ERRORES PRINCIPALES DEL CONCILIO VATICANO II:

"EXTRA ECCLESIAM SALUS EST"*

Eberhard Heller

 

    La cuestión enunciada es la siguiente: ¿cual es el principio que permitirá comprender la totalidad del proceso de reformas del Concilio Vaticano II. y la evolución ulterior (incluidos los correspondientes documentos)?. Invitamos al lector a ver los textos que siguen no como un tratado profundo del asunto, sino como un  bosquejo de reflexión y como una selección de conceptos claves.

 

   Si se miran los acontecimientos  que se han ido originando en las reformas a los largo de todos estos  años posteriores a 1965 – ¡son casi 40 años después! - un principio se desentraña como momento central de  este proceso que se puede formular de la manera siguiente: es el abandono del derecho absoluto de la Iglesia católica a ser ella sola la Institución de salvación. A la conciencia de esta cualidad la  ha mantenido siempre a través de la historia, durante más de dos mil años, a pesar de los obstáculos – esto fue para los francmasones el escándalo principal. Es decir, la revelación de Dios es desprovista, entonces, de su propio derecho de descender del cielo como verdad viva, como la encarnación del bien y de la verdad absoluta. Se niega que la Iglesia sea la única depositaria y legítima custodia del depósito de la fe. No se trata pues aquí  del abandono de ciertos dogmas de fe, de ciertas formas litúrgicas o de ciertos principios morales, sino de una redefinición central de la Iglesia en sus relaciones con el mundo y con las otras religiones.

 

   Es una traición a Dios, a su encarnación - “ y el verbo se hizo carne” (Jn. 1,14) - y a la Iglesia fundada por Él. Regularmente Juan Pablo II afirma estos errores cuando dice: “Nosotros creemos en un mismo Dios”, incluyendo en ello a los cristianos, los judíos y los musulmanes. Esto es  transgredir el primer mandamiento de Dios: “No tendrás otro Dios más que a  mí”. (Atraeré la atención sobre el hecho de que esta afirmación comporta implícitamente la apostasía, porque Cristo a dicho: “Nadie viene al Padre sino  por Mí” (Jn 14,6), “porque aquel que niega al Hijo no tiene al Padre”(I Jn 2,23) “Yo soy el camino, la verdad y la vida”).

 

   Ya en el modernismo, condenado por San Pío X en la encíclica “Pascendi dominici gregis”, la relativización  del carácter absoluto de los derechos de la única verdadera Iglesia estuvo  programada de antemano. El abandono de este derecho de modo terminante en los documentos del Vaticano II. es lo que expresa claramente la opinión que estima que la Iglesia no es la única institución de salvación. He aquí un ejemplo: “La Iglesia mira  con estima a los musulmanes, que adoran al Dios uno viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres” (Nostra aetate, art. 3). En otra parte dice: “Pero el destino de salvación  envuelve igualmente a los que reconocen al creador, en primer lugar a los musulmanes que profesan la fe de Abraham, adoran con nosotros al Dios único misericordioso, que juzgará a los hombres el último día (“Lumen gentium”, cap. 16). Es verdad que esta idea directriz no es formulada siempre expresamente, mas no es menos cierto que ella atraviesa, como un hilo conductor, toda la evolución post conciliar.

 

   Se comenzó con abandonar el derecho de poseer la verdad, la única verdad revelada por Dios y de ser la Iglesia fundada por Él y enviada por Él, relativizando primero las verdades y ensayando reconciliarlas y al mismo tiempo adaptarlas a las otras opiniones teológicas o, sino, rechazarlas sin más. En retrospectiva, se pueden considerar como precursores a la encíclica “Pacem in terris” de Juan XXIII y al decreto sobre la libertad religiosa, que acuerda a las otras religiones el derecho a la existencia.

