DEL REGIONALISMO AL INDIGENISMO
EN LA LITERATURA CANÓNICA DE SALTA (Argentina) ¿HACIA UN NUEVO DISCURSO
IDENTITARIO? Moyano,
Elisa |
En un libro de publicación
reciente, La literatura de Salta: espacios de reconocimiento y
formas del olvido (Moyano et al., 2005), producido en el marco
del proyecto N° 765/99 del CIUNSa, “Lecturas canonizadoras y diferencia: reconocimientos
y olvidos de las producciones literarias salteñas a nivel nacional y provincial”, nuestro equipo de investigación habla de un “contrato”. Ese “pacto”,
a través del cual algunos textos provenientes de la provincia mencionada ingresaron
al canon de la literatura argentina en las primeras décadas del siglo XX,
se realizó entre autores provincianos como Juan Carlos Dávalos, cuyos textos
-informados por el regionalismo- estatizaban al hombre de la zona, y escritores
nacionalistas
[1]
que, situados al comienzo en un lugar contrahegemónico,
utilizaron el reconocimiento canonizador de aquellos, como una de las maniobras
en su búsqueda de dominio discursivo. La estrategia fue utilizada en dos frentes:
en la disputa contra los letrados afrancesados y en la que sostenían contra
los inmigrantes anarquistas que publicaban sus escritos en varias revistas
de Buenos Aires y del interior
[2]
.
Según lo investigado para
esa publicación, con el avance del siglo,
siguieron también ingresando al canon nacional y gracias a lecturas cegadas a
la diferencia, textos atravesados por un indigenismo perturbador que denuncian
situaciones de opresión. Se trata en este caso de ciertos textos de Manuel J.
Castilla canonizados por enfocar todavía al hombre de campo y su entorno,
verdaderas cifras del “discurso identitario” argentino que juega, como todos
los de ese tipo y en la opinión de Ricardo Kaliman (2003), “un papel
fundamental en la configuración de las subjetividades para la reproducción de
las comunidades imaginadas”. Este último constructo teórico, proveniente de las
reflexiones de Benetict Anderson (1991), quien postula su
aparición a partir de la existencia de un centro cohesivo (Dios, para las
comunidades religiosas; el monarca absoluto, para los reinos dinásticos; el
Estado para las naciones modernas), sirve, según Kaliman (quien lo usa sin
consignar la fuente) para enlazar a personas que no conocemos ni conoceremos.
Por eso, según él, en esas agrupaciones hace falta –sí o sí- un “discurso
identitario” que sirva para configurar la subjetividad. Aclara también que, si
las “identidades concretas” (que él diferencia de los “discursos identitarios”)
también tienen manifestaciones discursivas, va a usar el término (y de esa
manera vamos a utilizarlo también en este trabajo) sólo con relación a la más
moderna de las “comunidades imaginadas”, el Estado-nación.
El
presente trabajo resume, en una primera fase, lo relacionado con las dos
camadas de escritores canonizados y en
una segunda -ya en el marco del
proyecto “La construcción de identidades en textos culturales (literatura,
cine, cancionero popular)” aprobado por el CIUNSa con el N° 1419/05- profundiza
en las cuestiones relativas a la identidad y a los “discursos identitarios”, al
preguntarse si el uso de nuevos patrones estéticos (casi no registrado en las
lecturas canonizadoras) significó una nueva manera de imaginar la Nación, o
sea, la construcción de un nuevo “discurso identitario” para la Argentina.
