ESCULTURA TAINA

ESCULTURA

 

La escultura entre los Indios Taïnos de las Antillas Mayores

 

 

 

 



Al conmemorar el Quinto Centenario del Descubrimiento de America por los espanoles, tenemos que recordar que fueron los indios taïnos de las Bahamas y las Antillas Mayores los primeros hombres del Nuevo Mundo en entrar en contacto con los europeos. Fue en las Antillas donde los espanoles forjaron su concepcion del aborigen americano y descubrieron plantas que habrian de contribuir a transformar la economia agricola del Viejo Mundo y enriquecer la farmacopea de la epoca. El uso por los europeos del tabaco y de la goma, asi como el de la hamaca o cama colgante, que muy pronto se adoptarï
a a las facilidades de la navegacion europea, fueron tambien resultado del trascendental encuentro. Y, fue, por �ltimo, adoptando vocablos taïonos que inicio el castellano el proceso de enriquecimiento linguistico que habria de prolongarse en su ulterior contacto con otras lenguas americanas.

El encuentro entre espanoles e indïgenas fue tambien decisivo para la sociedad taïna que, muy pronto, ante el impacto de la conquista y sus consecuencias, se desintegr� entes de que hubiera terminado el siglo XVI.

La sociedad taïna que en las Antillas Mayores y las Bahamas hallaron los conquistadores espanoles fue el resultado de antiguas migraciones de indios aruacos que hacia mis de mil quinientos a�os, desde las regiones del noreste de la America del Sur -lo que hoy conocemos como Venezuela-Guyana- habian llegado a las Antillas Menores y, desde �stas a las Mayores. Para el siglo X de nuestra era habï
an logrado un florecimiento cultural gracias al desarrollo de una economia basada en el cultivo de la yuca y el maiz. Desde Puerto Rico (Borinquen) que era su frontera oriental, defendïan los indios taïnos su hegemonïa en las Antillas Mayores frente a la invasion de los indios caribes, que desde las costas suramericanas habïan invadido las Antillas Menores y, habiendo ya conquistado las Islas Vïrgenes, desde allï realizaban incursiones para atacar y saquear las Antillas Mayores y las Bahamas.

El centro de la cultura taïna se encontraba, al momento de la conquista europea en Puerto Rico, casi toda la Espanola, especialmente la region oriental y en el extremo este de Cuba. Gran parte de Cuba, Jamaica y las Bahamas eran �reas marginales.
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Las investigaciones arqueologicas tambien han redescubierto otros objetos que ya habïan sido desechados pos los taïnos siglos antes de la conquista. Debemos reconocer la labor de aquellos coleccionistas del siglo XIX y primeras d�cadas del actual, que en las Antillas, sin ser arqueologos la mayorïa de ellos, se dedicaron a recoger y reunir los objetos de nuestros indios, que accidentalmente aparecïan durante las labores agrïcolas o la construccion de caminos o edificios. Estos valiosos objetos algunos de los cuales son insuperables exponentes del arte aborigen, no hubieran llegado hasta nosotros si no hubiera sido por la dedicacion de estos coleccionistas u estudiosos antillanos.

Antes de considerar la produccion artïstica de los taïnos de las Antillas Mayores debemos senalar que para la apreciacion del arte aborigen americano es necesario desechar muchas de las ideas preconcebidas sustentadas por la tradicional evaluaci�n del arte occidental.
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Lo que hoy podemos denominar arte taïno no es otra cosa que la expresion simbolica y estïtica de su sociedad, de sus necesidades, y sobre todo, de sus creencias y practicas magico-religiosas. Es dentro de esta realidad que podemos apreciar e interpretar sus diversas expresiones.

Las creencias tainas en la magia simp�tica, asï como en seres espirituales capaces de controlar la naturaleza, permeaban y moldeaban su cultura. Para el indio la naturaleza estaba animada de poderes sobrenaturales con los que los bohiques o chamenes y los caciques podïan comunicarse a traves de estrictas y elaboradas practicas y ritos ceremoniales.
La celebracion de los ritos y ceremonias taïnas, tales como los areytos y la cojoba (inhalacion de los polvos alucinogenos), conllevaban toda una serie de expresiones artïsticas, manifestadas a traves de un rico y vistoso despliegue de cantos, danzas, musica, indumentarias, objetos sagrados y adornos personales. En esta forma rendïa homenaje la sociedad indïgena a los dioses y espïritus tutelares; requerïa, mediando ruegos y ayunos, su proteccion y ayuda y asï lograba conocer sus mandatos y decisiones.