 

   Ya la primera gran reforma litúrgica ha estado impregnada de ello. La relativización de la fe está expresada en la falsificación de las palabras de la consagración del  denominado Nobus Ordo Misae. La salvación dada por Dios es ahora aplicada a todos por la fórmula “por vosotros y por todos los hombres”, estando entendido que la persona individual no está obligada a hacer ninguna gestión para su beneficio. De seguro es necesario sostener que la prédica de la salvación  se dirige a todos, pero hay aquellos en su conjunto, que no la aceptan, incluso hasta la rechazan. (En último análisis, el sacrificio de la cruz expiatorio y concluyente, la “Nueva Alianza” con Dios, deviene superflua, no solamente porque la aplicación real de los méritos es negada, mas al mismo tiempo, la necesidad del sacrificio propiciatorio en general). Es así entonces, que se abandona, a favor de la teoría de la redención universal, el principio central diciendo que la misa es un verdadero sacrificio propiciatorio por el cual la salvación pude ser acordada a aquellos que en ella participan, pero sin que eso deba hacerse necesariamente. (¡!) - de allí la importancia del “ pro multis” que significa por muchos que participan en el santo sacrificio y que están dispuestos a recibir los frutos. Según la nueva concepción no hay necesidad de participar en el santo sacrificio por el hecho de que todo el mundo –pro omnibus- que significa ‘por todos’,  ya se encuentra en situación de salvación. La idea del sacrificio fue abandonada a favor del memorial de una comida. Esta forma de culto podía ser  practicada por los demás y como se dijo en ese tiempo, también por los protestantes. Por eso no ha sido en vano que, para la redacción de los textos del  sedicente Novus Ordo Missae, se hiciera llamar a seis teólogos protestantes. Roger Schütz, en aquel tiempo, prior de la comunidad de Taizé, declaró que con el Nuevo Ordo Missae se podía muy bien celebrar la cena protestante.

 

   En un primer tiempo la teoría de la redención universal encontró su forma expresiva en la primera encíclica de Juan Pablo II “Redemptor hominis”. La frase “por vosotros y por muchos, un gran número” es colocada en un contexto justificativo: esto es porque todos los hombres son rescatados, vosotros (los cristianos) lo estais igualmente. “Por vosotros y por muchos, el gran número”.  Al invertir la frase queda: si es por todos, entonces es también por vosotros.  Esta opinión concluye con dispensar a la Iglesia de su deber asumido hasta ahora de misionar para propagar la fe y la salvación. La razón de ello es que las otras religiones son igualmente medios legítimos de salvación. Se ha escogido  marchar ‘moderadamente’ en la vida cristiana de salvación que se estime ser tradicionalmente la más adaptada (culturalmente). Desde entonces es posible escribir contra los cristianos fundamentalistas: “Las religiones que resisten a las reivindicaciones legítimas (de la mutua convención) están condenadas a reformarse o a desaparecer”.

 

   La relativización de la religión progresó bajo la forma de un sincretismo y alcanzó  una primera cima en el encuentro interreligioso de Asís ocurrido el  27/10/1986. Después  otros encuentros parecidos han tenido lugar cada año en alguna ciudad del mundo para finalizar en Aix-la-Chapelle en setiembre de 2003. Todos los jefes religiosos (del judaísmo, del islam, del hinduismo, del budismo etc.) estuvieron invitados, a título de sus creencias, a participar en el proceso de la paz y del desarrollo de la “civilización del amor” (Juan Pablo II) y a colaborar así en el destino de la humanidad. Que se refleja en la gran importancia acordada con posterioridad al budismo y a su representante el Dalai Lama, ¡que está siempre presente en estos encuentros! (Nota bene:  Lo que la “civilización del amor” representa concretamente, puede ser deducida de la difícil relación del islam con el occidente cristiano. Juan Pablo II. “recompensa”  los asesinatos de cristianos por los fanáticos del islam, ¡al besar al Corán! Ahora bien, este libro recomienda el asesinato de los cristianos. Todo adepto del islam no puede interpretar el gesto del beso del Corán sino que como un gesto de sumisión a la potencia superior y como un reconocimiento de su derecho absoluto. ¡No se puede imaginar escándalo más grande! mientras tanto  la apertura del Corán ha sido continuación del misal cotidiano de los fieles oficial- modernistas (le Schott-Messbuch allemand): el jueves de la 12ª semana del “ciclo anual” es insertado el siguiente texto: “Al nombre de Alá, dulce y misericordioso. Alabanza a Alá, al Señor del mundo, bueno y misericordioso, al Señor en el día del juicio.” (citado después  UVK 33º año, nº 3, p. 186)-

