La Iglesia Católica 
y la Masonería*

   El semanario "Esquiú-Color" (27 de abril de 1975) ha sorprendido a sus lectores católicos con un extenso artículo titulado La Iglesia y los masones, de Alberto Villanueva, ilustrado con grabados alusivos. Allí presenta datos en pro y en contra, con una fraseología ambigua, que es una hábil irradiación a favor de la asociación secreta condenada reiteradamente por la Santa Sede.

   Los papas Clemente XII, en In Eminenti; Benedicto XIV, en Providas; Pío IX, en Qui Pluribus; y León XIII, en Humanus Genus, y los buenos escritores católicos han tratado exhaustivamente el tema.

   Expresa León XIII en Humanus Genus: "Hay varias sectas que, si bien diferentes en nombres, ritos, forma y origen, unidas entre sí por cierta comunión de propósitos y afinidad entre sus opiniones capitales, concuerdan de hecho con la secta masónica, especie de centro de donde todas salen y adonde vuelven".

   En su obra Los hermanos Tres Puntos, Alberto J. Triana cita al franc- masón Vindex, en carta dirigida a Nubius: "Polaricemos el vicio en las masas. Estas deben respirarlo por los cinco sentidos: que lo beban, que se harten de él. Esforcémonos en nuestro intento de lisonjear las pasiones. El catolicismo no teme un puñal bien afilado, pero puede derrumbarse por la corrupción". El historiador Benoit, en su Historia de la Francmasonería, dice: "En la iniciación del grado de Caballero de la Serpiente de Bronce, se adora a la Serpiente infernal, enemiga de Adonai, amiga de los hombres, que con su triunfo hará volver a los hombres al Edén. En el grado 20, el presidente dice al ini ciado: «En el nombre sagrado de Lucifer, desarraigad el oscurantismo»".
El Papa Gregorio XVI, dice en Mirari vos: "Todo lo que ha habido de más sacrílego, blasfemo y vergonzoso en las herejías y en las notas más criminales, se ha juntado en las sociedades secretas, como en una sentina universal , de todas las infamias".

   "Los directores secretos de la Revolución Francesa -escribe en su libro el cardenal Caro- escogieron cada uno su nombre y es una excepción encontrar un bolchevique ruso que no sea conocido por un nombre apropiado, no para definir, sino para ocultar su familia y su raza, ordinariamente judía. Son famosos los nombres de Nubius, Vindex, Tigrotto, de la Alta Venta de Italia; el de Philon (barón de Knigge), Spartacus (Weishaupt), etc.". Y transcribe esta frase de Haugwitz, ex gran maestre de las logias de Prusia, dichas en el Congreso de Verona, de 1822, ante diplomáticos europeos: "Estoy convencido que el drama comenzado en 1789, la Revolución, el regicidio y demás horrores que acompañaron a estos hechos, no sólo fueron combinados en las logias, sino que fueron el resultado de los secretos, de los juramentos y de las tenidas masónicas".

   León XII, en Quo graviora, del 13 de marzo de 1825, atribuye a las sectas masónicas la Revolución Francesa, "con todas las perturbaciones y sediciones que se renovaban sin cesar, y las calamidades que sufría la Iglesia".

   Dice Triana: "El liberalismo, última consecuencia del racionalismo, ha minado civilizaciones, aplastado religiones y destruido patrias. La difusión de esta ideología liberal se la debemos a los masones, que concentraron la quintaesencia de su ideario en los treinta y cinco volúmenes de la Enciclopedia, editada por la Gran Logia de Francia, bajo la dirección de Diderot y D'Alembert, desde 1751 a 1765. Federico Nicolás (el Diderot alemán) hizo otro tanto en Alemania con su Biblioteca Universal".

   Un distintivo especial de la Masonería es el secreto. Es mala raíz, pues dice el Evangelio: "'El que obra mal odia la luz". Algunos sectarios han escrito que "tienen fe en la gran verdad revelada", pero no dicen cual es. Esta oscuridad es harto sospechosa. Dicen que veneran al Gran Arquitecto del Universo. Les contesta el cardenal Caro: "La Masonería niega, como de los primeros dogmas cristianos, el de la creación. El Dios Arquitecto de la Masonería no es el Dios Creador de los cristianos, el de la creación. El arquitecto construye el edificio con materiales que él no hace, sino que encuentra ya hechos. El Creador construye el edificio del mundo...".

   Su ley es la ley natural, con desprecio de la Ley divina; el amor al hombre, con desprecio del amor a Dios. El masón Lacroix expresó: "Nosotros somos nuestros propios dioses; cada uno es su rey y su sacerdote. Fuera, pues, las iglesias, los sacerdotes, los gobernantes y Dios mismo".

   Rechazan todo lo sobrenatural y adoran la naturaleza, el Sol, y hacen un culto de la carne. Según Copín Albaceli adoran a Lucifer. "Tienen una fórmula que resume su estado de ánimo. Ya no es «A la gloria del Gran Arquitecto del Universo», como en las dos categorías inferiores: es G... A... A... L... H... H... H... A... D... M... M... M..., lo que quiere decir, traducido: ¡Gloria y Amor a Lucifer! ¡Odio, odio, odio, al Dios maldito, maldito, maldito!".

