Las
evasiones de la crítica teatral frente al peronismo: Leonardi,
Yanina Andrea |
La
ruptura que el peronismo -como fenómeno social, cultural y político- provocó en
la historia argentina, se establece en los años ’60 y principios de los ’70 aún
como una problemática difícil de abordar para la sociedad en su conjunto. Desde
la irrupción del coronel Juan Perón como una figura cada vez más notoria en el
gobierno de facto del ’43, hasta el derrocamiento de su segundo gobierno en
septiembre del ‘55, el peronismo se constituyó como un tema clave de la
realidad argentina, como un punto central frente al cual era necesario
definirse. Los intelectuales también se hicieron eco de este debate,
constituyéndose el peronismo, de este modo, según señala Federico Neiburg, en
el “resultado de las acciones de diferentes agentes sociales, ubicados en
diferentes áreas del espacio social –y no solamente de los grupos populares-,
como buena parte de la literatura ha insistido en afirmar.”(1998; 17)
A partir del golpe de estado ejecutado
por la Revolución Libertadora, se abre un nuevo período en el que el peronismo
continuaba siendo el núcleo central del que dependía el futuro del país. Aunque
en un comienzo esta etapa se inicia con una actitud integradora desde el poder
hacia las masas peronistas, plasmada en la conocida frase del General Lonardi
“no habrá ni vencedores, ni vencidos”, pronto, esta línea de pensamiento es
desplazada por la visión antiperonista de Aramburu y Rojas, que consideraban a
la notable presencia del peronismo en la sociedad argentina, como el gran
problema nacional al que era necesario extirpar. Por su parte, el campo
intelectual profundizó el debate iniciado una década atrás, haciendo hincapié
en el significado y los orígenes de este fenómeno, y en el pueblo peronista
como su legado. La temática predominante que radicaba en estas discusiones-
según señala Beatriz Sarlo- fue el del futuro de las relaciones que habían sido
tanto más conflictivas durante el primer peronismo que nunca antes en la
historia argentina: élites y masas, letrados y pueblo, enfrentados, según la
hipótesis revisionista, desde los albores de la Nación. Consecuentemente,
intelectuales, académicos, escritores y artistas consideraron parte esencial de
su tarea establecer programas diversos de reconciliación de esos dos universos
mutuamente hostiles, o incomprendidos, o inconmensurables (2001).
Si el
ensayo y la literatura argentinos se ocuparon intensamente del peronismo desde
1945 en adelante, a través del debate y su representación desde distintas
posturas ideológicas, no ocurrió lo mismo con el teatro. El campo teatral no
polemizó con respecto al peronismo, limitándose a la división peronistas /
antiperonistas, y la presencia de representaciones de este fenómeno
socio-político en las piezas resulta escasa, no considerando, obviamente, las
que pertenecen al corpus de obras peronistas que respondían a la política
cultural oficial del ‘45 al ’55.
Tanto La pata
de la sota (1967) de Roberto Cossa como El
avión negro (1970) del Grupo de autores (del que Cossa era integrante)
conformaron algunas de las pocas oportunidades de discutir dicha cuestión en un
teatro caracterizado por debatir la realidad nacional en escena. Ambas obras se
inscriben en la estética realista reflexiva y pertenecen al autor paradigmático
de esta tendencia. En ellas, según señala Osvaldo Pellettieri, es evidente el
entrecruzamiento de la serie social con la serie estética, la limitación del
contexto hacia el texto, hasta el punto de ser incomprensibles si no conocemos
las condiciones socio-políticas de la época, y la vocación “historicista” de
los autores realistas reflexivos. (Pellettieri, 2003)
El
análisis de las representaciones presentes en ambos textos nos permitirá
aproximarnos al camino transitado por el peronismo desde mediados de los ’60 a
comienzos de los ’70, como también profundizar, por medio de sus
manifestaciones culturales (en este caso el teatro), teniendo en cuenta que
toda manifestación cultural nos remite a una problemática política, y
considerando que todo hecho artístico es un hecho político en sí mismo.
Indagando en estas configuraciones y la recepción de las mismas, podremos
acercarnos a la ideología de los teatristas, del público y de la crítica
periodística, con el fin de comprender
la huella que este fenómeno político produjo en la sociedad argentina.
