Borderline
– Los aliens
invaden América Bolte,
Rike |
1.
Introducción:
Anfibios –
La ciencia ficción es
un género anfibio, paradójico. Abarca los más diversos objetos emergentes de la
imaginación terrestre. La teoría postmoderna ha hecho hincapié y ha
conceptualizado de forma cardinal en y a los mundos simulados y sus
constituyentes, los simulacros. Son ellos los que forman gran parte del terreno
colonizado por la ciencia ficción, que, siendo un medio elástico, se ocupó
desde sus principios y al igual que su pre-texto, el escrito utópico, de
aspectos tanto cotidianos como filosóficos. En la ciencia ficción, la lógica de
los sistemas antropológicos se desvanece: pues en ella se entrelazan el orden
de la racionalidad y el orden de las mitologías[1],
en un gran vaso de apariencia artificial. Sin embargo, la ciencia ficción narra
mucho sobre los aspectos de nuestro entorno real, y de los destellos imaginarios
y facultativos que se desprenden desde siempre y en su respectiva vestimenta
epistémica de ellos.
Desde sus inicios, la ciencia ficción incorpora el
aparato dimensional del mundo del hombre, es decir su situación en el espacio y
en el tiempo. Le adjunta además una salida (de emergencia), llevándolo en su
orden cronológico y topológico hacia otros mundos, con el intento de volcar los
regimentos establecidos. Con ello entra en la tradición de los filósofos y los
científicos. Uno de los textos fundadores de la ciencia ficción, Time Machine de Herbert George Wells
(1895), está fuertemente inspirado en la teoría de la relatividad. La ciencia
ficción entonces inhala las variadas innovaciones de su respectiva época. Estas
vienen siempre acompañadas por los reflejos metafísicos, espirituales,
ideológicos y socio-políticos de la misma época. Un elemento constante y fundamental
del aspecto socio-político de la ciencia ficción es representado por lo
alienígeno. La ciencia ficción está intensamente interesada en ello. Y lo
alienígeno representa el lado antropológico de la categoría ‘innovación’. Pues
lo nuevo siempre es lo desconocido.
Los anfibios son una
representación zoológica de una categoría muy especial para el ser humano:
poseen un sistema corporal parecido al nuestro, pero carecen de otras calidades
que nos caracterizan – la sangre caliente, el pelo. Nos son cercanos y ajenos.
Asombran y atraen al mismo tiempo. Con estas características, pueden ser leídos
como una alegoría de la ciencia ficción, dejando a su lado un gran espacio a
todos lo otros seres concebidos por el género: los que aparecen con menos
naturalidad, los que son construidos, reconstruidos, replicados. La lógica anfibia fue introducida al corpus de
los vehículos militares. El tanque anfibio es uno que se mueve con la misma
eficacia por el agua que por la tierra, como los cocodrilos y las serpientes.
La ciencia ficción es algo parecido: un vehículo que se mueve a través de los
más diferentes terrenos, brindando un impresionante cuerpo. A la vez, los seres
que forman parte constante de su inventario, son seres dotados de capacidades
anfibias, definiendo en su ambigüedad la resbaladiza frontera entre lo conocido
y lo alienígeno.
La ciencia
ficción, que fue denominada “Science Fiction” por el luxemburgués Hugo
Gernsback en 1926, contiene temáticas científicas y positivistas por un lado, y
por otro lado recurre, en su ficción, al mito, a lo utópico y a lo fantástico.
Como los anfibios nos muestra un lado arcáico, antiguo, pero a la vez un lado
de perfección técnica, de máxima adaptación ambiental a la cual nosotros no
llegamos aún – o dejamos atrás. La ciencia ficción es un suplemento de la
novela histórica y del escrito utópico-nostálgico. Es una novela del futuro. Su
realismo (su aspecto científico) y su hiperrealismo (su recurso al mito) son
anticipatorios. Tanto como lo son los cuerpos de los anfibios que nos parecen
mostrar la vejez de la evolución, y su perfeccionamiento, y a la vez su
permanecer, sus dotes para salvarse hacia el futuro.
2.
Artificios
–
Se considera, y
aveces se la ataca por ello, que la ciencia ficció lleva a la representación
mundos artificiales, mundos que en el peor de los casos no tuvieran nada que
ver con el nuestro. Sin embargo la ‘lectura’ de Star Wars, entre tantos otros ejemplos, nos indica que sus
elementos constitutivos son terrestres, autóctonos sobre todo en el sentido
humano. Ludwig Wittgenstein detectó en toda manifestación humana la vislumbración
de ‘lo parentesco’[2]. Siguiendo a
Wittgenstein, se podría decir – aunque esto contraríe lo dicho anterioremente –
que ni la invención ni la representación de algo verdaderamente desconocido y
alienígeno es posible.[3]
La ciencia ficción tiene entonces, en una parte cardinal, nada más que la la
función de llevar ala representación, tras un megalómano aparato iconográfico, los
productos del imaginario mitológico y futorológico del hombre. Su base
conceptual entretanto está, como un organismo anfibio, arraigada en dos
vertientes: el mundo habitado por los arquetipos, y el mundo proyectado hacia
el futuro, aquella dimensión temporal de lo desconocido. En él se despliegan
realizaciones de las no-posibilidades contemporáneas. En él se articulan la
creatividad científica y profética del hombre, que, como vemos tras las
evoluciones reales, que siempre cobran también relevancia política y económica
a nivel global, son difíciles de controlar. Consuelo se encuentra entonces en
el hecho que lo realmente desconocido no pueda entrar en el: las residencias
terrestres en el espacio, todas ellas de interés militar y económico, solamente
son prolongaciones de estrategias humanas muy antiguas.[4]
El supuesto primado de lo desconocido en el terreno científico ficcional entra
meramente a través de su modulación y permutación estética. Medio de hiper- y
meta-realidades, la ciencia ficción se basa sustancialmente en perfeccionar, en
una mera representación, nuestro ‘mundo real’, enrededado en su permanente
construcción y destrucción. Esto es el misterio, o la simple receta del género.
