LA BEATIFICACIÓN DE SATANÁS 
(Iniciativas eclesiales ecumenistas) 
                                                                                          Rafael Gambra 
                                                                                                            (Siempre p'alante, 16-3-96)

                                                                                           

   Con ocasión del 450 aniversario de la muerte de Lutero se reunieron los obispos católicos y protestantes de Turingia y Alta Sajonia para redactar una pastoral en elogio del reformador en la que destacan algunos de los aspectos positivos de su figura como el haber sido testigo del Evangelio, maestro en las verdades de la fe e incansable pregonero de una renovación espiritual. También rechazaron la idea de que fuera culpable de la ruptura que sufrió la Iglesia en el siglo XVI (ABC, 29-2-96). Sabido es que la culpable de esa ruptura fué la Iglesia Católica de la época, de cuyos pecados ha pedido reiteradamente  perdón en estos últimos años. Después de siglos de disputa se ha llegado a la conclusión de que estamos de acuerdo en lo esencial: nuestras iglesias lo van a proclamar dentro de poco tiempo en un documento de máximo nivel. Previsiblemente se acompañará a esa declaración la canonización del agustino alemán.
   En esa misma reunión se presentó -se dice- otra propuesta que, aunque de momento no fué tomada en consideración, atrajo la atención de los prelados por su alta significación ecuménica. Se trata de la posible beatificación de Satanás, de cuyos aspectos positivos  se acompaña un profundo análisis teológico. Luzbel fue, como se sabe, el más perfecto de los espíritus angélicos, dignidad que no todo el mundo puede aducir. Por otra parte, se trató de un espíritu sincero, rebelde y valeroso que supo enfrentarse con un poder como el de Dios, en absoluto democrático y tolerante, antes bien declaradamente totalitario y autocrático.
    Asimismo tal decisión acabaría con la discriminación entre los seres naturales (los hombres) que son beatificables y los seres sobrenaturales que no disfrutan de la beatitud ni se consideran beatificables. En fin, constituiría el término culminante de la gran evolución eclesial que se ha operado en los últimos treinta años bajo la inspiración progresista del Concilio y del Ecumenismo.

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