 

   Al final de este abandono voluntario de la fe católica se encuentra el indiferentismo, la libertad teológica total e igualmente la pérdida de la identidad católica. Al reconocer a las otras religiones como equivalentes, de igual derecho, como igualmente válidas, el cristianismo deviene indiferente. El cristianismo es “exiliado” por nada más que una simple idea subjetiva, él es degradado a una realidad simplemente idealista, desprovista del ser objetivo. Dios ya no es más el Ser absoluto, sino simplemente un momento de la imaginación de sujeto; ‘ Dios’ mismo se reduce a un simple ‘sentimiento’. El hecho que Wojtyla haya tenido tanto éxito entre los jóvenes se debe buscar – si nuestro juicio es correcto - en el hecho de sus apelaciones al sentimiento religioso, Wojtyla transmite  una idea difusa de Dios que no impone  obligaciones concretas al obrar del hombre. sobre esto que aquí aparece, escribía Pío X en la encíclica “Pascendi dominici gregis”: “Si alguno se daba a la tarea de recoger todos los errores que hubieron alguna vez y de concentrar  substancia y   zumo  en uno solo, verdaderamente su acierto no hubiera sido mejor. Esto no es mucho decir: ellos no reúnen solamente la religión católica, sino, como nosotros lo hemos ya insinuado, a todas las religiones”.

 

   Esto es porque no es posible comprender -si uno se coloca en el interior de su sistema- cuando se habla de elementos que predican los protestantes y los innovadores o cuando se habla “de una plena unión eclesial” (sic) que no puede aún hacerse, aún cuando hace mucho tiempo que el fiel de rango no entiende ni sabe esto “que predica”. De esta manera la reivindicación de una institución única no sería lógica a sus ojos. ¿Cual sería el fundamento válido de la existencia de dos ‘iglesias’?

 

   La confesión de un innovador  francés concerniente al abandono del derecho absoluto de la Iglesia revela muy bien esta opinión. El Padre Claude Geffre O.P. profesor en el Instituto católico de París, decano de la facultad  de teología de Saulchoir, director de la Escuela bíblica de Jérusalem, escribió el 25 de enero de 2000 en ‘Le Monde’: “En el Concilio Vaticano II, la Iglesia descubre y acepta que ella no posee el monopolio de la verdad, que es necesario escuchar al mundo , que ella no debe solamente aceptar  ser enseñada por las otras tradiciones religiosas, sino  también por una relectura de los derechos fundamentales de la conciencia del hombre. Es necesario que todas las religiones se abran a este consenso universal. Todas ellas son interpeladas por el hecho de que el hombre es conciente de sus derechos y de la libertad. Aquellas que se resisten a estas reivindicaciones legítimas están obligadas a reformarse  o a desaparecer en corto plazo. En este contexto, admitir las reformas significa que la apertura a la consideración de las reivindicaciones de la conciencia moderna del hombre no está en contradicción con la fidelidad al contenido de la revelación”.

 

   Los hechos que hemos descrito  como una puesta en funcionamiento de las ideas reformadoras, constituyen el abandono del mandato propio de la Iglesia de ser portadora y guardiana de la revelación divina, de la verdad de salvación y dispensadora de los auxilios de la gracia (los sacramentos). Al cesar de reivindicar sus derechos absolutos, la Iglesia abdica de su propia autoridad -parte de esa autoridad se refleja ahora también  en la opinión de la sociedad civil en la igualdad ‘de las iglesias’-. En general, no somos los únicos en ver las cosas así, pues los cristianos que no están todavía dispuestos a separarse de la institución (de la iglesia conciliar), están en esto de acuerdo con nosotros. Al oponernos al abandono de la reivindicación por parte de la Iglesia de ser la única verdadera y exclusiva Iglesia,  enunciamos la verdad central de la Fe: Dios se ha revelado, se ha encarnado en la segunda persona, Jesucristo, el “Verbo”, ha fundado la Iglesia como institución de salvación: “fuera de la Iglesia no hay salvación” y por su muerte expiatoria ha cumplido su obra de salvación.

