El
poeta en su biblioteca García
Sarabí, Mercedes |
En el Archivo Gustavo
García Saraví, que estamos analizando a partir de la crítica genética, existe
un conjunto de “carpetas de citas”, cuyo sentido y pertinencia nos interesa
inquirir. La presencia de esas carpetas atestigua un constante trabajo de
lectura, transcripción y capitalización de fuentes de variada procedencia y condensa el universo de la biblioteca virtual.
El proyecto conserva
gran parte de la biblioteca personal del poeta, lo cual permite atisbar
esos libros en procura de su propio proceso de recorte y selección. A través de una marca marginal,
generalmente una equis con una raya vertical debajo, el escritor puntea frases
que le interesan. Otras señales, un circulito, o el subrayado, aíslan las
palabras que desea recopilar con entusiasmo de coleccionista Este ejercicio
transtextual se continúa con la transcripción de los segmentos marcados. Los
fragmentos permanecerán latentes en dichos depósitos, hasta que el impulso o la
necesidad de escribir los requiera.
Las “carpetas de
citas”
Las carpetas son a las
citas lo que la piel al cuerpo: un envoltorio que a la vez las contiene, las
protege y las revela. Hay allí un mapa que permite circunscribir el territorio
marcado por el poeta[1]. En principio se documentaron 14 carpetas, todas uniformes, de cartón prensado negro
tamaño oficio. Estas dimensiones hacen sospechar su permanencia en sitios fijos
y de fácil alcance, en ocasión de la búsqueda de material para la
escritura, bajo el modo de “cortar y
pegar”.
Cada carpeta lleva en el lomo una etiqueta precaria de
trazo y color uniformes que indica el contenido alfabético. Estos detalles de
organización revelan que el proceso se cumplió en una sola etapa, probablemente
emprolijando y ordenando avances anteriores.
La papelería usada en esta
instancia por García Saraví constituye
el soporte tangible de la escritura, y es a la vez el testimonio de una
prolongada tarea. Los rasgos heterogéneos – gramajes,
tamaños, calidades, membretes y leyendas
– de las hojas que aprovecha, así como las diferencias entre los
caracteres de las máquinas, dan cuenta de su constante preocupación por asentar
y conservar su “cosecha”.
Por otro lado, diversos
componentes paratextuales pueden ser identificados y cuantificados en la unidad
de la página. El más llamativo es el elemento cromático de los términos subrayados con rojo, que exponen el tópico privilegiado. Esta
marca servirá luego de guía cuando la búsqueda esté orientada a un determinado
asunto.
El uso del papel carbónico genera
evidencias cuyo principio es el calco, pero en paralelo describe distintas
operaciones textuales posteriores[2]:
esos duplicados dejan de serlo cuando se constatan disparidades en el subrayado, lo que provoca bifurcaciones semánticas de la carga textual.
El Registro
Cada asiento bibliográfico sigue
un método fijo de registro, según parámetros formales convencionales. Junto al
año de edición se consigna otra fecha
que permite establecer un punto de referencia cronológico útil para instaurar
la sucesión de las lecturas, los
géneros predilectos, los años de mayor productividad en esa tarea, y las
interrelaciones entre lectura, escritura, historia y campo intelectual.
No postulamos que el acervo se
cierre en sí mismo; el sistema que imaginamos tiene que dar cabida a los libros
leídos y no transcriptos, a las anotaciones perdidas en las marañas del tiempo.
Esta concepción de lo ausente explica ciertas asimetrías. Un vacío gigante es
el de la información extraída del Diccionario de Mitología de Pierre
Grimal, humus y sustento de los sonetos de esa serie. Las señales del volumen y
los epígrafes son coincidentes, y la falta de asiento de las citas al completo
admite la hipótesis del trabajo “en directo” con el libro. Sin embargo, una de
las libretitas – borrador de uso permanente muestra algunos extractos de los
dichos de Grimal[3].
Otro ejemplo surge de la
documentación recogida para el estudio del caso Goya, ya que se constata que
más o menos 2/3 del material no se ha conservado en el registro de estas
carpetas. El conjunto Homenaje a
Francisco de Goya[4] está integrado por 54 sonetos, que
reconstruyen la biografía del pintor. La nutrida zona del anaquel destinada al
aragonés representa una clave del sistema de trabajo del poeta ante un tópico
desafiante: expone la inquisición exhaustiva en fuentes amplias.
Un Sistema
García Saraví concibe su empresa
escritural con el mismo rigor que un proyecto de investigación, en donde el
contenido empírico (las citas) permite entrar entre bastidores del mecanismo
interior que da nacimiento a sus textos. Esto revela que el acto creador se
establece en un proceso cíclico de lectura, selección y escritura.