PRIMERA PARTE
El proceso de
canonización de las letras del interior del país ha realizado, a comienzos del
siglo XX, un periplo similar al de otras obras
marginadas del canon como el Martín
Fierro. El texto, que había recuperado
las peculiaridades léxicas y fonéticas
del habla del gaucho y su despreciada figura, fue apartado en el XIX por
los escritores que suscribían ideológicamente al paradigma[3]
discursivamente dominante, la dicotomía civilización / barbarie, cuyas
equivalencias y sobrevaloraciones son de todos conocidas. Ahora bien, bajo su
hegemonía y sus efectos se producen
transformaciones de tipo socio-económico-cultural, como el ingreso de
inmigrantes poco ilustrados, y se desencadena -al interior del grupo poseedor
del dominio discursivo- una lucha entre un grupo hegemónico[4]
que seguía sosteniéndolo, y uno contrahegemónico, más nacionalista y menos
admirador de lo foráneo, que produce el cambio paradigmático: la fórmula
conciliadora del mestizaje comienza a imponerse, Martín Fierro es canonizado y el gaucho y los ambientes rurales se
convierten en las figuras centrales del “discurso identitario” argentino. Cabe
aclarar que, a pesar de sus diferencias, ambos paradigmas “imaginan” una nación
homogénea.
Durante
el siglo XIX argentino, además de la marginación estético-ideológica de los
textos gauchescos es posible constatar la de los escritos producidos en los
microespacios provinciales, cuyo rescate y canonización realiza un recorrido
semejante a la de aquellos. En la década de 1880, durante la presidencia del
provinciano Roca, las regiones del interior son recuperadas de su aislamiento
en una verdadera “reconfiguración de la Nación” (Ighina, 2000:13) por algunos
de sus voceros como Joaquín Víctor González. Pero recién en las primeras
décadas del siglo XX, a partir de la rehabilitación que los mismos
nacionalistas mencionados realizan de la cultura de las provincias del Norte,
esos textos son utilizados, junto con la gauchesca y el emblemático gaucho ya mencionados,
como parte de las estrategias de ese grupo contrahegemónico en busca del
dominio discursivo.
Ambas maniobras son
consentidas por el campo del poder ya que estos nacionalistas, como sector
“Dominante-dominado” (Bourdieu,1983:9) del mismo, habían constituido el campo
intelectual del momento y, a pesar de
los matices diferenciales de sus reflexiones sobre la Nación, su reconocimiento
canonizador de los textos producidos desde estéticas y territorios marginales
—a la larga— servía para ampliar el alcance de la cultura oficial y permitía la
conservación del poder. Todo esto hizo posible la difusión de los textos
mencionados más allá de su antigua y limitada circulación.
Aunque Aníbal Ford
(1987), al hablar de un doble tipo de ruralismo, el referido a los campos productivos y el relacionado con zonas
periféricas que denomina “regionalismo oligárquico” por su complicidad con el
poder central, no está pensando el tema en correspondencia con el de la
canonización, presenta lo que fue el meollo de la misma: más allá del género
(narrativa, lírica, teatro) y la estética (realismo-naturalismo, modernismo)
practicados, se debe focalizar lo rural para hacer frente a las literaturas
urbanas de izquierda (dice Ford) y para lograr un reconocimiento canonizador (decimos
nosotros). Diana Sorensen agrega una idea complementaria. Dice que el regreso a
lo nativo que habría de operarse en los primeros años del siglo XX es “un
intento de hacer frente a la amenaza inmigratoria” (1998:158).
Podemos decir entonces
que los reconocimientos canonizadores fueron posibles a partir de una especie
de “contrato” que tenían los intelectuales provincianos identificados con
el nacionalismo y residentes en la
Capital Federal, y los escritores regionalistas que escribían en el interior.
El pacto se relaciona con la incorporación de los paisajes provincianos y con
la presentación de un modelo que introducía al gaucho y al mundo rural como
variables fundamentales del “discurso identitario” argentino. Era un dispositivo necesario frente a la
desestabilización provocada por las oleadas inmigratorias que invadían la gran
urbe y por las literaturas urbanas producidas por escritores socialistas y
anarquistas y condujo a la canonización de ciertos textos y autores, y a la
marginación de otros.