El areyto, ceremonia celebrada por diversos motivos y con actividades desde festivas hasta luctuosas, ejemplifica la uni�n de las distintas expresiones art�sticas al servicio del grupo, de la misma manera que la propia sociedad ta�na representaba la union de todos los miembros en la conservacion de su supervivencia fïsica y espiritual.

Los cronistas de Indias describen los areytos como complejas y largas ceremonias en las que la literatura oral, en forma de declaraciones po�ticas, historias m�ticas y canciones, acompanadas por la musica y los ritmos producidos por trompetas y tambores de madera, maracas, flautas, silbatos y fotutos de caracol, asï como por el tintineo de sartas de caracoles, servïan para recordar las gestas historicas de los taïnos e impartir la ensenanza de sus valores tradicionales.

A los cantos y la musica acompanaba el baile comunitario, elaboriondose para cada ceremonia una complicada coreografïa en la que se en lazaban los movimientos de la danza con el despliegue, por los bailarines de la rica gama de ornamentaciïon y de color representado por los llamativos dise�os pintados sobre sus cuerpos, las mascaras que cubrïan sus rostros, los vistosos adornos de cabeza, hechos de algodon, plumas, paja y oro, y los bellos collares, pulseras, orejas y colgantes con que completaban su atuendo.
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Tambi�n se hacïa uso de las bellas y duras maderas de los bosques tropïcales como el guayacïan, el moral�n y el cap�. El huesos del manat�, el mamïfero de mayor tamano en la fauna antillana, le provey� de material para algunos de los mas bellos artefactos de uso ceremonial asï como para tallar idolillos. El hueso humano, en particular el femur y el cr�neo tambien le ofrecïan la oportunidad de grabar representaciones antropomorfas de car�cter m�gico-religioso y adornos ceremoniales.



Excepcional tambien es otra figura tallada en hueso que se conserva en el mismo Museo. Representa un torso masculino muy bien estudiado anatomicamente y con exagerados rasgos masculinos. La escultura, aunque pequena -no tiene mas de quince centïmetros de altura- constituye un gran logro pues comunica la sensacion de monumentalidad. Estas piezas talladas en hueso estan representadas en proporciones correctas, lo cual no es usual en las representaciones escultoricas taïnas.

Dominaron nuestros indios el arte de la ceramica, en lo que produjeron elaboradas vasijas y platones, asï como adornos corporales y otros objetos utilitarios. El uso de la arcilla les permite, ademas, modelar figuras antropomorfas y zoomorfas en las que hicieron alarde de su talento artïstico. En el Museo del Hombre Dominicano, y en el Museo del Indio Americano de Nueva York se conservan bellos ejemplos de la escultura en barro de los taïnos de La Espanola.

Otra importante materia prima de que disponïan, los artistas ta�nos era la concha de caracol, especialmente la del Strombus, molusco que usaba como alimento y cuya dura y bella concha blanca le servïa para elaborar infinidad de pequenos objetos similares a los que trabajaban en madera, hueso y piedra. Se destacan en esta produccion los de valor simbolico o magico-religioso, elaborados por los mas diestro art�fices para usos ceremoniales y como adorno corporal. Entre ellos descuellan las pequenas guaizas o mïacaras que adornaban los cinturones de los caciques y otros objetos ceremoniales. Imagenes de animales vinculados a su mitolog�a como la rana, el perro, los peces y distintas clases de aves, eran cuidadosamente tallados en concha de caracol, medio que tambi�n se utilizaba para la talla de los pequenos trigonolitos o ïdolos de tres puntas.

La produccion de objetos tallados en concha de caracol tiene una amplia distribucion en las Antillas Mayores. Sus piezas son ejemplo de la versatilidad del artista taïno, quien estiliza y geometriza las figuras animales y humanas que suele representar hasta convertirlas en verdaderos sïmbolos o abstracciones. Ejemplo de estas estilizaciones de la figura humana lo constituye un diminuto idolillo (que ha perdido la cabeza) en el cuerpo de esta representado en forma tubular destacandose solamente los brazos, el ombligo y las piernas. Este idolillo, tallado en cancha de caracol, proviene de la Republica Dominicana y permanece actualmente a la Coleccion de Hostos del Museo de la Universidad de Puerto Rico.
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El algodon nativo, que los taïnos hilaban y tejïan con gran destreza, les proveïa la materia prima para hacer las telas con las cuales confeccionaban las naguas, cortos delantales que eran la unica vestimenta de las mujeres casadas. El algodon tambien les facilitaba el tejido de gruesos hilos que, cosidos unos con otros, les permitïa formar figuras de sus dioses y espiritus tutelares.

