Tenemos el deber de rechazar la Nueva Misa

   Según la enseñanza infalible de la Santa Iglesia, la Misa es la renovación del Sacrificio de la Cruz. En el Calvario, Nuestro Señor, al precio de su Sangre (lo que es la prueba de su amor), ha librado al género humano de la esclavitud del  pecado y lo ha reconciliado con Dios. Este Sacrificio es de un valor infinito, más agradable a Dios que lo que le pueden agraviar la totalidad de los pecados de todos los hombres.

   Estas verdades no pueden cambiar porque han sido definidas por la Iglesia de manera irreformable. Serán tan verdaderas siempre, como 2 más 2 hacen 4, por todos los siglos. La certeza de la Fe está basada sobre la autoridad de Dios que revela; es una certeza absoluta, inmutable.

   El rito de San Pío V (o Misa Tridentina, Misa Tradicional), es el rito promulgado por ese Papa en 1570. No fue un invento, ni propiamente hablando, una reforma, sino más bien una codificación, restitución, unificación. Se restituyó la Misa Romana de siempre, cuyo rito se desarrolló armónicamente desde los tiempo de los Apóstoles, eliminando lo que, en distintas regiones, se le agregó en tiempo relativamente recientes.

   Fue promulgada por la bula "Quo Primum Tempore", con intención de obligar a todos los clérigos a seguirla. "No hay en toda la Cristiandad un rito tan venerable como el del Misal Romano" dice uno de los más sabios liturgistas (Fortescure).

   En el rito de San Pío V está perfectamente expresada  la doctrina católica del Santo Sacrificio de la Misa. Este rito viene visiblemente del corazón de nuestra Santa Madre Iglesia y es el fruto de una larga tradición. Cuando leemos nuestro misal, todo lleva a la piedad. Ilumina el espíritu e inflama el corazón.

   Este rito no puede ser abolido. Es tan venerable que sería ir contra la prudencia y la inteligencia abolirlo para reemplazarlo por otro.

   Además, esa Misa está canonizada.  San Pío V la canonizó definitivamente.  Estableció ese rito como la manera oficial de decir la Santa Misa, válido para todos los sacerdotes de rito romano, en todo tiempo. Dios ha elegido un Santo (San Pío V) para fijar el rito de la Misa en su perfección para los siglos futuros.

   La Santa Misa produce innumerables frutos, entre ellos la santificación de las almas, la edificación de la Cristiandad, y múltiples gracias y bendiciones.

   En la "Nueva Misa", la doctrina católica del Sacrificio de la Misa no está correctamente expresada Esta fue la respuesta de los cardenales Ottaviani y Bacci en su "Breve examen crítico" dirigido a Pablo VI. (Hay que hacer notar que el cardenal Ottaviani era autoridad en el Santo Oficio, encargado de velar por la pureza de la Fe). Cuando el Novus Ordo (Misa Nueva) fue propuesto al sínodo en 1967, fue rechazado por la mayor parte de los obispos.

   En el "Novus Ordo", la Misa fue definida como "una sinaxis (reunión) sagrada o asamblea del pueblo de Dios, bajo la presencia del sacerdote, para celebrar el memorial del Señor". Esta definición no implica ninguno de los valores esenciales de la Misa que da la verdadera definición Católica. Un niño que sabe su catecismo es capaz de decir que la Santa Misa es "El sacrificio de la Nueva Ley en el cual Nuestro Señor Jesucristo, por el ministerio del sacerdote, se ofrece a Sí mismo a Dios de manera incruenta bajo las apariencias del pan y del vino". La primera definición del Novus Ordo parece totalmente protestante, la presencia del pueblo no es requerida en absoluto para la esencia de la Santa Misa. Un sacerdote puede celebrar válidamente sin la asistencia de los fieles.

   En la segunda parte de la definición del "Novus Ordo", se dice: "Allá donde dos o más estén reunidos en mi nombre Yo estaré en medio de ellos", es eminentemente verdadera en la asamblea de los fieles en la Misa. Pero las palabras del Santo Evangelio aquí se refieren solamente a la presencia espiritual de Nuestro Señor Jesucristo por su gracia. Asimismo si esa presencia existe en la Santa Misa (de la misma manera que Nuestro Señor está presente cuando una familia reza reunida el Santo Rosario), esa presencia es menos importante que la presencia substancial y física de Nuestro Señor Jesucristo, autor de la gracia, sobre el altar bajo las apariencias del pan y el vino.

