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La Patagonia en la escritura de Estanislao Zeballos

Porro, Nieves Juana
Universidad Nacional del Comahue

La representación de la Patagonia en la escritura de Estanislao Zeballos se hallaba hasta hace poco tiempo en Viaje al país de los Araucanos (1881), el primero de los tres tomos que constituyen su Descripción amena de la República Argentina y, a la vez, el producto de su viaje pampeano-patagónico. En octubre de 2002 monseñor Durán, investigando la cuestión de indios y fronteras en los archivos de la ciudad de Luján, encuentra un legajo intitulado “Manuscritos varios” con las partes de un libro a editar por Zeballos bajo el título de Episodios en los territorios del Sur (1879), un conjunto de textos proyectados como el primer tomo de su Descripción amena. El libro es editado por Durán a mediados de 2004. Tanto de las palabras de Zeballos en el Prólogo manuscrito como de la misma lectura de Episodios se puede inferir que luego del viaje que realizó a la Patagonia en 1879, Zeballos archivó estos manuscritos y decidió sustituirlos por Viaje al país de los Araucanos (1881), obra que con Viaje a la Región del Trigo (1883) y Viaje a través de las Cabañas (1888) completaría definitivamente la Descripción amena. 

Episodios es ahora un libro a dos voces: la de su autor, que habla entre 1879 y 1881, y la del reciente editor que, desde una perspectiva historiográfica, introduce los capítulos, da cuenta de las correcciones y evalúa e interpreta la precisión de los datos.  Mi interés por esta obra se basa en su particular textura, alejada del relato de viajes y, sobre todo, en la nueva posibilidad de analizar el modo en que se configura discursivamente el espacio patagónico.

Es indudable que el libro se construye desde el discurso político y periodístico propio de la generación del ‘80. En este sentido, vale recordar que a fines del siglo XIX, los diarios eran vehículos de ideas, instrumentos de militancia y hasta puestos de batalla. Resultaba habitual el término periodista de combate, en alusión a los intelectuales que daban cuenta de la crónica diaria desde una postura política determinada. La necesidad de escribir experimentada por estos hombres estaba ligada a la conflictividad entre poderes y sectores políticos, ya sea por sus acciones legislativas o de administración. El lugar y el papel del Ejército fue un tema profusamente discutido, en especial, respecto de la Expedición al desierto.  Éste es el tema que el autor despliega a través de una particular construcción discuriva.

En Episodios los límites entre lo periodístico, lo histórico, lo político, lo literario y lo propagandístico se diluyen dentro de un dispositivo general de construcción de sentido con una meta nítida: exaltar el triunfo de la civilización sobre la barbarie.

Cuando Zeballos cita textualmente fragmentos de sus propios escritos generados entre 1875 y 1879, tales como La conquista de las quince mil leguas (p. 403) o artículos publicados en La Prensa (p. 412 y 423), y, por otro lado, no apela al señalamiento de los autores con los que polemiza, su gesto escriturario está más marcado por el deseo de demostrar los aciertos de su ideario político que por el de exhibir su propia escritura. Dirá que su intención de publicar esta obra “no es un tributo pagado al culto de las formas literarias” sino “su deseo de ser útil al país y a su patria”. Lo útil radica en convencer a su lector modelo, ‘la opinión pública’, acerca de los logros militares para los intereses de la nación. Ya en 1878, a pedido del presidente Julio Roca, había escrito La Conquista de quince mil leguas en apenas unas cuantas semanas, como escritura útil, en ese caso, para convencer a los miembros del Congreso Nacional sobre la necesidad de solventar económicamente la Campaña al Desierto.

Su ‘escritura amena’, en el caso de Episodios, también es sinónimo de escritura útil en tanto se postula como instrumento de concientización de la opinión pública, contra los sectores críticos de la acción militar gestada bajo las órdenes de Roca, y no merece ser confundida con el arte.

 

Sería calumniar al pueblo argentino pensar que no le interesa la campaña al Río Negro. Negarle entusiasmo y simpatía hacia los veteranos en campaña… sería altamente injurioso para una sociedad que llena los teatros y aclama a los artistas, que apenas deleitan un instante las almas (p.393).

 

Episodios se genera entre 1879 y 1881, momento en que la Patagonia se incluye en el mapa nacional a raíz de las expediciones civiles y militares que dan por cumplidas las etapas de la conquista del desierto. Los cuatro capítulos vinculados con la Patagonia reafirman la idea de Livon- Grosman[1] acerca de que la representación de este territorio en la literatura nacional está directamente ligada a los desplazamientos de la frontera. Para legitimar la inclusión de la Patagonia en la República Argentina hace falta una producción simbólica que la materialice en la escritura y una voz acorde con los intereses de la clase dominante. Desde esta perspectiva, la posición de Zeballos en el campo social y su adhesión indiscutible al proyecto de Roca armonizan con el propósito de consolidar un estado central que apuesta a la colonización y desarrollo de sus extensiones más lejanas en pro de la civilización. Y las páginas de La Prensa son el medio más oportuno para ese fin.   