Un
ejemplo del periplo mencionado es la actuación de Juan Carlos Dávalos quien,
adecuándose a los requerimientos del grupo contrahegemónico o escribiendo a
partir de ese “pacto”, produce escritos
“funcionales” a las estrategias del grupo que lo revalida, a través de
los cuales una Salta estática y mitificada es ofrecida al país como arquetipo y
su autor es canonizado. Un ejemplo de esta afirmación es el “Prólogo” que el
nacionalista salteño Carlos Ibarguren, residente por aquellos años en Buenos
Aires, hiciera a De mi vida y de mi
tierra (1914) en el que el académico[5]
dice, refiriéndose a Salta: “Allí deben libar nuestras líricas abejas para que
el poema nacional perdure...” (Dávalos:1996:14).
A partir de entonces Dávalos no recibe más que reconocimientos. “El viento
blanco” (Dávalos, 1996:201) obtiene en 1921 un
premio nacional, es publicado en ese mismo año en el diario La Nación, da
título a uno de los libros de su autor en 1922 y ha sido incorporado (al igual
que otros cuentos de Dávalos) a muchas antologías de amplia circulación
(Ibáñez,1999). La coproducción teatral Dávalos-Serrano, La tierra en armas (Dávalos, 1997:355), permanece en cartel durante
algún tiempo en Buenos Aires en el año 1926 y en 1928 la misma compañía que la
pusiera en escena en la Capital Federal la lleva a Salta (Moyano, 2003). En
esos años Manuel Gálvez realiza un “Prólogo” para el libro Salta (1926) en el que se mira de
nuevo a esta ciudad como modelo por ser
receptáculo de las “esencias” argentinas: “Pero, a pesar de todo, permanece en
Salta lo suficiente para que miremos a esta ciudad como la más completa y bella
imagen del pasado argentino”. (Dávalos:1996,
571). Verdadera fundación del discurso de la diferencia en una década
atravesada por huelgas y motines obreros.
El regionalismo-ruralismo fue suplantado con
el correr del tiempo en la instancia de la producción textual por el
indigenismo, pero siguió siendo utilizado en los reconocimientos. Esto permitió
a escritores pertenecientes a los sectores medios hasta entonces postergados,
cuya obra comenzó a publicarse en la década del ‘40 como la de Manuel J.
Castilla, franquear la barrera del olvido a nivel nacional. La tendencia a
obviar la discrepancia axiológica de algunos textos de Dávalos con los
rioplatenses[6], se acentuó
en las lecturas de los textos de aquel autor: las diferencias ideológicas
fueron olvidadas y fueron reconocidos por presentar tipos regionales y —sobre
todo— rurales. A pesar de que en las historias de la literatura argentina
todavía se marca su “ruralismo”, críticos del interior como el cordobés Jorge
Bracamonte dicen que este segundo regionalismo “exploraba los sumergidos
sociales y sus conflictos en sus provincias” y “va a adquirir otro grado de
construcción estética e indagación de la realidad” (1991:71). En un sentido
similar, la crítica del noroeste vincula algunos libros de Manuel J. Castilla a
otras genealogías, fundamentalmente a la poesía latinoamericana en su línea
indigenista (Kaliman,1994). Esto ya se encontraba prefigurativizado en el
manifiesto de “La Carpa”, movimiento interprovincial liderado por el jujeño
Raúl Galán, e integrado por el salteño Castilla (entre otros) que, además de
hacerse cargo de una revolución en las formas
y de atribuirse la fundación de la poesía en el norte, asume “la tragedia del
indio” (Galán, 1944).
SEGUNDA PARTE
Es interesante preguntarse a partir de aquí
si la literatura que –además del cambio formal- pone como figura central al
indígena y que poco a poco va desplazando a la que –desde un regionalismo
estatizante y homogeneizador- había puesto en ese sitio al gaucho, propone un
“discurso identitario” concreto, si juega un papel fundamental en la
configuración de las subjetividades, y ofrece un modelo de Nación distinto al
que habían soñado los liberales
del siglo XIX, que, con rectificaciones sucesivas (los cambios de paradigma
homogeneizador que mencionábamos),
impuso su idea de Nación a todos los sectores y a todos los rincones. O
si se trató sólo de una maniobra en el interior de un campo literario que un sector marginal utilizó para llegar al lugar
central y cuyo “límite más exterior” fue “aquel punto hasta donde tal
intelectual pudo llegar en ese contexto sin perder la identidad, es decir sin
salirse de los límites de algo que tendremos que terminar denominando el orden establecido o la lógica de lo
nacional” (Lauer:1997, 60) tal como lo afirma Mirko Lauer, refiriéndose al indigenismo
peruano de los años ‘20[7].