Pero lo que nos asombra en ella y nos lleva a clasificarla como alienígena,
ajena, utópica, es su índole total, su hermetismo, su megalomanía, no obstante
estos sean aspectos que conocemos, en partes, por su posible aplicación en la
estética y en la política. El espacio terrestre ha conocido y conoce aún mundos
científico ficcionales en un sentido muy real: las dictaduras con sus fundamentos
ideológicos y estéticos; la plasticidad de las performances totalitarias con sus violaciones de los derechos del
individuo y de los grupos con su raíz en las (pseudo-)ciencias, y sus
efervescencias que llegaron hasta las cumbres más extraordinarias de la
mitología moderna. La ciencia ficción es un espacio enorme en el cual caben
como en las bocas hiperdimensionadas de las naves galácticas todo los elementos
flotantes de la matriz, que ilustran la lógica del sistema en el cual se
instaló el ser humano. Los atavismos y las innovaciones que resplandecen en
ella son los elementos de una ilustración dialéctica: Las apariciones que
entran en el mundo del género están siempre acompañadas por las
‘desapariciones’ que produjo la política (militar) humana. La ciencia ficción
repite los modelos de guerra y paz que vivió y vive la tierra.
3.Aliens – habitantes y
deshabitantes
Wittgenstein no tuvo
la oportunidad de conocer a la vasta producción de aliens y replicantes tal se
da en nuestros días desde el boom de la ciencia ficción en su modulación
especial iniciado por los pulps estadounidenses
de los años 30 del siglo XX. Todos ellos representan el lado complementario de
los habitantes anfibios descritos más arriba. Son enumerables como cyborgs,
androides, replicantes, y avatares.[5]
Al mismo tiempo ofrecen un perfil anfibio: 1. por su descendencia de la
imaginación humana ante su latente potencial de emancipación y de superación
del hombre (están situados ante él como el hombre ante ‘Dios’), 2. por su
composición corporal artificial, pero a la misma vez reproductiva del aspecto
humano – es decir su fuerte contenido de las relaciones de ‘parentesco’. Los
habitantes de la ciencia ficción son reclutados de las esferas arquetípicas por
un lado – tratándose de los anfibios clásicos – y de las esferas artificiales,
los laboratorios y la producción mecánica, multiplicadora y virtual –
componiendo la presentada familia de los aliens.
Ellos están alientados por el espiritú y la idea del ‘hombre libre’, del over- y el superman, creación explícita del siglo XIX.[6] La ciencia-ficción alberga, por entre las tropas masivas compuestas de cuerpos
ejercitados, perfectos, pero anónimos y destinados al desperdicio bélico, a los
nomadas y los luchadores galácticos. Ellos pueden ser decifrados, como la
ciencia ficción entera, con la ayuda de una óptica como la realiza Baudrillard,
que se concentra en los aspectos de aceleración, multiplicación y simulación de
la cultura humana.[7]
Los cyborgs, robots, replicantes y avatares, son
invenciones y adaptaciones pero representan a la vez, como los anfibios
clásicos, nuestros más cercanos parientes. La ‘sociología’ y la ‘psicología’[8]
de la ciencia ficción es entonces la nuestra: en ellas se articulan las
relaciones entre sujeto y sujeto, entre sujeto y mundo (o universo o galaxia),
el encuentro entre mundo y mundo (universo y universo/ galaxia y galaxia), en
ellas se manifiesta la conducta del sujeto singular ante todo esto, es decir
ante todo lo que el hombre anda deshabitando, llegando quizás a su destinación
más natural – lo artificial, o por lo menos lo híbrido. Aunque los aliens parezcan a menudo misantrópicos,
basta repasar la vista por las largas filas de los seres que reune la ciencia
ficción clásica; en cada alien se
esconde un ser querido, aunque fuera volcado hacia su parte oscura. Y es más:
para Donna Haraway, vocera de toda especie quimérica, el ser humano, por
representar un ser híbrido, teoretizado y hasta ‘fabricado’ de elementos tanto
artificiales como orgánicos, se ha vuelto cyborg ya desde hace mucho tiempo.[9]
4. Abreviación de los
universos, aproximación de los mundos
Dado que la ciencia ficción se nos aproxima tanto –
en su representación vertida hacia lo megalómano y lo ‘artificial’, en su
sentido elaborado por las coreografías y los ornamentos de la masa, y en su
trazar los movimientos de alerta y de defensa de lo que le es propio y querido
al hombre –, el género sigue siendo un medio en el cual se realiza también la “abreviación de los universos.”[10] Es Paul Virilio quien retoma esta imágen de
Novalis, y ella entra perfectamente en los conceptos generales que tiene el
pensador francés, fundador de la ‘dromología’, la ciencia de la aceleración y
de la velocidad.[11] La ciencia
ficción retoma lo que Virilio describe, de forma elaborada y concentrada, y lo
convierte en uno de sus tópicos. En ella, la velocidad y la aproximación – que
llevan a la abreviación de tiempo y espacio – se dan entre universos, planetas,
naves galácticas y seres humanos y extra-humanos. En el espacio terrestre, que
para Virilio representa un mundo no solo virtual a medida de sus métodos de
comunicación, sino además un espacio poblado por cuerpos virtuales que entraron
en unión con los medios comunicativos, la aproximación de los mundos se ha
vuelto, en la época de la globalización, por ende un tópico incluso popular.