El
peronismo en La pata de la sota (1967)
La pata de la sota fue estrenada en
abril de 1967 en el teatro
ABC, bajo la dirección de Luis Macchi. Dentro de la obra de Cossa la ubicamos
en la primera fase junto a Nuestro fin de
semana (1964) y Los días de Julián Bisbal (1966).
Los años ’60 inauguran una etapa de
honda modernización que afectó a toda la sociedad. Se producen modificaciones
notorias a nivel social y cultural como la llegada de nuevos textos teóricos y
filosóficos y nuevas formas artísticas, el auge de la clase media y de la
sociedad de consumo, entre otros. También la Revolución Cubana acaecida en el ‘59,
imprimió una fuerte impronta en los intelectuales latinoamericanos, operando
como un nuevo modelo revolucionario más cercano que el soviético. En lo que respecta
a los argentinos, provocó el surgimiento de una lectura del peronismo en clave
revolucionaria encabezada por John
William Cooke.
A nivel político, la década tuvo dos
gobiernos democráticos cuya finalización estuvo dada por la irrupción de golpes
de Estado: el de Arturo Frondizi (1958-1962) y el de Arturo Illia (1963-1966). El
proyecto desarrollista encabezado por Frondizi, que contaba con las
expectativas de los intelectuales de izquierda, se inscribía “en el nuevo
contexto internacional, marcado por el patrón del dólar y la liberación
económica-en 1956 la Argentina había adherido al Fondo Monetario Internacional
y al Banco Mundial-” e implicaba “reconocer la importancia de los capitales
extranjeros para el desarrollo del país”, y suponía “la necesidad de una
sociedad integrada en la que el proletariado y sus sindicatos tuvieran su lugar
al sol.”(Tcach; 2003, 31) Pero pronto las promisorias intenciones del gobierno
quedaron frustradas, la crisis económica empeoró, y las vinculaciones de
Frondizi con la izquierda-condensadas en su encuentro con el “Che” Guevara-,
junto con su actitud conciliadora hacia el peronismo, despertaron el malestar
de las Fuerzas Armadas, que dieron fin a este mandato. El poder militar no dejó
de dominar la escena política durante el gobierno de Illia. La intensa campaña
golpista que llevaron a cabo, que contó con el apoyo de los medios de
comunicación –entre los que se destacó la revista Primera Plana- culminó con el golpe de estado encabezado por
Onganía. Para estos sectores golpistas, la lentitud que ellos observaban en la
figura de Illia era “sinónimo de ineficacia para modernizar la Argentina.” (Tcach;
2003, 46) Los partidos políticos eran concebidos como instituciones caducas
para estos tiempos, y la solución para el país residía en “sustituir la
política por la administración.” (Tcach; 2003, 48)
Durante estos dos mandatos Perón- a
pesar de encontrarse en el exilio- continúo teniendo influencia en la escena
política, contando con la fidelidad de los sectores populares que conformaron
la denominada ‘resistencia.’ Según Daniel James “en la conciencia popular
peronista la resistencia evocaba un conjunto diverso de respuestas que iban
desde la protesta individual, a través del sabotaje personal y actividades
clandestinas más organizadas, hasta el intento de levantamientos militares. La
meta última de esta gama de acciones se sintetizaba en la consigna ‘Perón
vuelve’.”(2003; 126)
Para el poder el interrogante acerca de
qué hacer con el peronismo se mantuvo por estos años como una constante.
A partir del empleo del flashback como
recurso- en clara intertextualidad con La
muerte de un viajante (1949) de Arthur Miller, Cossa practica en La pata de la sota (1967) un recorrido
histórico comprendido entre los años 1955 y 1966, operando anclajes en los años
1959 y 1962, a través de los avatares padecidos por una familia de clase media.
El drama realista con sus personajes mediocres sumergidos en su fracaso y
ciegos frente a su realidad opera como una metáfora de lo acaecido en la
sociedad argentina en el periodo posterior a la caída de Perón. Este paralelismo establecido entre el devenir
histórico y la historia familiar, intenta orientar la reflexión hacia las
soluciones tomadas en la etapa posterior al ’55 y la consecuente y progresiva
situación critica que invade al país a nivel económico, político y social. El clima de euforia del ´55 que reside en la
percepción del fin de una época, y las esperanzas puestas en la concreción de
una nación moderna producto del proyecto desarrollista de Arturo Frondizi y su
posterior fracaso, son protagonizados por personajes referenciales que reproducen
el pensamiento del argentino de clase media.
