el ver que una amiga o familiar es económicamente exitoso en "todo" (según tú lo ves) mientras que tú necesitas esforzarte continuamente para poder tener lo básico. Sea cual sea la lucha, debemos ponerla en las manos de Dios y pedirle que nos ayude a estar contentas, felices y agradecidas con Su provisión diaria a nuestras vidas (1ª Timoteo 6:8).

* Padre amado, ayúdanos a estar real y sinceramente contentas con Tu provisión a nuestras vidas.

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