Web  de  Cèsar  Calvo  Soriano

 

"CÉSAR CALVO: UNA CUERDA SOBRE EL ABISMO" 

Por Carlos Garrido Chalén 
Escribir al autor

 

        Cuando César Calvo - mismo Zarathustra - dijo que el hombre es una cuerda sobre el abismo, un peligroso ir más allá, un peligroso detenerse, un peligroso volver atrás, un vacilar peligroso           y un peligroso estar de pie, todos lo miraron con sorpresa. Decir que el hombre es un puente,            y no una meta, un tránsito y un ocaso, despertó en "los otros", un extraño malestar que                   se recompuso cuando el poeta explicó que era un rayo que lamía con su lengua de fuego                   el horizonte.
 

Y es que así era César Calvo: intuitivo y genial, rompedor de esquemas.                                               Un poeta que quería justificar, como Nietzche, a los hombres del futuro.
 
        Antes de irse con sus gotas grávidas a la eternidad, me hizo el prólogo de mis "Confesiones de un árbol", y tuve la oportunidad de confirmar que disponía de una flecha y de un arco                    para conquistar la vida.
 
Amigo entrañable, de corazón auténtico - fregado a veces con los que odiaba -amaba el pudor de   las calandrias, sin envidia. Y se hizo poeta semejando huracanes, arrasando con todo, queriendo ser luz en la oscuridad de una sordera que lo condenó al infortunio y le hablaba de voces inconclusas.  No intentaba dañar a quienes iluminaba, ni se hacía a la mar sin redes ni luciérnagas.
 
Cuando Betty lo invitó a nuestra casa en San Isidro (Lima) para probar nuestro tumbesinísimo  "caldo de bolas", mi familia lo incorporó a participar de nuestra exaltación, de nuestro gozo,              y aunque parecía que no tenía muy cercano a Dios en sus pudores, fomentó con nosotros              una amistad que la lejanía de su ausencia corrobora y afirma a cada rato.
 
 
Alli y en su casa de Chaclacayo, conocimos cómo se habla de frente a las cascadas, al manantial         y al viento. César Calvo fue un poeta por nosotros consentido; y en esa plenitud, en ese regalo       de su ser, nos extasiamos.
 
César Calvo era en verdad - dionisíaco y apolíneo - "un bosque y una noche de àrboles" crecidos.     Y en su tosudez, en esa insistencia por crear, nos convenció que nosotros no somos hijos de madre sino hijos e hijas de su memoria.
 
Cuando la muerte se lo llevó, nosotros recorrimos el monte de sus olivos, y a su calvario,                   de un extremo a otro, y nos pusimos a pensar que sólo había entrado a un profundo sueño,          que sólo podrá ser terminado con un dindondán de campana de nuestro corazón que hasta ahora llora su partida.

           Carlos Garrido Chalen y Cèsar Calvo Soriano y el Alianza Lima de sus amores

 

Esta página es creada por Guillermo Calvo Soriano

  E-MAIL: [email protected]  

 A Web de Cesar Calvo Soriano

 A Web de Guillermo Calvo Soriano

 

1