El peronismo se presenta como un
elemento nocivo para la familia Dagostino: las modificaciones introducidas por
éste son consideradas por los personajes como la causa de su malestar presente.
Su derrocamiento es percibido como la clausura de una época, y el nacimiento de
una nueva de recomposición donde será necesario e inevitable establecer algún
tipo de medida con los sectores populares. Los personajes de la pieza, siempre desde una
posición decididamente antiperonista, manifiestan distintos niveles de
tolerancia con respecto a esta integración del pueblo peronista.
En La
pata de la sota Cossa intenta vincular el comportamiento de una clase media
incapaz de ver las soluciones a sus conflictos, y ajena a comprender la
realidad social en la que está inmersa, con las medidas tomadas por los sectores
de poder después de la caída de Perón, intensificando esta comparación con las
retrospectivas y prospectivas históricas practicadas a partir del flashback. En
este abordaje histórico, no se establece ningún tipo de juicio sobre el
peronismo y las modificaciones sociales implementadas por éste, pero si se pone
en cuestionamiento la postura antiperonista, como un intento errado y nocivo de
abordar la realidad argentina.
Pero la centralidad otorgada al drama
familiar, que se sintetiza en las palabras finales del padre (“¿Dónde estuvo mi
error? Trabajé toda mi vida… fui un buen padre para ellos…Tuvieron educación…
¿Qué pasó, eh? (…) No me lo explico… Por más que le doy vueltas, no me lo
explico”). (109) opacan toda vinculación que el público pueda ejercer entre lo
familiar y lo social y por ende asumir la responsabilidad que le compete a la
clase a la cual integran. La construcción de un mundo de clase media con sus
problemas, mitos y prejuicios, con la infelicidad y el fracaso de sus
integrantes, consigue la identificación del público perteneciente a la misma
clase a la que la pieza representa, abortando el distanciamiento propuesto por
el procedimiento teatralista del flashback. Entonces, si La pata de la sota intenta poner en cuestionamiento la conducta de
la clase media en el contexto histórico mencionado en el que el peronismo juega
un papel preponderante, el debate se ve frustrado desde su mismo intento.
El
peronismo en El avión negro (1970)
El avión negro del Grupo de Autores-integrado por Roberto Cossa, Germán
Rozenmacher, Ricardo Talesnik y Carlos Somigliana- se establece como la pieza
fundante del “teatro paródico al intextexto politico”, que se dio en nuestro
país entre fines de la década del ’60 y comienzos de la del ’70. Pellettieri
(2003: 251) sitúa esta obra entre aquellas que conforman la textualidad del
“realismo híbrido”, que se caracteriza por la incorporación de procedimientos
de poéticas teatralistas –absurdo, expresionismo, varieté, etc.- en función de
la clarificación del mensaje y de la probación de una tesis realista. Esta
forma que constituye un modelo en variación dentro del realismo, en la obra
dramática de Cossa funciona como una bisagra hacia su segunda fase.
La
crisis económica y política vivida en los últimos años de la década del ’70 y
los consecuentes levantamientos populares- dentro de los cuales el “cordobazo”
tuvo una presencia definitoria para la situación del país- obtuvieron su pronta
repercusión dentro de la esfera intelectual y su respectiva definición del
hecho peronista. Desde la izquierda el debate se centró en el cuestionamiento
del posicionamiento del intelectualismo con respecto al pueblo y en la
revelación de una falsa historia oficial producto de la tradición liberal. Pero
a esta polémica se le sumó un nuevo componente: la participación de los
intelectuales en el proceso revolucionario, que se hallaba potenciada por “la
existencia de una revolución nacida sin teoría y de un clima mundial que había
saturado el universo de la denuncia y sólo dejaba como curso obligado el pasaje
a la acción. Entre el revolucionarismo y el populismo se abrió un juego de
pinzas que cuestionó todos los espacios del intelectual crítico y modernizador.
