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Los proyectos nacionales: configuración de una subjetividad

Castillo, Silvia
  Universidad Nacional de Salta

 ...si la oralidad produce sujetos distintos a los producidos por el modo de producción cultural de la escritura, era obviamente insuficiente explotarlos, someterlos y oprimirlo, era imprescindible coloizar- los...

                                                                                     Guillermo Mariaca Iturri

 

La necesidad de configurar un sujeto cultural (Cros, 1997) representativo de la “unidad nacional” ha puesto en evidencia, en reiteradas oportunidades, los diferentes conflictos que plantean una progresiva sucesión de exclusiones. Este proceso se textualiza en la escritura literaria a través de contradicciones radicales en permanente tensión que articulan inmensas redes de pertenencia y legitimidad vinculadas a estructuras políticas hegemónicas. En el caso salteño[1], el proyecto de formación de la identidad nacional se enfrentó a una situación de extrema pluralidad dada por la localización marginal del territorio: margen del imperio incaico, del Virreinato del Perú y de la república Argentina. En consecuencia Salta, más próxima cultural y geográficamente a las culturas andinas del Perú en el tiempo largo, se debatía entre la necesidad de asumir sus diferencias o aceptar las propuestas identitarias de las clases dirigentes que se “forjaban  en una atmósfera en que los modelos de éxito y refinamiento venían de España y todos querían ser más españoles que los españoles” (Shunway, 1995:21).

Es en este sentido que interesa indagar textos de la Literatura tomados como representativos de un fenómeno de singular complejidad: la definición de un espacio y la construcción de una identidad como forma de auto-identificación modelada, muchas veces, en función de intereses específicos. El anhelo de reducir la distancia que existe entre las fronteras de la nación y su centro entrañan la conciencia de su diferencia y su marginalidad. Es, precisamente, a partir de esta búsqueda de equilibrio entre dos realidades profundamente diferentes, que se pueden entrever los conflictos solapados que posibilitan imaginar una comunidad integrada y estable debajo de las formaciones hegemónicas.

La propuesta consiste, entonces, en revisar la conformación de la “Literatura Nacional” en un momento en el que las producciones regionalistas-nativistas son consideradas representativas del proyecto nacional. En las líneas que siguen intento analizar la forma en la que se piensa la identidad nacional en la novela En tierras de Magú Pelá de Federico Gauffin[2].

 

Las propuestas regionalistas

Es dentro de este marco que interesa indagar la formación del “sujeto nacional” en textos producidos en el ámbito noroéstico en vinculación con el nacionalismo político-cultural de los años 30-40. En ese momento la producción letrada toma elementos de la memoria oral para reformularlos de acuerdo a las normas intitucionalizadas.

La cultura letrada, en muchos casos inconscientemente, ha permitido el acceso a su ámbito de formas fictivas de la oralidad. La palabra hablada puede pasar a la escritura de diversas maneras y de ella depende, en gran medida, la posición político-ideológica que sustenta el texto, tal como lo señala ya una importante bibliografía[3]. Hay, en efecto, muchas formas y estados de oralidad que son traducidos por el código escrito en mayor o menor medida. Dorra propone, siguiendo a Zumthor, una “oralidad mecánicamente mediatizada”, la que se caracterizaría por estar diferida en el espacio y en el tiempo. La noción de “oralidad mediatizada” podría equipararse a la de “escritura oralizante” propuesta por Martín Lienhard (1990). Por esta última se entiende los textos escritos que recorren o reelaboran determinados elementos temáticos y enunciativos que implican la cosmovisión de una cultura “oral”.

         Mauricio Ostria González afirma que no debe olvidarse que el elemento real con  el que se construyen los textos literarios (al menos en la práctica moderna dominante, tal como nosotros la conocemos) es precisamente la palabra escrita. De modo que la dimensión oral constituiría siempre una figura y, por lo tanto, desde el lado de lo real, “una ausencia irremediable” (Ostria González: 1997). No obstante es fundamental recordar que, si bien se puede vocalizar un texto escrito y presentar por escrito las producciones orales, estas traducciones no se pueden hacer con total libertad. La oralidad supone un modo de estructurar el pensamiento, el saber, las axiologías, un tipo de sensibilidad y una forma de relación con el mundo que difiere sustancialmente de las que establece una cultura basada en el valor de la letra.