Sabemos sin embargo que esta aproximación tiene en partes su carácter de
simulacro baudrillano y que en ella no caben, ante todo, las ideas de la
paridad y del equilibrio económico, político y ecológico. Las disimultaneidades
de un mundo partido en dos (o tres, o más) partes, lo atestigua. Latinoamérica
cabe en la parte oscura de esta constelación. He aquí, a velocidad de
Baudrillard y Virilio, y a velocidad transhistórica, una aproximación al mundo
que fue América, para Colón y otros habitantes de su época que, a su vez
iniciaron ya la globalización: la abreviación de tiempos y espacios,
ejercitando una maniobra semejante a las cuales suele poner en escena la
ciencia ficción.
5. América –
Extra-Territorio
La ciencia ficción es un medio de expansión – de
prolongación o de ‘elongación’ – por su tendencia a lo total, lo monumental; al
mismo tiempo ejerce la abreviación de la cual nos habla Virilio.[12]
Tanto como en el cuerpo humano[13],
se muestran en la historia mundial enormes capítulos que anticiparon todos los
exodos y todas las invasiones actuales hacia los más distintos espacios.
América mientrastanto es, como señala Baudrillard, a menudo vista como una
‘ampliación estereoscópica’ de los valores y de las culturas europeas; aunque
para el pensador francés mismo sea más bien un terreno otro.[14]
Lo esencial sería, que América es un producto, y un producto bastante alejado
de su naturaleza autóctona. Con su conquista, llegan al continente americano
nociones y velocidades ajenas. Al mismo tiempo, América para los europeos nunca
pudo ser ni nueva, ni innocente, ni ajena. La conquista fue una proyección,
tanto como las conquistas que caben en la ciencia ficción son proyecciones.
Mientras Colón cree haber encontrado el paraíso en la desembocadura del
Orinoco, otros espacios le sirven para proyectar su mitología negra europea. En
el vasto espacio americano caben todas las fantasmagorías del Viejo Continente.
El atlántico, asociado al mito utópico de Atlantis, deviene metáfora de un
transfer y de un encuentro de mundos anteriormente separados por años luz, se
vuelve un corredor en el cual se expande la lógica de las penetraciones y las
síntesis: la estrategia de la conquista. Y la conquista es siempre un acto
anfibio: se orienta en el avance, siendo al mismo tiempo empujada por los
arquetipos de la civilización de la cual procede. La conquista es un acto
tremendo de desterritorialización, y en el caso de América fue una
desterritorialización epistémica.
Por otra parte, el límite es otro tópico de la ciencia ficción.
Sobre todo es un tópico del género traspasar éste límite, llegar a otros
espacios, dejando atrás las fronteras establecidas. La conquista ejerce lo
mismo. Dentro del planteo de Baudrillard, que retoma a su vez un catálogo
esbozado por Todorov en cuanto a los diferentes tipos de viajadores que
existieron en el siglo XIX[15],
se da un tipo de viajador, el asimilador, que viaja con el motivo de asimilar
la cultura del otro, para convertirla.[16]
En su cuadro cabe el conquistador, que es adaptado por la ciencia ficción de
las formas más diversas. La conquista – el acto que ejerce el conquistador – es
una penetración, que viola el límite que una vez demarcó el borde hacia lo
verdaderamente exótico. Y como el hombre se mueve más allá de lo meramente
biológico, la frontera que traspasa con ella tiene siempre también su
implicación psíquica, mental y cultural. El traspasar las fronteras espaciales
y temporales entonces trae consigo un estado trastornado, un estado borderline, que – en una primera escala
– conlleva la irritación, el asombro, y
– en una segunda escala – la miscelánea, la hibridización cultural.
Pero ¿cómo fue aquella
conquista de América que se dio en un tiempo en el cual aun existía, siguiendo
a Baudrillard, 1. La opción de lo exótico 2. un orden lineal de los espacios?
Para Segalen, al cual recurre tanto Baudrillard, un encuentro con el aspecto
exótico, dado sin dudas en el momento de la llegada de Colón a América,
significa siempre un episodio traumático.[17]
La ciencia ficción cita a cantidades de episodios traumáticos, y como es
ficción, y con ello terreno residual también de los sueños, le ofrece a este
contenido un balance a través de sus elementos nostálgicos, ‘hogareños’, como
lo hicieron las tropas españolas en el momento de traer consigo y de conservar
todo su equipaje cultural: moral, ético, religioso, lingüístico. El avance de los
españoles en América se dio en una época que estaba basada en la idea lineal, en
la idea de lo infinito, de poder llegar a un determinado punto y poder
sobrepasarlo para llegar a otro punto para poder sobrepasarlo y llegar a otro
punto más alejado, a así interminablemente. La conquista de América se dio en
una época ‘exorbital’.