 

   Nosotros, sedevacantistas, hemos afirmado regularmente esta verdad, mas sin haber considerado seriamente la reedificación de la Iglesia. No es meritorio, si ciertos obispos y sacerdotes se presentan como clérigos de la Iglesia católica, prefiriendo incluso ser tachados de “sedevacantistas”, si ellos predican lo que se ha dado en llamar la “verdadera Fe”, administrando los verdaderos sacramentos, mas sin pensar en justificar la legitimidad de sus empeños, una facultad que no puede venir más que de la Iglesia. Porque todas sus actividades se funden bajo el signo del sectarismo, ellos no tienen validez o no pueden indicar de donde tienen sus mandatos para ejercer los poderes sacerdotales. (Nota bene:  estamos regularmente sorprendidos de constatar una cierta ingenuidad entre los clérigos jóvenes frente a estas cuestiones. Ellos pretenden obrar por la Iglesia sin inquietarse en saber donde se encuentra realmente la verdadera Iglesia  o bien de que manera se la podría restablecer como única y verdadera Institución de salvación).

 

   Si no se tiene en cuenta a estos “guardianes del Graal” de la fe que ven, sin embargo, correctamente la realidad, pero  sin mejorar la situación (o sin querer mejorarla), igualmente hay en la iglesia conciliar grupos que aprobaron la posición formulada mas arriba: la Iglesia no pretende ser más la única verdadera. Si nosotros dejamos de lado a la gente de Ecône y a los miembros de la Fraternidad San Pedro que querrían, a causa de puntos de vistas ideológicos, malversar la mirada de ciertas realidades profundas, del desastre de la Institución que les es presentada como La Iglesia, hay en los dos grupos bastantes clérigos que, en el fondo, comparten nuestro punto de vista. Pero por falta de apoyo de nuestra parte, no toman coraje de elevar la voz públicamente. Pensamos también en los innovadores conservadores que confiesan mientras tanto y por escrito, como por ejemplo el obispo auxiliar emérito Ziegelbauer, que ha dicho que el concilio Vaticano II es un fracaso. Todos ellos querrían colaborar en difundir la verdad fundamental, a saber: que la Iglesia es la única verdadera, la Institución fundada por Dios mismo, si no tienen todavía una visión global de la situación religiosa y teológica y cómo, lógicamente,  nosotros la juzgamos. (Nota bene: el hecho siguiente puede servir de ejemplo para mostrar que esta manera de proceder no debe ser necesariamente un desacierto; hay mientras tanto, muchos autores que escriben para EINSICHT  y que se van aproximando lentamente a nuestra posición, dando un considerable aporte a nuestro empeño y a nuestros argumentos tendientes a esclarecer intelectualmente y espiritualmente la situación presente, muy compleja, ocasionada principalmente por la corrupción de la institución de la Iglesia que, en tanto que institución, tiene la obligación de albergar la verdad y la moral. Pero como no lo hace, la confusión general se acrecienta o bien la sociedad civil, que de hecho no ve este cambio, es inducida al error en cuestiones de importancia en materia social). Poco a poco y cada vez más se llega a concluir  que se puede, por medio de la puesta al día de los errores en el dominio teológico, comprender y eliminar también las desviaciones en el dominio social.

