Milicianas en el País Vasco

Según el gobierno de Euzkadi, no debían combatir mujeres en los frentes vascos. La opinión oficial sobre el papel que debían desempeñar se expresó en la revista Gudari, el órgano de prensa del Ejército vasco. Allí escribió Ivone de Undaz: "Los jóvenes luchan en los parapetos, las mujeres escardan la tierra para la próxima cosecha. Las manos finas de las mujeres vascas sostienen los caseríos. Y como hacen las caseras, las que viven en ciudades también realizan sus trabajos. Las chicas, dejando sus coqueteos, trabajan sin descanso en las fábricas. Miles de capotes, ponchos, camisa y pantalones han salido de nuestras manos. Recorred las fábricas grandes o pequeñas de Euskadi y la sonrisa de una mujer ayudará a sobrellevar el arduo y cansino trabajo. Somos conscientes de nuestro deber actual. Así será hasta el final. Con fe y confianza en el corazón, dando calor y valor a los gudaris".

Además de auxiliar a los hombres en tareas de segunda línea, se produjo una actuación más directa, aunque poco importante cuantitativamente. En el País Vasco los comunistas eran escasos, la CNT sólo contaba con 35.000 afiliados y las Juventudes Libertarias, unos 1.500, por lo que pocas milicianas se podían incorporar. Sin embargo, hay memoria de su intervención en los frentes durante los primeros meses. Y también en acciones de espionaje por ambos lados. La agente Jacqueline Dessirae fue secuestrada en Biarritz el 7 de enero de 1937 por los servicios secretos franquistas: dos falangistas de Irún la introdujeron en un automóvil y cruzaron la frontera con ella en el maletero. A su vez, en Vizcaya fueron detenidas como espías franquistas María Cruz Zubizarreta, María Montes y Soledad Ibarrondo.

Conocemos poco de aquellas combatientes, prácticamente sólo el nombre de las que murieron. En los combates de julio-agosto en Peñas de Aia, donde los milicianos habían frenado a las columnas navarras que intentaban llegar a Irún y San Sebastián, murieron por lo menos tres mujeres: Mercedes López Cotarelo, Pilar Vallés Vicuña y la Riojana. Otro combatiente, Marcelo Usabiaga, recuerda cómo se produjeron sus muertes: "Mercedes López era una camarada comunista que había marchado a Pikoketa con un grupo de milicianos, entre ellos mi hermano, recién afiliado a la Juventud Comunista, que también lo fusilaron. Al igual que fusilaron a su novio, que no debía estar allí, pero que fue a verla cuando nos relevaron del frente. La posición la tomaron los requetés al amanecer. Fue trágico, sólo se salvaron los que salieron corriendo monte abajo. Hubo uno que se metió en un matorral, no se atrevió a correr más para que no le disparasen. Debajo del matorral escuchó todas las conversaciones, oyó como los fusilaban. Se llamaba Alejandro Colinas, que luego fue piloto durante la guerra. En la lápida del cementerio de Irún están los nombres de los 17 fusilados en Pikoketa. Mercedes, otra chica y todos los demás: gente de la JSU, carabineros, pescadores gallegos y algunos ferroviarios de Madrid que se quedaron incomunicados en Irún cuando la sublevación militar".

Curiosamente, queda la versión que desde el otro bando se hicieron de estos hechos. El capellán carlista Policarpo Cía aporta una visión de su fin donde no hallamos demasiada caridad cristiana: "Los defensores eran 18. Carabineros, trabajadores del ferrocarril y unos jóvenes de Irún, ayudados por dos mujeres que no tendrían 20 años. Todos ellos recibieron la pena de muerte porque confesaron que con sus tiros obstaculizaban el avance de nuestras tropas. Algunos pedían perdón mientras los requetés saboreaban las mieles de la victoria. Yo les di a los 18 la noticia de la pena de muerte.

Mi función más importante era salvar el alma de aquellos desdichados. Hice todo lo que pude. Recé a Dios pero, como estaban muy mal preparados, solo 4 cedieron a mis peticiones, ruegos y amenazas. Todos los restantes renegaron de Cristo y lo más escandaloso fue lo de esas dos furcias: burlándose de Dios, levantaron el puño y gritando “¡Viva Rusia!” recibieron la mortal descarga". En otros sectores del frente guipuzcoano murieron más milicianas. En el frente del río Oria cayó la libertaria donostiarra Mercedes Martín. Llama la atención su juventud, sólo 16 años.

Una de estas luchadoras nos dejó su testimonio: Casilda Hernáez Vargas. Donostiarra nacida en 1914, disponía ya de amplia experiencia revolucionaria, pues había sido condenada a 29 años de cárcel por los sucesos de 1934. Estos son sus recuerdos: "Tomé parte en las operaciones como colaboradora. Y no con las manos en los bolsillos. Lo que aquel entonces se conocía por miliciana. A mí no me gustaba ese nombre. Yo me denominaría más “revolucionaria” o “luchadora”. Los de la CNT fuimos a luchar a Peñas de Aia. Unos requetés que teníamos presos me miraban sorprendidos. Sus miradas eran expresivas: “¿Cómo? ¿Una mujer también aquí? ¿En lo más alto de los montes, con un fusil al hombro?” (...) Eramos ignorantes en el arte de la guerra. Nos ganaba la pasión enorme de creer que hacíamos un servicio ineludible, una acción indispensable para la revolución".
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