Sin embargo Colón abrió paso a una época ‘orbital’,
en la cual los sistemas se empezaron a mezclar en dimensiones de ultramar. En
medio de la racionalidad del acto de toma política y administrativa se
mezclaron los mitos europeos y americanos, y esta formación puede ser leída como una coreografía quasi
científica-ficcional[18],
de la cual dan testimonio las crónicas, aquellos escritos anfibios, que
anticipan la índole de los pulps americanos con su descripción de los
invasadores bug-eyed-monsters. En su
marco, los conquistadores juegan el papel de aliens, cumpliendo además con una función de overman. Con sus naves, sus armas, sus caballos, es decir luciendo
las prótesis que el Viejo Mundo ofrecía a su altura, aparecieron como cyborgs. Los americanos, aquellos
habitantes de la terra incognita, constaron, al mismo tiempo, de sus propias
prótesis. A la par mostraron un perfil anfibio: amanecían con otros cuerpos,
habitaban otros espacios, incitando también al ‘descubrimiento’ y a la
conquista erótica y sexual que dio inicio a la hibridización. Más tarde, los
autóctonos de América se convierten en robots para los españoles.[19]
Y la invasión de los aliens
provenientes de la península ibérica se repite, siglos más tarde, junto con
aquella de otros terrenos, con las corrientes inmigratorias.
Ya que sabemos que la tierra es un
globo, y nos encontramos en medio de la era de la comunicación total y
globalizada[20], llegamos,
al decir de Baudrillard, a un consenso concéntrico y hiper-orbital sobre el
mundo y el orden de las cosas en él. El verdadero viaje ya no es más posible,
ni lo es el descubrimiento.[21]
Las conquistas, a su vez, se dan de forma sutil y económica, alimentando el
funcionamiento del capitalismo global. La práctica circular mientras tanto
encuentra su máxima adaptación, su adaptación kitsch, en el turismo.[22]
La ciencia ficción cita, en su discurso anfibio, ambas opciones: aquella
lineal, que remite a la época de Colón, y aquella del plasma consensual y
‘contaminado’ de la hipermodernidad. Cita también a la era del turismo – pensemos en el planteamiento de Hitchhikers’s Guide To The Galaxy
(1979), de Douglas Adams, como ejemplo más explícito (e irónico), llevado al
cine en este año.
Baudrillard reclama ante nuestra situación orbital
buscar una cierta exorbitancia, una cierta exorbitalidad. Como una solución
propone el viaje interno, el viaje ficticio y psicodramático, un viaje, que en
su último momento conlleva la implosión: éste sería el ‘viaje’ (causado por las
drogas), la alucinación, la ‘exploración convertida’.[23]
Aunque la ciencia ficción intente continuar, en nuestra época orbital, la
lógica lineal de Colón y otros descubridores y conquistadores, ofrece también a
nivel estético estas alucinaciones, esta categoría de viaje exorbital.
Los pensadores postmodernos declararon
el fin de la historia. Para Baudrillard, este fin es abordado y realizado por
América. En su escrito Amérique
apunta a la modernidad paradigmática de América. En ella la ciencia-ficción evolucionó
de forma crucial. Ahora la modernidad de Hispanoamérica es otra. Vista como
lugar autóctono de la Postmodernidad ante todo, Hispanoamérica es territorio de
la modernidad híbrida. Sus elementos cobran, ante la creciente globalización y
aceleración del mundo, un relieve especial: ponen en vista a las tendencias
globales. Y con ello crece un ciencia ficción específica.
El autor y
‘preastronauta’ Johannes Fiebag, científico popular, define, en 1995, a los
templos maya como huellas de una civilización extraterrestre. Para Juan Villoro,
por su parte, Latinoamérica sufre en la percepción exterior y sobre todo
turística el destino de “parque temático de lo
folclórico y del tópico”, de “una utopía del atraso”.[24]
Se ha de preguntar cuando llegará el punto en el cual Latinoamérica – y dentro
de ella Hispanoamérica – pueda salir de esta existencia ‘holográfica’, en términos
baudrillanos, o simplemente cuando podrá salir de esta existencia kitsch y
alienada, an la cual incluso caiga en manos de estudiosos del Marte. La
creación de sus propias ficciones es buena parte de este trabajo, aunque no
sabemos si, por lo menos a partir del boom,
ha sido esclarescente en este sentido y no ha simplemente aumentado la creencia
en los tópicos (pseudo-)exotistas (según Segalen). La producción de sus
propias ciencias ficciones – de su propias implosiones, en términos baudrillanos
– sin embargo es un hito que puede destruir los klishés y mostrar las
vertientes del real e híbrido mundo que es Latinoamérica hoy día. Pues la
ciencia ficción puede ser un género de autodefinición social, política, étnica
y ética, y ofrece terreno para la construcción de una heterotopía foucaultiana.[25]
A Hispanoamérica la ciencia ficción llega, en su
versión fílmica, con las respuestas a la industria hollywoodense. En su versión
literaria se origina, en una edición primordial (el escrito utópico), con las crónicas
del período colonial. La Nueva crónica y
buen gobierno (1587-1615), escrita por Felipe Waman Puma de Ayala, bien se puede considerar como una de éstas
obras.[26]
El real ‘pre-texto’ de la ciencia ficción hispanoamericana es representado por Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac de
Eduardo Ladislao Holmberg y data de 1875.[27]
A éste le siguen otros textos ‘especulativos’, especialmente de Quiroga, Nervo,
Lugones, Darío. Borges y Bioy Casares, en Argentina, son elegantes anunciadores
del género en los tardíos años 30 del siglo XX. A partir de los años 60
aparecen autores representativos del género ya explicítamente