   En la "Nuva Misa" hay docenas de cambios y todos tienen el mismo espíritu, en vista a protestantizar el rito de la Misa. Ahora un luterano que asiste a una nueva misa puede ver en ella, si lo desea, la última cena de los protestantes, o un ágape memorial... Mirad en la consagración: En la Santa Misa tradicional, las palabras de consagración, son pronunciadas de manera imperativa, con el tono de alguien que cumple una obra personal, como cuando el sacerdote dice "yo te bautizo" o "yo te absuelvo de tus pecados"; de esta manera dice el "hoc est enim corpus meum" (este es mi cuerpo). Los caracteres se escriben con letra de imprenta diferentes para subrayar esta doctrina. En la nueva misa, el sacerdote no interrumpe la narración de la última cena, y pronuncia las palabras de la consagración con el mismo tono narrativo, como si él contara una historia, sin separarlas de las palabras precedentes. (En los nuevos misales, las palabras de la consagración no han sido impresas con caracteres diferentes). La nueva misa no hace necesaria la interpretación luterana, pero la permite, y eso es muy grave. (Para Lutero, no son las palabras de la consagración sino la fe de los fieles presentes las que producen una cierta espiritualidad de Cristo).

   Además, en la nueva misa, el sacerdote se arrodilla solamente después de la elevación de la Hostia.    Parece bien claro que eso se hace en vista de autorizar la interpretación luterana (negación de la presencia real por las palabras de la consagración) a saber que la fe de los fieles produce la presencia de Cristo.

   En la Misa Tradicional el sacerdote se arrodilla después de haber consagrado, para adorar a Nuestro Señor Jesucristo, y no solamente después de haber mostrado la Hostia a los fieles.

   En la nueva misa no se conserva la noción de sacrificio pues el ofertorio es ahora reducido a un cambio de presentes entre Dios y el hombre "Tú eres bendito Dios del universo, Tú que nos das este pan, fruto de la tierra y del trabajo de los hombres".

   El Concilio de Trento definió que la Santa Misa Tradicional es un Sacrificio verdaderamente propiciatorio: "acto que aplaca a Dios ofendido por el pecado" (Dz. 1753).

   En la Misa Católica, en el ofertorio, el Sacrificio es preparado, anunciado, y ofrecido por anticipación. Las antiguas oraciones se refieren a Nuestro Señor Jesucristo, Sumo Sacerdote, ofreciéndose El mismo, único Sacrificio agradable a Dios.

   Se transformó el altar en una mesa a fin de dar la idea de una comida, y no aquella de un sacrificio. (Un Sacrificio es ofrecido sobre un altar hecho de piedra o Ara conteniendo reliquias de mártires.

   En la nueva misa, el papel del sacerdote se desdibuja. El confiteor en común, la comunión también. Las vestimentas sagradas simplificadas o reducidas a un alba o a una estola y a veces ni a eso. El sacerdote vuelto cara al pueblo se convierte en presidente de la asamblea, pero no es más el ministro obrando "in persona Christi". Esto es muy importante porque la identidad entre la Víctima (Nuestro Señor Jesucristo) y el Sacerdote (Nuestro Señor Jesucristo, personalmente sobre la Cruz, y por intermedio de los sacerdotes en la Santa Misa) es una noción esencial del Sacrificio perfecto de la Nueva Ley.

   Se podrían enumerar sin fin todas las nuevas reformas (misa en lengua vernácula, comunión en la mano, dada por laicos, desaparición de los signos de adoración, etc...) Hay un acercamiento hacia la teología protestante, ¿qué hace Lutero cuando cambia la Misa en el siglo XVI? Abandona el latín, agrega "quod pro vobis tradentur" (que será entregado por vosotros) a las palabras de la consagración, y suprime "Mysterium fidei", divide la Misa en "Liturgia de la palabra" y "Liturgia de la Eucaristía"... en suma exactamente lo que hicieron los reformadores en 1969.

