RESÚMENES - III Ciclo de Conferencias Científico - Marinas


EL CIENTÍFICO Y EL PERIODISTA

(Papel de los medios de comunicación en la educación ambiental)

Jose María Montero

Periodista. Responsable del área de Medio Ambiente en los Servicios Informativos de Canal Sur TV // El País-Andalucía


No es muy frecuente que en los debates, seminarios, congresos o simples reuniones que abordan la educación ambiental salgan a relucir los medios de comunicación. Este suele ser un instrumento olvidado o, como mucho, citado en una extensa lista de recursos disponibles, pero escasamente analizado a pesar de su indiscutible impacto social.

Lo que les voy a comentar a continuación no son las opiniones de un experto en educación ambiental ni las de un especialista en medios de comunicación. Trataré, simplemente, de mostrarles como se ve, desde dentro de un medio de comunicación, el tratamiento de la información ambiental (por llamarla de alguna manera). Es, sencillamente, si quieren, una visión crítica, autocrítica, reflejo de mi propia experiencia en prensa, radio y televisión.

Los medios de comunicación cumplen una función educativa, esto es innegable aunque a veces se trate de un proceso inconsciente. Pero para que esta función educativa se cumpla en sentido positivo, debemos ser conscientes de la propia naturaleza de los medios de comunicación y la forma en que suelen tratar la información ambiental.

Creemos, erroneamente, que la simple presentación de determinados contenidos en los medios, y su gran difusión, cumplen sobradamente con esta función educativa. Los medios de comunicación, y esto es también de sobra conocido, no son más que poderosos agentes de propaganda y de difusión de las ideas dominantes en la sociedad. La estrategia de la UICN "Cuidar la Tierra" lo dice bien claro: "Lo que la gente hace es lo que la gente cree. A menudo unas creencias ampliamente aceptadas tienen más poder que los decretos gubernamentales". Y en muchos casos, la falta de conciencia sobre los problemas ambientales se funda en creencias erroneas, creencias que se apoyan en malas informaciones o en informaciones que los receptores no están en condiciones de interpretar de forma crítica.

Para educarse a través de los medios de comunicación es necesario "aprender" a informarse, una tarea fundamental si tenemos en cuenta que para un gran porcentaje de la población la televisión, la radio o los periódicos son la única fuente de instrucción post-escolar a la que tienen acceso.

Aprender a informarse requiere descubrir el caracter fragmentario de la información, y las visiones parciales y manipuladoras de la realidad que provoca. La comunicación objetiva, la comunicación neutral, la comunicación "completa", no existen. Con esto no estamos dibujando un mundo orwelliano, donde oscuros intereses se encargan de manipular la realidad para ofrecernos una versión falsa de la misma. Estamos hablando de una actividad humana, sometida a los criterios subjetivos de los comunicadores y a los servilismos políticos y económicos de las empresas de comunicación, y que se desarrolla a través de instrumentos incapaces de ofrecer una visión global de la realidad, por más que a veces se nos vendan como algo que "supera a la misma realidad". Otra cosa es que los medios, conscientemente, adapten la realidad a sus propios intereses. Hace algunos años, Umberto Eco se preguntaba en un debate sobre los reality shows en televisión: ¿La boda de Ladi Di hubiera sido igual sin la presencia de la TV? La respuesta, obviamente, era que no porque, entre otras cosas, a los caballos que escoltaban el sequito, y esto es solo una anécdota, se les administraron laxantes para que todas sus defecaciones tuvieran el mismo color y pasaran discretamente inadvertidas en las televisiones de medio mundo.

Pues bien, a la información ambiental también se le administran, en muchas ocasiones, laxantes, para que presente un color uniforme y agradable a la vista. Más de una cadena de televisión, y alguna que otra revista, presumen de su vocación "ecologista" porque en sus ofertas informativas abundan los productos en los que la Naturaleza no es más que un desfile ininterrumpido de animales (principalmente aves y mamíferos) y paisajes, la mayor parte de los cuales reunen ciertas características de espectacularidad y escasez. Estos espacios y especies, según el discurso que nos proponen estos medios, deben ser protegidos por que son bellos y merecen seguir en la Naturaleza para que el hombre pueda gozar de su contemplación. Un discurso puramente estético y descaradamente antropocéntrico, de fácil digestión para la audiencia.

Quizás lo más preocupante en el tratamiento de la información ambiental sea la atención desmesurada a los sucesos y el olvido sistemático de los procesos, y esto es algo común a prensa, radio y televisión. Cuando Greenpeace se dió a conocer, entre los periodistas solía elogiarse la estrategia que utilizaba para atraer a los medios de comunicación. Si se trataba de salvar a las ballenas consistía en colocarse, como barrera humana, entre el animal y el arponero. Esta acción, Greenpeace la comparaba con romper un huevo. A partir de ahí, captada la atención, había que comenzar a elaborar la mayonesa, y lo difícil era seguir removiendo los ingredientes hasta conseguir el efecto deseado sin perder la atención de los medios. Pues bien, desgraciadamente, muchos no han conseguido pasar todavía del huevo roto: ni saben de donde procede el huevo ni les interesa el final que tendrá.