científico-ficcional, como Hugo Correa en Chile, Miguel Collazo, Manuel Herrera
y Ángel Arango en Cuba, Carlos Olvera en México, Álvaro Menén Desleal en El
Salvador, Angélica Gorodischer, Magdalena Mouján Otaño y Eduardo Goligorsky en
Argentina. Desde los años 70, y sobre todo desde los 80 y 90, la ciencia
ficción llega a tener gran popularidad en Hispanoamérica. A los ya mencionados
autores se unen otros tales como Daína Chaviano en Cuba, Luís Britto García en
Venezuela, Marcela del Río, Federico Schaffler, Mauricio-José Schwarz, Mauricio
Molina, Guillermo Lavín y Pepe Rojo en México, Pablo A. Castro en Chile, José
B. Adolph en Perú y Mario Levrero en Uruguay[28]
Al espacio cultural de Hispanoamérica (y
Latinoamérica en su totalidad), le puede con buena razón ser concedida una
capacidad especial de localizar ideas hipermodernas de carácter utópico y
futurológico. El cambio de milenio ha exacerbado, como en todo el mundo, aún
más la fantasía de los autores hispanoamericanos. La tensión entre el grado de
evolución de los medios técnicos y comunicativos ofrecidos por el mercado
global y el despojo real es extrema en el mundo anfibio producido, entre otras
cosas, por la invasión del Viejo Mundo en sus terrenos. Los escritores de la
ciencia ficción hispanoamericana, en la cual siempre subyace aquella primordial
conquista, son testigos de una acumulación de contraste. Se encuentran con las
más elaboradas ciencias de nuestros días, pero también con la distopía de no
poder participar de ellas – Latinoamérica representa un espacio ejemplar de la
hipermodernidad, ofreciendo paralelamente una lentitud ‘tercermundista’. No
obstante la riqueza de la ciencia ficción hispanoamericana parte justamente de
esta constelación. Ella hace que la escritura del género se agudice. Luego, el
subcontinente alterado deja remitir a los escritores a un rico pasado
histórico, mitológico y estético. La ciencia ficción, en Hispanoamérica, además
de “literatura de anticipación”, es tratada como “mitología experimental”.[29]
Este panorama lleva a una desterritorialización del género, a un ‘secuestro’ de
su base natal anglosajona y estadounidense a los limbos despreviligiados y
efervescentes del planeta. Y este secuestro, que sería una inversión contra
todas invasiones pasadas, inmediatas y futuras, conlleva además una fuerte
implicancia ético-política, pues muchas obras de la ciencia ficción
hispanoamericana aluden a la historia de las dictaduras del subcontinente. La
historieta El Eternauta de Héctor G.
Oesterheld, desaparecido y asesinado durante la última dictadura militar
argentina, se ha vuelto triste metáfora de este hecho.[30]
El subcontinente ha sido conquistado – esta es una ciencia ficción en sí – una
vez más por los hispanoamericanos mismos. Los dictadores que corrieron por los
vastos terrenos del subcontinente, pintados por los debates ideológicos y
culturales de su época, sin embargo, no fueron aliens, sino agentes que estuvieron a cargo de específicos momentos
políticos de las distintas sociedades hispanoamericanas, formando en su tiempo
– ante todo en los años 70 del siglo XX – un conjunto político epistémico,
aquel del fascismo latinoamericano. Éste perpetuó de cierta forma la táctica
del sometimiento y de extinción producido por los españoles, repetida en
numerosas guerras anteriores al siglo XX,
y se dio también a base de otra (supuesta) invasión (alienígena):
aquella de los comunistas, que sirvió como pretexto para la instalación de los
numerosos regimenes nacionalistas y dictatoriales.
La ciencia ficción, aquel género que abarca tantos
mundos extendidos, como mundos mezclados e híbridos, reúne, en el caso de la
producción hispanoamericana, todas las ambigüedades del subcontinente de forma
destacada, alarmante y fructífera. En la ciencia ficción hispanoamericana entra
la utopía, su dimensión política, pero también mitológica, y la distopía
histórica, presente y futura. En ambas categorías citadas se encuentran tanto
aspectos conocidos, autóctonos, como aspectos importados. Mientras la ciencia
ficción en general puede ser declarada un medio que sintetice las antiguas y
futuras experiencias ficticias y científicas del hombre, la ciencia ficción
hispanoamericana sintetiza las experiencias del subcontinente. Al mismo tiempo
entra en la era de la ciencia ficción globalizada, que a su vez se contextualiza
en lo que se podría denominar, en términos baudrillanos, una innovación
permanente, una continua desterritorialización que prescinde de cualquier forma
de aterrizaje. La era en la cual nos encontramos, ofrece una circulación total,
quasi vectorial, holográfica, transparente, una circulación basada en la
ausencia. Según Baudrillard, esta ausencia es una ausencia total de lo ajeno,
de lo alienígeno, de la otredad.[31]
¿O qué ausencia será?
[1] Para Paul Virilio, el resurgimiento de la ciencia ficción en los Estados Unidos y en otras naciones industrializadas en los años 80 es un fenómeno que acompaña el mismo resurgimiento de las sectas y de la religiones, todas en busca de otras presencias, de mundos paralelos y de entre-mundos. Paul Virlilio, Ästhetik des Verschwindens (Esthétique de la disparation, París 1980) Berlín 1986, p. 85.
[2] Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus, (1918), aquí Barcelona 1994, edición bilingüe Walter Benjamin a su vez hizo hincapié en que el hombre tuviera, en su producción de parecidos y parentescos, una capacidad mimética mayor que la naturaleza. Véase Walter Benjamin, “Über das mimetische Vermögen”, en Angelus Novus, Francfort del Meno 1966, p. 96.