En la producción garciasaraviana la memoria y el olvido operan
como instancias de recreación. Dicho de otro modo, la inscripción y el
borramiento constituyen artificios propios de la escritura.
Además de cumplir esa función de recreación, también desarrolla un dispositivo de autodefensa,
porque nadie puede escribirlo todo y tampoco todo es susceptible de ser
escrito. De igual manera, nadie puede leerlo todo, ni todo puede ser leído;
vacilación y ausencia invaden las sendas de la lectura.
El
olvido es el alivio necesario del escritor; no entendido como una absoluta
pérdida sino como una ausencia virtual: el escritor /productor puede recobrar
dicha información en cuanto la misma sea requerida, es decir, memoria y olvido
son puntos extremos que constituyen la textura de un texto.
A
medida que se lee - se escribe, se transforma el objeto, porque al escribir se
pone en práctica un doble juego: se borra la escritura de los otros y al mismo
tiempo se la inscribe en otra escritura bajo la forma de palimpsesto.
Es
interesante que señalemos aquí una modalidad distinta de la “caja de ahorros”
de la cita: la libreta de palabras. Recoge en ella vocablos, organizados
alfabéticamente según la disposición previa del soporte, pero no al interior de
cada página. La grafía relativamente pareja y la uniformidad por sectores de la
tinta deja entrever varias instancias de confección generadas por el
seguimiento de una lectura. La libreta de palabras, de la que se conserva un
único ejemplar corporiza una decisión profesional: utilizar al menos dos
vocablos nuevos en cada poema.
García
Saraví construye, entonces, una especie
de “base de datos”, la cual contiene un cúmulo de información diversa que le
servirá como fuente para incursionar en los diferentes géneros: poesía, ensayo,
teatro, conferencias, etc. Y la misma permitirá realizar esa transversalidad,
no sólo temática, sino también genérica.
En esta colección se
condensa una biblioteca implícita, que es producto de la biblioteca real
mediada por una voluntad profesional.
Como dijimos arriba, gran número
de los libros del escritor pertenece a este proyecto, lo que da
pie a una comprobación directa de su paso como lector por los volúmenes.
Y también da cuenta de aquellos que si bien poblaron (y pueblan) los anaqueles,
siguieron hasta la fecha clausurados, intonsos.
Estos libros no tienen cargas particulares en
cuanto a su posible valor económico, sin embargo, revisten - no sólo para su dueño inicial – valores
que podemos reconocer.
Aspiramos a mostrar
algunas de las constelaciones verbales
que desembocan en la obra publicada o las que se vierten en otras zonas de la
actividad intelectual, sin dejar de asumir la relación personal con los
variados ángulos de esta figura caleidoscópica: escritor, ejemplares,
colección, lecturas. Porque entre el papel suelto, la carta, el borrador, la
carpeta de citas, y el libro impreso se condensan ficcionales conversaciones.
Una topología
Mitterrand establece
una tipo /topología de los usos del libro en la génesis, que resulta de suma utilidad
en esta indagación. Así, la estantería posible puede organizarse en tres
secciones: la generativa, la documental y la retórica. En las zonas grises, de
sincretismo e inclusión, pueden encontrarse otras claves.
Un conjunto de libros
constituye la biblioteca generativa: la que provee las matrices formales, un
repertorio de tramas, el conjunto teórico de saberes requerido para el
ejercicio poético. Tradición e innovación establecen un perpetuo juego en el
que el autor inscribe su personal registro.
En
García Saraví esto se ve en la
utilización de métricas clásicas y formas menos convencionales, en el usufructo
de temas arraigados (el amor, la patria y la literatura) y la búsqueda
desesperada de lo nunca dicho, la curiosidad lingüística y la experimentación
con nuevos tópicos y formatos.
La
trayectoria de lectura implica la elección del género[5],
configurada también por la historia y por la biografía. Mediante sus
decisiones, el poeta traza un cuadro genealógico y se incorpora a la cadena
textual. La alternancia entre sumisión y ruptura de los códigos tradicionales
agrega el árbol intertextual, imprescindible para el trámite de la inclusión en
el campo.
En otro estante
ubicamos la biblioteca documental,
integrada por el variado repertorio de diccionarios y manuales: una vasta
enciclopedia de los saberes de la historia, la geografía, los mitos, los
animales y sus costumbres, los viajes y todos aquellos conocimientos a los que
dedica una línea, una metáfora, una alusión en sus poemas. Asimismo, comprende
toda aquella información que atañe a la actividad en prosa: charlas y
conferencias, programas radiales, publicaciones en periódicos y revistas.