(Terán, Oscar, 2004: 80)
Las
organizaciones de la Juventud Peronista que militaban creían que “el poder se
creaba a través de la movilización popular. Había un poder del sistema. Un
poder institucional representado por la gran burguesía y la Fuerzas Armadas. Y
había un poder popular. Un poder que se construía en el llano. Un poder que
surgía de la organización militante del pueblo.” Para estas organizaciones “la
cuestión nacional” había pasado a primer plano, y el peronismo era visualizado
“como el movimiento de liberación nacional, participe de una revolución que
(protagonizaban) los pueblos del Tercer Mundo.” (Feinman, José Pablo, 1988:
86-87)
Paradójicamente, en este contexto el regreso de
Perón significaba la viabilidad del cambio tanto para las fuerzas militares
como para la izquierda, tanto política como intelectual. Según señala Liliana
de Riz “el peronismo era la clave de la legitimidad del poder real en la
sociedad argentina.” (1981:42)
Por estos años el sistema teatral necesitaba nuevas
formas ideológicas y procedimientos que le permitiesen, por un lado, satisfacer
las demandas sociales y estéticas del campo intelectual y, por otro, renovar
las relaciones con las clases populares. En este contexto de una progresiva
politización del arte como respuesta al devenir social, El avión negro intenta
hacer una revisión de la historia con un fin didáctico, apelando al uso de procedimientos
propios del realismo (como el encuentro personal o un sistema de personajes
maniqueo) y la incorporación de elementos de géneros teatralistas o de aquellos
considerados “menores” se subordinan al mensaje que se intenta transmitir. Así,
la estructura de la pieza en sketchs (característica del teatro de Revista o
del varieté), junto con procedimientos como el equívoco verbal (propio del
vodevil) y la inclusión de la Murga como personaje central, o la exageración
expresionista que “incluye la búsqueda del efecto patético” (Osvaldo
Pellettieri, 1997: 225), operan en función de la semántica del texto. En este
sentido, Pellettieri (1997: 224) afirma: “La marcha de la Murga culmina con un
efecto mensajista muy poderoso, de corte teatralista pero de contenido
referencial. (...) Para el texto, la denominada clase obrera avanza de manera
irrefrenable en la transparente metáfora del final abierto.”
Como las lecturas realizadas de la obra
observan que en ella se concibe el regreso de Perón como una salida posible con
el consecuente triunfo de la clase obrera, se nos hace necesario agregar que la
mirada desde la cual se construye el mundo popular- que incluye al peronismo- no
deja de representar el punto de vista del intelectual iluminado. La mostración
de la Murga en El avión negro conjuga, en una versión pintoresquista de
la masa peronista, las imágenes de la clase media y del proletariado que
subyacen a la ideología del texto: la pieza se dirige a un público de clase
media intelectual y progresista, esperando que este se identifique
simpáticamente con los sucesos, y la Murga aparece teñida por la ideología
burguesa que, en solidaria comunión, la construye y la lee.
La imagen de la murga sufre un proceso
de cambio a lo largo de la obra: si bien se parte de una vinculación con la
incuestionable lucha del proletariado con miras a la revolución social, se
termina delineando un“aluvión zoológico” con tono amenazador y violento, una
masa imposible de domesticar, ya plasmada por la literatura décadas atrás. Por
otra parte, esta configuración de la masa peronista reitera la percepción que
tuvo la izquierda con respecto a los hechos del 17de octubre del ’45. Dice al
respecto La Vanguardia, órgano
oficial del partido comunista: “Pero también se ha visto otro espectáculo, el
de las hordas de desclasados haciendo de vanguardia del presunto orden
peronista. Los pequeños clanes con aspecto de murga que recorrieron la ciudad,
no representan ninguna clase de la sociedad argentina.” (24/10/1945)[1]
Entonces, según la pieza, el triunfo de
la clase obrera no está ligado a la conquista de los derechos sociales, sino a
la “fiesta” que el nuevo advenimiento del peronismo al poder representaría para
ellos. El concepto de “fiesta” popular, en términos de carnavalización,
construye una exquisita caricaturización del pueblo, más funcional a los
intereses burgueses que a los sectores populares. Estas operaciones disuelven
las distancias existentes entre la posición proveniente del anti-peronismo y el
punto de vista de los sectores progresistas o de izquierda.
En El avión negro la apropiación de materiales
populares conlleva en su esencia el compromiso político: “decir popular
es decir político”. Sin embargo, el teatro de intertexto político de la
época demuestra una y otra vez una visión contradictoria: “Cómo es posible que
el intelectual, escindido del pueblo pueda hablar de lo popular si ya no
comparte ni su lengua ni su experiencia” (Ana María Zubieta, dir., 2004:
57).