Los taïnos, desconocedores del arte de fundir los metales, trabajaban las papitas y granos de oro que recogïan en los rïos y arroyos con pesados martillos de piedra hasta convertirlas en delgadas hojas o laminas, las que utilizaban entonces en forma deseada.

De estas hojas o laminas de oro era que los artïfices taïnos cortaban las piezas que luego incrustaban en los dujos o asientos ceremoniales, los ïdolos y otros objetos del culto magico-religioso. En todas las Antillas Mayores se han encontrado fragmentos de lamina de oro que fueron usados como adornos corporales o para adornar otros objetos. Estas laminas de oro eran a veces grabadas o repujadas con cinceles de piedra.

Los cronistas de la conquista nos hacen saber que los taïnos tambien hacïan uso de plantas textiles como el maguey y de diferentes clases de bejucos para tener hamacas, canastas, adornos y otros objetos de uso diario, pero de gran belleza. Asï tambien utilizaban las bellas plumas de multiples colores que les proporcionaba la rica fauna av�cola que entonces poblaba las diferentes islas. Las fuentes etnohistoricas nos describen bellas capas y adornos de cabeza hechos de plumas de colores. Semillas como las de las palmas de corozo y otras eran tambi�n utilizadas como materia prima para convertirlas en adornos corporales.

P,R. Desgraciadamente, la rapida desintegracion de la sociedad aborigen, el clima tropical tan devastador para muchos de los materiales utilizados por los ta�nos para expresarse artïsticamente; asï como la falta de inter�s de los colonizadores para conservar estas manifestaciones de la cultura aborigen, ha sido responsable de que hasta nosotros s�lo haya llegado una fraccion de los objetos representativos del arte taïno.

Mediante el �rescate� o intercambio con los indios de la Espanola, del tributo que les impuso y de la incautacion de los bienes de los rebeldes, particularmente los del cacique Canoabo, Cristobal Colon reunio, entre 1495 y 1496, un valioso tesoro de objetos permanecientes a los aborigenes.




Es posible que los inhaladores descritos en el Inventario de Col�n fueran de madera, similares al que se descubri� en la Gonaive, Hait�, hace unos a�os, y que se conserva en la Colecci�n Maximilien, de ese pa�s. En las Antillas se han encontrado varios, pero ninguno tan rico como los obtenidos por Col�n.

 


 

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En las investigaciones arqueol�gicas se han encontrado esp�tulas v�micas, art�sticamente talladas en hueso de manat�, concha de caracol y madera. En algunos casos las esp�tulas est�n decoradas con incrustaciones de oro y de concha de caracol. En la colecci�n arqueol�gica de la Fundaci�n Garc�a Ar�valo de Santo Domingo, se conservan varias esp�tulas v�micas de hueso y madera con representaciones antropomorfas y zoomorfos, que al parecer estuvieron enriquecidas con incrustaciones de oro. En el Inventario de los objetos que Col�n recogi� en la Espa�ola en 1494 (Alegr�a, 1980) se hace menci�n de �una purgadera con veinte e nueve pintas de oro�. Esta esp�tula con incrustaciones de oro era parte del bot�n que se le tom� al cacique Canoabo.

Las esp�tulas v�micas de concha de caracol son menos abundantes que las elaboradas en hueso de manat� ya que el material no se adapta muy bien a los requerimientos de longitud del artefacto. Hay, sin embargo, una en la colecci�n del Museo de la Universidad de Puerto Rico que por lo singularmente expresiva merece menci�n. Se trata de una peque�a esp�tula curva con una cabeza humanoide que se proyecta lateralmente, representando una tercera parte de la longitud total. La cabeza es de forma ovoide y sus arcos superciliares y mejillas forman una especie de marco al relieve, dentro del cual figuran, tallados en alto relieve, los ojos, tristes y saltones, y una enorme nariz aguile�a acent�a la expresi�n de tristeza. La boca fina y cerrada -no se dispon�a de suficiente espacio para representarla de acuerdo con la forma tradicional- ocupa el tercio inferior de la cara, que termina en una puntiaguda barbilla.

Las mejores manifestaciones de la escultura taina son los �dolos de la cojoba. Estos representan figuras antropomorfas masculinas, generalmente acuclilladas, en Io que parece ser una posici�n ceremonial. Sobre la cabeza, directamente o sostenido por una pieza de madera que sal�a del dorso del �dolo, figura un plato circular, ligeramente c�ncavo, en el que colocaba el polvo alucin�geno que aspiraba el oficiante de la ceremonia.