Se me quejaba el otro día uno de los representantes de la Confederación Ecologista y Pacifista de Andalucía del tratamiento que se le da a los incendios forestales en los medios de comunicación. "Los periodistas", decía, "sólo se interesan por este problema durante la campaña de verano y, además, su única preocupación al abordar una noticia de este tipo es saber el número de hectáreas quemadas". En muchos casos, me comentaba el ecologista, pasa inadvertida la compleja realidad socieconómica que se vive en algunas de las comarcas afectadas por incendios, realidad que constituye la raiz misma del problema. Este puede ser un buen ejemplo del suceso por encima del proceso.

Conviene no confundir esta atención desmesurada al suceso con la labor de denuncia, a veces imprescindible e insustituible, que ejercen los medios de comunicación. En muchos casos la información ambiental se estructura en torno a un conflicto, conflicto que en no pocas ocasiones trata de hurtarse al conocimiento público. Ello equivale a admitir que los medios informativos son un terreno propicio, y a veces el único terreno posible, para la confrontación de diversas concepciones de la vida y de la sociedad, concepciones que están en permanente tensión. Esta tensión tiene reflejo en el seno de los mismos medios, por ejemplo en los conflictos entre intereses publicitarios y contenidos informativos.

Volviendo al ejemplo del huevo y la mayonesa, en otros casos la rotura del huevo solo sirve para abrir paso a una catástrofe de dimensiones incalculables y, lógicamente, de soluciones fuera del alcance humano. Es el catastrofismo, otra de las características con las que suele "adornarse" la información ambiental. En algunas ocasiones, cuando desde un medio de comunicación se nos habla del problema de la disminución de la capa de ozono, se nos ofrecen las últimas y alarmantes mediciones sobre el cielo antártico, y a continuación se detallan los catastroficos efectos que sobre la vida en la Tierra tiene el fenómeno. Estoy seguro que la lectura que este tipo de información tiene en muchos receptores es la siguiente: estamos sometidos a un poder exterior a nosotros mismos, casi sobrenatural, sobre el cual no podemos ejercer ningún control, por lo tanto solo nos cabe asombrarnos o angustiarnos pero en ningún caso actuar, por que ¿qué podemos hacer nosotros? Además, para algunos medios de comunicación, el problema de la capa de ozono es algo que transcurre a miles de kilómetros de nuestros hogares. El mensaje que transmite este tipo de información es que, para implicarnos en cualquier asunto medioambiental, lo primero que tenemos que hacer es coger el coche y alejarnos, cuando menos, unos pocos kilómetros de casa. Por tanto, por un lado el receptor difícilmente percibe que "medio ambiente" es todo lo que le rodea y, por otro, se siente incapaz de intervenir en la solución de algunos problemas que percibe como "alejados", "ajenos" o "irresolubles".

La información ambiental ha conseguido en los últimos años hacerse con un espacio propio en algunos medios de comunicación o bien, y esto es más interesante, impregnar al resto de las secciones informativas y hacerse un hueco en ellas cuando las características de la noticia así lo precisan. Lo que todavía es infrecuente es encontrar a periodistas realmente especializados en estas cuestiones. Y digo periodistas, no esas "perlas" que suelen ser los expertos en cuestiones medioambientales que, además, se dedican a la divulgación. En ningún medio de comunicación, por pequeño que sea, se cuestiona la necesidad de un especialista en economía, en política o en deportes, pero las cuestiones medioambientales (ciertamente complejas en numerosas ocasiones) van a parar al cajón de sastre de la socorrida sección de "Sociedad y Cultura". La pregunta, lógicamente es: ¿Cómo se consigue especializar a los periodistas si no hay la suficiente voluntad ni capacidad empresarial? Como en otras parcelas de esta profesión, la especialización va a depender en gran medida de la propia voluntad personal.

A esta falta de especialización se une el problema de las fuentes y su credibilidad. Hoy todo organismo, institución, empresa, grupo o asociación que se precie tiene su "parcela" de medio ambiente que vender a los medios, simplemente por que es un concepto que ha calado en la sensibilidad social y, por tanto, es "rentable". Continuamente hay que filtrar la información, supuestamente de contenido medioambiental que llega a una redacción, porque detrás de ella se esconde, a veces, justamente lo contrario de lo que se proclama.

Las asociaciones ecologistas, siguiendo con el problema de las fuentes, continuan aportando la mayor parte de la materia prima con la que se elabora la información ambiental. Siguen siendo la referencia obligada. Y en algunos casos, lo siguen siendo porque, básicamente, venden sucesos. Hace algunos años se pensaba que la información ambiental centrada en el suceso, información rápida, que atrae la atención (volvemos a romper el huevo), pero que difícilmente profundiza en el tema, tenía cierta utilidad porque había que salvar un tremendo abismo: el que separaba la gravedad y complejidad de los problemas ambientales con la escasa sensibilidad social. Y si se trataba de sensibilizar, éste, aunque no perfecto, era un método efectivo. Pero hoy, cuando todo el mundo está impregnado de esta sensibilidad, sobran problemas y faltan explicaciones y, sobre todo, soluciones. Soluciones en las se sugieran y provoquen vías de participación pública. Si se verifica este proceso problema-información-respuesta pública no estamos únicamente creando un canal eficiente de comunicación entre los distintos sectores sociales, o un terreno en el dirimir conflictos, sino que se está haciendo verdadera concienciación ambiental, ya que estamos abogando por un modelo de gestión democrática del medio y de búsqueda de formas alternativas de relación con el mismo, dos de las actitudes que pretende desarrollar la educación ambiental.





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Página elaborada por Victor Alcalá. Marzo de 1998

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