Pero
antes de responder a esa cuestión, debemos preguntarnos si hubo al menos
construcción de una identidad concreta, armada con “los colectivos con los que
nos relacionamos en la vida cotidiana” según Kaliman (2003, 71). Según lo
postulado por la sociosemiótica (Landowski: 1995-96) y la microsociología
(Goffman: 1995), la identidad tiene que ver con cuestiones relacionales,
concretamente con el posicionamiento de un yo frente a un tú, que se ve
obligado a armarla y a vivirla sin cuestionamientos o a construir discursiva (y
en general reactivamente) su diferencia a partir de esa mirada. En el caso que
nos ocupa, los escritores pertenecientes a los sectores medios en ascenso, en
su discurso de resistencia, tomaron como estandarte al indígena para
enfrentarse con un emblema válido a
la vieja guardia de escritores y lo hicieron a fin de entablar un necesario
contrapunto con el discurso literario/identitario vigente, en el que se
enarbolaba todavía como emblema al
gaucho. Con su actuación lograron el desplazamiento del dominio en el campo literario hacia las capas medias y
la ampliación de las estéticas dignas de ser tenidos en cuenta como modelos.
Si
evidentemente a partir de esta maniobra construyen una identidad grupal por la
conformación de un yo que se distingue de un tú (la generación anterior), cabe
la pregunta ya formulada: ¿sus propuestas pusieron algún granito de arena en la
tarea de generar alguna fisura en el “discurso identitario” homogeneizador de
la Nación que, impuesto por los nacionalistas,
sirvió para identificarnos aquí y en el mundo?
Veamos
lo reflexionado para un país distinto, el Perú. Según lo afirmado por críticos
como Ángel Rama o Cornejo Polar (al menos en una de sus etapas en la que lo
seguía de cerca), las búsquedas
reivindicativas del indigenismo fueron sólo una metonimia de las demandas de
ese sujeto social emergente que fueron las capas medias urbanas en ascenso en
el período de modernización de las ciudades latinoamericanas. El mencionado
sector usó al indígena arrasado por los gamonales como un emblema en una lucha que no lo beneficiaría directamente y es eso
exactamente lo que ha ocurrido en Salta. Si es posible realizar este parangón,
estamos ante la evidencia de que no hubo fundación de un “discurso identitario”
alternativo. Parece que, para esta
instancia, sería necesario repensar el sentido relacional del concepto de
identidad, poniendo en contacto no sólo un yo con un tú sino también poniendo
en relación (a la manera de Tinianov) la serie literaria con otras series: la
política, la economía, la educación por mencionar unas pocas, cuestión que va
mucho más allá de la simple relación de un yo y un tú.
Es lo que hace Cynthia Vich quien, en una
lectura marcadamente diferente de las ya mencionadas (la de Mirko Lauer, la de
Rama y la de Cornejo Polar) quizá por haber sido hecha sobre un fenómeno
diferente. Ella estudia la formación del Grupo Orkopata y la publicación del
Boletín Titikaka, estéticamente adherido a un indigenismo de vanguardia, en el
Puno de los años 20. Dice que este grupo, en correlación con un indigenismo
político operante en Lima (el de Mariátegui), patrocinó una identidad peruana
menos monolítica que la propuesta por los criollos hispanistas de la costa.