   De ahí que los masones rodean a los moribundos católicos para impedir que se les acerque el sacerdote para administrarles los últimos sacramentos. De ahí también que haya resurgido con virulencia el satanismo, emanado de las sectas tenebrosas. Por primera vez en la historia se ha hecho público la convocatoria a un congreso de brujos en Bogotá, Colombia (La Nación, 19 de junio de 1975).

   Del seno de las logias han salido los proyectos contra las leyes divinas y humanas, como la enseñanza laica, la secularización de los cementerios y de los hospitales, el control de los nacimientos, las esterilizaciones, el aborto, el divorcio, las leyes contra natura, el arte desnaturalizado, las ceremonias satánicas, los libros, espectáculos, revistas y películas pornográficas y sacrílegas. De allí procede también, en su mayor parte, la torcida exégesis de muchos pasajes de la Biblia, pretendiendo interpretar natural o científicamente los hechos prodigiosos que en el sagrado texto se relatan. Entre otras aberraciones, algunas sectas enseñan, según el cardenal Caro, que Lucifer es el "Ángel de luz que vino a enseñar a Eva el secreto que había de hacer que el hombre fuera como Dios, seduciéndola carnalmente, conocimiento que ella participó a Adán después".

   A vista del descrédito que han sufrido las sectas secretas, han cambiado de táctica, se han camuflado, e incluso algunas ramas admiten a Dios y cooperan a que sus adeptos profesen su credo, y aún instan a otros que participen en asociaciones católicas y en congregaciones religiosas. Algunos sacerdotes apóstatas han ingresado en las logias, y conociendo las disciplinas eclesiásticas colaboran en el cumplimiento de los planes secretos. Ciertos cambios operados en la liturgia eclesiástica han sido preparados en las sombras de la masonería.

   El semanario español ¿Qué pasa?, nº 488, dice que el ex canónigo Roca, grado 33 de la Masonería británica y francesa, y el abate Melinge, que firmaba con el seudónimo de "Doctor Alta", elaboraron mucho antes del Concilio Ecuménico II, un plan diabólico que fuese desarrollándose gradualmente, con tres etapas, 

  • 1º) Hay que lograr por todos los medios que en los templos se comulgue de pie. 

  • 2º) Se debe llegar a dar el "pan" en la mano a estos antropófagos para irles arrancando insensiblemente la Fe y la piedad y prepararlos para la última etapa. 

  • 3º) Así preparados, aceptarán el rito: la Eucaristía es sólo el símbolo de un ágape, el cual es a la vez símbolo de la fraternidad universal. 

   El apóstata Roca propuso también la supresión del hábito talar.

   Esto que nos hubiera espantado hace quince años es hoy una lamentable realidad, desgraciadamente impuesta por muchos obispos. En tal tren de desacralización se marcha, poco a poco, a la negación de los dogmas y del auténtico Sacrificio de la Misa.

   En carta dirigida por Santa Ana María Taigi al Papa León XII, le decía a principios del siglo pasado: "Los francmasones no hacen ahora mucho ruido; pero poco a poco crecerá su audacia y llegará una hora en que parecerán ser los amos absolutos. Mas Dios los quebrantará de una manera terrible" (Rev. des. Secr., pág. 277, 1925).

   A mi juicio, el documento más importante que denuncia las maniobras anticristianas de la Masonería es la encíclica Humanus Genus, del Papa León XIII. Después de expresar que la Masonería es un auxiliar poderoso del reinado de Satán, añade: "Puesta en claro la naturaleza e intento de la secta masónica, por indicios manifiestos, por procesos instruidos, por la publicación de sus leyes, ritos y anales obligándose a esto muchas veces las declaraciones mismas de los cómplices, esta Sede Apostólica denunció y proclamó abiertamente que la secta masónica constituida contra todo derecho y conveniencia, era no menos perniciosa al Estado que a la religión cristiana, y amenazando con las más graves penas que suele emplear la Iglesia contra los delincuentes, prohibió terminantemente a todos inscribirse en esta sociedad" (20 de abril de 1884).

   El gran Pontífice hace una exhortación a los obispos, al clero, a los gremios católicos y a la juventud, y concluye poniendo por intercesor en la lucha "al Príncipe de los Ángeles del Cielo, San Miguel, que arrojó a los enemigos infernales". Y fue el mismo León XIII quien compuso aquella oración que se rezaba al finalizar la Misa, impetrando la mediación de San Miguel Arcángel en el combate contra "Satanás y los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas". Desgraciadamente, esa oración ha sido suprimida, y a ello quizá se debe en parte la crisis religiosa de hoy.

   El Papa León XIII, dirigiéndose a los episcopados de todo el mundo, los exhortaba en su extraordinaria encíclica, diciéndoles: "Y a vosotros, venerables Hermanos, os pedimos y rogamos con la mayor instancia que, uniendo vuestros esfuerzos a los nuestros, procuréis con todo ahínco extirpar esta asquerosa peste que va serpeando por todas las venas de la sociedad... Que a ninguno engañe aquella honestidad fingida. Puede, en efecto, parecer a algunos que nada piden los masones contrario a la religión y buenas costumbres; pero como toda la razón de ser y causa de la secta estriba en el vicio y en la maldad, claro es que no es lícito unirse a ellos ni ayudarles de modo alguno".

                                                                                             JUAN CARLOS MORENO

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