[3] La aparación de los seres anfibios, y también insectoides, que forman otra parte del inventario de la ciencia ficción, lo atestigua: nos son distantes, habitan otras esferas, pero constan de miembros, de ojos, respiran y comen. No son totalmente otros. Lo desconocido, no es posible, por lo menos no en su representación. Jean Baudrillard nos indica justamente esto, y su colega Marc Guillaume habla, en cuanto a una búsqueda actual de lo exótico tal la realizó un Victor Segalen en sus tiempos, de una ‘política de lo imposible’. Jean Baudrillard, “Die Reise zu einem anderen Stern”, en Jean Baudrillard y Marc Guillaume, Reise zu einem anderen Stern, Berlín 1996 (“L’autre, ailleurs” y “Le voyage sidéral”, en Figures de l’alterité, París 1992), p. 66.
[4] Jean
Baudrillard aclaró que vivimos en una época gobernada por las simulaciones y
los simulacros. Sin embargo estos aspectos de la hipermodernidad tienen sus
antecedentes. La aceleración, la comunicación a larga distancia, la producción
industrial de artefactos – elementos que podrían llamarse productores también
de la enajenación del hombre – abrieron el camino al estado y el orden de las
cosas que vivimos en la actualidad, ya siglos atrás. El siglo XX es el más
espectacular de los siglos en la dimensión de los descubrimientos científicos y
el desarollo técnico, y virtual. Que el mundo de la ciencia ficción, que recoje
todo esto, carece de sustancia, y de profundidad, y que prescinde de lo que se
podría llamar una ‘capa metafórica’, es una óptica que supera aún la valoración
de que el género prefiera lo artificial e ignore lo real y emergente. Tal
convicción se basaría además en la superstición que la galaxia fuera una mera
superficie, una mera proyección – algo que contradice con los datos
científicos.
[5] La palabra ‘cyborg’ es un neologismo compuesto por los mismos elementos que significa: “cyb” es la abreviación de ‘cibernética’, disciplina que investiga y crea en el ámbito de la regulación y la técnica de las comunicaciones, conciernen éstas los animales, el hombre o las máquinas. “Org” reemplaza al conjunto natural de los organismos, su corporalidad y composición carnal. El término fue acuñado por Manfred Clynes en 1960. El androide equivale al ‘humanoide’, aunque la etimología griega lo haga derivar de anér (‘varón’) y su suplemento formaría ‘ginoide’. Designa a todas las máquinas de naturaleza orgánica (es decir a cualquier clase de homunculus). El replicante es servidor del hombre y perteneciente a una segunda clase en la jerarquía social; sin embargo posee una inteligencia y una memoria superior a la humana. En su contexto cabe la noción del robot positrónico, acuñada por Isaac Asimov en 1939. El avatar es una representación corporal virtual en el cyberspace. La palabra proviene del sanscrito y significa ‘descendencia de Dios’, o simplemente ‘encarnación’. ‘Mientras los robots, como arquetipos del cyborg, pertenecen a la especie de la máquina, aún controlable, y residen con ello cerca de los artefactos entendibles, el cyborg, el androide y el replicante, confunden la percepción y resaltan los límites marcados por la cultura humana. A estos seres, multiplicados sobre todo en la esfera del cine (los más famosos serían los replicantes de Blade Runner, y el cyborg representado por Arnold Schwarzenegger en Terminator) sigue la era de las avatares, casta representada por Lara Croft.
[6] Además, los hacedores de los aliens, es decir los autores de ciencia ficción, deambulantes del terreno de la ciencia y aquella de las letras, son anfibios ellos también. Paul Virilio señala que la percepción del Universo en los físicos y en los místicos es muy parecida. Paul Virilio, ibid., p. 85. Luego, en los híbridos cuerpos de los aliens coinciden, como nos mostró Foucault apuntando a nuestros propios cuerpos humanos, las inscripciones del poder y del discurso humano. Éste se desprende de los paradigmas específicos de una época y el discurso sobre el cuerpo ha sido transformado por supuestas revoluciones. Sin embargo existen en el constantes que se revelan en variaciones dependientes de las posibilidades técnicas y comunicativas que ha experimentado el hombre a través de su trayectoria. Nietzsche, visto como precursor de los axiomas posmodernistas, no sólo predicó un individualismo heroico – que le es propio a todos nómadas y luchadores galácticos – sino que predicó también crear un sucedáneo a Dios. La desaparición de Dios estimula las capacidades laboratiles del hombre, y la ideología de la belleza humana crea cuerpos. El Übermensch, es el precursor conceptual del cyborg, y componente esencial de las utopías y entra también el los recursos de la ciencia ficción. El cuerpo ideal es una utopía existente ya en las épocas más remotas. Su producción comienza con el nacimiento de los dioses y de los héroes de las mitologías, y en el espacio terrestre, con el deporte. Resumiendo los arquetipos de especies utópicas, se podría llegar a la conclusión de que existe una constancia ontólogica del cyperspace y del cyber-cuerpo.