Hablar de Patagonia será para Zeballos, como para otros escritores oficialistas de la expedición al desierto, focalizar la empresa civilizatoria a partir del espacio geográfico y de los militares e indios, actores de esa lucha. En la construcción discursiva de estos componentes logra imponer al público lector un sentido legítimo sobre el territorio patagónico: el sentido de que pertenece a la nación, que es potencialmente productivo y que merece ser ‘reconocido’.

En esta obra, la Patagonia es desierto pavoroso y asiento de la toldería del indómito araucano (p. 394). De este modo, lo desértico y lo bárbaro se mimetizan. Y la conflictividad está dada por el desconocimiento que aún se tiene sobre la región: “El principal enemigo del ejército era el desierto (p. 416), es decir, la ignorancia que sobre él pesaba”. La idea de desierto se acerca más a la de vacío cultural que a la de inexistencia de vida. Y para imponer esa idea resulta lícito caracterizar a la Patagonia por lo que no es. “No es el desierto del Sahara”. Esta comparación que se reitera en Viaje al país de los araucanos se orienta a construir la imagen de un territorio potencialmente modificable, transformable, con zonas estériles y ‘travesías’ poco conocidas. Así, los detalles sobre la flora y la fauna patagónica serán señales de vida pero de una vida particular, vida a la que le falta evolucionar: “naturaleza virgen lozana, en la primera edad de su belleza…” (p. 427).  

Por encima de estos atributos, en Episodios, como en Viaje al país de los Araucanos, la Patagonia es un lugar apropiado para sostener la política expansionista de inmigración:

 

32 mil leguas superficiales que la República Argentina ofrece a los pobres del mundo, como teatro accesible, propicio y poco menos que gratuito, para el asiento de una población que… podría desarrollarse hasta 150 millones de habitantes, sin que la densidad fuese notable y sin que las tierras faltaron para la vida holgada y el trabajo fructífero (p. 425).

 

Si bien la presencia de lo animado en la naturaleza se postula con poco espesor, cuando Zeballos describe la llegada de los militares a Nahuel Huapi, personifica el paisaje de modo tal que la geografía emerge como correlato del sometimiento indígena: “los Andes doblan su espalda nevada al paso del ejército”.

De todos modos, el recurso que predomina en Episodios para dar cuenta del espacio patagónico es el de la generalización; las descripciones son significativamente más pobres que en Viaje al país de los Araucanos, tanto en el uso de procedimientos discursivos como en la densidad de los datos. Un claro ejemplo es el detalle sobre las características y limitaciones de los recursos acuíferos que en Viaje se presenta como base elemental para el desarrollo productivo y poblacional.

Podríamos pensar que a la falta de percepción directa del espacio, en Episodios Zeballos suma la falta de aprovechamiento de los datos recopilados hasta ese momento tanto por los viajeros extranjeros como por los viajeros criollos. Y no es que el autor no dispusiera de esas fuentes para hablar con mayor precisión del espacio patagónico, sino que su acto de lengua destinado a la opinión pública construye, por sobre todas las cosas, una exaltación de la acción militar y de sus consecuencias. Lo relevante para Zeballos es destacar que el criterio defensivo de Alsina, con sus 374 km de fosa y sus fortines de frontera, ha sido superado por el criterio ofensivo de Roca que, al avanzar con malones, logró la exterminación y la ocupación territorial. A Zeballos le preocupa sobre todo exaltar la segunda etapa de la Conquista del desierto, conocida como Plan de Campaña de los Andes, que incluye la expedición al Nahuel Huapi.

Por momentos, el papel del ejército argentino es comparado con el papel de Colón en tanto los logros de ambos han sido injustamente cuestionados. De este modo Zeballos ofrece a los lectores de La Prensa una visión del militar que se diluye en la de aquel viajero y conquistador en tanto minimiza su poder genocida y refuerza su misión civilizadora. En su imaginario, así como la primera conquista, realizada por la corona de España, había incorporado los territorios del Sudamérica al ámbito geopolítico de Occidente, esta segunda conquista vino a cerrar simbólicamente el círculo iniciado por aquella acción. Por intermedio de la acción militar, la fracción más extrema de la Argentina, apenas transitada aún por elementos de origen europeo, quedaba culturalmente integrada en el ámbito de la civilización occidental.

Por momentos, el contenido militar se mezcla con el contenido religioso para poner en relación los objetivos de la evangelización con los de la conquista del desierto. De este modo, la inclusión de la leyenda de la Virgen de Itatí, al mismo tiempo que contrasta la fe de los soldados con la resistencia de los indios a adoptar las creencias del mundo civilizado, opera como “lo anecdótico”, “la historia amena” que el narrador incluye para demostrar que el intento de llevar las fronteras a Río Negro se ha concretado el 25 de mayo de 1879 con “el ejército de redentores de la barbarie”.  Y esto intensifica el valor de la obra, destinada a reivindicar la conducción  de Roca contra los dos enemigos que son el bárbaro y el desierto, así como las acciones de Uriburu, Wintter y Villegas y aún las del mismo diario La Prensa por haber sido propagandista de la Campaña (p. 415). En este plano, el discurso propagandístico de Zeballos apela a estrategias básicas de la argumentación, el uso del nosotros inclusivo y de las preguntas retóricas, para convencer a la opinión pública respecto de las ideas y lograr su adhesión. Este autor actúa como otros escritores de su época, permeables a los intereses gubernamentales y a las misiones militares; por ello resulta difícil distinguir en qué medida escribe este texto a partir de la iniciativa individual y en qué medida responde a la urgencia por consolidar el estado nacional y dar fin a las disputas de fronteras con Chile.