Afirma además que la aparición de ese nuevo “discurso identitario” tuvo que ver
con una serie de cambios (algunos de ellos presentes ya desde fines del siglo
XIX) entre los que figuran: el impacto en Puno de los maestros adventistas, la
implementación de las nuevas teorías educativas de Pestalozzi, la ingerencia de
las políticas económicas estadounidenses en la región, la navegación a vapor
por el lago Titicaca, la inauguración del ferrocarril entre Arequipa y Puno que
terminó con la incomunicación de esta ciudad. Si bien Cynthia Vich rompe con el
aislamiento de la serie literaria y lo hace desde un interesante estudio de las
condiciones de producción de los textos del indigenismo de vanguardia, Zevallos Aguilar estudia el mismo fenómeno,
a partir de las teorías de los intelectuales subalternos como Spivak, Said y
Guha. Los utiliza como marco teórico a fin de completar magistralmente las
condiciones de aparición de todos estos fernómenos (el grupo, el Boletín, su
estética indigenista y su propuesta de un nuevo “discurso identitario” para el
Perú) estudiando la emergencia de la insurrección indígena ocurrida después de
la Guerra del Pacífico cuando ciertos hacendados,
masacrando a los indios, usurpan las tierras comunales para elevar la
producción agropecuaria. Insiste en la idea de que si el Grupo Orkopata tenía
su agenda en la que estaba presente la representación mimética (hablar de) y
política del indio (hablar por), esto no significaba que esos intelectuales no
fueran conscientes de una agencia otra que
implicaba otras leyes (el indio demandaba permanentemente por escrito ante el
poder judicial, solicitando instituciones que hicieran cumplir sus derechos
ciudadanos), otra temporalidad, otra forma de comunidad nacional y tal vez, de
Estado. Según Beverly, quien realiza el “Prólogo” del libro, Zeballos Aguilar está también informado por las
teorías cornejopolarianas del sujeto migrante que, podemos agregarlo, son
meditaciones acerca de un tipo de sujeto subalterno, aquel que formando parte
de las migraciones del campo a la ciudad, de las regiones serranas a las
grandes urbes latinoamericanas, es capaz de construir su identidad desde varios
ejes.
La literatura indigenista de Salta de los años 40 nada tuvo que
ver con las luchas reivindicativas de un indigenismo político que no se hizo
presente y muchísimo menos con la agencia propiamente indígena. Quizá, en el
caso salteño, como en el resto de todo el país, la aparición de los “cabecitas
negras” en la Capital Federal en los 40 fue modificando la idea de un país
totalmente blanco. Esto hizo posible que aparecieran intelectuales mesocráticos
y que, en su sano interés por el indio, formaran en el NOA un movimiento como La
Carpa y adoptaran estéticas de corte indigenista, pero llegaron solamente,
como dice Mirko Lauer, hasta donde tal intelectual pudo llegar en ese contexto
sin perder la identidad, es decir sin salirse de los límites del orden
establecido y la lógica de lo nacional. O sea que tal vez, el nuevo (en
el sentido de renovado ya que tiene huellas de la vanguardias) discurso
literario, fue como podíamos pensarlo desde Landowski sólo un nuevo discurso
literario/identitario al enfrentar un nosotros (los integrantes del grupo La
Carpa) y un ustedes, la generación inmediatamente anterior, pero no un
“discurso identitario” para la Nación Argentina, ya que no se configuraron
inmediatamente las subjetividades con relación a la incorporación de lo
indígena a la trama de la Nación. Las condiciones socio-económico-culturales,
étnicas y legales no estaban todavía dadas.
BIBLIOGRAFIA
Anderson,
Benetict
1991 Las comunidades imaginadas. México: F.
C. E.
BOURDIEU,
Pierre
1983 Campo del poder y campo intelectual. Buenos Aires: Folios.
1988 “El campo intelectual: un mundo aparte” en Cosas
Dichas. Buenos Aires: Gedisa.
BRACAMONTE, Jorge
<1991 “Más allá del
regionalismo” en Boletín Nº 6. Córdoba:
Facultad de Filosofía y Humanidades.