[7] Sin embargo hay un punto cardinal que abstrae o pone en duda el supuesto aspecto ‘lúdico’ de los fenómenos observados por Baudrillard y sus colegas, que aquí quiere ser subrayado. Se trata de la dimensión alienigenante en su sentido sociológico tal lo esbozaron Marx y Weber. Del mundo de la ciencia ficción se puede extraer, como fue dicho, aquel fuerte reflejo de lo que serían las condiciones de una realidad humana. Para Baudrillard y la mayoría de los pensadores postmodernistas, cuyas opiniones representan la prolongación de lo que articuló la modernida estética, la fragmentación y la ‘desaparición’ del sujeto, de la verdad, de las ideologías y de otros sistemas, forman la base de su consenso conceptual, aunque las constelaciones, los privilegios y desprivilegios políticos y económicos no hayan desaparecido. Ante esta perspectiva, la ciencia ficción crea también un pozo nostálgico que esconde todo lo que en el mundo real del hombre se fue disolviendo. Este aspecto le da un carácter compensatorio, y quizás terapeutico. Tal un remedio homeopático, pero exacerbado en su dosificación, la ciencia ficción introyecta y le devuelve a la comunidad humana y a su imaginario, en una adaptación ‘alienígena’ o extraterrestre, lo que le causa el daño. Para que tengamos la posibilidad de reconocernos y actuar y socorrernos a nosotros mismos.
[8] La posibilidad de aplicar estos conceptos a los habitantes y a la lógica de la ciencia ficcíón demuestra a su vez que no es verdaderamente alienígena.
[9] Donna Haraway, Simians, Cyborgs, and Women, New York 1991, p. 150. Véase también
Sherry Turkle, Leben im Netz,
Reinbek/Hamburgo 1998.
[10] Paul Virilio, Ästhetik des Verschwindens, p. 87.
[11] La ‘elite del movimiento’ de la cual habla Virilio en cuanto a las tropas especializadas en la instrumentalización de la velocidad y del tiempo es sobre todo de índole militar. Sin embargo la creciente velocidad provocada por las innovaciones técnicas y comunicativas del siglo 19 – el teléfono y el telégrafo – que encuentra su continuación proliferada en la época de la modernidad estética, luego de la postmodernidad y en aquella de la hipermodernidad desemboca en lo que Virilio llama la ‘telepresencia’ también en todo ámbito civil. Esta está marcada por la interconnexión electrónica de las singulares vidas humanas y las diferentes sociedades del globo.
[12] La denominación remonta a lo que Novalis llamó ‘la abreviatura del universo’, encarnado por la amante (mujer) del hombre, siendo al mismo tiempo el universo la ‘elongación’ o ‘elongatura’ del cuerpo de esta amante. Paul Virilio esboza este entendimiento en su ‘estética de la desparacición’ para introducirlo a su teoría del movimiento y de la velocidad. Para Virilio, el acto amoroso, es una especie de trilogía, en la cual los amantes son actores de un movimiento del cual participan ellos y, como tercera parte, la tierra. Los amantes forman un vehículo en movimiento. Paul Virilio, Ästhetik des Verschwindens, Berlín 1986 (Esthétique de la disparition, París 1980), p. 87.
[13] Paul Virilio, L’art du moteur, París 1993. Según Virilio (y también según Baudrillard) el cuerpo del hombre es avasallado por intervenciones técnicas, artificiales y médicas, padeciendo instantes de penetración y colonización que describen para él un éxodo de la realidad concreta.
[14] Jean Baudrillard, “Die Reise zu einem anderen Stern”, en Jean Baudrillard y Marc Guillaume, Reise zu einem anderen Stern, Berlín 1996 (“L’autre, ailleurs” y “Le voyage sidéral”, en Figures de l’alterité, París 1992), p. 93. Aunque Baudrillard apunte explicítamente a la América del Norte, sus observaciones son en partes transferibles a lo que es la América Latina.
[15] Tzvetan Todorov, Nous et les autres. La réflexion française sur la diversité humaine, Paris 1989.
[16] Baudrillard, ibid., p. 73
[17] Victor Segalen, Aufbruch in das Land der Wirklichkeit, Frankfurt am Main 1990, S. 8. Para Segalen, el ‘exotismo’ es una ley, a la cual todos los hombres están sometidos. Lo ‘extraño’ para Segalen es radical y fundamental, y un privilegio que no debe ser destruido por la fusión o la confusión. Véase Baudrillard, ibid., p. 65
[18] El delirio cultural producido en la tierras americanas tiene su correspondencia en el eco que encontró en el Viejo Mundo. Tomás Moro, por ejemplo, en sus apuntes de Utopia (1516), está fuertemente inspirado por el real ‘descubrimiento’ de los territorios americanos. Los testimonios literarios en ambos lados del atlántico incorporan el crucial momento: el encuentro de distintas civilizaciones, y luego la síntesis con sus respectivos costos. La inventarización de este delirio reune elementos utópicos europeos a los cuales se suman fragmentos de las viejas mitologías y sociologías indígenas.
[19] La palabra ‘robot’, que denomina el clásico entre los cyborgs, deriva de una palabra eslava que significa ‘trabajo’.
[20] El sistema de la
comunicación, como se da en nuestros días, es reinado por una ley paradójica,
según Baudrillard. El sujeto que entra en comunicación representa una especie
de punto mínusculo atrapado por entre las redes, las pantallas, las máquinas,
todas aquellas prótesis. El centro, en el cual este sujeto se mueve (o no se
mueve) se convierte en un epicentro tribal, solipsístico y clausurado. Al
final, se produce un ‘universo comunicativo e imperativo’ constituido por una
gran cantidad de átomos separados, aislados, implodientes. Este desarollo
encuentra su correspondencia a nivel material del planeta tierra, que a su vez,
cuanto más se descubren sus límites, más se contrae, hasta llegar a ser una
bolita de mínimo tamaño. Baudrillard, ibid., p. 70s.