La recepción de la crítica
periodística
Teniendo en cuenta la relevancia que tuvo
el peronismo en las décadas analizadas y los cambios que con respecto a este fenómeno
socio-político se manifestaron desde los ’60 hasta los ’70, resulta pertinente considerar
el posicionamiento tomado por la critica teatral con respecto al tema.
Hacia fines de la década del ’60 cuando
se estrenó La pata de la sota, tanto
el realismo reflexivo como la obra de Cossa estaban presentes en el horizonte
de expectativa de la época. La tendencia estética que llevó a cabo la segunda modernización del sistema
teatral argentino y que tuvo su inicio con el estreno de Soledad para cuatro de Ricardo Halac en 1961, bajo la dirección de
Augusto Fernandes y se afirmó en 1964 con Nuestro
fin de semana de Cossa, con dirección de Yirair Mossiam, es identificada por los críticos periodísticos (más allá de
la denominación empleada: comedia, drama realista, realismo, etc.) al igual que
el autor, al que se lo reconocía como exponente de esta tendencia, mencionándose
en todos los casos su trayectoria artística.[2]
Aunque no hubo distancia estética con
respecto a la compresión del contenido de la pieza, si la hubo en lo
concerniente a las innovaciones estructurales incorporadas por Cossa, específicamente
a los saltos temporales introducidos a partir del empleo del flashback. La
crítica más conservadora, representada por Clarín,
La Nación y La Prensa, se mantuvo reticente a estos cambios, argumentando que le
imprimían un carácter confuso.[3]
Clarín, 16/4/1967:
“Para Cossa, en cambio, los tiempos se mezclan en una especie de cóctel en el
que, finalmente, sus componentes pierden las características propias originales
de cada uno. Para aumentar la confusión, no establece ni el más remoto remache,
ni la más ligera transición o pausa entre escenas de distintas época; más aún,
las imbrica como un techo de tejas llevando la incomprensión hasta el
paroxismo.”
En el único caso en quien no se observa
una distancia estética con respecto a las innovaciones implementadas, es en Edmundo
Eichelbaum, critico del diario El Mundo
(21/4/67), quien sólo destaca que la puesta de Macchi no respondió a las
necesidades que el texto requería.
En cuanto a la nueva critica, representada
por los semanarios Primera Plana y Confirmado,
se observa en el primero de los casos, la condena al contenidismo reiterado del
autor y a la remanencia de la pieza:
“Roberto Cossa no atina a evadirse del
panfleto en el que viene removiendo desde su primera obra. (…) A partir de
idénticas bases, y sumada la tentación del esclarecimiento, logró dibujar, en
cambio, un planteo obvio, reiterativo y, en consecuencia, aburrido. Pinceladas
de farsa o, todavía peor, de ridículo, destemplan el conjunto cuando la acción
quiere ser didáctica, cuando el autor se pone en consejero.” (Primera Plana, 25/4/1967)
El posicionamiento del critico de Confirmado se centra en la confusión y
ambigüedad del planteo hecho por el dramaturgo con respecto a la clase media.
“Es como si Cossa se hubiera apoyado en
un esquema ideológico que alguna vez le proporcionó una interpretación
coherente del mundo (…) pero en el que inconscientemente ya ha dejado de creer;
(…) al autor se le presentan, fantasmales e impías, preguntas que no sabe
contestar, inquietudes que no se atreve a resolver aún a costa de la
autoflagelación” (Confirmado,
27/4/1967)
En lo concerniente al aspecto
socio-político que la pieza contiene, las críticas, en general, hacen mínimas
menciones a la situación familiar y su correspondencia con la historia del
país. Es decir, el abordaje desde lo social, a excepción de Confirmado- que alude al mensaje confuso
dirigido a la clase media-, es totalmente ignorado por la crítica de la época.
Por ende, la presencia del peronismo en el planteo de La pata de la sota no es relevado por la criticas, ni aún por los
semanarios Primera Plana y Confirmado,
que le dedicaban un considerable espacio en su análisis de la realidad del
momento.