En tercer lugar,
catalogamos la biblioteca retórica, base de la construcción personal. Para
reglar y dirigir un trabajo que se funda en la profesionalidad y el
conocimiento de la gramática anterior, es básico un caudal de lecturas en ese
sentido. No es aventurado requisar esa disciplina en los aledaños de los
consagrados de tal poética. Sobre todo, los ejecutantes del soneto, metro
privilegiado en esta escritura. Desde El libro de los mil y un sonetos[6]
hasta la particular antología de
Jorge Llopis “Las mil peores
poesías de la lengua castellana[7].
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Este conjunto es lo
que Mitterrand entiende por libro-rudimento, nombre que tal vez podamos
sustituir por libro-manual de instrucciones. Es el que provee las nociones
instrumentales, el que recoge los saberes de los poetas, de los mentores. El
discurso discurre en un hacerse, el mismo poema oficia de taller y a veces es
el cabal ejemplo de las tácticas
seculares. Se trata de una intertextualidad rizomática que se expande como tela
de araña no sólo hacia el pasado prestigioso, sino que envuelve lo simultáneo,
en cuanto roza a los maestros del género.
Así, el reducto de la
biblioteca personal se muerde la cola y dibuja un círculo virtual con la
actividad autoral.
De tal modo,
percibimos un punto de vista que prioriza
la producción sobre el producto, la
textualización sobre el texto, lo múltiple sobre lo único. En ella la
operación se impone al opus, la génesis a la estructura, la enunciación
al enunciado. Subraya el buen hacer, el arte
combinatoria, el juego con la regla y su transgresión deliberada; la
planificación como garante. Nace como oposición al poeta inspirado, contra la
poesía como don de los dioses. Las distancias entre exo-génesis y auto génesis de la escritura[8]
reducen la frontera a una línea inestable y eventual.
Este vaivén constante y desparejo
permite visualizar los soportes de la acumulación de préstamos diversos y
heteróclitos. En los cuadernos de trabajo, de notas, se consigna casi siempre
un botín obtenido en el curso de las
lecturas, una "reserva". Cada una de estas piedras, reubicadas, se
resemantiza y metamorfosea en el discurso recién nacido.
El texto se corporiza
ante nuestros ojos como una compleja red de índices, y en muchas ocasiones da
pie a gráficas descripciones genéticas y semióticas de la posición de la
biblioteca en su dinámica. Los hábitos más o menos funcionales del escritor,
los instrumentos de escritura, los
objetos familiares y sus lugares de
trabajo ilustran la actividad creadora
por mediación de su contexto material. La visualización de las fuentes
permite reconstruir y profundizar nociones tales como génesis, plagio, intertexto, pretexto, memoria...
La búsqueda de estas
transversalidades genera un aluvión de posibles correspondencias: epígrafes,
citas de autoridad, emisiones radiales, conferencias, ensayos, todo el corpus
lírico y otros usos son posibles rizomas de la lectura, de la escritura y del
proyecto intelectual.
Alvarado,
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El
arte del olvido. Rosario, Beatriz Viterbo, 2004.
[1] Carpeta 1: letra A – Carpeta 2: letra B – Carpeta 3: letras C / CH – Carpeta 4: letra D / F – Carpeta 5: letra G – Carpeta 6: letras H / J – Carpeta 7: Letras K / LL – Carpeta 8: letras Ma / Mi – Carpeta 9: letras Mo / O – Carpeta 10: letras P / Q – Carpeta 11: letra R – Carpeta 12: letra S – Carpeta 13: letra W – Carpeta 14: letra Z.
[2] Cfr. García Saraví, Mercedes: G.G.S. “Génesis y Evolución” II Etapa. 1999.
[3] Se trata de la libreta “Norte Rosa” que, con letra ajena, resume lo que se lee en el Diccionario. Se puede conjeturar una escritura “al dictado”.
[4] Pistas de Aterrizaje, en Obras Completas, Madrid, Editorial Empeño 14, pp 643- 672.
[5] Ver Esta madeja de nebulosas tintas. Op. Cit.
[6] El libro de los mil y un sonetos. La antología del soneto más completa que se ha hecho en el mundo. Recopilación y selección realizada especialmente para la Editorial Claridad por Héctor Miri. 4ª edición. Buenos Aires, Editorial Claridad, 1947.
[7] Biblioteca. Universal Planeta, 1973.