Esta  última actitud es la que toman los textos que se enmarcan dentro del denominado “regionalismo conservador o nativista”(Romano,2002). Según Eduardo Romano este regionalismo busca “producir una colonización equivalente de la que la propia clase social de pertenencia realizara previamente sobre la propiedad efectiva de la tierra”(2002: 430); en consecuencia la Literatura nacional será “el sumario progresivo de dichas conquistas” (Ibid.). La literatura regionalista-nativista, entonces, debe soslayar los conflictos sociopolíticos porque su tarea es “naturalizar” todas las diferencias.[4]

En los extremos de estas prácticas de escritura “oralizante” encontramos, como dije anteriormente, formas de representación discursivas  basadas en estrategias que sugieren otras formas de conocer y de comunicar el mundo y otras que tienden a sustentar el monopolio de la letra sobre la palabra hablada. Por ello Guillermo Mariaca Iturri se pregunta si el gesto colonial de la escritura no es acaso, en primera y última instancia, la colonización de la palabra oral (1997).

 

La colonización de la voz

De hecho existen casos en los que el “otro”, los otros, son reconocidos en su diferencia sólo para cancelarla. Al escribir sobre ella la anula incorporándola, subordinadamente, a su propio horizonte de representación. Como afirma  Edmond Cros “...el sujeto (...) transcribe las particularidades de su inserción socio económica y socio cultural así como la evolución de los valores que marcan su horizonte cultural”(1997:14)    

Es lo que ocurre precisamente en la novela que acá leemos donde se narra, en tono autobiográfico, un viaje expedicionario a la frontera chaco-salteña. El narrador-protagonista del texto se propone como el centro, el eje a partir del cual se construyen la verdad y el saber. Se define como hijo de extranjero de origen “noble” que “recibió un título nobiliario”(131), y de madre criolla descendiente de antepasado heroico: “Mi familia era una de las principales del norte. Mi bisabuelo materno, que peleó contra los godos, al lado de Güemes, fue gobernador de cierta provincia ...” (130). Edmond Cros sostiene que “la antigüedad de los orígenes es una garantía de nobleza y de legitimidad [que] dota a sus descendientes con virtudes fundamentales...” (1997:80); entonces se opera, a partir de una política de parentesco, vinculando el legado del origen con la figura de M. M. de Güemes, personaje que se proyecta como símbolo de “la patria chica” y emblema de la “salteñidad” (Palermo, 1999: 122). Son  estas características del patrimonio  las que validan la apropiación de la palabra por parte de un “yo” que se señala como dueño de un conjunto de recursos; éstos le posibilitan la apropiación y reproducción del discurso del otro para esconder la naturaleza impositiva de sus prácticas culturales. Como sugiere Palermo “... es la familia la que, ejerciendo su poder desde la primacía de sus virtudes, tiene por derecho “natural” la facultad del mando y de la conducción de los destinos de la nueva sociedad. Es la clase destinada a llevar a la práctica los gestos revolucionarios porque puede [...] extenderlos al indio [...] y al negro” (Op. Cit: 124). En la novela se afirma que es por ellos, los expedicionarios, que “miles de indios supieron que tenían una patria que se llamaba República Argentina.”(202). Estas definiciones actualizan en la memoria cultural la dicotomía “europeo vs. americano”, “civilizado vs. bárbaro”, “cristiano vs. salvaje”. El narrador-protagonista, Carlos Gilbert, afirma que “Todo lo que veía me causaba admiración, pues era la primera vez que me encontraba en una toldería de salvajes, en un desierto donde nunca había puesto la planta un hombre civilizado.” (97)[5]

Entre estas dicotomías se mueven las imágenes del /los otros que se “exponen” para sustentar el lugar único desde el que se enuncia el texto. Se trata del espacio de la intelectualidad letrada y por lo tanto el de la hegemonía civilizatoria. El narrador-protagonista encarna la figura con enunciados asertivos del tipo de “algunas veces ‘cometo’ versos...”(75). Es también quien ha accedido a una instrucción sistemática “... mi pobre madre debió trabajar, no sólo para nuestro sustento, sino para darme alguna educación. A pesar de su escasez, pudo mandarme a una escuela elemental, de donde pasé como interno a un colegio de curas.”(131). De esta manera se marca una clara divisoria entre sujetos que son vinculados con el “atraso”y la “ignorancia”y los que han sido beneficiados con la escolarización. La voz hispanizada construye horizontes de representación que ponen en evidencia un proceso de discriminación, por el que se aleja, se aparta, todo lo que implica lo ajeno enfatizando su inferioridad en el contexto del progreso.