[21] Baudrillard, ibid., p. 67.
[22] Baudrillard. ibid., p. 66.
[23] Baudrillard, ibid., p. 67ss.
[24] Juan Villoro, Efectos personales, Barcelona 2001.
[25] Foucault entiende la ‘heterotopía’ como
una utopía realizada, en la cual los lugares reales dentro de una cultura se
encuentran representados, negados y
convertidos a un mismo tiempo. Como estos lugares son otras que las
utopías, las denomina justamente heterotopías.
Véase Michel Foucault, “Andere Räume”, en Journal für Ästhetik und
Politik n°. 7, 1990, p. 4-15.
[26] ‘Utopía’ (del griego u-topos) significa un lugar ulterior, en realidad hasta inexistente, un no-lugar. Su antonimo es representado por la llamada anti-utopía (o ‘distopía’). Todos utopistas se refieren a construcciones o ideales o no deseables. La empresa del escriba de utopías consiste en trasladar la realidad social constatada a un espacio ulterior, desconocido, o conocido pero perdido, y también en trasladarla, creando además una ‘ucronía’, a un espacio temporal desconocido: el futuro. Puma de Ayala esboza en sus escritos un orden estatal ideal, con rasgos preincaicos, pero presidido por un monarca español. Las introyecciones de elementos auctóctonos en esta construcción utópica son haces nostálgicos, que hermanizan a su vez con un canon mitológico prehispánico. El texto muestra rasgos comparables a la utopía de Platon que a su vez encuentra, en Europa, sucesores como Tomás Moro, Tommasso Campanella y Francis Bacon. Platón describe un ‘estado total’ con una enorme potencia militar, creado por un pueblo ‘atlántico’. No obstante, la residencia utópica de ‘Atlantis’ desaparece en un solo día. Desde los escritos fragmentarios de Platón, el enigma de Atlantis hasta hoy no se resolvió. Otros escritores de la Grecia antigua retomaron el motivo platónico en diversos textos, siempre en busca de la utopía perdida. El mito platónico tanto como la utopía pumaniana entra en un entendimiento cíclico del mundo. Lo que se perdió debe, de alguna forma, resurgir. La utopía pumaniana enfrenta a la cultura católica española con un audaz modelo de indigenization. Puma de Ayala divide su reino en cuatro mundos, habitados a su vez por indios, negros, moros y europeos. Sus escritos empiezan con el génesis bíblico, para desembocar finalmente en una descripción preincaica del mundo. La utopía de Tomás Moro a su vez generó reflexiones sobre la organización ideal del espacio cultural y geográfico de las Américas.
[27] Gabriel Muñoz Trujillo nombra además, como “primitiva ciencia ficción”, un texto escrito bajo el seudónimo ‘Fósforos’, de 1844, titulado México en el año 1970. Véase Gabriel Muñoz Trujillo, “Los cuentos del lado oscuro. Terror, fantasía y ciencia ficción en México”, en Tierra adentro no. 104, jun-jul. 2000, p. 57-63 y ibid., Los Confines. Crónica de la ciencia ficción mexicana, México 1999. Aunque la ciencia ficción se inspire siempre en el grado de evolución técnica-industrial de su entorno, y ésta en los países hispanoamericanos, sobre todo en la época anterior al siglo XX, no es el más alto, esto no significa que el subcontinente se haya encontrado ‘en otra galaxia’ y no haya ofrecido requisitos para (subversivas) ‘travesuras de la imaginación’. Las ciencias llegan a las Américas con el Iluminismo. Pese a la política represiva de los españoles, los franciscanos se dedican a las investigaciones científicas. En sus escritos elaboran los temas de su tiempo. En 1773, uno de ellos, el franciscano Manuel Antonio de Rivas, imagina un viaje a la luna. No hace otra cosa que hablar de la física experimental, coto vedado en el terreno de las religiones, y abrirle paso a la ciencia ficción.
[28] En la primera etapa de la evolución del género en el siglo XX, los autores expusieron sus textos en antologías, pero también en las revistas que empezaron a salir. Hoy los foros en internet ofrecen un gran espacio de publicación e intercambio. En su recién editada antología Cosmos latinos Andrea L. Bell y Yolanda Molina-Gavilán reúnen a los más destacables autores de la ciencia ficción latinoamericana y española, partiendo de los comienzos del género en el subcontinente y la península hasta su auge a finales del siglo XX. Andrea L. Bell y Yolanda Molina-Gavilán, Cosmos latinos. An anthology of Science-Fiction from Latin America and Spain, Middletown, Connect. 2003. Consúltese también Andrea Bell, “Current trends in global SF. Science Fiction in Latin America: Reawakenings”, en Science Fiction Studies no. 22, p. 441-446. El primero en considerar la ciencia ficción relevante como género propio y erudito en Hispanoamérica, fue el filósofo argentino Pablo Capanna. Pablo Capanna, El sentido de la ciencia ficción, Buenos Aires 1966.
[29] Pablo Capanna, ibid, p. 256. En la ciencia ficción no solamente entran residuos mitológicos; incluso ella misma puede ser concebida, también por su radio de acción popular, como mito moderno. La misma función asume ante la religión.
[30] La primera versión, dibujada por Solano López, se comienza a publicar en fascículos semanales en 1957. Una segunda versión, dibujada por Alberto Breccia, es publicada por la revista Gente en 1969. Aquí el argumento define posiciones más políticas.