Campra,
Rosalba
1987 América Latina: La identidad y la
máscara. México: Siglo XXI.
Cebrelli, Alejandra, Víctor Hugo Arancibia y Mercedes Castelanelli
Nativismo y función Histórica. Canonización, olvido y recuperación de
la escritura de Juan Carlos Dávalos (1918-1976).Mímeo.
CORNEJO POLAR, Antonio
1966 “Prólogo”
en Ciro Alegría, El mundo es ancho y ajeno. Caracas: Ayacucho.
1980 Literatura y sociedad en el Perú. La novela indigenista. Lima:
Lasontay.
1994 Escribir en el aire. Lima: Ed.
Horizonte.
Chambers, Iain
1995 Migración, cultura, identidad. Buenos
Aires: Amorrortu.
CHIBÁN, Alicia
1982 “Juan
Carlos Dávalos. La narrativa” en Los primeros cuatro siglos de Salta. 1582-16
de Abril- 1982. Una visión multidisciplinaria. Salta: Dirección de
Publicaciones e Impresiones de la UNSa.
FORD, Aníbal
1987 Desde la orilla de la
ciencia. Ensayos sobre identidad, cultura y desarrollo. Buenos Aires: Punto
Sur.
Goffman, Erving
1995 Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu.
Habermas, Jürgen
1998 Identidades nacionales y postnacionales. Madrid: Tecnos.
IBÁÑEZ, Marta
1999 “Mapas
literarios: las antologías. Reconocimiento de autores salteños”. Universidad
Nacional del Sur, Bahía Blanca: X Congreso de Literatura Argentina,
mímeo.
IGHINA, Domingo
2000 “Territorios desplegados. Los ensayos de
reconfiguración de la Nación” en Diseños
de Nación en los discursos literarios del Cono Sur 1880-1930. Córdoba:
Alción editora.
KALIMAN,
Ricardo
1994 La palabra que produce regiones. El concepto
de región desde la teoría literaria. Tucumán: U.N.T.
1998 “Ser
indio donde no hay indios” Discursos identitarios en el noroeste argentino” en Mabel Moraña. Indigenismo hacia el fin del milenio. Universidad de Pittsburgh.
2003 Alhajita es tu canto. el capital simbólico de Atahualpa Yupanqui. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Nacional de Tucumán.
Landowski, Eric
1995-96 “Forma
de la alterridad y estilos de vida” en
Revista Morfhé Nº 13/14, Puebla,
Universidad Autónoma, Lulio ‘95-Junio ’96, p. 99 y ss.
Lauer, Mirko
1997 Andes Imaginarios. Discursos del indigenismo 2. Cusco: Centro de Estudios Regionales Andinos
“Bartolomé de las Casas”.
Mato, Daniel
1994 Teoría política de la construcción de
identidades y diferencias en América Latina y el Caribe. Caracas: Nueva
Sociedad.
Montaldo, Graciela
1993 De
pronto, el campo. Literatura argentina y tradición rural. Buenos Aires:
Beatriz Viterbo Editora.
Montero,
María L.
1984 “Cartas de Juan Carlos Dávalos a Manuel
Gálvez”. Boletín de la Academia Argentina
de Letras. Tomo XLIX, Nº 191-192. Buenos Aires, Enero-Junio.
MOYANO,
Elisa.
1994 “Campo literario salteño. Pasado y Presente” en La escritura
salteña de los ochenta como espacio de hibridación y entrecruzamiento
discursivo. Informe final del Trabajo de Investigación nº 425/94, mimeo.
1998 “La
elección de lo andino frente a la hegemonía porteña en dos textos del noroeste
argentino: “El viento blanco” y Trenes del sur” en Memorias 2, Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana 1997.
Quito: Universidad Andina Simón Bolívar.
2002 “Pensar la nación desde las fronteras. El caudillo, el gaucho y
el indio en las letras salteñas del siglo XX”, Tesis de Maestría en
Estudios Latinoamericanos
aprobada en Quito: Universidad Andina Simón Bolívar.