El “teatro paródico al intertexto
político”, en general, y El avión negro
en particular, hicieron aportes innovadores en la década del ’70, tanto a nivel
estético como ideológico. Hubo una intención decidida de analizar la realidad
política nacional y de revisar la historia oficial liberal. En el caso de El avión negro también está presente la
incursión novedosa del peronismo en escena, tema que continuaba siendo
polémico, y que se tornaba por estos años, intensamente relevante.
El establecimiento de lo político como
núcleo central en El avión negro, es
notado parcialmente por la crítica, estableciéndose en la mayoría de los casos
un disenso con la postura ideológica de la obra.
Dice Periscopio en coincidencia ideológica con el Grupo de Autores:
“Por algo más se convierte en el centro
de una de las temporadas más flácidas que se recuerde por primera vez, desde
hace muchos años, la política se convierte en el tema de una obra teatral que
no sea una revista (aún con los restos de autocensura que se puede advertir).”
(25/8/1970)
En cambio, La Razón, en discordancia con el Grupo de Autores, y advirtiendo
al peronismo como un elemento del pasado, dice:
“En verdad, no se justifica que cinco
autores prestigiosos como Roberto Cossa, Ricardo Talesnik, Germán Rozenmacher y
Carlos Somigliana se hayan reunido para concebir esa suerte de revista sin
música que bajo el título de “El avión negro” se ha dado a conocer en el Regina
y cuya ‘vedette’ es un bombo de notoria intervención en viejas algaradas
políticas, que acompaña con sus golpes secos y entusiastas a una murga vocal de
carnavalesca tradición, a cuyo cargo están las coplas alusivas a la actualidad
nacional. Es evidente que no se ha aguzado
mucho el ingenio, ni el intento de sátira social que se desprende de algunos
cuadros, ha sido totalmente logrado (…) es posible que se haya aspirado a un
pasatiempo sin consecuencias y tendiendo a la comercialización del producto
antes que al logro de una obra orgánica y responsable” (9/9/1970)
El critico de Clarín
distante de una apreciación política de la pieza, sostiene: “El texto
en general se debilita por una tímida- o temerosa- exposición de sucesos. Todo
queda dentro de un clima tibio, indefinido, confuso a veces. No se sabe en
definitiva, cuál es la intención de la pieza, aunque es posible suponer que,
dadas sus características, se ha hecho con un propósito eminentemente
comercial. A lo largo de la representación hay momentos cómicos de fácil
repercusión.” (21/8/1970)
También se observa que en los casos en
los que se manifiesta una diferencia ideológica con respecto al texto,
generalmente se lo considera como un trabajo menor o de escasa seriedad en
autores con una trayectoria reconocida dentro del sistema teatral. Con respecto
al peronismo, las críticas se dividen en: un posicionamiento político
coincidente con el de los autores y otro opositor. El primero de los caso esta
solamente representado por el critico de Periscopio:
“A partir de una situación explosiva (el Grupo de Autores) elaboraron bajo la
forma de collage, la más despiadada desmitificación del populismo que haya
transitado por un escenario argentino” (25/8/1970)
Los posicionamientos contrarios, que
reúnen a la mayoría de las críticas, califican a la pieza como “una sátira
farsesca” o versión tendenciosa de la realidad nacional [4]
Conclusiones:
A mediados de los ’60 Cossa señala a
una sociedad encerrada en si misma, imbuida en una decadencia que se agrava con
el paso del tiempo, y donde su clase media busca inútilmente saber cuales son
las causas de su estancamiento. En esta sociedad la antinomia
peronismo-antiperonismo es una de las causas que imposibilitan su crecimiento,
un componente más que configura la situación de la sociedad argentina. Pero no
existe un juicio por parte del autor acerca de esta problemática, ni tampoco la
intención de discutir su importancia en la crisis que padecía el país en ese momento.
El tema sólo es puesto en escena, quedando por cuenta del espectador determinar
su trascendencia.
A comienzos de los ’70, y debido a los
acontecimientos históricos anteriormente descriptos, la izquierda ve en el
regreso del peronismo la posibilidad del cambio social. Cossa junto al Grupo de
Autores desde un posicionamiento ideológico de izquierda, en El avión
negro, proponen un acercamiento a los sectores populares que resulta sumamente forzado. La
aproximación al peronismo, que también se dio en el ámbito intelectual y en
otras manifestaciones artísticas, ocurre en el teatro acarreando conocidos
prejuicios que contradicen su propuesta. De este modo se introduce en el campo
teatral la discusión de un tema, situación para la que el campo no se encontraba
preparado.