 

                  -¿Y cómo se llama la nación de su tata?

- Suecia

-¿Eso queda más allá de Güenos Aires?

-Sí, al otro lado de los mares, en la parte norte del mundo, cerca del polo.(...)

Me pareció difícil contestar a las preguntas de mi amigo, pues su mundo terminaba en los pueblos que conoció en sus viajes con ganado, ninguno más allá de Salta, ciudad que le parecía embrujada, algo así como yo imaginaba al planeta Marte con sus habitantes.(60)

 

En consecuencia las estrategias utilizadas para evocar la oralidad constituyen mecanismos de apropiación que se basan en imitar remedando las formas orales-populares y “vulgares” del gaucho que actúa como traductor, no sólo lingüístico sino también cultural[6], de los “salvajes”. Al respecto Ostria González afirma que:

 

... no vale tanto, pues, el criterio realista, la copia, la reproducción objetiva (imposible, por lo demás, en otra lengua que no sea la original), sino la capacidad de construcción de una lengua imaginaria (ficticia) que, sin embargo sea verosímil  para el lector castellano... (Ostria González, 1997: 202)

 

 Este procedimiento consiste en suprimir fonemas e intercambiar sonidos vocálicos, sobre todo /i/ /e/ para ficcionalizar el “mal hablar” del gaucho.

         -¡Pu’ ahí van!

         -¡Pa lao de arriba!

-¡Diablo! –exclamó uno –Hi pegao una rodada en un trecho en qu’el aujeral está como arnero. Suerte que hi saltao a tiempo del caballo, que sino, me aprieta. El pingo ha metío las manos en un hoyo y ha dao una güelta entera en el aire.(143-144)

 

Estas formas de expresión junto al uso de léxico regional son los que introducen el hablar de los otros, que la voz narradora incorpora en estilo directo para poner en claro las diferencias y marcar una distancia insalvable entre unos y otros. La configuración de la alteridad es una exigencia para el autoreconocimiento, y pone evidencia la necesidad de “...establecer y fijar el trato del extraño a la vez que construye las fronteras de la identidad del sujeto.” (R. Adorno, 1990: 170)

No obstante, ciertas formas de oralidad se filtran en el discurso del narrador. Estas formas ingresan muchas veces solapadas, ocultas, bajo comillas que, de alguna manera, niegan su procedencia letrada. Este recurso actúa como un guiño al lector modelo que propone el texto e indica la nula intervención del narrador. No obstante existen otras que transforman en objeto de polémica el discurso letrado. A partir de estas inclusiones se hace posible relevar las fuertes contradicciones que dan forma al sujeto enunciador que se encuentra, en forma no-consciente, en una situación “fronteriza” (Mignolo, 1996) entre lo que aspira y la formación sociocultural a la que pertence.

Sabemos que la escritura local, particularmente la literaria, se ha caracterizado por seguir los modelos europeos. Es así como En tierras de Magú Pelá se despliegan formas propias del canon romántico y, dentro de ellas, se introducen modalidades discursivas que desestabilizan la identidad supuestamente homogénea del narrador, para exponer la complejidad de su situación fronteriza . Es posible que se trate de la puesta en juego de una red de negociaciones que se acciona a partir de un sujeto que opta por ciertos mecanismos propios del orden colonial para asegurar su supervivencia en el régimen vigente y a la vez expresa la necesidad, emanada del “contacto”,  de negociar su permanencia. Recordemos que Carlos Gilber debe abandonar la ciudad de Metán al ser despedido de su empleo como dependiente de un almacén. El no contar con posibilidades de continuar en la “ciudad” es lo que lo impulsa a vivir en la “frontera” aceptando condiciones que muchas veces se contraponen a la idea misma de modernidad dentro de un orden global, caracterizado por la organización colonial del mundo, donde no hay dudas sobre la superioridad europea:

Me humillaba estar bajo las órdenes de un santiagueño semisalvaje y de la mujer de éste, una india que reventaba de orgullo porque su marido era almacenero y además brujo famoso. (...) yo me creía superior a los que me rodeaban (...) las supersticiones de los gauchos, tanto como las manías espiritistas de don Facundo, lejos de divertirme, me parecían el colmo de la ignorancia y mi patrón empezó a mirarme con malos ojos (...) ya que al ocuparme lo hizo (...) para que fuera un auxiliar “leido y escribido”(...) A pesar de todo aguanté y me aguantaron. (198) 