2003 "Mestizaje y nacionalismo en ´La Tierra en Armas´ de Dávalos/Serrano y en
algunos ensayos de Juan Carlos Dávalos", en ANDES 14, Cepiha-UNSa.,
pp. 207-229
MOYANO, Elisa (Coordinadora)
2005 La literatura de
Salta. Espacios de reconocimiento y formas del olvido. Salta: Consejo de
investigación de la Universidad Nacional de Salta.
ORGAMBIDE, Pedro y Roberto Yahni
1970 Enciclopedia de
la literatura argentina. Buenos Aires: Sudamericana.
Prieto, Adolfo
1988 El
discurso criollista en la formación de la Argentina moderna. Buenos Aires:
Sudamericana.
RAMA, Ángel
<1974 “El área cultural andina (hispanismo, mesticismo,
indigenismo)” en México: Cuadernos
Americanos Nº XXXIII citado
por Cornejo Polar, Antonio (1980) . Op. Cit.
1982 Transculturación narrativa en América latina. México: Siglo XXI.
ROCK, David
<1993 La Argentina
autoritaria. Los nacionalistas, su historia y su influencia en la vida pública.
Buenos Aires: Espasa Calpe.
RODRÍGUEZ,
Susana
<2000 “Redes de lectura y política identitaria”.
Universidad Nacional de Rosario: II
congreso internacional de teoría y crítica literaria.
ROJAS, Ricardo
1957 La
literatura argentina. Ensayo filosófico sobre la evolución de la cultura en El
Plata. 3ra. Edición, Buenos
Aires: Kraft.
1971 La
restauración nacionalista. Buenos Aires: Peña Lillo.
Sanders, Karen
1997 Nación y Tradición. Cinco discursos en torno
a la Nación Peruana. Lima: F.C.E.
Sanjinés, Javier
2000 Subalternity whitin the “Mestizaje ideal” Negotiating the
"Lettered Proyect” whith the Visual.Arts. Rev. Nepantla: Views from
South 1.2.
SORENSEN, Diana
1998 Facundo
y la construcción de la Cultura argentina. Rosario: Beatriz Viterbo editora.
Tinianov, Juri
1980 "Sobre la evolución literaria" en Tzvetan Todorov Teoría
de la literatura de los formalistas rusos.
México: Siglo XXI, 4ª edición,
traducción de Ana María Nethol.
VV. AA.
1968
Historia de la
Literatura Argentina. Buenos
Aires: CEAL.
VICH, Cynthia
2000 Indigenismo de Vanguardia en el Perú. Un estudio sobre el Boletín
Titikaka. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.
WILLIAMS, Raymond
1988 Marxismo y
Literatura. Barcelona: Ediciones Península.
Zeballos Aguilar, Ulises J.
Indigenismo y Nación. Los retos a
la subalternidad aymara y quechua en el Boletín Titikaka (1926-1930)
ZULETA ÁLVAREZ, Enrique
1973 El nacionalismo
argentino. Buenos Aires: Ediciones La Bastilla.
BIBLIOGRAFÍA LITERARIA
GALÁN, Raúl
1944 “Manifiesto de La Carpa”
en Muestra colectiva de poemas. La Carpa. Tucumán. Citado en Revista
Diálogos Año 1 Nº 5. Noviembre-Diciembre de 1993, p. 14.
1956 “La Carpa es un
canto” en La Gaceta. Tucumán, 14 de Octubre de 1956. Citado en Revista
Diálogos Año 1 Nº 5. Noviembre-Diciembre de 1993, pp.5 a 7.
CASTILLA, Manuel
1949 Copajira.
Salta: Ediciones Amigos del Arte.
1957 De sólo estar. Salta: Burnichón editor.
1984 Obras Completas. Buenos
Aires: Corregidor, Tomo 1.