   Otras pruebas de la protestanización de la Misa, es que muchas autoridades protestantes han dicho oficialmente: "podemos celebrar esta misa". Como ellos no cambiaron su teología herética, es evidente que el nuevo rito permite una interpretación protestante. Como también la presencia de seis pastores en la elaboración de la nueva misa, fotografiados con el Papa Pablo VI cuando la misa fue publicada. Asimismo el testimonio de antiguos protestantes (ahora convertidos), que afirman que la nueva misa está en marcha de convertirse, cada vez más, en aquella que ellos han dejado en la iglesia protestante (Ej.: el escritor Julien Green).

   Con la nueva misa, os fieles corren el peligro de perder la fe, los seminarios se vacían, no hay mas vocaciones para a vida religiosa en los conventos, etc. ... Toda nueva reforma en la Iglesia ha producido un crecimiento de fe, de devoción y de santidad. Nuestro Señor Jesucristo dijo: "Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se sacan uvas de los espinos, o higos de las zarzas? Así es, que todo árbol bueno produce buenos frutos, y todo árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo darlos buenos" (S. Mateo, 7,15-19). Esta nueva misa es realmente equívoca, pintada de un espíritu protestante

   El católico debe rechazar la nueva misa y no puede asistir a ella. Esa misa no puede obligar, ni puede servir para cumplir el precepto dominical. La nueva misa es u n veneno para nuestra fe. Ya no tiene el espíritu sobrenatural y disminuirá y destruirá poco a poco vuestra fe (la ley de la oración es la ley de la fe: lex orandi, lex credendi).

   La nueva misa es peligrosa para vuestra fe y no es agradable a Dios, pues no da la adoración conveniente a Nuestro Señor Jesucristo. El Novus Ordo no honra a Nuestro Señor Jesucristo. Es mejor ir a una verdadera Misa tradicional una vez por mes (o incluso más espaciado) y los otros domingos santificar el día del Señor en familia; rezando el Santo Rosario, leyendo el misal, etc. Dios recompensará nuestra generosidad y firmeza en la fe y nos dará las gracias que necesitamos. Pero, si no se tiene la verdadera Misa, importa en grado sumo, intensificar la vida de oración, la devoción a la Santísima Virgen. Suplicarle a Ella la restauración universal de la Misa de siempre.

   Si por alguna causa nos vemos obligados a asistir a una misa nueva, debemos hacerlo de manera pasiva (sin tomar parte en las oraciones de la misma ni comulgar). Es como la Santa Iglesia autoriza la asistencia pasiva a servicios protestantes excepcionales, por las mismas razones.

   Los católicosque asisten a la nueva misa por obediencia sin comprender bien su peligro, no son culpables.

   Aunque la mayoría de los fieles y sacerdotes aceptan la nueva misa, eso no la convierte en buena. No es la mayoría la que hace la verdad. En tiempos del arrianismo, sólo San Atanasio con algunos otros permanecieron fieles. El resto de los obispos cayeron en la herejía. En tiempos del anglicanismo, sólo San Juan Fisher quedó firme en la fe y por esa razón martirizado, mientras que todos los otros obispos de Inglaterra se rindieron para seguir al Rey Enrique VIII. Esto muestra que un  pequeño número puede tener razón, cuando los más están en el error.

   Es duro no tener la Santa Misa más que una sola vez al mes o menos aún o tener que recorrer grandes distancias todos los domingos para ir a una Misa Tradicional, pero escuchemos lo que nos dice Nuestro Señor: "Si alguno quiere venir en pos de mi, renúnciese a sí mismo, lleve su cruz cada día y sigame" (S. Lucas, 9, 23), y aún: "vendréis a ser odiados de todos por causa de mi Nombre; pero quien perseverare hasta el fin, éste se salvará" (S. Mateo, 40, 23).

   En los primeros siglos los cristianos tuvieron que hacer grandes sacrificios y a menudo dar la vida. Nosotros tenemos ahora oportunidad para hacer sacrificios y sufrir persecuciones de otra manera.

   Comprendamos el valor infinito del Sacrificio de la Misa, unámonos a Nuestro Señor Jesucristo y ofrezcamos nuestra vida con todos los sufrimientos para mayor gloria de Dios y él nos premiará con  la fortaleza para permanecer fieles a su divino Hijo. 

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