Dijimos que el desierto en tanto mundo desconocido era para Zeballos un enemigo. “El otro enemigo era el bárbaro, esa población de quince mil indígenas, con cuatro mil soldados de excelente caballería” (p. 416). Para sumar la Patagonia al proyecto de la modernidad, Argentina necesita vencer a la barbarie. Esta es la idea que cala hondo en la institución militar y que está fuertemente desarrollada por Zeballos. La misión que el futuro verá como genocidio es para hombres como él la lucha indispensable contra el obstáculo que impide la modernidad: las hordas salvajes, hordas bárbaras, los fantasmas de la llanura. De allí su justificación del “sometimiento a discreción de las tribus” (p. 413) y de caciques como Catriel, Namuncurá y Pincén, que “suman unas diez mil almas”, y “se habrán sometido por hambre, por miseria y por impotencia para luchar con fuerzas armadas a remington”. No caben dudas acerca de que Zeballos escribe en el momento en que lo que reclamaba el poder político era el argumento definitivo legitimador del exterminio. Dirá que:

 

El bárbaro está domado. El halcón de las llanuras, el buitre asolador de nuestros hogares campesinos, está cautivo o vaga sin alas, oculto en las quebradas profundas de la cordillera andina (p.387). 

 

Estas imágenes que el autor construye remiten paradójicamente al tópico de la libertad, pero a la libertad del salvaje: el bárbaro era un ser libre que ahora no puede volar: un ave de carroña, es decir, un animal. No hay un reconocimiento del otro como sujeto. De este modo, la apropiación de la Patagonia se materializa en Zeballos con la misma mirada eurocentrista de quienes decidieron la colonización del resto del continente. En Episodios el indígena es culturalmente desconocido y, tal como plantea Casini[2], sus peculiaridades como constructoras de sus propios lenguajes simbólicos son absolutamente desestimadas.

 

Los vencedores de Valdivia, y tres veces demoledores de la civilización castellana al sur de Chile, acaban de desaparecer del haz de las tierras argentinas, como el grano de arena que arrebata el soplo del Pampero (p. 432).

 

Lo bárbaro merece desaparecer. La lucha simbólica de Zeballos por imponer una definición del indio no es ambivalente como en los casos de Lista y de Fontana. El indio salvaje que postulan sus escritos es social y culturalmente irrecuperable. No hay rodeos ni anécdotas para desprestigiarlo. Tanto desde lo dicho como desde lo callado, la escritura se convierte en un acto de violencia. En claro contraste, la callada violencia de la dominación por exterminio pretende ser trocada por el autor en un acto moral de civilización.

Por último, la edición de este libro fuera del tiempo histórico de su producción le negó la posibilidad de constituirse en capital simbólico de la época y la de servir al acrecentamiento del prestigio de su autor. Mientras que Viaje al país de los Araucanos formó parte del capital cultural de la época y proyectó a Zeballos en la historia política de fines de siglo, con Episodios el autor sólo ha logrado ratificar un conjunto de estrategias en defensa de los intereses ligados a su posición, carentes de nuevos matices en la configuración discursiva de la Patagonia. 


Bibliografía

Bourdieu, Pierre. Intelectuales, política y poder. Buenos Aires, Eudeba, 1999.

Facchinetti, Graciela, Jensen, Silvina y Zafranni, Teresita. Patagonia. Historia, discurso e imaginario social. Temuco, Ed. Universidad de la Frontera, 1997.

Casini, Silvia Estela. “La fundación discursiva del espacio patagónico” en http://www.uchile.cl/http://www.uchile.cl/ Consulta: 20 de mayo de 2004.

Gutiérrez, Alicia. Pierre Bourdieu. Las prácticas sociales. Posadas: Ed. Universitaria, 1997.

Guzmán Conejeros, Rodrigo. “La conquista simbólica del desierto en Viaje al país de los araucanos, de Estanislao Zeballos”. Mar del Plata, junio 2004.

Livon- Grosman, Ernesto. Geografías imaginarias. Rosario: Beatriz Viterbo, 2003.  

Zeballos, Estanislao. Episodios en los territorios del sur (1879). Buenos Aires: El Elefante Blanco, 2004.

--------- Viaje al país de los Araucanos. Buenos Aires: Hachette, 1981.

 

 

 



[1] Livon- Grosman, Ernesto. Geografías imaginarias. Rosario: Beatriz Viterbo, 2003. 

 

[2] Casini, Silvia Estela. “La fundación discursiva del espacio patagónico” . 

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