 

La huella de la diferencia

Esta distancia se manifiesta, además, en los hechos narrados donde los “indios” concentran todos los signos negativos, caracterizados por el ocio y la pereza  

Al poco rato apareció la indiada. (...) como todos los años en tiempo de la algarroba, pues para alojiar dejan el trabajo y caminan más de cien leguas a pata...(46)

 

Esta imagen negativa del “otro”es puesta en voz de un representante de la propia comunidad, al intervenir en un conflicto, suscitado entre cristianos y aborígenes. El reclamo de los indios se basa en “supuestas” injusticias cometidas por los “blancos”:

Los Matacos quieren castigar a los blancos por que estos se han apropiado de sus tierras y han muerto muchos indios (...) ellos tienen muchas vacas, caballos y cabras mientras a los indios les falta todo y andan desnudos (...)  los cristianos son egoístas y malos. Como usan armas mejores que las nuestras se consideran dueños de las vidas y tierras de los débiles. (226-227)

 

Es Magú Pelá, cacique de los matacos, quien se encarga de responder a estos reclamos asumiendo el lugar de enunciación de los cristianos-blancos al reconocer su superioridad:

Los cristianos han muerto indios por que estos los atacaron. Los cristianos tienen vacas porque trabajan y las cuidan día y noche, mientras los matacos`stán panza arriba, durmiendo, y apenas se ocupan de pillar lagartijas cuando tienen hambre.”[7](227)

 

 Estos enunciados son claros índices de la monología que asume el texto para conformar una identidad en la que las culturas nativas no tienen lugar. Se trata de imponer  una cosmovisión occidental homogeneizante que no da lugar a la pluralidad. En estas expresiones se puede leer la imposibilidad de diálogo, la incomprensión operada a partir de una oposición que se concreta en una forma de violencia epistémica (Mignolo,1995). Lumbrera, al referirse a la conformación de la identidad hispanoamericana afirma que “...nuestra existencia social tuvo una matriz indígena disuelta y por tanto históricamente obsoleta, y una matriz hispánica dominante capaz por sí misma de conducir  la totalidad de nuestra forma de vida.”(1990:56). Es esta “matriz colonial” la que regula las relaciones que se establecen en esta novela donde se identifica a los indígenas con el atraso, como pertenecientes a un sistema caduco a partir de la imposición de la racionalidad occidental. Dentro de esta perspectiva Lumbrera señala:

Identificamos en [el mundo indígena] el atraso y la resistencia al desarrollo y el cambio y nuestra aproximación hacia sus conductores, consiste en acelerar su disolución plena y su incorporación al proyecto histórico que represente nuestra consecuencia con el sistema que nació en la colonia.(1990: 56)

 

En la concepción occidental el desarrollo procede, en un primer momento, del trabajo como forma de acumulación de capital. Es el trabajo como un mecanismo de mediación entre el hombre y la naturaleza el que, en última instancia, determina el carácter la forma y la magnitud de esa interacción. Se diferencia, por lo tanto, el trabajo productivo que se resuelve en términos de mercado del de la relación creadores-consumidores, usuarios de sus propios productos. Del mismo modo aparece la noción “propiedad privada”  que se vincula estrechamente con la de “valor monetario” que rige todos los otros sistemas de valores en las sociedades “civilizadas” y, por lo tanto, se opone a la de los  “salvajes” que parecen no contar con ella[8] : “Entre los indios no existe la propiedad, pues todos usan indistintamente lo que aportan, sin pedirlo a los moradores de los toldos donde se guarda la caza.” (Ibid. 96). En la novela se puede leer el conflicto a partir del signo de lo “extraño” con el que se visualiza las matrices económicas y sociales sobre las que se asienta el mundo indígena:

Los patrones de un ingenio (...) para amigarse con el cacique Segundo (...) le regalaron un caballo de lo mejor, con tuita la montura chiapiada, de mucho precio. Tamién le dieron un poncho i vicuña, revólver y una punta de cosas de lujo. El indio salió pa su pago relumbrando de plata;(...) pero al cacique lo deslumbraron las priendas del policía y propuso al comisario hacer el cambio de tuito lo que tenía por la ropa vieja del milico (140).