 

   Podemos también citar la declaración “Dominus Jesus” y lo escrito por el ‘cardenal’ Ratzinger aparentemente en sentido contrario. Yo comprendo que algunos menearán la  cabeza y ostentarán una sonrisa a causa de mi ingenuidad en decir esto, pero a pesar de todo, se trata de ver también a este que se pasa al campo del adversario, sin caer en la ingenuidad de creer que Ratzinger ahora ha ganado el campo de aquellos que guardan la verdadera Fe. Entretanto ocurre que se ha limpiado de muchas críticas a causa de esta declaración. El profesor Kasper, justamente en el momento de ser designado ‘cardenal’ no  pudo contenerse de expresar que esa declaración era “turbadora” para el diálogo ecuménico al desaprobar precisamente esta institución a la cual él debía justamente su nombramiento.

 

   En este contexto atraigo de nuevo la atención sobre lo que Vittorio Messori ha escrito en el “Corriere della Sera”: “Solo el plan ideológico empujado por los “expertos de los affaires vaticanos” (que se presentan como tales) presenta a Juan Pablo II como el portaestandarte de la “derecha conservadora” y como enemigo de la “izquierda progresista”.Ahora bien, en realidad, quien conoce desde hace mucho tiempo un poco la situación eclesiástica, sabe que esta es exactamente contraria a la verdad. Los lefebvristas no son màs los únicos en acusar a Juan Pablo II de modernista, de herejía y de calumniador del pasado de la Iglesia. Las congregaciones, los secretariados, los institutos del aparato católico se sienten a disgusto y son cada vez más los recelos. Cada día las nuevas demandas vienen a añadirse al libro de quejas. No es un secreto que Juan Pablo II, durante un consistorio manifestó sus deseos de pedir perdón por “las faltas” de sus predecesores, pero que la mayoría de los cardenales se le opusieron.

 

   Lo que deseo mostrar a Usted, querido lector, es  que los innovadores no forman de ningún modo un bloque monolítico sobre el cual las informaciones que nosotros venimos de formular se deslicen a tierra como las gotas de agua sobre un pellejo de caucho. Es una cuestión de sensibilidad el intervenir en las discusiones con los argumentos apropiados allí donde nuestros semejantes rinden cuentas abiertamente de las experiencias negativas ocurridas en el dominio religioso. El hecho de que la Iglesia ha cedido en sus derechos se puede muy bien resumir simbólicamente mencionando que Juan Pablo II ha besado el Corán. Este hecho que salta totalmente a los ojos, pudo ser captado también por las personas que estando teológicamente más débiles, están enteramente conscientes de algunas ideas y reivindicaciones que la Iglesia debería enunciar. Además, la perdición de la autoridad de las “iglesias” a penetrado la conciencia de la sociedad actual. Esto es porque incluso los managers y los jefes de las grandes sociedades industriales sostienen los esfuerzos en vista de una reanimación de la vida espiritual, porque ello es necesario a la sociedad. Ellos suponen que estas iniciativas contienen todavía ideas católicas. Este vacío espiritual es atestiguado por el cardenal Scheffczyk, tachado de conservador, profesor emérito de dogma en la Universidad de Munich. El habla “de la autodestrucción de la Iglesia desde su interior, cuando aconseja a los católicos que, a causa de numerosas falsificaciones de la fe se interrogan sobre esta “iglesia” y son atrapados por la desesperación en su miramiento: “ es necesario ser realista y conceder con una simpatía profunda que actualmente hay muchos cristianos que se encuentran perdidos, incluso perplejos” (“Theologisches”, julio de 2002).

 

   Es nuestro deber responder que, si la Iglesia no reivindica más el representar exclusivamente la verdad revelada, no puede pretender la autoridad, porque la autoridad no se justifica sino sólo en la responsabilidad de la verdad y su difusión. Estando dado que los clérigos están largamente errados en su tarea (ellos tendrían que trabajar en la reedificación de la Iglesia-) a nosotros nos compete dirigirnos a las personas que se interesen al menos, a fin de esclarecer sobre la verdadera naturaleza de la Iglesia, diciendo que Ella es la depositaria de la absoluta verdad revelada,  mientras que la iglesia conciliar ha traicionado miserablemente este mandato.      

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