Las críticas periodísticas, en general,
destacan las innovaciones estéticas, que consideran favorables o no según el
caso, pero nunca hacen observaciones con respecto a la propuesta política
presentada por el texto, a pesar de que el regreso de Perón era un tema
presente en el horizonte de expectativa del momento. El tema del “avión negro”
no es levantado por ninguna de ellas, siendo un elemento que conformaba parte
del imaginario social de aquellos años. La crítica periodística evitó decididamente
hablar del peronismo, aún cuando este se presentaba como protagonista. Es así
como una vez más, el peronismo, como fenómeno social que atraviesa a la
sociedad argentina desde mediados del siglo XX en adelante, no es discutido
dentro del ámbito teatral. Tanto El avión
negro como La pata de la sota
conformaron algunas de las escasas oportunidades de discutir dicho tema, que
tuvo la clase media en un teatro caracterizado por debatir la realidad nacional
en escena.
Bibliografía:
Cossa, R., Somigliana, C.,
Rozenmacher, G., Talesnik, R., 1989. El avión negro, en Cossa, R., Teatro
2, Ediciones de la Flor, Buenos Aires.
De Riz, Liliana. (1981): Retorno y derrumbe. El último gobierno
peronista, Buenos Aires: Hispamérica.
Feinman, José Pablo, 1988.
“Política y verdad. La constructividad del poder”, en Sosnowski, Saúl (Comp.), Represión y reconstrucción de una cultura:
el caso Argentino, Buenos Aires: EUDEBA.
James, Daniel, 2003.
“Sindicatos, burócratas y movilización”, en James, Daniel (Dir.), Nueva Historia Argentina. Violencia,
proscripción y autoritarismo, Buenos Aires: Sudamericana.
Neiburg, Federico, 1998. Los intelectuales y la invención del
peronismo, Buenos Aires: Alianza Editorial.
Pellettieri, Osvaldo, 1997. Una
historia interrumpida, Galerna, Buenos Aires.
---------------------, 2003. Historia del Teatro Argentino en
Buenos Aires, Vol. IV, Buenos Aires: Galerna.
Sarlo, Beatriz;
2001. La batalla de las ideas (1943-1973),
Buenos Aires; Ariel.
Tcach, César, 2003. “Golpes,
proscripciones y partidos políticos” en James, Daniel (Dir.), Nueva Historia Argentina. Violencia,
proscripción y autoritarismo, Buenos Aires: Sudamericana.
Terán, Oscar, 2004. Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura
en el siglo XX latinoamericano, Buenos Aires: Siglo XXI.
Zubieta, Ana María. (Dir.).
(2004): Cultura popular y cultura de
masas, Buenos Aires: Paidós.
[1] Citado por Arturo Jauretche (1982), El medio pelo en la sociedad argentina, Buenos Aires: Peña Lillo Editor.
[2] Clarín, 16/4/1967: “…la obra estrenada
sigue la huella de sus piezas anteriores, esto es, una pintura melancólica,
desesperanzada, obsesionante, del plural fracaso de los integrantes de una
familia.”
El Mundo, 21/4/1967: “aparecen
en el un tenue lirismo que faltaba en las anteriores y secaba un poco excesivamente
el diálogo.”
[3] La Nación, 18/4/67: “En cuanto a
la forma, Cossa deja la exposición lineal de sus piezas anteriores por una
transposición temporal marcada simplemente por la expresión de los personajes.
Este expediente se desarrolla con habilidad, pero en ocasiones confusamente.”
La Prensa, 18/4/67: “el autor
juega con el tiempo en forma demasiado antojadiza….estas confusiones en que
incurre el autor confunden también al espectador, dada la carencia de los
imprescindibles nexos lógicos, indispensables para poner cada cosa en su
lugar.”
[4] La Nación: “Pero entre tanto,
aplicando el siempre válido procedimiento de fustigar con la risa, los autores
arremeten sin piedad contra tendencias y sectores de nuestro actual cuerpo
social. La crítica surge de la reacción que en diversos grupos provoca la
invasión de la turba que cree que por fin ha llegado "el avión negro. Al
querer ensañarse en tipos sociales la obra es tendenciosa, a menudo farsa”
(21/8/1970)