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Somos Misioneros, hemos trabajado y lo seguimos haciendo con los pueblos indígenas en las diferentes culturas. Las respetamos, convivimos con ellas. No vamos a imponer nuestra cultura, sino que vamos a integrarnos en los diferentes modos de vivir el evangelio, allí donde la Iglesia se encuentra presente.

Nuestro trabajo con los Indigenas

¿Quiénes son los pueblos indígenas? Se calcula que hay más de 370 millones de gente indígena esparcida a través de 70 naciones a nivel mundial. Practicando sus tradiciones únicas, retienen características sociales, culturales, económicas y políticas que son distintas de aquellas de las sociedades dominantes en que viven. Extendidos a través de mundo desde el Ártico hasta el Pacífico Sur, son los descendientes - de acuerdo con una definición común - de aquello que habitaron un país o región geográfica en el tiempo cuando llegaron gente de diferentes culturas u orígenes étnicos. Los recién llegados posteriormente llegaron a ser dominantes a través de conquista, ocupación, colonización u otros medios.

Entre los pueblos indígenas son aquellos de las Américas (por ejemplo, los lakota en los Estados Unidos de Norteamérica), los mayas en Guatemala, o los aymara en Bolivia), los inuit y aleutianos de la región circumpolar, los saami del norte de Europa, los aborígenes y los isleños del Estrecho Torres de Australia, y los maori de Nueva Zelanda. Estos y muchos otros pueblos indígenas han conservado características distintas que son claramente diferentes de otros segmentos de las poblaciones nacionales.

Los indígenas Latinoamericanos

En el Paraguay, que fue la primera tierra a su llegada en América latina, los Oblatos han ayudado a los Indígenas a educarse en sus lenguas y a transcribirlas en una ortografía asequible hoy en día, a los demás ciudadanos del país. En Bolivia, la misión oblata con los Autóctonos ha consistido sobre todo en la formación, la conscientización y la creación de asociaciones sindicales llamadas a ayudar a las masas indígenas en la defensa de sus derechos. Esta misión se ha realizado a través de la construcción de una red de radios comunitarias que, durante muchos años, han dado una voz a los campesinos pobres y a los trabajadores de las minas.

En el Perú, en plena persecución y masacre de los Indígenas por la guerrilla y el ejército regular en las zonas más alejadas del país, los Oblatos se han puesto a su lado para ayudarles a protegerse y denunciar los abusos de los cuales eran víctimas. Esta ayuda se ha extendido también a los que habían dejado el campo para refugiarse en la ciudad. Los Oblatos les han ayudado a ponerse bajo cubierta y a sustentarse en un ambiente extraño y hostil. En México, los Oblatos ofrecen a los Indígenas oportunidades para educarse y acceso a los servicios de la salud, gracias a una campaña de solidaridad dirigida a las categorías más adineradas de la sociedad. De este modo han podido construir escuelas, clínicas y han facilitado visitas médicas gratuitas con ayuda de médicos voluntarios, amigos de los Oblatos.

 
 
Fue en el año 1988. Recién habíamos llegado los Oblatos para iniciar la misión en Guatemala. Una mañana de octubre de ese año, se acerca Salomé, la encargada del dispensario y me dice: Padre, lo buscan. Una señora quiere tener una entrevista con usted. Está bien. Respondí. Que pase. Yo muy seguro, con mis siete meses de sacerdocio al frente de la Parroquia de San Miguel Uspantán. Llegó la señora. Como no sabía hablar español (la castilla dicen aquí), Salomé hacía de traductora.

Se inició la entrevista. El primer gesto de la señora fue regalarme unos blanquillos (huevos), y trató de decirme por medio de la traductora que le dolía el estómago. Digo trató, porque yo no dejé terminara la frase y la atropellé con mis palabras y argumentos diciéndole que no soy doctor, que ese problema lo resolviera con Salomé o que fuera al Centro de Salud, hice el intento de alejarme. Con mucha paciencia, Salomé me explicó: No padre, no es eso. El mal de la señora, es que es viuda y el hermano de su finado esposo le pidió casarse con ella; y su dolor es de tanto pensar de si no será pecado casarse con el hermano de su finado esposo y de no saber que hacer. Cuando me di cuenta, dije: ¡Qué animal soy! Me sentí muy mal y no sabía como disculparme por no haber entendido la cosmovisión del pueblo maya donde todo está integrado, Una discusión, un problema, la tristeza, etc.; pude provocar un dolor de estómago o puede tener otras repercusiones en la salud física. Después buscamos solucionar el problema.