 

Sin embargo estas diferencias culturales son aprovechadas por los “blancos” para conseguir beneficios económicos:

numerosas chinas (...) venían cargadas de leña para cambiarla por un puñado de maíz o una rodajita del mazo de tabaco. Otras veces traían algarroba. Durante el tiempo de cosecha de esta fruta, los chaqueños hacían grandes trojes para guardarle, y cuando escaseaba, con la misma algarroba juntada por los indios, pagaban a éstos su trabajo...(213)      

 

 

La marca del colonizador

 En la novela se actualizan discursos que dieron cuenta en un primer momento de la “alteridad” a la que se enfrentaron los “descubridores”. Me refiero específicamente a los textos escritos por Cristóbal Colón; el narrador-protagonista de la novela, al referirse a los indios, afirma

Al principio llegaron unos veinte hombres, armados con flechas y lanzas. Eran esbeltos , musculosos, y sus facciones hubiesen sido agradables a no ser por la enorme boca.

 

El sema de lo deforme, que se asocia al exceso, da cuenta de la fealdad que se atribuye al “otro” y reproduce las imágenes que Colón configurara en el siglo XVI. En la evocación, aparentemente edénica, que se hace de los habitantes de la isla la Española, lo maravilloso, en realidad, se aplica a todo lo desproporcionado para indicar la carencia de belleza. Esta fealdad en la novela, también es una característica de las mujeres:

Me llamó la atención una india, con rayas azules y rojas en la cara, que no me perdía de vista como si admirase mi figura. Era de las menos fea, joven, muy robusta... (87)

 

 A semejanza del texto de Colón, lo deforme y la sobreabundancia dan paso a lo monstruoso que en la novela no tardan en aparecer. Como afirma Edmond Cros “quien habita otro mundo no puede parecerse a mí”(1997:51); es por este motivo que en el texto de Gauffín las costumbres de los “salvajes” se oponen radicalmente a la de los                   “civilizados”.

-¡Eso no es posible! ¡Sería absurdo! Usted un hombre de ciencia, un europeo, un hombre de sociedad, quedarse aquí, en medio de estos salvajes, perdido para la patria, para la ciencia, para la familia, en un mundo distinto de nuestro mundo civilizado! (124)

 

          Este enunciado evidencia los límites que se establecen entre el mundo occidental y el indígena. Este límite marcaría el fin de “las cosas”, los elementos que dan forma a la civilización: “familia”, “patria” y “ciencia”, síntesis de los supuestos valores básicos de la sociedad moderna, marcan  en el “otro lado” una alteridad absoluta que se caracteriza por la carencia.

 En este sentido es justo introducir el término “desierto” que designa no sólo una zona de frontera sino también un espacio liminal cargado ideológicamente que “alude a lugares vacíos de presencia humana” (Wright, 1998) . Lo humano en la novela se asocia sólo a lo “blanco”: “Esos hacendados van ha conocer los desiertos, donde tuavía no ha llegao cristiano. Allá los indios nos han de hacer estirar las venas; usté se ha`i querer probar con los salvajes, en una de a pié.” (57). Son estas ausencias las que justifican el avasallamiento y la dominación en un intento de redimir al “otro” a un modelo civilizatorio único, “universal:, en la medida en que no hay  alternativas válidas o, por lo menos, convalidadas por una fuerza homogeneizadora que presenta su proyecto de una “sociedad moderna” como la forma más acabada de la experiencia humana.

... si no hay cultivo y cosecha, ni la ocupación efectiva sirve para generar derecho, otros usos no valen, esa parte de la tierra, este continente de América, aunque esté poblado, puede considerarse vacante, a disposición del primer colono que llegue y se establezca. El aborigen que no se atenga a estos conceptos, a tal cultura, no tiene ningún derecho (Clavero Op Cit.:22).    

 

Es de este modo como se instalan las familias procedentes del Dpto. de Rivadavia en territorio Wichis negociando su permanencia de manera muy conveniente, “Al amanecer recibimos la visita de numerosos indios, a los que doña Deogracia regaló un toro en pago de la tierra que ocupaba con sus vacas”(195) .El “regalo” no sólo posibilita la adquisición del terreno, sino que también asegura la colaboración de los “indios” “...los matacos cargaron con la carne y se fueron, prometiendo volver para ayudar en los trabajos.”(Ibid)

La afirmación de los derechos del colonizador se concretan a partir de la negación de los derechos del colonizado. El indio constituye una molestia necesaria, en tanto se incorpora al mundo civilizado como mano de obra, ocupando así el único lugar que se le asigna; “... un día me encontraba haciendo acomodar los palos del guarda patio y como eran pesadas, en esa tarea se hallaban cinco o seis indios, mientras otros, ociosos, los miraban trabajar.” [9] (220).   