Un bello ejemplar de Jamaica, tallado en guayac�n, conservado en el British Museum, mantiene a�n su brillante pulimento. Este �dolo de la cojoba muestra a lado y lado de la cara, bajo los Ojos, unas profundas incisiones verticales, interpretadas como l�grimas, que le asocian con la lluvia.

El Smithsonian Institute de Washington, D.C. conserva uno de estos �dolos en el que aparecen dos figuras humanas acuclilladas sobre un dujo, con el plat�n ceremonial sostenido sobre sus cabezas por una pieza vertical. Las figuras parecen representar una clara alusi�n a los gemelos, tema de la mitolog�a ta�na. lncrustaciones de oro o alg�n otro material debieron haber enriquecido los ojos y la boca de las figuras.

En la colecci�n de arte primitivo del Metropolitan Museum de New York se atesora un magnifico �dolo tallado en guayac�n que responde a las carac- ter�sticas siempre presentes en los otros �dolos de la cojoba. La figura masculina a�n retiene su dentadura tallada en concha de caracol.

 

BOWL

 


Esta pieza es un buen ejemplo de la creatividad e ingenio del artista taino de �poca tard�a; verdadero maestro en armonizar los diversos materiales, t�cnicas, motivos y dise�os de los cuales se val�a, sin perder nunca el sentido de unidad de la pieza. El �dolo consiste de la talla en madera de un busto bic�falo, con caras en lados opuestos. Cubriendo todo menos las caras, un tejido de algod�n decorado con menudas cuentas en concha de caracol de delicados tonos de madreperia y negro, complicados dise�os Geom�tricos. En las convencionales figuras de cheurones. En una de las caras, sus expresivos ojos est�n representados por incrustaciones de concha de caracol, mientras en la otra, al igual que en los adornos de ambas orejas, se ha usado un disco de un material novedoso -la mica- importado por los colonizadores espa�oles, ubica la pieza en tiempos hist�ricos,

Al hablar del uso del tejido como complemento de las tallas en madera no podemos dejar de referirnos a la �nica escultura ta�na existente totalmente elaborada en tejido de algod�n. Nos referimos a una pieza excepcional conservada en el Museo de Turin, Italia, que en la imposibilidad de obtener en pr�stamo para esta exposici�n, hemos ilustrado a trav�s de fotograf�as. Tejida con una t�cnica parecida al macram�, la figura masculina conserva en el interior de la cabeza un cr�neo humano, posiblemente el de un cham�n o cacique. El cronista Du Tertre relata la impresi�n de temor de los caribes de Martinica ante el hallazgo de un �dolo parecido:


�... algunos �dolos de algod�n con forma de hombres que ten�an granos de jaboncillo en lugar de ojos y una especie de casco hecho de algod�n sobre la cabeza, aseguran que era el dios de los igneris que ellos hab�an masacrado, ni un solo salvaje se atrev�a entrar en esta caverna y temblaban de miedo cuando se acercaban a ella ".


 

 

CEMI
Los cem�s o �dolos trigonol�ticos de varios tipos iconogr�ficamente reconocibles, son las piezas escult�ricas m�s abundantes e interesantes de su parafernalia m�gico-religiosa. Por su forma b�sica, los argue�logos los han identificado con monta�as, con la yuca germinando, con los pechos de la mujer y con dioses o esp�ritus superiores.

Aunque en las Antillas Menores y a�n en la costa caribe�a de Colombia se han descubierto peque�os trigonolitos sencillos, el centro de su distribuci�n est� localizado en Puerto Rico y la regi�n este de la Rep�blica Dominicana.

Los cem�s trigonol�ticos tienen tres partes fundamentales: la proyecci�n anterior, el cono central y la proyecci�n posterior. El cono central, levemente inclinado hacia el frente, define las partes cuando el cem� es sencillo, sin talla alguna. La base del �dolo es, por Io general, ligeramente c�ncava, Io que ha hecho creer a algunos estudiosos que estuvo adherida a otros objetos de madera o piedras.

