La Poesìa de la Vida : Cèsar  Calvo

 

La poesía de la vida: César Calvo

Por Carla

 

 
Hace cinco años la poesía se puso de luto. Luego de una penosa enfermedad fallecería César Calvo,                     miembro de la generación del 60 de la poesía peruana, recordado por su hilaridad extrema, su pasión por las mujeres,   sus ganas de vivir, pero por sobre todo, por su amor intenso e incondicional al arte del verso.                                          A continuación una crónica en homenaje a este gran escribidor.

UNO
Érase una vez un viernes cualquiera del año 1999 en un pequeño ambiente de San Marcos llamado repertorio bibliográfico. Era un viernes de fiesta como lo eran todos en aquel rincón donde la poesía pasaba de boca en boca           y de corazón en corazón.  Y es que se presentaba como plato de fondo para el Taller de Poesía, el poeta César Calvo, recordado miembro de la generación del 60, poeta, seductor innato y carismático a rabiar.

Y como se esperaba, el público, que abarrotaba el recinto que apenas podía recibir a unas 20 personas, cayó rendido        a sus pies. Estudiantes no sólo de Literatura que seguían cada semana el taller, sino de las otras escuelas de la facultad     y gente aficionada a la poesía hicieron silencio absoluto para escuchar al vate contar sus célebres anécdotas                    de trashumante bohemio y escritor empedernido, que le dio tanta fama y fortuna.

Aqué célebre viernes, flanqueado por los poetas Hildebrando Pérez y Marco Martos, Calvo habló de todo, de su primera juventud en Iquitos y su interés por el arte de la palabra, de los entretelones de cada uno de sus libros, de su entrañable amistad con Arturo Corcuera y especialmente con Javier Heraud con quien compartío el premio Poeta Joven del Perú   en 1960.

De este último contó anécdotas interesantes y resaltó su altruismo exacerbado. Recordó aquella vez cuando luego de visitar un prostíbulo en la avenida Venezuela, conoció a una hermosa jovencita a la que empeñosamente quiso         “sacar de ese negocio”. La visitaba día tras día sin falta y se la llevaba toda la noche al cuarto de Calvo para que nadie más la tuviera. Le daba de comer y le compraba ropa.
“Acompáñame César” le pedía Heraud “y yo, ni corto ni perezoso iba con él” recordó Calvo haciendo estallar de la risa a todos. Sin embargo un día, como de costumbre fue por ella y ya no estaba más. Se puso muy triste y frustrado por haber fracasado en su intento de “salvarla ...”

Y esa noche, su público rendido recorrió Santiago, Madrid, París, Londres y vieron a un Calvo rodeado del asombro de sus interlocutores de todas las razas y las sangres, y sobre todo rodeado siempre de mujeres a quienes “las ensalzaba, las cantaba y las elevaba a las estrellas y las dejaba caer ...” para luego incinerarse con ellas ...” según cuenta Arturo Corcuera su gran amigo.

Finalmente le pidieron lo esperado, que recitara alguno de sus más célebres poemas. Pero no aceptó. “Mejor hay que dar paso a los nuevos poetas, de seguro que aquí hay muchos buenos” contesto      para pasar una rápida mirada al auditorio y escoger a uno de los presentes ...

La elegida fue la poeta Virginia Benavides . “A ver, recítame algunos de tus poemas” pidió Calvo y ella leyó un poema largo y hermoso el cual el autor de “Pedestal para nadie” elogío mucho, tanto como que pidió que los jóvenes poetas    no dejen de hacer buena poesía ...




DOS
César Calvo fue un hombre nacido para la poesía. Desde sus primeros años,   ya esbozaba proyectos literarios, aunque como él mismo lo reconociera,        su primer gran libro fue Poemas Bajo tierra. Tanto nuestro poeta como        los otros de su generación asumían la poesía como un compromiso. “Aceptábamos poetizar únicamente como resultado de un asombro común, colectivo en su origen -en sus garfios oscuros- y colectivo en su finalidad,      en su búsqueda, en su abordaje y sus revelaciones” reveló alguna vez     nuestro autor en las instalaciones del Círcolo Sportivo, a propósito de un homenaje que se le hiciera en 1977.
De este libro se desprende la influencia del suave discurrir de poetas como Vallejo y Westphalen cuando nos dice        "Hoy hemos almorzado de memoria. /De nuevo /de memoria. / Contando alguna tarde de provincia, / mi madre             se ha quedado dormida en una alondra./ En una alondra antigua y silenciosa".                                                            Pero luego tomaría la senda de la frescura  y la cotidianeidad de la poesía inglesa.
A este primer magnífico libro le siguen Ausencias y retardos (1963). Luego le seguiría El cetro de los jóvenes ,      poemario con una vena tonante y revolucionaria, que se emparentaba con los tiempos álgidos que les tocó vivir               a esa generación: la revolución castrista, el naciente Ejercito de Liberación Nacional Peruano y sus combatientes          que iban a entrenarse a Cuba, el movimiento estudiantil, las esperanzas de un mundo mejor bajo la batuta socialista.
Pero la ejecución de este sueño quimérico tendría un enorme costo que causó un terrible impacto:                                    la muerte de Javier Heraud. Con él había comenzado el proyecto Ensayo a dos voces, el cual se publicaría póstumamente en 1966. Posteriormente vendría Pedestal para nadie el que ganaría el premio Nacional de Fomento a la Cultura en 1970  y más tarde el Premio Nacional de Poesía en 1970. Las redacciones también disfrutaron de su pluma, especialmente      con su columna Campana de Palo (El Popular).
Su último libro se llamo Edipo entre los Inkas y estaba en los últimos retoques cuando falleció un 18 de agosto de 2000 luego de una penosa enfermedad.

TRES
Érase un poema de Manuel Scorza que fue escrito en en 1977 en homenaje a Calvo el escritor y a su irredimible pasión por la vida. Lo reproducimos hoy, una vez más para describir lo que el poeta siempre supo intensamente:                      "La vida pasa tan rápido, César, que una tarde/la miraremos salir para el parque/y regresar hermosísima mujer."

 

 

http://carla-vanessa.blogspot.com/2005/08/la-poesa-de-la-vida-csar-calvo.html

 

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 A Web de Cesar Calvo Soriano

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