 

Ampliar la diferencia

Se hace necesario reflexionar acerca de cómo estas prácticas discursivas, aunque sea inconscientemente, intervienen en el proceso de “naturalización” de las actuales relaciones asimétricas de poder, tanto económicas como intelectuales, ocultando la violencia de la imposición colonial. El proceso civilizatorio sostuvo preceptos hegemónicos sobre las formas del saber y la verdad. Al respecto, Edgardo Lander  (Op Cit.: 24) opina que “existiendo una forma “natural” de ser de la sociedad y del ser humano, las otras expresiones culturales diferentes son vistas como esenciales u ontológicamente inferiores e imposibilitadas por ello de llegar a “superarse” y llegar a ser modernas”. Alcanzar tal meta implicaría obviamente operar desde un pensamiento cuya racionalidad esté exenta de cuestionamientos, es decir del pensamiento propio de occidente, a la sombra del cual toda otra lógica es puesta en duda.

         La cosmovisión europeizante se encuentra tan profundamente arraigada , incluso en la formación académica, que se nos hace casi imposible pensar desde la diferencia los macro procesos socio-históricos-culturales que dan forma a este continente. Muchas veces tales arraigos han generado dentro de las prácticas investigativas de la oralidad desplazamientos que llevaron a caracterizar los textos de tradición oral como expresiones del pasado y, por lo tanto, a negarles la posibilidad de la vigencia, de ser capaces de provocar transformaciones.

         Hasta ahora se han venido planteando una serie de búsquedas, en la que los intelectuales latinoamericanos vislumbran formas alternativas del conocer que transponen, al poner en duda, la validez supuestamente inquebrantable de la lógica occidental. Una de las aperturas posibles la definen los textos de escritura oralizante desde la afirmación de su alteridad y la puesta en presencia de una actitud intercultural, de tendencia transculturadora, haciendo posible la emergencia de nuestra heterogeneidad constitutiva. Es a partir de todas estas fisuras en el orden impuesto que algo distinto comienza a producirse.                

 

 

BIBLIOGRAFÍA

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[1] La producción cultural de Salta en el contexto del N.O.A. ha sido ampliamente abordada por el proyecto de investigación LITERATURA REGIONAL. PROCESO DE CONSTITUCIÓN DE LA LITERATURA EN SALTA. Es en el marco de este proyecto que surge mi propuesta de tesis de licenciatura “Identidad y alteridad. La construcción de la identidad nacional en la narrativa salteña” de la que este trabajo forma parte.

[2]Gauffín, Federico, Salta, Romulo D’Uva: 1958. Todas las citas corresponden a esta edición.   

[3] Raúl Dorra (1989, 1997), Martín Lienhard (1990, 1997)Guillermo Mariaca Iturri, (1997, 1999), Carlos Pacheco (1997), Zulma Palermo (2001) entre otros han indagado en esta línea.

[4] Como afirma Elena Altuna “Las literaturas nacionales [...] se erigieron sobre la base de un sistema literario único y homogéneo: el erudito, escrito en castellano según la estética y las preceptivas de las escuelas y movimientos centrales, obviamente pautado de acuerdo a su periodización” (1999:122)

[5] El destacado es mío

[6] En la novela es el gaucho Argamonte quien traduce para los “blancos civilizados”las palabras y costumbres de los indios.

[7] El destacado es mío.

[8] Bartolomé Clavero observa que “La propiedad [...] es [un] derecho ante todo del individuo sobre sí mismo.[...] Y el derecho de propiedad puede serlo sobre las cosas en cuanto que resulte el ejercicio de la propia disposición del individuo no sólo sobre sí mismo, sino sobre la naturaleza, ocupándola y trabajándola. Es el derecho subjetivo, individual que constituye, que debe así prestar constitución, al derecho objetivo, social. El orden  de la sociedad habrá de responder a la facultad del individuo No hay derecho legítimo fuera de esta composición” (Cit. por Lander, 2000:17).

 

 

[9] El destacado es mío.

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