Los cem�s escult�ricos representan figuras antropomorfas, zoomorfas o antropozoomorfas. La cabeza, humanoide o zoomorfa, esta casi siempre tallada en la proyecci�n anterior, frente al cono central, mientras que en el cono posterior aparecen las extremidades inferiores, generalmente en forma de ancas de rana. Son posibles representaciones de figuras ancestrales, tot�micas, mitol�gicas, o s�mbolos de potentes fuerzas naturales. Las cabezas ocupan toda la proyecci�n anterior y con frecuencia estan coronadas con una diadema o ban- da decorativa que termina, en ambos lados de la cabeza, en grandes orejeras. La cara, que sigue la forma de la proyecci�n anterior, cubri�ndola por completo, exhibe por ojos, depresiones circulares u ovoides. La nariz, que domina el centro de la cara y parte desde las cejas o arcos superciliares, es m�s o menos triangular y se proyecta hacia el frente. La boca, concavidad ovoide o semicircular, es grande y destacada. Ni la textura del interior de las cuencas de los ojos ni la del interior de la boca se pul�an como la superficie del �dolo a fin de rellenarlas con incrustaciones de l�minas de oro o de concha de caracol, adheridas con resinas. En las excavaciones arqueol�gicas suelen encontrarse piezas de concha de caracol con incisiones que representan dentaduras. lndudablemente se trata de incrustaciones desprendidas de �dolos de madera y piedra. En el Museo de la Universidad de Puerto Rico se conserva un cem� trigonol�tico que representa un reptil. Su enorme dentadura de concha de caracol a�n permanece adherida a la boca del �dolo.
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Existe otro tipo de cem� trigonol�tico, m�s recogido y peque�o, en cuyo cono central se representa la cabeza, generalmente humanoide. Al dorso del cono central, con efecto logrado mediante profundas incisiones, se representan las costillas, v�rtebras y extremidades, estas �ltimas generalmente encogidas, como las de las ranas, adem�s de una decoraci�n de motivos geom�tricos incisos de indudable valor simb�lico.

En otro tipo de representaci�n, el �dolo de tres puntas exhibe el cono central convertido en cara humana o animal, con la nariz u hocico representado en el �pice. En este tipo se dan varios ejemplares bic�falos. Uno de ellos representa una rana, muy bien tallada, con el cuerpo y cabeza en el cono central y las extremidades inferiores en el posterior. La rana sostiene, en sus robustas extremidades delanteras, una cabeza humana tallada en la proyecci�n anterior. Otro tipo muy parecido, con el cono central convertido en cabeza humana, muestra tambi�n otra cabeza humana en la proyecci�n anterior. Ambos �dolos pertenecen al Museo de la Universidad de Puerto Rico.

En Puerto Rico son raros los cem�s trigonol�ticos con representaciones de brazos. Existe un bello ejemplar de la Colecci�n De Hostos en el Museo de la Universidad, de posible origen dominicano, con brazos incisos que se proyectan desde los lados del cono central hasta el frente. Es posible que la elaborada decoraci�n incisa en el cuerpo haya estado rellena con pigmento blanco o rojo, formando un llamativo contraste con la superficie, m�s oscura, de la piedra. En la regi�n este de la Rep�blica Dominicana son abundantes los trigonol�ticos con representaciones de brazos y otros dise�os incisos.

Otra importante expresi�n escult�rica de los ta�nos son las Ilamadas m�scaras antropomorfas de piedra, con tradicionales rasgos de grandes y expresivos ojos y boca abierta en rictus ceremonial. Estas m�scaras talladas en un n�dulo de piedras son de forma ovoide y con la parte posterior ligeramente convexa y sin pulimento, Io que induce a pensar que iban adheridas a otros materiales. La existencia de peque�as figuritas con m�scaras similares atadas a los antebrazos han hecho pensar a Alegr�a (1986) que estas piezas eran parte de la parafernalia de los jugadores del juego de pelota ceremonial de los tainos. Estas mascaras en su estado original aparentemente debieron mostrar incrustaciones en los ojos y la boca.



Las grandes y bien pulimentadas cabezas antropomorfas, como la muy conocida de la Colecci�n De Hostos, proveniente de Macor�s, en la Rep�blica Dominicana, y conservada en el Museo de la Universidad de Puerto Rico, constituyen excelentes ejemplares en piedra de la escultura taina. Estas cabezas, de gran tama�o, que descansan sobre un delgado cuello -el cual aparentemente, es un vestigio de la proyecci6n posterior del trigonol�to- muestran la proyecci�n anterior en forma de gorro o adorno sobre la cabeza. Como estas piezas provienen de colecciones y no de excavaciones arqueol�gicas, no se puede determinar si las mismas representan una evoluci�n tard�a de la forma ancestral del trigonolito. En �stas, como en otros �dolos de piedra y madera, la falta de pulimento en las cuencas de los ojos y en la boca nos indica que debieron tener incrustaciones de oro y concha de caracol.

Algunas de estas cabezas que han sido consideradas como una modalidad del cem� o trigonolito, representan cr�neos humanos.

Asociados al batey o juego de pelota de los ta�nos de las Antillas Mayores, que se celebraba en plazas como la de Caguana, Puerto Rico o las de la Rep�blica Dominicana, aparecen algunas de las piezas m�s excepcionales de la escultura taina -los cinturones monol�ticos anteriormente denominados "collares de piedra" y los llamados "codos".