DÁVALOS, Juan Carlos
1996 Obras completas. Buenos Aires: Secretaría de Publicaciones del
Senado de la Nación, Volumen 1.
1997 Obras completas. Buenos Aires: Secretaría de Publicaciones del
Senado de la Nación, Volumen 2.
[1] Son llamados nacionalistas, por su posicionamiento en defensa de la Nación. Se trata de provincianos residentes en la Capital Federal como Ricardo Rojas, Carlos Ibarguren y Manuel Gálvez. No debemos confundirlos con los nacionalistas que actuaron en política en las décadas subsiguientes.
[2] Dice Domingo Ighina que la empresa cultural se constituía sobre todo de literatura de izquierda que difundía libros y revistas que procuraban promover cierta visión ideológica, socialista y sindicalista sobre todo, y conductas sociales alentadas por grupos políticos de esa orientación, (Ighina, 2000: 30)
[3] Si T. S. Khun usa paradigma para los modelos científicos vigentes durante cierto tiempo cuyas crisis provocan la aparición de uno nuevo (Argumedo,1993:82), la categoría es usada acá metafóricamente para las sistematizaciones discursivas de lo real usadas desde el poder que son reemplazadas después de algún tiempo por otras.
[4] En la noción de hegemonía se encuentra la idea de dominación y subordinación. Esto llevó a Williams a postular la idea de contrahegemonía y de hegemonía alternativa que pueden ser neutralizadas o incorporadas por la hegemonía (1988:130 y 136).
[5] Fue incorporado junto con otros salteños como Juan Carlos Dávalos y Joaquín Castellanos a la primera conducción de la Academia Argentina de Letras.
[6] En el
tan mentado cuento “El viento blanco”
hay una importante valorización de los modos de percepción indígenas: el
indio Anastasio Cruz hubiera podido impedir la catástrofe final si su patrón,
consustanciado con la honra española y con las obligaciones contractuales de la
modernidad capitalista, lo hubiese escuchado (Moyano,1998). Por el contrario,
en muchos otros textos estos escritores asumen discursivamente la vida de los
sectores que en la práctica (y por influencia del positivismo vigente en esos
días que postulaba la existencia de diferentes grados de evolución y por la de
su correlato literario: el naturalismo) consideraban inferiores y esto se
escapa como lapsus en algunos textos sobre todo a nivel de las
valoraciones. Por ejemplo, el narrador de “Idilio salvaje” al hablar de los
protagonistas del relato, Tomasito Chocobar y la Faustina Renfiges: “Largo rato
estuvieron así: contemplándose frente a frente. No se miran de otro modo
fascinadas por el instinto, dos vicuñas jóvenes que se encuentran al acaso en
una vega solitaria de los Andes.” (1996:346). Esta asunción-rechazo, que los
criollos letrados del interior realizan, dota al hombre de la región de una
personalidad y de una manera de situarse ante el mundo: un “vivir más cerca de
los elementos y ritmos naturales” (Chibán,1982:284), el “sólo estar” que provee
título a uno de los libros de Manuel Castilla (1957).
[7] Este estudioso describe el fenómeno peruano con mucho detalle: “de pronto una parte de los jóvenes del mundo artístico e intelectual decidió que era posible, importante y necesario colocar contenidos del lado negado de la cultura y la nacionalidad –o que al menos así se presentaban- en el centro de sus obras creativas y reflexiones intelectuales. Esto no se realiza, como en México, sino bajo la mirada de un dominio oligárquico inalterado y de un correspondiente orden cultural complaciente, donde el hispanismo mantiene fuerza. Ese medio recibió las obras como una novedad más de los tiempos modernos. En México pudo darse algo parecido a una restauración de los fueros autóctonos, mientras que en el Perú se trató de una suerte de nemotecnia: el recordaris de que lo no hispánico completaba el tapiz de la nacionalidad por los bordes, un poco como los desfiles alegóricos de las comparsas andinas que en tiempos coloniales completaban el espectáculo del Imperio Español.” (Lauer:1997: 68)