Los cinturones monol�ticos responden a tres tipos: delgados, intermedios y gruesos. Los m�s elaborados y ornamentados son los delgados que consisten de una sencilla secci�n tubular con ensanchamiento o lomo hacia un extremo. A los lados de este lomo hay dos paneles, uno de los cuales muestra a veces tallas de figuras antropomorfas o zoomorfas, h�bilmente desarticuladas para adaptarlas a los peque�os paneles decorativos de la pieza. El otro panel casi siempre tiene una depresi�n ovoide sin pulir que se ha interpretado servia para adherir a 61 alg�n otro objeto.

Los llamados "codos de piedra" fueron tambi�n, indudablemente, cinturones asociados al juego de pelota pero que, contrariamente a los monol�ticos, estaban adheridos a un arco de madera o paja que completaba el cintur�n. Los m�s elaborados muestran caras humanas talladas a un lado del ensanchamiento, mientras que en sus extremos exhiben ranuras o perforaciones en las que se ataba el "codo" de piedra al arco de madera o tejido de fibras para formar el cintur�n. Existen algunos ejemplos como el conservado en el Museo de Am�- rica en Madrid en el que adem�s de la cara humana se presenta la figura esquematizada de un cuerpo humano caracterizado por su falta de proporciones.

Uno de los mas bellos cinturones monol�ticos de Puerto Rico, hoy en el Museum of the American Indian de New York, muestra una cabeza antropomorfa con dos grandes orejeras talladas en el panel central.
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Los "codos" as� como los cinturones monol�ticos, que por largo tiempo fueron considerados objetos enigm�ticos, han suscitado las m�s variadas inter- pretaciones. Hoy, los estudiosos m�s autorizados aceptan que, al igual que los "yugos" de los totonacos de M�xico, constituyen cinturones ceremoniales que formaban parte de la parafernalia del juego de pelota. Es posible que su uso hubiese sido descontinuado antes de la llegada de los europeos y por esta raz�n no se les describe en las cr�nicas de la Conquista.

La talla de estos cinturones monol�ticos, especialmente los m�s delgados, constituye la mejor demostraci�n del dominio alcanzado por los ta�nos en la t�cnica de tallar y pulir piedras de gran dureza. Poder tallar estos aros l�ticos, tan delgados -a veces con un di�metro de s�lo 3.5 cent�metros- haciendo uso de toscas herramientas de piedra, sin que se les rompieran aquellos, es un verdadero alarde de t�cnica que no tiene paralelo en ninguna otra cultura aborigen de Am�rica.

Los dujos o asientos ceremoniales, tallados en madera o en piedra, constituyen otra importante modalidad escult�rica de los tainos. Los cronistas de lndias se�alan que estos dujos constitu�an uno de los m�s preciados tesoros de los indios. Los mismos eran usados por los caciques, chamanes y visitantes distinguidos durante la ceremonia de la cohoba, en los areytos y juegos de pelota y para enterrar, acuclillados sobre ellos, a los caciques.

Los dujos zoomorfos, de posible significado tot�mico y m�tico, muestran la cabeza del animal sobresaliendo de entre las dos patas delanteras, mientras el estrecho asiento, ligeramente c�ncavo, se extiende y levanta para formar el espaldar, simulando la cola del m�tico animal. En ocasiones, sus expresivos ojos y la boca eran realzados art�sticamente mediante incrustaciones de lamina de oro, concha de caracol o resinas. En el m�s bello ejemplo descubierto en la Rep�blica Dominicana y hoy conservado en el British Museum, finas l�minas de oro ornamentan los ojos, la boca y la parte dorsal de las patas delanteras. En algunos casos el espaldar y las patas est�n decoradas con dise�os incisos, integrados por c�rculos conc�ntricos, tri�ngulos y cheurones.

Del Museo del Hombre Dominicano es un excepcional dujo de s�lida madera tropical bellamente veteada. El asiento es ovalado hacia atr�s y recto al frente, en donde proyecta una cara antropozoomorfa. La parte superior de la misma tiene por ojos hondas cuencas y unas orejeras con decoraci�n incisa; en la parte inferior, la nariz y una amplia boca se integran en la cara para formar una especie de hocico. La pieza es cu�druple y sus patas anteriores, dobladas en �ngulo recto a lado y lado de cabeza, est�n decoradas con elaborados dise�os incisos.

Los dujos tambi�n se hac�an en forma de peque�os bancos de cuatro patas cuya �nica decoraci�n eran dise�os geom�tricos incisos en las patas y en el asiento.

cinturon La talla escult�rica tambi�n se manifiesta en los recipientes de uso ceremonial que de las maderas tropicales hac�an los ta�nos. En la Rep�blica Dominicana y en Puerto Rico se han descubierto, escondidas en las grietas de cuevas y otros refugios p�treos, peque�as ollas y bandejas cuidadosamente talladas, que aparentemente eran utilizadas para atesorar adornos y otros objetos de uso ceremonial. La colecci�n del Institute de Cultura Puertorrique�a posee una de ellas, una vasija efigie, en la cual la parte circular del recipiente representa el cuerpo de la figura y los extremos las partes superior e inferior de la misma. En el Museo de la Universidad de Puerto Rico se conserva otra de estas peque�as vasijas de madera de guayacan, cuyo di�metro no sobrepasa los doce cent�metros, con asas, en forma de cabezas humanas, a cada extremo. El borde superior esta ornamentado con dise�os incisos. Esta ollita fue descubierta entre las grietas de una colina rocosa de Quebradillas hall�ndose dentro de la misma numerosas cuentas tubulares de granito, de las utilizadas por los tai- nos en sus collares, mezcladas con cuentas de cristal veneciano, de las que los conquistadores espa�oles daban a los indios. Tambi�n conten�a colmillos de perros perforados para usar como colgantes y un peque�o adorno de l�mina de oro repujado. En el Museo Etnogr�fico de Florencia se conserva una bella bandeja ovalada que en uno de sus extremos muestra una peque�a figurita antropomorfa que a�n exhibe una diminuta dentadura de concha de caracol. En la Rep�blica Dominicana se han descubierto ollitas de madera, similares a las de Puerto Rico.

Otra importante expresi�n art�stica de los tainos, que consideramos asociada al arte de la escultura, son los petroglifos, o grabados en las piedras. En las Antillas Mayores, especialmente en Puerto Rico y La Espa�ola, los ta�nos dejaron sus petroglifos en los monolitos que delimitan las plazas o bateyes para el juego de pelota, en las grandes piedras en el cauce de los rfos y arroyos, en las paredes de las cavernas y en piedras aisladas en lugares donde aparentemente ocurri� alg�n hecho sagrado.

 


 

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El tema de los Petroglifos es la figura humana o animal muy esquematizada. Tambi�n se tallan cabezas antropomorfas y de seres m�ticos de los que no se puede precisar si tienen forma humana o de animales. Dise�os geom�tricos como grecas y otros abstractos, cual figuran en las paredes de la Cueva del Indio, en Arecibo, son tambi�n corrientes en los conjuntos de petroglifos que nos dejaron los ta�nos de las Antillas. El principal conjunto es el de la plaza cuadrangular del Centro Ceremonial de Caguagana, Utuado, en el interior monta�oso de Puerto Rico. En la hilera oeste que limita dicha plaza y entre unos petroglifos de distintos tama�os y temas, sobresale la figura esquematizada de una mujer cuya cabeza muestra un adorno radial terminado en dos enormes orejeras circulates. Junto a esta imagen de mujer, y en otros monolitos hay petroglifos que representan la figura masculina muy esquematizada. Otro de los petroglifos de la plaza de Caguana muestra la silueta de una gran ave, posiblemente un alcatraz.

Algunos petroglifos han sido tallados en monolitos cuya forma natural se ha utilizado para la representaci�n de la figura, que como en el caso de uno de Puerto Rico, perteneciente a la Colecci�n Latimer y que se conserva en el Smithsonian Institute de Washington, D.C., cubre dos tercios de la piedra.

Se ha descubierto prueba de que algunos petroglifos estaban rellenos con pigmentos blancos o rojos, que los hac�an destacarse de la superficie m�s oscura de la piedra. En la Plaza Ceremonial de Utuado hay algunas cabezas antropomorfas con ojos tan profundos que nos inducen a creer estuvieron rellenos con incrustaciones de otros materiales.

Las fuentes etno-historicas tambiïen nos hablan de otros objetos de inter�s escult�rico, que desafortunadamente no han Ilegado a nosotros. Entre ellos figuran los propulsores de dardos tallados en madera y enriquecidos con incrustaciones de oro; elaborados bastones de mando tallados en las duras maderas tropicales; mascaras ceremoniales de madera con incrustaciones de otros materiales; �dolos, posiblemente de madera, recubiertos con I�mina de oro; trompetas primorosamente talladas con dise�os simb�licos y, por �ltimo, las canoas de los caciques, cuya rica y elaborada decoraci�n llamaba la atenci�n de los conquistadores espa�oles.

 

DEDICATORIA

Les dedico este web a mi familia que fueron tan pacientes, AWILDA , CARLITO Y AMARILIS. HECHO EN BAYAMON, PUERTO RICO POR CARLOS L. CAMACHO GARCIA.




DUJO


El arte de los taïnos, conceptual y a la vez, utilitario, refleja antes de nada, su vision magico-religiosa, del mundo. Sus obras de arte estan representadas por una vasta gama de objetos de uso personal y dom�stico, y, en particular, por un rico repertorio ceremonial. La variedad y cantidad de estos objetos, trabajosamente elaborados (recordemos que no disponïn de instrumentos metalicos) en los mas diversos materiales obtenibles en su ambiente o derivados de su comercio, constituyen la muestra mas fehaciente de su innata inclinacion artïstica.

Las formas abstractas, naturalistas o estilizadas de estos objetos eran tradicionales y estereotipadas, por lo cual podemos distinguir verdaderas series de objetos similares en las diversas islas habitadas por los ta�nos o en aquellas a las que llegaba su comercio. Esta produccion representa una arte conceptual al servicio de la sociedad taïna a la vez que refleja una fuerte voluntad artïstica y una decidida intencion magico-religiosa. En algunas ocasiones los taïnos se veïan obligados a alterar las formas convencionales para adaptarlas al material o campo decorativo disponible, lo que hacïan verdadera habilidad y sentido estetico.

El arte taïno logra sus mas bellas expresiones plasticas en el medio esculturico. Con el proposito de lograr su objetivo artïstico, los taïnos utilizaron las duras piedras como el granito, la diorita, el basalto y otras mas faciles de tallar como el marmol y la serpentina. En muchos casos el color de la piedra, las vetas de la misma y el pulimento que lograba darle facilitaba y enriquecïa la obra artïstica.

TAINA



Para esta fecha la sociedad taïna habïa alcanzado su pleno apogeo que se manifestaba es sus instituciones polïticas y mïgico-religiosas, como eran el cacicazgo, el cemi�smo, la existencia de complejos centros ceremoniales, el juego con pelota de goma y el ritual de la cojoba, mediante el cual se comunicaban con sus dioses y espiritus tutelares.

A este complejo de instituciones polïticas, con su sociedad jerarquizada y las creencias magico-religiosas que regïan su vida, se debia el surgimiento de una rica expresion artïstica cuya principal manifestacion fue el arte escultorico.

PARQUE El arte en las Antillas no se inicia, sin embargo, con los taïnos. Indios arcaicos, recolectores y cazadores que poblaron algunas de las islas hace m�s de siete mil a�os ya tallaban objetos ceremoniales de piedra y madera y hacïan pinturas rupestres en las que se manifestaban sus aptitudes artïsticas. Poco antes de la Era Cristiana ya las Antillas Menores y Puerto Rico habïan sido pobladas por indios saladoides o ingerïa, provenientes de la America del Sur. Los saladoides produjeron la m�s bella ceramica de las Antillas, en ocasiones policromada, asï como delicados adornos corporales tallados en piedra y en otros materiales.

El arte de los indios taïnos como el de todos los pueblos aborïgenes refleja su particular concepcion del mundo. Los taïnos creïan en espïritus superiores que controlaban, a veces caprichosamente, la naturaleza humana y el mundo. A estos espïritus el hombre debïa halagar, apaciguar o neutralizar por medio de ritos y ceremonias sagradas. El arte taïno, encarnacion de dichas creencias, se expresaba, con relativo o absoluto dominio tecnico en agradables formas convencionales, elaboradas con los m�s diversos materiales. De algunos de sus ejemplares, ejecutados con materia perecedera, s�lo nos resta la descripcion que de ellos nos dejaron los cronistas de Indias.

Pocos objetos de valor artïstico se salvaron de la destruccion sistematica, llevada a cabo por los misioneros y colonizadores, de todo lo que para ellos, tenïa significaci�n magico-religiosa, es decir los ïdolos y otros objetos de uso ceremonial. De la destrucciïon, que obedecïa a las ideas religiosas de la epoca, s�lo se salvaron aquellas que se enviaron, como objetos ex�ticos, a pr�ncipes europeos renacentistas quienes los conservaron en sus gabinetes de curiosidades, y aquellos que, a tiempo, lograron esconder los indios en cuevas y otros lugares inaccesibles para los conquistadores, y que serïan, siglos mas tarde, re-descubiertos por arqueologos y campesinos.



24 DE OCTUBRE DE 2001
25 de NOVIEMBRE de 2012 UPDATE

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